Extirpación de una verruga
Aunque no se pueda hallar la verdadera perfección, siempre se anda queriéndola encontrar. Tenía dos y en la derecha. El primero, en el dedo medio, hecho por la constante presión del lápiz o lapicero al escribir. El mal uso no podría no hacer otra cosa que hacer crecer y cimentar algún defecto que luego hasta se vea como cotidiano y normal. Qué peor el mal uso que se va forjando desde la niñez; cómo pues erradicarla? Dado que la sujeción no era con las tres yemas de los dedos pulgar, indice y medio, sino con las yemas de los dos primeros y la zona entre la uña y la falange distal del dedo medio, el lugar donde se presionaba con lo que se escribía se hacía en una zona que no estaba hecha para resistir la fricción y presión, era obvio que alguna resistencia iba a encontrar la fea verruga que tanto lo incomodaba y avergonzaba. Aunque ya acostumbrado, por el mismo hecho de tenerlo desde la infancia, era algo que a menudo le preocupaba. El segundo apareció muchos años más tarde, de una ínfima herida en la zona de la articulación interfalangiana proximal del dedo indice, algo que lo preocupaba más en su poco sentido perfeccionista. Al ya joven, menos le iba a justar la segunda deformidad de su dedo indice, pero como con la primera falla, hasta pensaba con acostumbrarse y dejarlo pasar. A diferencia de la primera, la segunda se hizo sin tanto tiempo, sino que aun con cuidado de la minúscula herida, se llegó a formar otro feo brote calloso. Habiendo tenido heridas hasta más grandes en la mano y en los dedos; por qué todavía tenía que formarse justamente ese? Aunque con tiempos y formas distintas de creación, no se diferenciaban por ser una joroba en donde no lo debería haber. El primero por su mismo tiempo estaba hasta ya asimilado y mimetizado, pero aun así era una loma de carne extra en una llanura natural. Con orígenes distintos y en épocas distintas, años antes de todavía ser un preescolar, eran accesorios que rompían su estética primera, bultos que no deberían estar dónde estaban. Por más rebanadas que se le podría hacer con un cuchillo o bisturí, no tardaba en volver a aparecer, recobrar aunque injustamente un sitio. Tenían que tener un freno para que no sigan volviendo a crecer cada vez, afortunadamente, pues hay métodos caseros más rudos, fue más que suficiente nitrato de plata al cincuenta por ciento para evitar que ya no volvieran a crecer. Ahora el problema es que después de ya mucho tiempo se tiene que aprender a escribir cogiendo de la forma correcta, algo que debería haber sido en su momento de otro modo.