El legado literario de los intelectuales afroperuanos

A lo largo de los años, se ha reivindicado la valía de algunas personalidades afroperuanas que han destacado en el campo del deporte, de la música o de la gastronomía. Poco se conoce sobre su contribución a la defensa de la nación, como la participación de Alberto Medina Cecilia, quien peleó en el Huáscar junto a Miguel Grau, o la valiente intervención de Catalina Buendía de Pecho, una heroica mujer afroperuana que bregó en la guerra del Pacífico. De igual manera, más allá del reconocimiento del célebre decimista Nicomedes Santa Cruz, uno de los baluartes de la cultura nacional desde mediados del siglo XX, no se ha calibrado el aporte de los intelectuales afroperuanos y afroperuanas en el campo de la literatura y las artes. Frente a esta ausencia, es importante visibilizar y valorar su participación dentro de la literatura. En este texto, se expondrá la obra de quienes, en este ámbito, han contribuido más a forjar la literatura del país.

Lucía Charún-Illescas

Lucía Charún-Illescas nació el 19 de octubre de 1950 y es considerada la primera escritora afroperuana. Es autora de la novela Malambo, publicada en 2001. Sin embargo, pocos saben que esta novela fue publicada por primera vez traducida al italiano en Florencia en el 2000. Posteriormente, en 2004, se publicó la traducción al inglés en la Universidad de Chicago. Aunque Charún-Illescas también es autora de artículos y cuentos, estos textos son casi desconocidos en el Perú, debido a que solo se han publicado en revistas europeas. En ese sentido, Malambo ha sido, hasta hoy, su obra más difundida.

Esta novela representa un punto de inflexión en las letras afroperuanas. En primer lugar, la obra propone un diálogo constante entre la historia oficial y la memoria de los afrodescendientes. El título mismo de la novela nos remite a un barrio de esclavos que existió durante la época colonial. Como ha señalado el crítico Juan Manuel Olaya, la autora aprovecha este referente y «logra que Malambo se enlace con éxito en el proceso de la literatura afrolatinoamericana, pues la diáspora africana y la esclavitud como temática transversal, en un contexto pluricultural e interétnico, hacen que esta novela se inscriba en el proceso de reescritura de la historia oficial y de la esclavitud africana en el Nuevo Mundo desde la ficción literaria» (2017). En tal sentido, la novela se propone repensar las representaciones e imaginarios que, arraigados desde la etapa colonial, se han inscrito como parte de la versión oficial de la historia. En segundo lugar, a diferencia de obras como Monólogo desde las tinieblas (1975) o Canto de sirena (1987), que tienen una marcada predominancia de personajes masculinos, Malambo consigue articular un punto de vista inusual. A partir de la creación de ciertos caracteres femeninos, como Pancha, la yerbera, o la sensual Altagracia Maravillas —que, a veces, subvierten los códigos que las determinan y son las guardianas de la sabiduría ancestral yoruba—, la novela propicia una reflexión sobre el cuerpo, el poder y el erotismo que encuentra en la perspectiva de las mujeres un nuevo soporte expresivo. Esta reivindicación del personaje femenino afroperuano, uno de los principales méritos de la novela, sirve para que la narrativa propuesta discuta temas que convocan la atención de la población peruana. Por ello, aunque la novela se ambienta y sitúa en el pasado, el rol que cumplen los personajes femeninos la proyecta hacia las preocupaciones del presente.

Antonio Gálvez Ronceros

Uno de los escritores que ha enriquecido las letras nacionales a través de la revaloración de la cultura popular afroperuana es Antonio Gálvez Ronceros. Este notable escritor nació en Chincha Alta el 14 de octubre de 1932. Dedicó su vida a la docencia superior en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, en 1974, fue galardonado con el premio José María Arguedas. En opinión del novelista y crítico Miguel Gutiérrez, después de Ribeyro, Antonio Gálvez Ronceros es el más notable cuentista de la Generación del 50, a la cual pertenece cronológicamente (2008: 81). En efecto, su mayor contribución a las letras peruanas es el libro de relatos Monólogo desde las tinieblas (1975), una de las piezas maestras de la literatura del siglo pasado. En dicho libro, se representa el habla de los afroperuanos de la zona de Chincha: «Como verá uté, señó diputra, ete camino e güeno. Pero como lo camione se golpean con tanto güeco que tiene, necesita su afartrao» (2017: 41). Asimismo, a la representación de la oralidad, se suma el uso táctico del humor que sirve para desmantelar las estructuras de poder arraigadas en la sociedad peruana (cf. “El carnet”, p. e.). No obstante, la fuerza de los relatos no solo descansa en su aptitud para increpar a la sociedad de su tiempo, sino en su capacidad de aproximar al lector a la vida del campesino afroperuano, de un modo en que la ternura hacia él surge casi de forma espontánea: «A tu edá tan chiquita sabes cosas que tialegran y cosas de miedo que tiacen sufrí. Pero farta aprendé mucho má» (100).

Gregorio «Goyo» Martínez

Otro autor representativo de la cultura afroperuana fue Gregorio Martínez, llamado cariñosamente Goyo por sus amigos y lectores. Nació en Coyungo, Nazca, en 1942. Y este fue el espacio geográfico que le sirvió para desarrollar sus ficciones más importantes. Formó parte del mítico Grupo Narración. Escritor versátil, entre sus libros de cuentos destacan Tierra de caléndula (1975) y Biblia de guarango (2001). Sin embargo, quizás su libro más celebrado sea Canto de sirena (1977), novela en la que se narra en primera persona las aventuras amorosas de Candelario Navarro, un anciano que recuerda y reflexiona con nostalgia sobre diversos momentos de su vida. Respecto al valor de su obra literaria, Juan Manuel Olaya, especialista en literatura afroperuana, ha afirmado que Martínez «[…] supo representar, de manera irónica, contestataria, con un sui géneris, hiperbólico, desenfrenado, lascivo, lúdico, la desértica costa-sur del Perú, su Coyungo natal, y las relaciones interétnicas, relaciones de poder y relaciones ¿sexuales? bajo el abrasante sol iqueño» (Olaya 2018: 5). En otras palabras, ello significa que Martínez es el autor que da voz a un grupo marginado por la historia oficial: las personas afroperuanas que habitan en el sur peruano.

Podemos mencionar dos aspectos fundamentales en la obra de Martínez. El primero de ellos se vincula con los registros lingüísticos que emplea el autor para constituir su estilo propio. Martínez intenta captar la riqueza lingüística de la oralidad de los afroperuanos de la costa-sur-central del Perú. Sus personajes representan el habla «coyungana», la variedad regional de su pueblo. Es interesante observar la forma cómo Martínez tensa y articula diversos registros para su propósito estético, como en este fragmento en el que se aprecia el diálogo entre dos idiolectos, el de Candelario Navarro y el de su madre: «Yo nací ahí, adebajo del pacay, porque mis padres, don Manuel Ramos y doña María Ester, habían ido a darle serenata a la tírberta, […] que el día 2 de febrero era su santo, o su natal como decía mi madre que en su hablar y sus costumbres no se avenía a la manera corriente, siempre tenía un modo particular de llamar a las cosas, fuera que quisiese decir carona que para ella era sudadero, o sopa que nunca la llamaba así sino simplemente chufla» (1987: 52). El efecto en el lector no es la percepción de un habla artificial, sino la de un lenguaje verosímil y dúctil. El segundo aspecto es la presencia de pobladores de las zonas rurales de la costa-sur como protagonistas. Por ejemplo, en uno de los monólogos finales del epílogo de Canto de sirena también encontramos esta descripción: «como no quisieron pagarnos nos trajimos vivas con la raíz envuelta con tierra y malahoja las plantas de maíz, de pallar y hasta el culantrito que habían sembrado los muchachos» (1987: 158). Aunque contado con cierto aire de anécdota, es un pasaje que ejemplifica muy bien la complicada situación socioeconómica de los campesinos al trabajar en las haciendas. La obra de Gregorio Martínez está llena de este tipo de escenas sobre la vida de los hombres del campo.

Para finalizar, es importante mencionar que el universo de escritores afroperuanos y afroperuanas es cada vez más creciente. Los autores mencionados son quizás los casos más emblemáticos. Tanto Lucía Charún-Illescas, Antonio Gálvez Ronceros y Gregorio Martínez han alcanzado, cada uno de un modo diferente, una difusión amplia y, con seguridad, el interés por su obra aumentará. Sin embargo, no podemos ignorar el aporte de autores, también, importantes como José «Cheche» Campos Dávila, Abelardo Alzamora, Álvaro Morales Charún, entre otros. Podemos concluir que el legado de los intelectuales afroperuanos en la literatura se aprecia en el desarrollo de estilos renovados a partir de sus proyectos lingüísticos, y en el aporte de nuevos matices sociales y afectivos para la construcción de nuestra identidad nacional. Queda pendiente el compromiso de la crítica literaria para generar otros canales de divulgación, y el interés de las instituciones que velan por la difusión cultural, la promoción de la lectura y la educación.

Bibliografía

CHARÚN ILLESCAS, Lucía
2001 Malambo. Lima: Universidad Nacional Federico Villarreal.
GÁLVEZ RONCEROS, Antonio
2017 Monólogo desde las tinieblas. Lima: Alfaguara.
GUTIÉRREZ, Miguel
2008 La generación del 50: un mundo dividido. Lima: Editorial Arteidea.
MARTÍNEZ, Gregorio
1987 Canto de sirena. Lima: Mosca Azul Editores.
OLAYA ROCHA, Juan Manuel
2015 «Lucía Charún-Illescas, la primera novelista afroperuana». En Personajes afrodescendientes del Perú y América. Lima: Centro de Desarrollo Étnico (CEDET), pp. 120-130.
2018 «Presentación». En D’Palenque, año 3, núm. 3. Lima, p. 5.

Elaborado por Pamela Jiménez, Armando Alzamora y Lisandro Solís.

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