Había nacido mujer y aunque de pequeña, como es lo normal, lloraba, y mientras crecía miraba que todos los demás también lo hacían. Y no olvidar que quienes se supone que más lloraban eran “las mujercitas”; de algún modo era una presión extra para ella el que haya estado dentro del grupo de a quienes se les llamaba en su época “sexo débil”. Cómo ella se podría librar, y de lo más difícil todavía, de lo que hace llorar y ni siquiera del llorar mismo, simple caer de caer de un liquido por las glándulas lacrimales. -No podría ser menos fácil evitar lo que nos hace llorar a lo que se nos hace de alguna especie de gotas de alguna agua que salen de los ojos?-, pensaba cuándo alguna vez, por alguna razón, tendría ganas involuntarias o con verdaderos motivos de lagrimear. Cuando queriendo hacer todo lo contrario, se termina haciendo eso contrario, se habría dicho en alguna vez a solas en tono de pregunta irritada incontestable -Es que acaso no hay nadie que no haya llorado nunca!?-. Ah! Pero un día aprendió que si bien lo que la hacía llorar aun siendo algo externo a ella y de cuyos efectos no podrían no ser sentidos, no perdió de vista que quien elegía llorar era ella y solo ella y así con cada quien. También no podía dejar de lado el que eso externo que puede hacer a uno llorar hace sentir más su dolor cuando más cercano es. -Habría que no crear vínculos entonces?-. Cómo podría no crear vínculos, pues, si su idea se generalizará, no habría más como ella, más como quienes le dieron la vida al procrearla. Si se lagrimea hasta por bostezar, tal vez hasta aquellas lagrimas tendrían que ser más dulces viniendo de uno mismo, llorar por uno mismo. El dolor que le era compartido y del que sabía que tal vez alguna vez tendría que pasar, aunque más que por el dolor, sino por la responsabilidad, la agobiaba. -Parir!, cómo no podría no llorar al parir…-. Para ella hasta lo anterior que se necesita para tener que parir le resultaba compensatorio, pero, aun así, sabía que no podía decir que el dolor no era dolor. Como con los problemas, pues dentro de esa categoría no habría duda de que uno son buscados y otros son que no se pueden obviar, se decía ella tratando de creer lo que se decía a sí. -Si de verdad, aunque no a otros, me desagrada el lagrimear, tendría que evitar esos que uno mismo genera, ya sea por pasión, por estupidez, por ego y hasta por los que nos podríamos ver obligados, chantajes, amenazas, difamaciones, no dar jamás gusto de aquello-. Su idea no era no solo forzarse a no llorar, pues siendo algo burdo, como de solo apretar los músculos cercanos a los ojos o alguna otra treta para ello, sino el de entender que no hay razón de llorar por cosas que son tan comunes y generales. Si de verdad algo ha sido entendido y además de entendido se refiere a lo que verdaderamente es, no tendría que haber algo que lo mueva de su sitio a la idea ya fundada. Para confirmase y seguir su consecuencia, entendió que solo se engaña a personas de verdad inocentes y así inocentes no tienen culpa. -Solo a un niño pequeño se le podría engañar y hacer dudar hasta como en juego de que el uno es dos y el dos es uno y así marear-lo nada más que por acción lúdica-. Para ella era no llorar o ser algún otro doloroso humano más. Hay cosas que ya no aceptan repetición. Ya qué difícil era hacerla despertar.
A Corazón.