Porque al dar y esperar devolución se entra en un círculo, tanto el que da como el que recibe. Por otro lado está también el dar por dar, un desinterés al retorno; lo que no hace a esto una apología del despilfarro. Si no es uno mismo, quién tendría que saber lo que podemos dar y lo que no? Un círculo trata de encontrarse, una línea solo se expande. Puede ser también que ambos se expanden a su modo. Primero se tendría que intentar ser un buen círculo, para luego intentar ser una línea. Porque tal vez el verdadero círculo terminó por encontrarse en algún momento y nosotros todavía lo buscamos. Cerrada en alguna forma es cuando aparece la ingratitud. Cautividad. Desconocimiento de pi. Lo reconfortante es que todo queda en la propia consciencia de uno. Tal vez haya un número pi en nuestras cabezas. Porque tampoco parece tener mucho sentido tener que obligar a alguien a que haga algo. El problema de esa forma circular o figura que encierra es que no es obligatoria, sin embargo se entra en ella muy fácilmente; tiene hasta una venía pública implícita. Las cosas importantes son como pilares, inamovibles, terminadas; pero no todo son columnas aunque puedan tener la apariencia. Si el “enemigo”, como un virus o una bacteria, es un ser que muta, cómo se le podría combatir con las mismas armas de siempre? Para ya no tener una necesidad de cambio, dichas armas tendrían que ser totalmente efectivas, anticipadas a toda posible mutación. Algo que cope absolutamente todo. Múltiples enfermedades y una sola cura. Es tanto en el cambio de lo que protege como de lo que ataca que nos hace pensar que así se es menos efectivo. Cambiar implica un esfuerzo y el esfuerzo, desgaste. Lo que menos se esfuerza es lo que menos se desgasta; sin hacer ninguna apología a la holgazanería, tal vez estando entre los primeros. Adaptado a todo o a mucho, necesita menos esfuerzo que el que recién empieza. Necesita el amor retorno de algo que no sea más que solo lo mismo para ser? Un amor convenido de hombre quizá, como de alguien que cambia de bebé a anciano. Si ya no se mueve es que está formado ya para bien o ya para mal. Como la compactación ilusoria de las cosas que ven nuestros ojos a la verdaderas interacciones fundamentales de las fuerzas, hay una distancia entre el pensar y el hacer; ambas cosas que deben de tener mucha voluntad propia. El interés económico y de cualquier otro tipo o cualquier motivación externa no nos parecen voluntad propia. Seguro también que entre esas motivaciones hay unas mejor intencionadas que otras. La columna o una columna en este caso no sería todo a lo que se le pueda llamar vida en general? Es que por la extinción de una especie se acaba la vida? Es que si se acaba la vida en este planeta se acaba la vida en todo el universo? Qué sentido tendría que haya tanta belleza pero nadie para contemplarla? Mucho más largo y tendido debe de ser que acaben los seres antes que las vidas. Se dice que sí el Hombre desapareciera, a diferencia de si lo hiciese un insecto, como son las abejas, el mundo seguiría igual y quizás hasta mejor. Algo que ya ha ocurrido y que todavía parece suceder, es que hay vivientes en pie o a patas o con alguna otra forma de locomoción, sin alguno, algo habrá cambiado en el ambiente y es obvio, pero la vida sigue viva. Por qué y para qué se tiene consciencia? Todo lo que existe y de la que se pueda decir que no tiene voluntad propia se la debe desviar hacia el bien. Habrán seguro cosas más difíciles de desviar que otras ni para un lado ni para el otro. Mucho antes de ser un ente biológico somos unos entes atómicos, lo que nos iguala a lo inerte. Y mucho antes de atómicos tal vez seamos de energía y materia oscuras. El Hombre todavía ni siquiera sabe qué pues es lo que lo sostiene ni lo que lo rodea. Lo ínfimo no solo es de espacio, sino también de tiempo, repeticiones cortas o más largas o libertad. Si das y esperas algo a cambio se tiene una de dos posibilidades: que se te devuelva o que no se te devuelva. Si solo das no se está tenso esperando en cuándo volverá. Uno se va siempre antes que el otro por su libertad. Saber que el tiempo nos pertenece, no importa qué tan minúscula parte.