El rol de los conectores en los textos académicos

Los conectores que se usan en los diversos tipos de textos son relevantes para lograr la cohesión y el desarrollo de las ideas dentro de ellos. Como se sabe, la palabra texto deriva del latín texere (en español, tejer). La sugerente etimología indica que se trata de un conjunto de palabras y oraciones que se entrelazan para conformar una unidad. En este sentido, conviene imaginar lo opuesto un texto: una serie de palabras, enunciados y párrafos sueltos y sin relación entre sí, que deben ser interpretados por el lector. Este notará que la información no se forma un todo cohesivo.

La naturaleza del texto, en cambio, radica en su cohesión. Si las diferentes oraciones de un mismo se encuentran en una relación de unidad y comparten un mismo sentido general, entonces existe cohesión. Más específicamente, en un texto expositivo, que busca informar acerca de cualquier tópico, los enunciados deben desarrollar ideas principales sobre el tema que se trata. En ese objetivo, contribuyen los conectores.

Los conectores más comunes

Escribir oraciones sobre un mismo tema no es un mecanismo infalible para que un texto se entienda apropiadamente. Para establecer la relación clara y explícita entre ideas, se emplean marcadores del discurso, también llamados conectores. Estos ayudan a que las ideas generales del discurso se desarrollen a lo largo del texto, se encuentren conectadas formalmente y contribuyan en la comprensión. Según su función pueden ser aditivos, de ejemplificación, de enumeración, entre otros. En esta entrada, se resaltan aquellos que con mayor utilidad al redactar un texto expositivo universitario.

Por un lado, los conectores aditivos sirven para añadir información. Con ellos, se agrega una idea de similar relevancia y en relación directa con la anterior. Dos oraciones están estrechamente vinculadas gracias a ellos. Al emplearlos, se requiere un punto o un punto y coma. Algunos conectores de adición son los siguientes: además, encima, después, incluso (Calsamiglia y Tusón, 1999: 248). Un ejemplo es el siguiente: “El pensamiento de Kant fue revolucionario para su tiempo. Además, este contribuyó a sentar las bases de una nueva concepción de la filosofía”.

Por otro lado, los conectores de secuencia sirven para diferenciar momentos dentro de un texto. Contribuyen a ordenar la información presente en él, pues precisan cuáles son las relaciones temporales o causales existentes en él. Algunos conectores de este tipo son: en primer lugar, seguidamente, mientras tanto, por último. Este un ejemplo: “En este texto, se definirán los tres estados de la teorización de la Humanidad según Comte. En primer lugar, Comte menciona que existe un estado teológico […]. En segundo lugar, […]”.

Otros conectores para el desarrollo de ideas

También se emplean otro tipo de nexos para insertar ideas que desarrollen ideas de manera específica. Algunas de las relaciones más frecuentes son la aclaración, la ejemplificación y la causalidad.

Los conectores de aclaración (es decir, en otras palabras, en otros términos, en definitiva) buscan, naturalmente, esclarecer ideas. Es imperativo subrayar que el verbo “aclarar” difiere del término “repetir” y, en todo caso, su significado se emparenta al del vocablo “desarrollar”: se despliega la información gracias a un conector de aclaración, de forma que esta se esclarece. En segundo lugar, los conectores de ejemplificación (por ejemplo, a modo de ejemplo, verbigracia) permiten ilustrar las ideas a través de ejemplos o casos concretos. En tercer lugar, los conectores de causalidad (ya que, porque, puesto que, esto se debe a) y los de consecuencia (entonces, por ello, en consecuencia) establecen relaciones que vinculan hechos de modo que unos producen otros (o viceversa).

En el siguiente ejemplo, es posible observar cómo se usan los conectores de modo que relacionan las ideas, contribuyen a su desarrollo y muestran la organización de la información.

Una función ética de la belleza consiste en su capacidad de dotar a quien la contempla de una sensación inmediata, espontánea de familiaridad y cobijo. Esta cualidad no es auxiliar en la vida cotidiana, sino constitutiva. Que el ser humano pueda habitar el mundo depende de la facultad que tiene la realidad de ser bella, es decir, de acoger y ser familiar a los hombres. En otras palabras, nadie elegiría vivir en un mundo que no fuera bello, que no se pudiera percibir como bello; si no todo el tiempo, al menos, con cierta frecuencia. Por tanto, sin belleza, la vida sería un error, porque ella es, precisamente, la posibilidad de la vida, de hacer el mundo habitable. El amor ilustra el vínculo íntimo entre la belleza y la posibilidad de la vida. Por ejemplo, el enamorado quiere estar en el mundo junto a otro cuerpo que percibe como bello y ese deseo ilumina todo y lo insufla de color y vitalidad. Esto es, la potencia vital del enamorado se ha engrandecido y signo de esa grandeza es su percepción general de que todo es bello.

A modo de ilustración, se analizan algunos conectores. Según el párrafo, la realidad presenta una cualidad esencial: el ser bella. Y, según su autor, esa beldad consiste en la posibilidad de constituirse en un espacio conocido y cálido para los seres humanos. Para comunicar esa relación de aclaración, se emplea apropiadamente el conector es decir. Más adelante, para ilustrar la afirmación de que la amor media entre la belleza y la posibilidad de la vida, se incluye un caso concreto: lo que sucede en la relación de pareja. Para incluir ese contenido más específico, se usa adecuadamente el marcador por ejemplo. Como se observa, recurrir de modo estratégico a los conectores, permite orientar la lectura y la interpretación de la información, pues se precisa de qué modo se vinculan las ideas considerando su significado.

REFERENCIAS

CALSAMIGLIA, Helena y Amparo TUSÓN
1999 “La textura discursiva”. En Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso. Barcelona: Ariel.

Elaborado por Samiq Saavedra y Juan Osores.

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