¿Antes, durante y después de leer un texto académico? Recomendaciones para una lectura eficaz

Cuando nos enfrentamos por primera vez a la lectura de un texto académico, es común encontrarnos con una serie de dificultades. Quizá la principal sea no entender el texto leído. Esto, naturalmente, puede frustrar a los estudiantes e inclusive provocar cierto rechazo hacia la lectura. Esta publicación tiene como objetivo señalar algunas estrategias de lectura para comprender el contenido de los textos académicos, esto es, de los textos propios de la universidad.

Para empezar, debemos señalar que en el proceso de lectura pueden identificarse tres fases (la prelectura, la lectura y la poslectura) y que, en cada una de estas etapas, es recomendable realizar un conjunto de actividades.

  • En la fase de prelectura, el alumno suele encontrarse con el siguiente problema: la falta de motivación. Con la guía del profesor, el estudiante debe entender por qué y para qué leer el texto asignado en clase (Solé 2007). Esto le permitirá reconocer la importancia del texto en cuestión. Asimismo, para concentrarse en la lectura, es necesario que el estudiante disponga de un ambiente idóneo donde no se filtren sonidos externos o cualquier otro elemento distractor. Maira Solé, magíster en Planificación y Evaluación Educativa, apunta que “el entorno o espacio seleccionado para ejecutar la actividad de lectura es de gran importancia, [ya que] las comodidades mínimas que posea la institución educativa, tales como la ventilación, iluminación y mobiliario, van a garantizar el éxito estratégico de la lectura” (2007: 5). Dada la coyuntura actual, no podemos acceder a los espacios de estudio de la universidad, tales como las bibliotecas. Por tanto, resulta imprescindible identificar qué lugares de la casa y en qué momentos del día es preferible leer sin mayores contratiempos.
  • En la fase de lectura, la principal dificultad con la que se enfrenta el alumno es la incomprensión del texto leído a nivel léxico, sintáctico y de contenido semántico. Es decir, el estudiante tiene problemas para entender el significado de ciertas palabras, por ser muy técnicas, o porque la misma construcción oracional —la sintaxis— es compleja. Pensemos, por ejemplo, en las oraciones extensas y cargadas de conceptos hasta ese entonces desconocidos por el alumno. Estas dificultades pueden afectar y reducir la motivación conseguida en la anterior fase de lectura. Por consiguiente, es necesario aplicar estrategias de aprendizaje como el subrayado (o el resaltado) y el sumillado.
    • Subrayar o resaltar los conceptos e ideas claves durante la lectura le permitirá al alumno identificar y seleccionar la información más importante del texto. Esta capacidad de discernimiento se logrará con una lectura atenta y detenida. En el proceso, cuando el alumno desconozca el sentido de algunas palabras puede recurrir a un diccionario físico o virtual y, cuando se dificulte la comprensión de los enunciados, puede elaborar reformulaciones o parafraseos de ellos.
    • Además, es recomendable insertar preguntas o comentarios en los márgenes de las páginas del texto, a modo de anotaciones. De esta forma, el lector se vuelve activo: produce o construye conocimiento a partir del saber del otro (en este caso, del autor del texto). Tal como señala Josefina Peña, docente de la Escuela de Educación en la Universidad de los Andes, “al incorporar a sus conocimientos el significado obtenido de la lectura de un texto, el lector está modificando sus esquemas conceptuales, es decir, está ampliando la información preexistente y a la vez está preparándose para adquirir nueva información” (2000: 160). Esto permite entender al lector no como un recipiente vacío que deberá ser “llenado” por el conocimiento de otros, sino más bien se propone a un modelo de lector cuyos saberes o experiencias previas contribuyen a crear un conocimiento nuevo a partir de lo leído.
  • En la fase de poslectura, el principal inconveniente para el estudiante es no poder expresar, con sus propias palabras, el texto leído. Además de emplear las estrategias del subrayado y el sumillado, es necesario el uso de dos estrategias de lectura adicionales: el fichado (es decir, las fichas bibliográficas de resumen) y los organizadores gráficos (tales como los mapas conceptuales o los cuadros sinópticos). Emplear estos recursos permitirá que el alumno procese la información a partir de la selección y el resumen de las ideas principales del texto. El esfuerzo por recordar y resumir dichas ideas con sus propias palabras posibilitará que el estudiante interiorice el contenido del texto leído. Así pues, no se trata de memorizar o copiar y pegar información, sino más bien de formar un lector “eminentemente activo que asimila, organiza, procesa y utiliza la información que le ofrece el texto” (Peña 2000: 160).

En conclusión, el uso de este conjunto de estrategias de aprendizaje mejorará las competencias lectoras del estudiante. Asimismo, su empleo deberá ser constante, puesto que la capacidad de entender el contenido de un texto —al igual que el hábito de lectura— no se adquiere de forma inmediata. Se requiere tiempo, motivación y concentración.

Bibliografía

PEÑA, Josefina
2000 “Las estrategias de lectura: su utilización en el aula”. Educere. La Revista Venezolana de Educación. Mérida, volumen 4, número 11, pp. 159-163.
SOLÉ, Maira
2007 “Consideraciones didácticas para la aplicación de estrategias de lectura”. Revista Electrónica Actualidades Investigativas en Educación. Costa Rica, volumen 7, número 3, p. 1-15.

Elaborado por Sha Sha Gutiérrez.

 

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