Necesita de símbolos o referentes, de otro modo solo sería vulgo puro. Aunque parece que ha luchado y todavía lucha en contra de discriminaciones y abusos en general. Sin embargo, en ocasiones en que conmemora y celebra, apoya esas discriminaciones, las trata de evocar, hacer ver su desgracia y sus diferencias estereotipadas. En unos lugares unos son héroes y esos mismos en otro sitio son repudiados. Más altos, más bajos, más robustos, más enclenques, más negros, más blancos, etcétera. De los muros que parece que a veces los hiciera verse como hombres, y en otras veces, algo más ancho tal vez, que los hace verse solo como enemigos, alguien de quien hacer una baja, una burla, un desprecio. A veces, también, dudamos de si campeonatos deportivos mundiales son para unir en verdad o solo segregar más. El muro más difícil de derruir y destruir son sus lenguas, pero como de otros objetos le es difícil separarse, más si es hasta cuestión de orgullo. Los primeros objetos que podríamos llamar idiomas, seguramente como los que por ahora tenemos, deberán, creemos, compartir la misma suerte en algún momento. Como hecho de hombre, no podría librase de eso que llamamos extinción, o, en el mejor de los casos y no tan fatalista ni dramático, mutación. Parece, también, que una forma de extinguirse es mutando y no solo desapareciendo. Cuando se va mutando se va desapareciendo, pueda ser para bien o pueda ser para mal y obviamente es un proceso más lento. Tal vez se sentía orgulloso de ser cazador y recolector, no estar en un solo sitio determinado, sentirse caminante y no como todos los animales, migrar y recorrer lo que pueda vivir. Un día se sentó y ya no quiso caminar nunca más y hasta ahora el hacerlo es sinónimo de estatus o estilo de vida del que tal vez no muchos se puedan dar. Así tampoco se habrá sentido igual al descubrir el fuego o la rueda. Desde entonces no ha dejado de usarlos. Entre esos símbolos y costumbres, existen de los que se hicieron una verdadera necesidad y hay de otros de los que solo son perjuicios con rostro de felicidad. Cuando los gobernantes hacen bien su trabajo acaso no se educan ni alimentan bien los gobernados? Cuántos son los gobernantes y cuántos los gobernados? Cuando caminaba, porque todos caminaban, quién podría decirle por dónde ir o no ir y ponerle vallas. Claro, solo unos de su misma especie que ya se sientan dueños de un territorio y fanáticos en defenderlas, a sus mujeres, sus recursos; pero y es que acaso ellas no tienen facultad de elegir? Y si se van, será también que estos hacen algo mal. Reunir colores, objetos tan bonitos como misteriosos, para bajo de éstos, en papeles o telas, reunirse y decirse de un sitio o de otro. Si eso que es más importante, el planeta, que una sola porción de ella, deberían reunirse todos bajo una sola combinación de colores identificatorios, sentirse verdaderamente orgullosos de ello y no solo de una porción. Como las danzas y la música son objetos que tanto gozo deben de dar y llenar a los que la disfrutan, tanto de fuera como los que las crean y efectúan; identificándose se diferencia al mismo tiempo con ellas. Parece lastimoso que para identificarse se tenga que diferenciar, peor todavía si es mal usado y abusado. Hace que unos se sientan parte en conjunto y hace que otros solo lo aprecien, aunque no puedan llegar a sentir como ellos. Se convierte hasta en un objeto de negocio, y lo que era pasión, se vuelve monetario. Si es de un lugar específico, es difícil volverse general. Lo que sí parece haber movido y acortado en algo la brecha, es la mejora en los transportes y la comunicación, la lucha nacionalista, con la continua mejora de las mencionadas, parece estar condenada. Las costumbres no parecen ser algo que se mantengan, a nuevas generaciones les interesan muchas veces cosas distintas. Parece que el liberalismo político desemboca en un liberalismo social. Las patrias solo se hacen si hay otras que la apoyan, su subsistencia también depende de ello y de cuán alineada esté. Todo eso con lo que se fanatiza, como idolatra, ya no es ni su patria ni sus costumbres, es solo pólvora o gasolina buscando alguna chispa, algo por lo que hasta le es honroso matar o dejarse matar.
El peor efecto de ese fanatismo, que tal vez en épocas pasadas si hubiesen triunfado sería la que predomine, es llegar a matar en nombre de su icono. Como este último asesino de Noruega, creyendo que podría impedir que los hombres en algún momento puedan compactarse mejor entre ellos y convivir, debería haber empezado por destruir centrales de internet, estaciones de bus y de trenes, aeropuertos, matar caballos, etcétera. Algo que ni si quiera ya es patriotismo sino mero desquicio. El que hable aún de razas puras, debería primero controlar a los de su “raza”, a algunos que les interese lo interracial. Cortarle al hombre lo que disfrutaba o que sea ello manchado y estropeado o hasta solo tocado por otro, es quitarle el dulce a un niño y aguantar y recibir su furia. Pero como es ya un hombre y no un niño, puede usar armas y buscar y defender su supuesto amor nacional o “racial”. El mejor hombre es el hombre ikonoklasta. Por qué? Porque todo se pierde. Para qué te vas a aferrar. El querer no es fanatismo ni el fanatismo querer. Por qué? Porque nada es tuyo aun teniendo la factura. Aunque no esté enteramente completo, pleonasmo necesario, no tener iconos lo hace completo al menos en una parte de sí. Tendría que librarse pues hasta de la comida, el agua y el aire, que aunque no hayan sido originados por la costumbre, ya están en su terreno y dominio. El tener necesariamente una cola de metros y metros para tener que dar el sí y confesar su amor a la gente, hacerlo público. El hombre no es un recipiente con una sola sustancia que llenar, parece necesitar suplir hasta su sociabilización. Nadie que no respeta podría sentir en él la ikonoklastía. Hay cosas que se terminan solas…