Radical

Por qué las personas se pueden llegar a radicalizar? Lo más obvio sería que lo hacen por oposición, porque hay algo que detestan, algo de lo que no quieren saber nunca más en sus vidas. Si a la radicalización de una persona se le puede considerar cuanto menos negativa, mucho peor que ser radical sería ser un radical inconsecuente. Tendríamos que pensar primero en nuestro modo de vida, luego en lo social del que uno forma parte. En principio, porque lo más cercano que tenemos a nosotros mismos es nuestra propia mente para poder intentar descifrar. Partimos siempre de un individuo y su pensar, su razón y su mente. Recién después de haber intentado con uno, incluso a medias, podría intentar conocer e influenciar a otro, ser conocido e influenciado por otros. Sin ser mojigato ni puritano, entre otras cosas, el sexo es algo demasiado extendido en nuestra sociedad. A la idea de: “de todos los animales de la creación, el hombre es el único que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir”, se le debería agregar que aparte de los demás animales, el hombre es el que más sexo tiene sin la necesidad de. Bueno sería que quienes quieren eliminar esa liberalidad, esos radicalizados sobre todo de Oriente Medio, no anduvieran también violando a la primera oportunidad que encuentren o esclavicen mujeres y niños en estos siglos. Porque se puede ser la persona más bella del mundo; pero, de qué vale si se hace lo mismo que el resto, lo mismo que cualquiera? Está extendida también la desigualdad, la extrema riqueza con la extrema pobreza. Super extendido con ello está también la obstinada obsesión por el alcohol, de diferentes marcas y precios, cuando hay gente a las justas tiene para pan y té. Un alcohólico también es un extremista. Con demasiado tiempo libre se pueden hacer o buenas o malas acciones, desgastar, desgastarse o ahorrar. Zapfs, Mujicas y algunos otros como aquellos, que si fuese verdad como es que ellos ven y viven la vida, como aquellos necesitamos muchos, pero muchos más y este mundo, sin temor a equivocación, sería muy distinto y para bien. Más sencillez, sobriedad, no más de lo necesario. Lo repetitivo, copiar lo que otros hacen es lo fácil. Lo constante, conseguir entender la mente de uno mismo y luego la de otros es lo difícil; aunque repetición y constancia se pueden parecer no son lo mismo. Quién no tendrá errores, pero también existe demasiada vanidad y lujo. Como no pensamos en el planeta, tampoco pensamos en el otro, es solo la silueta de una persona a los lejos, mero parte del paisaje. Para vivir en edificios de departamentos se necesita, y mucho, pensar en que hay otros, en que quizás hay algunos que no quieren ruido y cómo afecta esto a la persona. Ruido, lujo para los oídos. La glotonería también es algo demasiado extendido, otro desbalance. La burocracia, la falta de apreciar más el silencio, la poca simplicidad y la mucha complicación. Fluido no es la bulla ni siquiera el sonido, fluido es el silencio. El mejor muro es la distancia, porque no puede haber muro más grande que la distancia ni con agujeros de gusano. Tiene que haber más números que cosas. Cómo podrían copar los objetos que se deshacen a los números eternos? Existencia de cosas no contadas? De los sonidos quizás los números y luego tal vez las almas y finalmente todo el silencio. En el peor de los casos uno se ha contado a sí mismo, incluso sin saber contar. Para un extremista hay otro peor y para ambos todo el infinito silencio vacío. 


Ígneo

En el lugar de Ígneo tenían un fuego enorme y vivo en un hoyo en el centro de sus plazas principales. El agujero era de dos veces y media la estatura de un hombre y en el que podían caber parados seis a ocho adultos con un codo de distancia entre ellos. Todos sus habitantes colaboraban para que la llama no se apagara y la alimentaban de tiempo en tiempo. No solo por el temor a que cayeran ahí por accidente, pero no era un espacio para niños hasta el punto de estar prohibido que los acercaran. En algunas ocasiones, muy lastimosamente, su llama era más intensa y trabajaba. Cansados de sus batallas y guerras decidieron pelear solo frente a la maldad misma. Todos gobernaban, todos tenían voz. La única diferencia que reconocían entre ellos eran la de niños y adultos. Cuando hay equidad y se está bien, qué sentido habría en desear el mal a otros. Todas esas malas excepciones que a veces se presentan terminaban en el foso ardiente. El deseo, como no es solo de riqueza, ocasiona problemas en todos los ámbitos, que incluso pueden llevar hasta la muerte; tal vez no habría que culpar solo al mero deseo, sino al mal deseo, al deseo irracional. Qué perdón podría tener un supuesto inteligente y racional que provoca tanto daño y dolor a alguien que sea inocente en todo el sentido. Quizás solo un animal salvaje, un incivilizado total, alguien que no conoce la palabra familia podría tener algún perdón. Es posible que ni a la primera ni a la segunda ni a la tercera vez de un crimen el culpable sea descubierto, pero es imposible ocultar para siempre sus viciosas maldades. Tarde o temprano en un paso en falso eran descubiertos y a las llamas se las volvían a avivar. Como entre iguales, a diferencia de los animales, no se pueden comer, no queda más remedio que el ardor de las llamas. Sucesos así en Ígneo pasaban una o dos veces en un quinquenio, por lo general era un lugar tranquilo y pacífico. Hasta antes de encontrar cierta paz solo luchaban por sus espacios, por sus egos, por sus futuros que veían distintos. Si en algún planeta hubo algunos llamados espartanos, los ignitas eran cuanto menos diez veces más fieros y belicosos que estos. Su misma belicosidad mermó su población, sin conocer ninguna enfermedad morían solo a consecuencia de guerrear. Salvaron sus vidas gracias a entender que lo externo a ellos no debería ser causa de aniquilarse. Ígneo era un planeta entero y todo lo indeseable que quizás no merecía llegar a hacerse cenizas estaba en una isla alejada. Su propia perversa naturaleza hacía que entre ellos mismos se aminorasen. Como Carontes, solo una familia de generación en generación era la encargada de transportar a los desterrados, pues eran gente de tierra que aborrecían los grandes cúmulos de agua, ríos, lagunas o mares. 


En la madrugada

A quién ladra,
de madrugada,
si no hay nadie;
solo a sí mismo.

Quizás para no estar solo,
acompañado de su “guau, guau”
Para abrigarse y no volverse sordo.

A quién ladra,
en fría helada.
Falto de molicie
y ningún cinismo

Tal vez para su consuelo,
olvidar su dolor y no más “alálau”;
para soliviantarse, no verse acabado

A quién ladra;
Tal vez algún alma,
a Su propio fantasma.
A la noche, a la luna, al frío

Posible que nadie sepa
su propia cólera y su soledad.
Para llamar a otros que ya no están

A quién ladra;
quizás una lágrima,
alimentar a su calma;
obviar su destino y martirio.

Después de ladrar aquella noche se quedó aullando hasta cansarse.


ΧΡ

Hay un Hombre, que si bien ya hace mucho tiempo caminó por la tierra, podría hacerlo de nuevo a su pleno antojo cuando quisiera: tal es su grandioso poder. Sería una tristeza y decepción que muchos quienes dicen creer en su Santo Nombre piensen que está muerto como cualquier otro simple mortal; por otro lado, también, es entendible sus debilidades, temores y su naturaleza humana. No se puede engañar a quien conoce cada punto y cada coma de cualquier lenguaje, cada producto, suma, resta o división. Él es el mismísimo tiempo quien pone las cosas en su lugar. Podría haber eliminado en un parpadear a sus captores, hacerlos polvo, mas se dejó martirizar y sacrificar para salvar a todo su pueblo. Les volvería a pegar una oreja más de una vez. Seguro que más difícil que vencer a la humanidad fue vencer a la muerte y al infierno y en tres días salió victorioso, glorioso, nuevo, renacido. Todo para no volver a morir jamás, sino para vivir eternamente. Quién capaz de ordenar a la muerte que le regrese a alguien y se cumpla! Su única culpa tal vez debió ser la ira contra cambistas y mercaderes, tan difícil como creer que si no se pecara no se moriría. Cómo no perdonar una culpa ocasionada por la sed de verdadera piedad y justicia, pedir algo tan básico como el respeto a lo sagrado. Es difícil, por no decir imposible, encontrar en la humanidad alguien con toda la libertad y potestad de matar, pero que en su lugar elija perdonar en todos los casos. Como al centurión, quien sin ser ni de su cultura ni religión, salvó a su querido sirviente. En dos mil años y más, la humanidad ya debería haber aprendido, sin embargo, los errores son ni más ni menos los mismos de siempre. Idolatría y excesos. Tendrá que llegar un hartazgo, el cordero volverse león y nadie podrá juzgarlo por lo que haga. Para alguien de quien ni la historia ni los pensamientos más íntimos de todos quienes viven y vivieron se le escapan, le es más sencillo y justo su juicio. Lo de, “ustedes tienen contados todos sus cabellos”, no solo es una simple alegoría ni eufemismo. Por más diversos calendarios que pueda haber, el que impera, rige y regirá es el “después de Cristo”. Quien hace nuevas todas las cosas.


De la duda al silencio

El escepticismo es un término mal entendido tal vez por una gran mayoría de personas. No puede haber algún escéptico que niegue algo, pues negar ya es una confirmación sobre ese algo, lo que un escéptico haría es dudar. Si se niega o afirma algo ya se toma una postura, lo que un escéptico seguro evitaría, más si no tiene pruebas suficientes. Suspender el juicio no es tomar partida sobre cuestión alguna. La suspensión del juicio tal vez esté más ligada al famoso: “Wovon man nicht sprechen kann, darüber muss man schweigen”. Suspender el juicio tal vez en algún modo sea callar, pues uno puede pensar solo para sí mismo, razonar y replantear su postura. Lo cierto es que nadie puede llegar a saber todo, por ello no puede tener toda la verdad. La clásica frase resumida en, “ἕν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα”, debe ser la mejor expresión para tener una idea de las eternas dudas que aquejan al hombre. Tal vez el único silencio debiera ser el silencio hacía los otros, pues uno mismo no puede, o tal vez no debería, estar en silencio con sus pensamientos. Para los enemigos, si los hubiese, tal vez sería coherente la duda con su silencio, en cambio, para los amigos, para los verdaderos amigos, parece más idóneo la duda, pero sin silencio. Dudar, a diferencia de negar, todavía piensa y repiensa las cosas, el que ha negado, para bien o para mal, ya está fijado en una idea (en este punto deberíamos recordar que nadie sabe todo). De manera objetiva hay cosas que el hombre todavía no ha llegado a conocer, ni quizás nunca conozca, pero en su subjetividad puede tener algunas certezas. Por conocer una parte no se puede decir que se conoce todo, si bien es un inicio, el hombre no conoce todo ni de su particularidad ni de su generalidad. En el peor de los casos uno se debería esforzar por conocer y perfeccionar su subjetividad, lo que se podría resumir en la célebre y sabia frase “γνῶθι σεαυτόν”, de la que, incluso, no se sabe a ciencia cierta su autoría. Algo relativamente próximo como más o menos dos mil quinientos años provoca debates y dudas, qué más complicación debe de ser algo que nos aventaja millones, lo que para unos puede ser realidad, para otros todavía es una ilusión. Lo que para algunos es ataraxia, para otros puede ser una tortura. Tal vez podamos llegar a conocer y tener alguna idea de lo que puedan ser el número uno o siete o diez millones, etcétera, pero está claro que no se puede llegar a conocer todos los números (aunque tenga o no practicidad conocerlos a todos). Los decimales de pi siguen y siguen para acercarse a lo que idealmente pueda ser un círculo, pero algo completo y perfecto debe de estar por encima impidiéndole, como a todas las demás otras cosas existentes, que roben su corona de perfección, que lo sobrepasen. A todo lo demás solo le queda intentar emular lo perfecto, pero ni por temor ni por callar ni por dudar se debería de seguir intentando buscar preguntas y respuestas.


Democracia mucho más que directa I

El tiempo tiene un gran peso en las costumbres de las personas, crea ataduras que dificultan cualquier avance. Tal vez en otros tiempos de menos comunicación era necesario elegir representantes para llevar un país. Aunque tal vez no sean todos, debe ser una gran mayoría que posee un celular en estos tiempos. Cada decisión de un país debería estar en ese celular y en cada persona con su respectiva identificación. Ahora, claro, retirar a los representantes atornillados en sus generaciones y constituciones es el problema principal. Si se fuera uno de esos representantes medianamente racionales, por iniciativa propia debería pedir su eliminación, dar paso a la verdadera elección de las mismas personas en sus futuros. Preparar un cambio a algo que sea mucho más cercano a lo que pueda ser democracia, dar de verdad voz y voto a la ciudadanía. En tiempos en los que ni siquiera existían telégrafos sería demasiado pedir, más con tecnología a la mano se vuelven anacrónicos. Es parte de la libertad poder decidir y qué mejor sobre sus propios futuros. Las mayorías o minorías congresales o parlamentarias son una burla para los millones y millones de personas que podrían decidir de forma directa, de ese modo crear unas verdaderas mayorías o minorías para saber con qué se trabaja. De otro modo estos señores representantes solo hacen su parecer y conveniencia y muy poco en favor del ciudadano. En algún momento esos padres de las patrias deberán convertirse en abuelos y posteriormente y de forma natural morir. El ejecutivo en sus órganos debería preparar toda la información objetiva e idónea para que el público pueda participar y decidir. Ni siquiera tendrían que votar todos los ciudadanos habilitados, pero con que voten un par de millones es mucho más representativo a que voten por ellos unos doscientos. Son las mismas personas y también, por qué no, el ejecutivo en sus órganos quienes puedan presentar y proponer iniciativas de ley. Debates públicos generales. Más difícil que implementar un sistema informático para que cada ciudadano pueda decidir, es que los ya muy vetustos y anacrónicos representantes dejen sus curules. Todo parlamento, senado, recinto de congresos o edificio similar en algún otro lugar deberían ser solo museos. Qué mejor que la misma población para controlar y limitar a un presidente y sus ministros. Todo voto tendría que ser público por todos los medios de comunicación posibles y en tiempo real. Todos tendrían que saber las propuestas y sus autores además de quienes apoyaron tal o cual propuesta con sus votos. Gran parte de ser responsable es ser también transparente, tener las cuentas bien claras. El voto secreto suena a cobardía e irresponsabilidad, lo mismo que el voto forzado con sanciones económicas. Sin representantes los partidos políticos también llegan a ser desfasados, lo que no implica ser descartados, ya que queda a libre decisión de cada persona pertenecer a alguno o no; pero quién querrá unirse a uno si ya se podría participar de manera directa en el gobierno sin representantes de por medio. La unión en partidos políticos sería de manera espontánea y únicamente por la semejanza en las ideas, ya no por ganar un voto con algún regalo o devolución de favores; así menos habría transfuguismos.

           Otra desidia política es un mundo separado todavía; además, también basado en el orgullo vano en sus costumbres (tradiciones) regionales. Qué tan difícil puede ser generalizar que el mundo sea un solo país, aunque con diferentes Estados. Todas las personas con los mismos deberes y derechos en cualquier lugar del globo. Nadie tiene que imponer ni sus ideas ni sus costumbres, pero no se puede evitar la unidad. No se tendría que esperar a estar al borde de la autodestrucción y extinción para entender la humanidad de todos y buscar su unión. La existencia de autoridades en general son la demostración de que una civilización todavía no está desarrollada, son como simples rebaños necesitados de ser arreados a las buenas o a las malas, amenazados por multas, cercos o barrotes. Seguro que al planeta le queda por ser mucho más cosmopolita todavía. Sin ser partidario de nada, la globalización es un proceso irreversible; a menos una gran nueva guerra mundial o alguna catástrofe natural que arrase con lo avanzado. O quién sabe, tal vez sigamos con monarquías para el año tres mil.


Animalia

La primera ciencia que se debe aprender es la que trata sobre la moral. De nada serviría ser un neo Euclides o algún otro gran matemático si con esa ciencia aprendida se suele engañar. Lo mismo que nada sería ser un buen lingüista y orador si solo se busca mentir. En general ninguna ciencia o arte o técnica sin moral en sus principios es ayuda para el desarrollo de cualquier sociedad. Con poca moral abundan la duda, la desconfianza y el temor. Justamente de dónde nace y se alimenta lo amoral es del miedo. Por qué acapara sin reparos un corrupto todo lo que puede mientras ocupa un puesto de confianza, sino es por el miedo a perder su poco o mucho poder momentáneo? Un problema es que uno podría ser una persona amoral incluso sin saberlo, causar un mal al intentar hacer el bien. En la primera línea dice “aprender” y no “enseñar”, pues uno mismo tendría que ser el de la iniciativa a, por lo menos, tratar de aprender. Sea cual sea el pensador o pensadores con sus ideas. Es contraproducente el solo hecho de intentar querer enseñar algo a alguien que en principio ni desea. Tal vez para algo haya sido creada la niñez, para poder en ese tiempo moldear lo mejor que se pueda a una persona, enderezar una rama o un tronco; al menos esa etapa es una oportunidad. Un amoral, en general, debe ser algo así como una persona que no razona y si lo hace, lo hace para lo negativo, lo que lo vuelve un inmoral. El único pensamiento de un amoral no debe ser otro que sí mismo, cómo sacar provecho a la más mínima oportunidad para su propio beneficio y goce. La lógica y el comportamiento amoral debe ser lo más cercano a lo animalesco, aun con vestimenta de humanos. Dejar de lado lo amoral, si es que eso fuera posible, sería dejar todo rastro de animal en uno. Como cualquier enfermedad y la misma muerte, lo amoral no se condiciona a ningún tipo de estatus. Lo que en un lugar pueda ser inmoral, en otro puede ser algo cotidiano; lo amoral es amoral en cualquier momento y lugar. Por su falta de mayor razonamiento e inteligencia un animal no podría ser inmoral, distinto a lo que sucede con un supuesto racional que piensa y actúa de manera salvaje. Cualquier mentira hace de uno un amoral. 

          Desde el inicio, quién diría que no sabe lo mucho y lo poco, todos los secretos. Un humano ha muerto, tal vez su alma y solo su alma recuerde. Uno que muere y renace con su mismo cuerpo a su antojo tiene todo el tiempo y no solo el suyo sino también el de todos. No es poca cosa vencer a la muerte. Quiénes pocos de verdad con Él! Tener la ayuda de ángeles y arcángeles, ser ellos mismos. Cuando la vestidura está blanca, a la más mínima mancha se contrasta. Cuando ya tienes todo el traje sucio no importa qué más te pongas. Como a algunos animales ya poco o nada les importa ensuciarse, es más, viven conformes en la inmundicia. Descender de lo celeste a lo sucio, incluso preferible sería desaparecer por completo. Vivir por toda la eternidad con la vergüenza de traidor. Solo en el reino animal, fuera del Hombre, debería existir el hecho de que para sobrevivir otro tenga que morir. Para seres con un supuesto pensamiento desarrollado lo anterior debería ser cosa más que del pasado. 


Ruteros

Tendría que ser ya muy sabido que, lo que tiene que ser, siempre se abre paso. Sabido es también que dentro del Hombre conviven lo perfecto y lo imperfecto. Cada uno de sus órganos y partes, como cada lesión y hasta alguna pequeña verruga. Su perfección de nacer, su imperfección de morir. Sus buenas y malas en su vivir. Su bondad y su maldad. Por sus actos, por la falta de ellos. Aun con sus dos o quizás más caras, que podrían ser también máscaras, el Hombre no deja de ser una unidad. Después de todo, todo es una unidad. Un todo con partes, no partes con todo. La humanidad tendría que ser más unidad todavía, dejar todas sus caretas, sus falsos egos de mortal. Si hay dos caminos, no se puede ir por ambos a la vez. Mucho peor si no se sabe en dónde acaba uno ni el otro ni cuán lejanos son. Tendrías que ir por uno y si es el incorrecto, tener que regresar y recomenzar; algo de tiempo desperdiciado. Luego un solo camino, al menos por mientras. Si es cierto, dicen que solo algunos santos pueden estar en más de un lugar a la vez, ubicuidad, bilocación. Tal vez porque sus destinos ya lo entregaron en algún momento y por completo, así, se les enseña su propio camino y ubicación e incluso hasta la de otros. No tener que recorrer más caminos, sino quizás solo por el mero placer y gusto de ayudar. Ayudar que fácilmente podría ser caridad. Ni como individuo ni en conjunto el Hombre escapa a sus máscaras. El Hombre se aferra a lo que cree que es y como tal acaba. Los más recordados son los que menos tenían, Jesucristo, Sócrates; qué santo era acaudalado!? Materia y nada más que materia. Tal vez para algunos sea un camino con un final, mientras, para otros, es uno interminable. Retrasos, casi siempre existen retrasos y hasta cambio de planes al último momento. Se puede tener más de un camino como se puede no tener ninguno o uno muy corto. El Hombre tiene un poco más su camino que su meta, pues no siempre llega a ella. Avanzado el camino, este podría tener bifurcaciones y así y así a más distancia. Bifurcaciones, dudas y decisiones para llegar a la meta, al objetivo, a un fin; qué tantos más rumbos y metas podría haber en este planeta!? Una época antes de los satélites, naves espaciales, antes de los plásticos con todas sus variantes y sus nombres. Poder circundar todo el sistema solar es una meta y otra viajar todo el universo.


Marea verde de muerte

Amarrado a su propia promesa de sacrificar lo primero que le saliese enfrente a su regreso, si es que salía victorioso de la batalla, la tuvo que ofrecer, su única hija y descendencia. Qué tiempos tan duros de inmolaciones, de vidas que dependen de la voluntad, decisión y hasta capricho de alguien más; cosa que, dependiendo de la latitud del planeta en la que una persona se encuentra, sigue todavía más o menos vigente. Llorar con sus amigas no solo por el hecho de morir, sino el de morir sin haber conocido varón, sin poder ser madre. Hasta la muerte fue mejor aceptada que el hecho de morir virgen. Decisión de otro sobre uno o unos, sin ningún tipo de consenso, es tiranía en todo su sentido. A primera vista parece convincente el eslogan de la llamada “marea verde” el propugnar que la mujer tiene derecho sobre su cuerpo, lo que en efecto y de manera general se aplica a cualquier persona, mas para llegar a copular sabiendo todos los riesgos, a menos haya sido mediante el abuso y la coacción, implica ya la destrucción de un nuevo ser el abortarlo. Peor aún y aun habiendo variedades de métodos anticonceptivos. Hasta qué punto no es solo un eufemismo llamar aborto a la muerte? Debe de ser de los actos que como especie más debiera de avergonzarnos, vernos como simples desechos de deslices de un momento de placer. Viéndolo de la forma más materialista, se desechan posibles humanos, recursos humanos, dinero. Por qué mejor, todas esas personas con atuendos verdes, además de otras que sin portar los mismos colores están en la misma línea de desechar vidas humanas como simples desperdicios, no se unen para criar a todos esos seres no deseados y hacerlos personas de bien? Qué simplista y facilista pensar solo en desechar! Aunque claro también en algo debe influir la poca participación de los Estados en tomar bajo su tutela a todos quienes se encuentran desamparados o en todo caso tutelarlos con mejores recursos de calidad; porque de dos cosas está formado un Estado: su territorio y su gente. Ya habrá algunos que tilden a esto de paternalista, pero si no es el país en el que nacieron quien debe cuidar y proteger a seres sobre todo indefensos, entonces quién o quiénes si ya han sido despreciados de antemano? Derecho de su propio cuerpo, pues claro que todos tenemos derecho por nuestros cuerpos, pero cuando dentro de un vientre se desarrolla otro ser, ya no es un solo cuerpo, la decisión ya no es por uno solo. El derecho y decisión sobre el propio cuerpo tendría que haber sido antes. Que mal y triste, a su vez, decidir más por la muerte que por la vida. La única razón posible para frustrar un embarazo tendría que ser debido a problemas clínicos comprobados de manera fehaciente. Cada hijo no deseado o nacido de delincuentes totalmente desquiciados y desalmados tendrían que pasar al cuidado de su país y llevar como apellido el nombre de su terruño. 

        Como muy lamentablemente en algunos países y Estados se han aprobado legalmente los abortos, deberían también, de pasada, esterilizarse a quienes ya mostraron que no desean tener descendencia. Tal vez deberían haberlas esterilizado antes. Desechar por desechar es de mentes apocadas. Con todo el dinero de corrupción, cuántas personas de bien se podrían formar para la sociedad? De las decepciones más tristes que debe de haber es que unos auto-proclamados nacionalistas roben a su propio país. Si bien la historia de Jefté y su hija no es sobre un aborto, si es la de un sacrificio hecho por una mejor razón para sus tiempos: cumplir una promesa ofrecida a su Dios; además de que como a todas las víctimas de embarazos frustrados intencionalmente, no se les llegó a conocer el nombre. Si el color verde antes representaba la vida y la esperanza, ahora empieza a tornarse el color de la muerte y desesperanza. Por lo general el agua podrida se torna de color verde, ese es tal vez el motivo de una marea verde.


Democracia mucho más que directa

Aunque nunca hayamos marcado ni marcaremos una cruz o una equis en la imagen de algún político o en el símbolo de algún partido, es inevitable tratar de cavilar sobre lo que estos deciden. Empezando por la palabra democracia, la cual nos parece mal usada, porque el que gobierna en ningún caso es el pueblo, seguido de la falsa representatividad de unos pseudo padres de patrias. Si de verdad gobernara el pueblo, serían ellos mismos quienes decidieran en verdadera mayoría sobre sus futuros y no sus representantes amparados en sus constituciones. Hablamos de referendos generales e informados de tiempo en tiempo cuando se tenga que decidir sobre temas que incumben a todo un país y su futuro. Hablamos, en concreto, de prescindir del poder legislativo el cual debería recaer en su completa totalidad en cada uno de los ciudadanos mayores de edad. Aunque tampoco sería democracia en todo el sentido de la palabra, estaría más cerca de esta noción con toda la participación de toda la ciudadanía en decisiones relevantes y cruciales. Lo más cercano a una verdadera democracia vendría a ser la llamada democracia directa, aun así, los ciudadanos deberían tener mucha más participación en el gobierno. Sin embargo, un pueblo sumiso lo único que hace es delegar sus decisiones, y con ello su propio futuro, en elecciones de tiempo en tiempo, en unos que ni siquiera tienen alguna preparación educativa mínima. Ni siendo mil pseudo padres de la patria, cómo podrían decidir esos pocos por, en el mejor de los casos, diez millones de personas. En esto último, que así sean diez mil curules, decidan por millones, no existe lógica alguna. No existe ninguna proporcionalidad que de seguro es parte de lo que podemos llamar justicia. Elegir representantes no es gobernar. Cada uno de los ciudadanos no tendrían que pedir algún salario por participar en decisiones que les incumben a ellos mismos. Si bien puede significar una mayor inversión referendos generales, es una inversión para toda la población y no un gasto centrado en un puñado de ciudadanos, congresistas, diputados, parlamentarios o sea cual sea el nombre que se les quiera dar. Además de gozar de otros privilegios como inmunidades y pensiones de cédula viva de por vida, es más que injusto monopolizar en pocos lo que debería ser de muchos, de todos. Los verdaderos privilegios deberían de ser para toda la población. Entristece la sumisión y pasividad de todos los pueblos el no poder ser ellos mismos los verdaderos hacedores de sus futuros, lo que es peor, los que seguro saldrán en defensa de esos quienes usurpan sus decisiones y sus futuros; así como todavía hay quienes defienden monarquías. Los votantes son engañados o se autoengañan creyendo que gobiernan cuando lo único que hacen es elegir. En todo caso a sus modos de gobierno les deberían dejar de llamar democracia y nombrarles electocracia o algún otro nombre más acorde. Tal vez, después de todo, esto se reduzca en el facilísimo en el que viven muchos, en que otros hagan lo que uno mismo debería de hacer, tener más responsabilidad sobre sus propias vidas.   

           No debe de ser más que por la existencia de gente extremadamente irresponsable, vil y maliciosa que persistan un poder ejecutivo y uno judicial, pues si no hubiese personas codiciosas, mal intencionadas y falaces, qué litigios habría y qué sentencias se dictarían. En el peor de los casos se necesitaría algunos, presidente y ministros, que representen a sus países frente a otros, además de estudiar y proponer lo que los mismos ciudadanos deban legislar. Si las personas fuesen verdaderamente responsables, honradas y claras, no se necesitaría ningún poder más que sus propias virtudes individuales. Es más que seguro que como sus gobernantes saben del facilismo, dejadez y hasta ignorancia de las personas, quieran seguir manteniendo y hasta acrecentar la desigualdad y la injusticia para poder seguir en sus poderes, a pesar de que juren y vuelvan a jurar que todo lo que hacen es por sus electores y por su país. Al contrario, lo que muchas veces hacen, con toda desfachatez, es solo crear leyes para sí mismos, para sus allegados y sus familiares, sobre todo en países subdesarrollados y tercermundistas. No pesaría sobre gente buena y bella ni fuerza policial ni fuerza militar ni ningún otro poder sino solo el de su único y verdadero Dios.