JA, JA. Se reían. Está ciego. Avanzaban. Saber de la sangre en el rostro aún caliente o tripas esparcidas y el olor, y aun así seguir avanzando, de oídas, era a lo que se referían. Avanzaban. Hasta parecía un avance de entrenamiento, pero los que gritaban ciegos a los que eran ciegos lo sabían. Si se rompe la formación se es presa más fácil. En fila y orden avanzando era, como es natural y hasta intuitivo, que no había superado el número a los hombres. Mantener la fila, aun en desventaja numérica, era hacer prevalecer la línea. Rota la defensa, sin flancos y una mínima herida, puede entorpecer al guerrero, los otros, enemigos, van entrando más y más como la sangre que se escapa. El que hizo mella el muro puede entrar y herir a dos o tres antes de morir, sabe a lo que va. Los ciegos, con cada enemigo caído o deberían celebrar o preparase a defender la linea, ponerse en la línea, dejar los muñecos de madera para sentir la sangre, propia o la del enemigo. Algunos que ya no eran ciegos dependían de que uno de los ex-ciegos no desfallezca y sepa cubrir su parte y apoyar al de su costado. No dejarse vencer por la sangre y las cabezas que pudo haber cortado y olvidarse de la batalla y perder la suya. Era avanzar un tiempo y al pito, al tiempo y al pito.