Doctor es una palabra que se escucha a menudo en diversos contextos y con variados sentidos. A pesar de estar fuertemente asociada con la práctica de la medicina, en realidad, su origen es la palabra latina doctor que significa ‘maestro’ (Vox 2011: 148). A su vez, este sustantivo parece provenir del verbo latino docere, que se puede traducir como ‘enseñar’ o ‘instruir’ (Vox 2011: 148). Es interesante señalar que doctor es un cultismo; es decir, es una palabra que se toma directamente del latín sin que haya un proceso de cambio fonético, a diferencia de una palabra como abeja, que proviene del sustantivo apis.
En el siglo XVIII, ya se puede apreciar la polisemia que alcanzará a tener la palabra. Según el Diccionario de autoridades, primer repertorio lexicográfico de la lengua española, la palabra doctor cuenta con tres acepciones. En primer lugar, se denomina así al experto en alguna área del conocimiento que “pasando por el examen y todos los grados de una facultad toma la borla para tener licencia de enseñar una ciencia como Teología, Cánones, Leyes o Medicina” (1732, volumen III). Este título habría sido creado hacia la mitad del siglo XII y con el objetivo de reemplazar al de maestro, que debido a su uso común habría perdido su estimación durante aquella época. En segundo lugar, y en un contexto religioso, también se denomina como doctor a los santos que se dedicaron a la enseñanza de la fe, y “con prudente dirección y sanos consejos encaminaron a los hombres a la perfección de las virtudes cristianas” (1732, volumen III). Conocidos, además, como “padres de la Iglesia”, san Agustín y san Jerónimo ejemplifican este uso. Finalmente, la tercera acepción de esta palabra corresponde a la denominación coloquial del médico, llamado así “aunque no cuente con tal grado” (1732, volumen III).
Actualmente, el Diccionario de la lengua española (2014) registra como acepciones vigentes para el vocablo doctor las tres que se incluían en el Diccionario de autoridades (1732). Curiosamente, en contextos coloquiales, se denomina doctores a los médicos aun cuando estos no hayan completado estudios de doctorado ni redactado una tesis doctoral. Es decir, en situaciones informales, ambas palabras alternan como sinónimos. En cambio, una acepción no consignada en el diccionario académico es una de las más comunes: el uso de doctor referido a los abogados. Para Martha Hildebrandt (2014), este tratamiento es aceptable solo para los galenos, pero no para los especialistas en leyes, “quienes tienen que obtener específicamente el grado de doctor en Derecho” (2014). No obstante, reconoce que tal denominación es bastante usual en la lengua familiar peruana. Ocurre del mismo modo en otros países de Latinoamérica. Al respecto, Mario Rojas (2009), en su estudio sobre la imagen social de los letrados colombianos, anota que la presentación personal es un rasgo de los abogados que es muy valorado por los estratos socioeconómicos bajos, con lo cual estos “refuerzan la tradición de nombrar “doctor” a ciertos profesionales según sus etiquetas sociales” (2009); es decir, además del conocimiento especializado en alguna área que faculta para la enseñanza, se incorporan otras características asociadas a la vestimenta y la prestancia.
Finalmente, tampoco el Diccionario de Americanismos (2010) ni el Di Perú: Diccionario de Peruanismos (2016) señalan este uso. El primer documento tan solo indica que, en Paraguay, se llama doctor a un ‘traficante o vendedor de drogas’. Por otro lado, el segundo texto sí registra un término afín: el verbo doctorear (‘dar trato de doctor’). Esto sugiere que es frecuente, en nuestro país, actuar muy cordialmente con algunas personas que son bien estimadas por la gente, al punto de nombrarlas de esa manera.
Como se puede apreciar, en todos los casos, se conserva el sentido fundamental del conocimiento, ‘persona muy entendida en cierta materia’, tal como lo registra María Moliner (2007) en su diccionario. Aunque, como señala la autora, esto también puede usarse con sentido irónico. A pesar de ello, es claro que el uso actual de doctor no deja de estar ligado a su origen académico en el latín. Sea su uso como grado académico o una fórmula de respeto dirigida a un profesional, la palabra sigue ligada a la obtención de un corpus de conocimientos especializados y sigue siendo una forma de destacar a aquellos que logran desarrollarse en estos ámbitos académicos.
BIBLIOGRAFÍA
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http://www.gosoftservices.com/doctor-and-businessman-shaking-hands/
Post elaborado por Rafael García, Gabriela Saito, Victoria Mallorga, Marlon Gamarra, Ximena Cáceres y Fiorella Vasi