El pensamiento más necio se encubre en su corto estar para saciar sus más primitivos impulsos. Más bien por ese mismo corto estar es que deberíamos ser mejores. Esos primitivos impulsos son los que en la vida real contaminan, hacen desechos, mal gastan. Primitivo impulso que no nos hace más que pensar en uno mismo, en su grupo más reducido. Como si por modificar su reloj modificarán la hora de todos. El peso de la materia nos hace a todos así, lerdos, necios, imprudentes. Olvidamos nuestro propio pensar. Toda esa ingente materia que nos rodea también nos nubla o por bello o por horripilante. Nos hace olvidar que las ideas son mucho más. No puede ser jamás la materia infinita. Lo primitivo solo le incumbe a la materia. Primitivo es toda nuestra superpoblación. Primitivo es que todavía existan delincuentes. Primitivo es el Hombre, pero un primitivo que puede llegar a ser una idea. Cuesta, la consecuencia cuesta, pero no es imposible. Todos los verdaderos troncos solo soportan el peso que pueden soportar ni más ni menos. Los Hombres solemos cargar con cosas que ni podemos ni vemos aunque nos pueda pertenecer. Uno o dos centavos, una u otra parte de otra parte que nos sobra. Nada diferencia a humanos de simios al entrar a un supermercado y coger todo lo que puedan, tal vez solo poder usar coches y tener que pagar, lo que también es solo en algunos casos, quizás la mayoría, dependiendo de la situación. Nuestro mal ego es lo primitivo. La razón tendría que ser el buen ego de cualquiera. Para que algo se acerque a lo que se pueda llamar moderno tendría que dejar, sino todo, al menos la mayor parte de su pasado atrás. Y los errores del Hombre son los mismos de siempre. Olvidarse de su único Dios y preferir la pura y vana vanidad. Son primitivos los que no tienen más dios que su propio ego, aunque se crean los más libres y felices del mundo.