La palabra del día: Soroche

En la actualidad, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la palabra soroche significa “mal de montaña”. Como todas las palabras que pueblan nuestro vocabulario, tiene una historia.

Soroche, como confirma un estudio de Rodolfo Cerrón-Palomino, proviene del vocablo quechua “suruchiq” que significa, según el Inca Garcilaso de la vega, “el metal que hace deslizar la plata”. Esto sucede porque esta palabra designaba el nombre de un metal que servía, durante el tiempo del virreinato, para fundir la plata. Asimismo, es en este contexto minero en el que soroche adquiere el nuevo significado de “metal bajo”. Luego, designará “mal de altura” porque se relacionarán al trabajo y los efectos de este metal en las minas con el malestar que producía a aquellas personas que transportaban el mineral en la sociedad colonial. Por tanto, ya para el siglo XVII, el significado de soroche sería el actual, como se registra entre algunos escritores de ese tiempo. Por ejemplo, el Inca Garcilaso define soroche como los efectos del cambio repentino de la temperatura de los llanos a la frigidez de las punas, y viceversa.

Cada vez que estoy en Puno, me da soroche.
Los médicos recomiendan comer caramelos de limón mientras se viaja hacia la sierra para evitar el soroche.

Fuente de la imagen: http://sobre-peru.com/2009/02/15/consejos-para-el-soroche/

Elaborado por Mercedes Mayna

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Cuántas palabras usamos al hablar y la importancia de la variedad formal

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Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua, estableció en una entrevista por el Día del Idioma que, en promedio, los hablantes usamos 300 palabras para comunicarnos. Usamos 300 de 283 mil palabras registradas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Seamos matemáticos en un tema de lenguaje: ¡Usamos aproximadamente el 0,10% de las posibilidades del idioma! Es decir, si la lengua española es un gran océano, nosotros nos conformamos con un gotero. Son 300 las palabras que en promedio usa una persona común y corriente, alguien de a pie que con la educación escolar le bastó y sobró. Martos también afirma que una persona culta llega a emplear 500 palabras, un novelista bueno utiliza tres mil, mientras que Cervantes utilizó ocho mil. Por otro lado, según la página de la Fundéu BBVA, asesorada por la RAE, establece que “Todos los estudiosos de nuestra lengua están de acuerdo en que esta no puede encorsetarse, sino que es algo mutable, que evoluciona y cambia. Sin embargo, nos advierten, también, que se enferma o se degrada. Un ciudadano promedio español no utiliza más de 1000 palabras y solo los muy cultos alcanzan los 5000
vocablos. Es más, algunos jóvenes utilizan solamente un arsenal de 240 palabras”.
Sean 300 ó 240 palabras estamos ante un número exiguo de palabra si aceptamos que son 1000 la cantidad de palabras que como mínimo un buen profesional empleará para comunicar con eficiencia sus ideas. Este incremento de léxico significa aumentar en tres veces, incluso en cuatro veces más, nuestro registro de palabras. Entonces, es fundamental que el nuevo universitario comprenda que sus estudios le exigirá una forma de pensar más rigurosa y que para lograrlo siempre estarán las palabras. Sea en contextos orales (exposiciones, entrevistas, intervenciones en clase, sustentaciones de tesis, etc.) o en contextos escritos (informes, exámenes, monografías, tesis, etc.) el alumno universitario debe familiarizarse con la variedad formal de nuestra lengua, la cual exige precisión, corrección y riqueza. Así, en lugar de decir “unos veinte cuadros surrealistas, hechas por Dalí y Rodin, se expusieron durante enero en el Museo de Arte Italiano”, el alumno debe saber que es posible, en aras de la precisión, decir “pintados por Dalí o Rodin” y que también es posible modificar más partes del enunciado, “unas veinte pinturas” y “creadas por Dalí y Rodin”, para evitar la redundancia de “pinturas surrealistas, pintadas por…”. No se está estigmatizando a priori el verbo hacer, sino que el objetivo es aumentar el repertorio de palabras.
Aunque es sutil el cambio en el ejemplo anterior, son mucho más graves, y reales, los casos derivados de la casi nula costumbre de escribir como “El certificado matrimonial dice de que [establece que] se hace esa medida [se toma esta medida] para que algunos de los conyuges [en caso de que uno de los cónyuges] pueda que padesca cierta enfermedad [padezca una enfermedad]. Pero esto afectaria a la pareja o quizás, derrepente, a dar marcha para tráz de querer matrimoniarte [Ante esta situación, la pareja podría cancelar su matrimonio]”, donde se puede observar los errores de un alumno de primer ciclo.Y aunque una posible justificación podría ser que “tengo 100pre ese problema, la verdad no se xq soy tan mala con estos temas nunca me gusto leer”, tomado de un correo electrónico de una alumna del curso, el mundo académico exigirá siempre subordinar el uso del lenguaje en contextos comunicativos como el Messenger, el Facebook, el Twitter, los comentario en Youtube o en un blog, o los correos electrónicos informales, para priorizar el académico donde la precisión, la corrección y la riqueza serán los principios a seguir.

Elaborado por Renato Zárate

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La palabra del día: ¿Quizá o Quizás?

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En el diccionario en línea de la RAE, el adverbio de duda quizá o quizás “denota la posibilidad de que ocurra o sea cierto lo que se expresa”.
Quizá llueva mañana.
Quizá sea verdad lo que dice.
Quizá trataron de engañarme.
Quizá o quizás aparece bajo la primera forma en el siglo XIII, pero ya figuraba en el Cantar de Mio Cid como ‘quiçab’:
Moros e christianos de mi han grant pauor.
Ala dentro en Marruecos, o las mezquitas son,
Que abran de mi salto quiçab alguna noch:
Ellos lo temen, ca non lo piensso yo.
[Moros y Cristianos de mi tienen gran temor.
Alá en Marruecos, o las mezquitas son,
quienes habrán de mí asalto quizás alguna noche:
Ellos lo temen, mas no lo pienso yo.]
Se supone que quizá o quizás aparece como una alteración de la antigua expresión familiar qui sabe (‘quién sabe’), con origen en el latín qui sapit. ‘Quizás’ es posterior: aparece sólo a comienzos del siglo XVI, aunque Corominas señala que los clásicos consideraban vulgar la forma ‘Quizás’, como es usada en este texto de Lucas Fernández (1508):
Si tú pides la alcauala, quizás que la partiremos.
Es importante señalar que la entrada principal a esta palabra se presenta en su versión sin ‘–s’ final: quizá. Pese a ello, de ninguna manera hay que pensar que es la única o la correcta; y menos aún pensar que la ‘–s’ de ‘Quizás’ denota pluralidad.

Fuente de la imagen: http://blog.pucp.edu.pe/item/115603/psdt
Elaborado por Renato Zárate

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La palabra del día: Cátedra

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Cátedra (del latín cátedra y del griego καθέδρα “asiento” ). En su acepción primitiva, una cátedra era un asiento desde donde un maestro impartía la clase. La relación con su acepción actual es evidente: un catedrático es aquel que imparte su conocimiento desde el lugar especial que le concede dignidad. Según la RAE, cátedra es tanto el empleo y ejercicio del catedrático, como la facultad particular que enseña.

El profesor imparte diversas cátedras en el presente ciclo.
Dictando cátedra, Emmanuel se siente superior a todos.

Fuente de la imagen: http://www.tecnomultimedia.com.ar/2007/?page_id=2

Elaborado por Diana Ruiz

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