La política del reconocimiento

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Hay gestos sencillos como la de otorgar reconocimiento a personalidades por la trayectoria que han tenido en su vida y que ennoblecen no sólo a quien recibe el mismo, o a quien la otorga, sino al país que alberga dicho acontecimiento. Porque nos pone en la ruta de la historia y de resaltar ejemplos de vida que son muy importantes para las nuevas generaciones y las que se están formando.

Me refiero a la condecoración hecha con toda justicia a Luis Bedoya Reyes, líder político del Partido Popular Cristiano (PPC), con la Orden El Sol en Grado de Gran Cruz, a nombre de la nación. Tiene mérito no sólo por lo ya dicho. También porque en la política suelen haber pocos ejemplos tan limpios y consecuentes (por cierto, dentro de sus propias ideas “social cristianas”) como el de Luis Bedoya, quien a sus más de nueve décadas, sigue lúcido y atento al acontecer político.

Es aleccionador porque no se lo otorga una agrupación política en el poder afín a la suya, sino una opuesta: se podría decir, el líder del nacionalismo de izquierda en el gobierno reconoce al principal líder de la derecha peruana, cuestión que la hace más plausible porque nos encarrila en un horizonte de Estado y de buenas prácticas democráticas que conducen a su fortalecimiento y a una buena señal de cómo nos queremos “hacer” hacia delante, cómo nos queremos reconocer.

Nos ubica también frente a un presidente que emergió como un outsider hace poco más de 7 años (aunque su primera visibilidad estuvo en el levantamiento de Locumba, en Moquegua, allá por el año 2000). Todo hubiera indicado que se trataba de un personaje efímero por naturaleza, dada su condición de militar en retiro y su poca experiencia en las formas políticas a las que decidió aproximarse cuando postuló a la presidencia por primera vez el 2005.

Sin embargo, tiene mucha razón Luis Bedoya cuando su primera reacción frente a la condecoración recibida de manos del Presidente Humala fue el manifestar, con profundo agrado y sentimiento, que el Presidente es una grata caja de sorpresas. Y no sólo por el tema personal que en ese momento lo emocionaba, le embargaba y le hacía sentir un profundo agradecimiento y gracias por todo lo realizado con su vida. Más allá de sus aciertos o dificultades para lograr un éxito político cabal; más allá de la Alcaldía de Lima que en persona la pudo dirigir (y hacer obra muy significativa) hasta en dos ocasiones, allá por los años 60s. del siglo pasado; en su condición de líder histórico del PPC, organización que fundó y que, felizmente, no devino en feudo familiar.

Decíamos que estamos ante un tipo de hechos donde, sin notarlo mucho, se pone en juego la historia que necesitamos (y queremos) construir en positivo. Y ella se hace también estableciendo y marcando hitos sobre las personas y acontecimientos que uno ve como claves para un país. Más aún, sabiéndonos parte de un alicaído sistema de partidos, donde lo principal de éstos yace muy rezagado con las necesidades del sistema político que aspiramos a construir.

La condecoración a Luis Bedoya nos sitúa también en el personaje que empieza a aparecer en la figura del presidente Ollanta Humala Tasso, quien con sencillez (dígase, muy poco afán de figuración y oratoria), va marcando pautas, va estableciendo pasos en distintos ámbitos de la política que nos esta dando el aviso de un personaje muy interesante para el país en muchos aspectos.

Alguien con personalidad suficiente para exigir a las empresas mineras que acepten poner más de su parte en el pago de impuestos y compromiso con el desarrollo del país, como también para sugerir que las inversiones económicas de éstos sectores u otros tienen que facilitarse por las poblaciones que están próximas a las mismas, sin dejar de lado por ello, los temas del respecto irrestricto al medio ambiente, la conciliación de la minería con otras actividades económicas (agricultura, ganadería, etc.), así como los procesos de formalización necesaria de las actividades que se efectúan de manera más empírica y que son poco deseables por su fuerte grado de contaminación. En todo esto corresponde hilar muy fino para concordar criterios, intereses y políticas de Estado que enfaticen el bien común del modo más razonable en todos los aspectos posibles, incluidas la reinversión de las utilidades y el desarrollo local de manera muy visible.

Estamos ante un presidente que tiene como preocupación el cumplir lo ofrecido. No todo se podrá hacer con mucha celeridad, pero se tiene la voluntad política de empezar a abordar los aspectos sociales más urgentes. Y ya empiezan a darse pasos importantes, tanto en Pensión 65, Cunamás, ampliación del programa Juntos, ampliación presupuestal para la atención de la educación y la salud, entre otros.

Existen debilidades en la parte más gerencial del Estado y lo que de Reforma (del Estado) debiera también abordarse. El tema de la lucha anticorrupción se ha visto petardeada desde dentro del mismo gobierno aunque esperamos que las cosas se reviertan y se pueda ir a una franca acción en ese campo, así como en la lucha contra el narcotráfico, el contrabando y temas afines, a todo nivel. Quizás para seguir con los gestos y, aprovechando que Lourdes Flores deja la presidencia de su partido (el PPC), pudiera ser ella uno de los personajes que se impliquen en éstas responsabilidades.

A todos nos conviene que se consolide un buen gobierno del presidente Humala. Más allá de las simpatías, el tema es que necesitamos consolidarnos –así como en el manejo económico- en el manejo político del país con un claro sentido de inclusión social. Dando paso a una cultura política más consistente y fundamentada en valores como el respeto (y no el todo vale), la justicia para todos (superar la pobreza), la verdad (y no la “sacada de vuelta”), la educación y salud universal de calidad (y no sólo como posibilidad de negocio), la seguridad ciudadana y tantos otros aspectos.

Desde donde estamos cada quien tenemos la invitación a emular personajes como Luis Bedoya Reyes; a un Luis Alberto Sánchez o Víctor Raúl Haya de la Torre; a Fernando Belaúnde o Alfonso Barrantes Lingán; a Javier Pérez de Cuellar o a un Mario Vargas Llosa; y tantos “héroes” de la política anónimos … Por cierto, de modo creativo y desde las ideas que cada uno considere más justas.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 19 de noviembre de 2011 Sigue leyendo

Afectividad y deseos de crecer

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La dimensión afectiva en la vida de las personas es algo amplio y complejo. Casi como lo son las relaciones que puede haber entre tan diversas personas, conocidas o no, de confianza o no tanto, que se caen bien o no necesariamente. Por ello y por sentido de sabiduría es bueno que, conscientemente, se aborde como diversidad y como un desafío individual muy significativo, de mucha actualidad y de enormes consecuencias. ¿Cómo logramos relacionarnos adecuadamente con todos, especialmente con el diferente, con el que piensa distinto a mí, con quien no me da la razón (así “el otro” no tenga razón o yo piense que tiene “poca razón”), con quien puede tener miradas más supersticiosas que las mías, etc.? ¿Cómo logramos amarnos un poquito más en todo aspecto?

Se puede razonar sobre el tema en cuestión, especialmente cuando se tiene ocasión de hacerse de experiencias como las que supone viajar por zonas diversas (dentro y fuera del país); cuando se asume cargos de responsabilidad que tienen alcance nacional o más allá de éste; cuando se puede abordar cierta reflexión más teórica o académica. Además, colabora a ello la oportunidad de moverse en medios más cosmopolitas o en situaciones y estratos socio-económicos muy distintos (por ejemplo, El Agustino, Magdalena, San Juan de Miraflores, Surquillo o San Isidro).

Decíamos, por tanto, que la vida afectiva puede ser tan compleja o complejizarse aparentemente de la nada y mezclarse temas, situaciones o intereses poco imaginables. Ello puede venir por algunas experiencias, pequeñas o grandes, por ejemplo, como la que he procesado desde la pequeña responsabilidad de delegado del colegio de mi hijo Nando. Debo decir, sin embargo, que en éste caso, la principal reacción que ha suscitado en mí, ha sido la de ser prudente, tomarme las cosas con calma y tratar de aportar en todo lo que pueda facilitar soluciones o salidas que aborden los temas que sean pertinentes o preocupen, sin pensar que se van resolver del todo en plazos breves. En sentido práctico, he tratado de situarme como modesto referente, me he involucrado en lo que podía ser necesario y he animado las cosas que correspondía.

En otro ámbito de cosas, nuestra afectividad puede estar marcada por algunas obsesiones y afectos desordenados, los cuales suelen acompañarnos indistintamente. En situaciones límite ellos pueden volverse un riesgo, disparando en direcciones insospechadas, sobre los cuales siempre habrá que estar atento. Porque hay que saberlos procesar hasta que amainen o se les logre conciliar e integrar mejor, aceptando que nunca dejaran de seguir asomándose. Un buen proceso ayuda a sentir que, en el interior de uno se terminan resituando positivamente, generando mejores vasos comunicantes entre las diferentes dimensiones de la vida de una persona, logrando asumir un mejor control sobre ellos.

Ser más consciente de las propias debilidades, sin tener que asustarse de ellas; tratar de realizar una más sana convivencia y un manejo en positivo de la misma; saber reconocer que, en todo aspecto frágil o fuerte de la vida, hay un profundo sentido humano que debemos valorar y encaminar hacia el bien. A pesar o aceptando que nos seguiremos equivocando; que nos veremos recurrentemente avasallados (real o aparentemente) por la presencia del mal, en cosas y aspectos que ni siquiera asumimos adecuada conciencia. De allí, el gran valor de experiencias como el discernimiento y los ejercicios espirituales, particularmente los vinculados al modo ignaciano de vivirlos, así como de otros mecanismos como la oración personal y comunitaria para aspirar a obrar más de acuerdo al espíritu del amor, al espíritu de Dios.

Otra cuestión en esto es que siempre será de importancia ampliar el circuito de amistades, ya sea a propósito de asumir nuevas responsabilidades o de involucrarse en nuevos espacios de labor y experiencia. En ello, normalmente se podrá constatar, una y otra vez más, la riqueza de muchas personas con las que uno se topa o coincide. De las que uno aprende y termina apreciando por la formación que transmite y su capacidad pedagógica en el desenvolvimiento de vida que lleva, cualquiera sea el terreno en que se mueva. Así lo he podido ir apreciando, últimamente, en el ámbito del colegio de mi hijo, en El Agustino con la CVX e incluso en cierta participación tenida con la agrupación política Fuerza Social.

No obstante, uno también se encuentra personas que pueden ser aparentemente muy significativas o interesantes y resulta que sólo están detrás de pequeños intereses o muy particulares. De hecho, todos tenemos nuestras virtudes y limitaciones y así también tenemos que aceptarnos y asumirnos, especialmente, mientras no haya de por medio cuestiones de dolo, división o similares. Aprendámoslo para el conjunto de nuestra vida.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 18 de noviembre de 2011 Sigue leyendo

Seguimos caminando con esperanza

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Fue algo inesperado participar en la Asamblea Nacional CVX última, realizada el 5 y 6 de noviembre pasado, en la casa de retiro de Fe y Alegría (Carabayllo). El estar apoyando como Asistente del Núcleo CVX El Agustino, me permitió tal posibilidad, la cual agradezco por lo significativo del proceso y hacerme parte de su caminar en sus variados momentos que va atravesando.

Con modestia pero con mucho ánimo las distintas comunidades compartieron su caminar en los últimos tres años, al igual que el Consejo Nacional saliente. Hubo mucho de sentirse parte de una misma familia, reconocerse en una misma identidad ignaciana. Saberse de un tronco común que puede tener variadas expresiones de labor y apostolado pero que se unen en una espiritualidad compartida, donde se aspira a tener a Cristo como centro y sentido de toda comunidad.

Así como caras conocidas fue grato ver otros rostros que van dando continuidad e intentando establecer cauces de renovación como las que se vieron en los casos de Chiclayo, Fátima, San Pedro y Mi Perú. Experiencias muy gratas con el padre Ignacio Azcue, quien vino de acompañante de CVX Ayacucho, con quien pudimos conversar largamente a la ida en el carro; o haber compartido la comida con varios delegados, especialmente con la delegadas de Piura o Arequipa, o la asistente de CVX Mi Perú, la hermana Mónica del Águila Ascona.

Sentí reconocerme en todos los presentes, con un sentido de mucha gratitud por los años que me tocaron a mí ser parte del Consejo Nacional CVX. Por la labor realizada por el Consejo saliente, encabezado por Daniel Barreda, profesor en Fe y Alegría de Ventanilla, con motivaciones importantes para la política y desde donde tiene un futuro cercano con el que, estoy seguro, continuará su compromiso cevequiano más adelante.

Sentí muy de cerca la calidad de todos sus componentes y sus respectivas capacidades, las cuales muchas veces no se visibilizan con claridad. Tales como la capacidad de oratoria de Neryde Enrique Lino o el manejo de escenario de David Uzcata cuando presentaron sus informes. Sin dejar de mencionar la gran habilidad de Edwin en el manejo de las herramientas de informática y comunicación o la ya “caserita” Blanca Esquivel, con quien compartimos también la experiencia de un Consejo anterior. Lógicamente, también debemos mencionar a Javier Uriarte sj, nuestro incansable Asistente Nacional, quien vive enamorado de la CVX y es, de alguna manera, el alma de su devenir en los últimos lustros.

Hubo lugar también para presentar dos publicaciones recientes, vinculadas al accionar de la CVX. Una, “Renovar la política, tarea de todos”, publicación realizada por la Mesa de Movimientos Laicales, en base a un forum realizado por ella misma en el primer trimestre del año, intentando llamar la atención sobre una cuestión que nos tiene que comprometer a todos: recuperar el sentido ético, de compromiso y de servicio en la política, cuestión que tiene que dejar de ser ajena a nuestro quehacer a todo nivel.

La otra, publicada por la CVX, referida a la relación de la Compañía de Jesús con la CVX, recogiendo un largo documento trabajado en los últimos 5 años desde el ExCo mundial CVX y por los asistentes en América Latina. Algo muy significativo si pensamos que es vital extender la labor de formación de guías para una mejor labor en nuestras CVX pequeñas y para alimentar la labor de los Asistentes CVX de cada núcleo en el país.

Aunque no pude estar el segundo día (domingo), donde se abordó temas más de reflexión sobre la Misión en CVX y la pastoral juvenil, entiendo que fue muy significativo el aproximarse un poco más a ello, para seguir discerniendo lo que pudiera ser una actividad de misión común más nacional, como CVX Perú (lo que, en otros términos, sería un proyecto apostólico nacional). Estuvo llena de emoción la Eucaristía, la misma que contó con la presencia del P. Provincial Miguel Cruzado sj. Y se aprovechó para hacer le envío del nuevo Consejo Nacional electo.

Estoy seguro que el nuevo equipo, presidido por Víctor Rocca, tendrá la capacidad de encaminar sus labores y potenciar diversas iniciativas que comprendan los procesos de formación en CVX, el trabajo con los jóvenes a todo nivel, la amplitud hacia otras experiencias de Iglesia y el marcar una pauta propia inspirada siempre en Cristo y lo que de propio significa la espiritualidad ignaciana, como un modo y estilo de hacer Iglesia en nuestro país.

Por último, no dejo de mencionar un breve homenaje a Ramiro Navas, de la CVX de Ilo, quien partió hacia el Señor en meses pasados. De significativa trayectoria y testimonio en CVX, habiendo sido muy activo también en sus labores desde el CEOP Ilo, obra jesuita que dirigió y fue su centro de trabajo en los últimos años.

Guillermo Valera M.
15 de noviembre de 2011 Sigue leyendo

Invitación a Eucaristía de Adviento – 4 dic. 2011

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Lima, 15 de noviembre de 2011

Estimados amigos / amigas de la Mesa de Movimientos Laicales

Estamos próximos al adviento, tiempo que nos introduce en la feliz espera de la llegada de Jesús a nuestro mundo, cuestión que no debiera significar más que otro nacimiento, de no ser porque en él, descubrimos la revelación de nuestro Dios, hecho hombre, como uno más de nosotros, de cada uno de nosotros, varón o mujer.

Ese hecho extraordinario que significa la encarnación, nos recuerda que Dios se hace hombre, pero que ya moraba y mora en cada uno de nosotros desde nuestros orígenes. Pues, desde un inicio nos hizo “a su imagen y semejanza”, por lo que ya éramos parte de él. Sin embargo, su encarnación vino a hacernos caer en la cuenta de cómo debemos vivir y aprender a relacionarnos entre unos y otros, para hacer posible la convivencia y la construcción del reinado de Dios entre todos y para todos. Al modo de lo que Jesús nos enseñó: amaos los unos a los otros… por la forma en que se amen unos a otros les reconocerán que son discípulos míos… saber perdonar… ser solidario… compadecerse del débil… luchar contra todo tipo de injusticias… sembrar la paz… reconocernos pecadores…

Preparémonos para ese tiempo de espera y hagamos presente la gran novedad de Jesús en nuestra historia y como alguien presente entre todos nosotros con nuestra vida y como seguidores activos de Jesús, mostrándolo y manifestándolo en el conjunto de nuestro ser, quehacer y de nuestra vida toda. Motivo para agradecer, motivo para renovarnos nosotros mismos, motivo para crecer en el amor incondicional que Jesús nos reveló.

Por ello, como Mesa de Movimientos Laicales, nos hemos propuesto realizar una Eucaristía el segundo domingo de adviento, como momento privilegiado de integración, renovación de nuestro compromiso y como sentido de esperanza con el país, nuestra Iglesia y nuestras respectivas comunidades. Especialmente como un momento de compartir y sentirnos Iglesia, llamados a discernir los signos de los tiempos y a reconocernos humildemente, cada uno desde lo que es y hace, discípulos y seguidores de Jesús.

Esta Eucaristía se llevará a cabo en la Capilla del Colegio de Jesús (Av. Brasil 2470, Pueblo Libre), el domingo 4 de diciembre, a las 10 am. Será un momento sencillo pero intenso de reconocernos hermanos y hermanas unos de otros. De dar gracias por tanto bien recibido. De abrir nuestra inteligencia y corazones a los que nos pide el Señor. Asistamos con nuestras familias, todos estamos invitados.

Atentamente,

Mesa de Movimientos Laicales
CHC, CVX, EDOP, JOC, MIANSI, MPC, MTC, UNEC
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Lazos amplios para la misión

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Una de las cosas a que nos abre una asamblea nacional, como la que tendremos en CVX en noviembre, es que sintamos la experiencia de ser parte de una comunidad mayor, más amplia respecto al pequeño grupo de personas que nos recibe periódicamente en reunión y de la que sentimos formar parte de manera cotidiana. Pero no sólo nos abre a un sentido de pertenencia nacional sino que toda comunidad pequeña nos vincula también a la comunidad mundial, experiencia universal que se construye desde lo que somos y hacemos cada uno como compromiso en CVX u otra experiencia comunitaria.

Una asamblea supone un tiempo significativo para revisar, enriquecer y ampliar muchas cosas en nuestra experiencia. Una de ellas esta en la responsabilidad que tenemos por desarrollar los lazos comunitarios, los cuales no terminan en cada comunidad particular ni sólo se extiende a la comunidad de Vida Cristiana nacional o mundial, sino que debe tomar también en cuenta, “a las comunidades eclesiales (parroquias, diócesis) de las que formamos parte, a toda la Iglesia y a tosas las personas de buena voluntad.” (P.G. 5) Buen punto para preguntarnos sobre cómo miramos más allá de nuestro “propio carisma” y a lo “distinto”.

Todos esos elementos, así como el contexto y realidad en la que nos movemos, son importantes de tomar en cuenta para situar nuevamente el sentido de misión que nos queremos dar como experiencia comunitaria y como proceso de crecimiento. En ese sentido, si sabemos procesar el sentido orante / discerniente de la comunidad, en vínculo adecuado a la misión de Jesús, nos debiera dar como resultado experiencias comunitarias excéntricas y no autocentradas en sí mismas; capaces de dar frutos y no “higueras secas” o exenta de ellos.

Por tanto, el sentido de misión que estamos llamados a construir y los frutos que ello abarca debieran situarse, al menos, en tres dimensiones, vinculados, incluyentes e integrados entre sí: (1) El espacio de encuentro comunitario que exista (normalmente a modo de reunión periódica); (2) la integración fe y vida de cada uno de sus miembros, estableciendo coherencia y testimonio en cada uno de los ámbitos en que éstos se desenvuelven; (3) la acción apostólica propiamente dicha a la que se da lugar, con sentido de envío comunitario (no cualquiera), la misma que puede tener formas de concreción individual o comunitaria.

Aunque parezca secundario, el espacio de la reunión comunitaria es vital para que el sentido de misión comunitaria y ella misma tenga sentido. ¿Cómo se hace comunidad si sus integrantes nunca se reúnen? En el caso de comunidades religiosas la cosa de hecho es de otro modo porque esta de por medio la convivencia bajo un mismo techo (normalmente) de sus integrantes y la proximidad geográfica.

En el caso de comunidades laicas, sólo nos encontramos periódicamente (semanal, quincenal y, algunos, en forma mensual), lo cual limita las posibilidades de compartir y de generar identidades cercanas como grupo. Es cierto que compartir una misma espiritualidad, desde la experiencia de los ejercicios espirituales y la vida de oración que nos demos; o compartir un creciente y común estilo de vida, nos da lazos comunes. Pero tienen que ser alimentados desde procesos de formación y experiencias de intercambio y vida que nos acercan y nos van configurando.

De allí el gran valor de las reuniones y los espacios de encuentro entre integrantes de una misma comunidad pequeña y la necesidad de alimentarla y de hacernos parte activa de ella. De situarla como parte o dimensión de lo que concebimos y construimos como misión, porque nos da la posibilidad de revisar nuestra vida, de orar juntos lo que hacemos y de ayudarnos a visibilizar la presencia del Padre en la vida de cada uno y de la comunidad como conjunto. Visibilizar como transparentamos una vida de amor y servicio a los demás y no tanto las “actividades“ que hacemos (más o menos, grandes o pequeñas, etc.).

La integración de nuestra fe y vida sería la lógica consecuencia de lo anterior. Pero sabemos que no es suficiente y caemos en constantes incoherencias y apegos; somos presa fácil de nuestras envidias, apetitos diversos y deseos de poder (por más escondidos que se sitúen éstos). Especialmente porque lo principal de la vida de un laico se va a “jugar” en el trabajo y en la familia, lugares donde normalmente se va a pasar la mayor parte del tiempo de cada día.

Por tanto, cómo aprendemos ha hacer de nuestro desempeño profesional (sea el puesto que nos corresponda y condición social, sin justificar su justeza) y de nuestra condición de miembro de una familia (en calidad de hijo/a, hermano/a, padre/madre u otra condición). ¿Cómo somos testimonio de vida desde cada uno de esos espacios así como de otros tantos que pueden ser vitales? ¿Cómo nos hacemos mejores ciudadanos y ayudamos a construir ciudadanía, revolucionando todo lo que haya que revolucionar? Fe y vida es en ese sentido, la manera que asumimos nuestro seguimiento fiel de Jesús en todas y con todas sus consecuencias. Abarcando la vida toda e integrando la vida toda.

La misión también se traduce en una acción concreta, la cual, en todo proceso comunitario, debe constituirse desde el DEAE (discernimiento – envío – acompañamiento – evaluación), ya sea a modo de apostolado individual o grupal. Lo recomendable es que se tienda a un apostolado comunitario desde cada Núcleo CVX, tal como se ha venido generando como experiencia en el PAN (Proyecto Apostólico de Núcleo). Integrando todo lo posible al conjunto de sus miembros y cuidando el riesgo de caer en el sólo activismo o experiencias muy dispersas.

Espacio comunitario, integración fe y vida y actividad apostólica concreta en que nos involucramos construyen el sentido de misión que queremos darnos en la vida, cuya cuestión fundamental se resume ignacianamente “en todo amar y servir” y con Jesús “por sus frutos los conocerán”.

Guillermo Valera Moreno
9 de octubre de 2011 Sigue leyendo

Todo para el mayor servicio

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Vivir proféticamente para renovar el mundo en que vivimos… pareciera ser una invitación demasiado romántica y vaga. Sin embargo, bien podría ayudarnos a centrar un mejor sentido de misión en CVX, en la Mesa de Movimientos Laicales u otros espacios comunitarios. Abriendo cauces de discernimiento y testimonio, motivos diversos de pasión y compromiso. Iluminándonos al modo de un campo lleno de flores muy variadas, como si estuviéramos en un océano lleno de peces de colores o como en una selva tropical con pájaros y mariposas de las más diversas variedades.

Vivir proféticamente podría bien resumir el sentido de saber vincular fe y vida, si sabemos relacionar nuestra relación con Jesús (y a través de Él con Dios) y nuestro quehacer cotidiano, sesgado por una atención especial por los que menos tienen, los más débiles, los más alejados. Porque es importante que el mundo haya superado (o lo este haciendo) visiones sacralizadas de la vida, ganando en autonomía; pero otra cosa es perder sentido trascendente de la vida o intentar descubrir la presencia de Dios en la vida toda que nos a tocado llevar a cada cual.

Necesitamos de las demás personas y del medio que nos rodea para vivir; para aprender a hacer nuestro camino y crecer; para saber descubrir nuestra propia vocación de vida y realizarla lo más plenamente posible. Sin embargo, toda esa dimensión y necesidad vital debiéramos tener la capacidad de descubrir que es poco o nada sin la referencialidad del bien y del amor. Para que tenga profundo sentido el estar aquí y ahora; la propia convivencia y diversidad; la propia realización de vida; nuestro propio paso temporal por el mundo que nos ha tocado y en la forma como nos ha tocado.

Hablar de Dios es expresar el sentido que tiene la vida para cada uno y en conjunto. Si lo tiene y lo vamos descubriendo es que estamos descubriendo a Dios. Descubrir el amor y la significancia que tiene el bien (y el hacer el bien) es descubrir a Dios. Dejar que ello ilumine todo lo que hacemos y lo potencie es semejante a “poner en manos de Dios” nuestra vida y su orientación.

Pese a ello, y es parte de su comprensión, somos más frágiles, débiles y limitados de lo que pensamos. Contradecimos el bien, el amor y tantas cosas equivalentes con mucha facilidad e inconsciencia. Traicionamos muchos de nuestros propósitos, pese a que tenemos constancia fehaciente de lo que nos ayuda mejor a crecer y a realizarnos. Pero también estamos hechos de capacidades y somos siempre una y mil posibilidades. Que nos puede impulsar en diferentes direcciones.

Lo importante es saber direccionarnos y saber coger las riendas apropiadas de nuestra propia vida y vivir de manera lo más consciente posible. Consciente, por supuesto, de lo bien que podemos hacer, de lo mucho que podemos amar, pero también de nuestros propios desaciertos y errores que seguiremos cometiendo; lo inoportunos que podremos ser en muchas situaciones; lo fuera de lugar que serán muchas de nuestras impresiones, creyéndonos que ya tenemos alguna experticia de ser “buenos” o de Dios.

Para encaminar mejor lo que decimos, es bueno mencionar que tiene pleno sentido el saber establecer una referencia a lo profético (al “vivir proféticamente”), al hecho de saber y aprender a ver con los ojos de Jesús, saber escuchar con los oídos de Jesús, saber sentir con el corazón de Jesús. Vivir proféticamente, asumiendo a Jesús como centro de nuestra vida, supone por lo tanto conocerlo cada vez mejor, porque confiamos que es la mejor revelación que hemos tenido de Dios entre nosotros; es más, confiamos que no sólo reveló a nuestro Padre mayor sino que fue (y es) su hijo directo; de alguna manera, él mismo hecho carne.

Renovar el mundo ¿qué nos podría significar? En realidad, debiéramos empezar por decir que hay que cambiarlo todo. Todo entendido como la lógica y sentido en el que vivimos. Donde lo que manda es la economía, entendida ésta por la búsqueda de la mayor rentabilidad / ganancia / plusvalía / dinero. En todas sus formas, niveles y semillas, la misma que se basa en “la explotación del hombre por el hombre” y la posibilidad de holgura de unos pocos.

El resultado es una gran mayoría excluida en el mundo, una pobreza extendida y la ausencia de sentido humano respecto a los propios seres humanos que somos nosotros mismos, nuestro vecino, el de más allá. Al respecto, no sólo necesitamos humanizar más al sistema capitalista; requerimos transformarlo en otro sistema de entendimiento de la vida, de las personas y de la manera de vivir y realizarnos cada uno y la convivencia respectiva a la que corresponde o debiera dar lugar.

Jesús en su época fue y supuso un enorme sentido de novedad por lo que nos reveló, nos aproximó y nos amó. Invitándonos a saber siempre poner al centro de nuestra vida el amor; el amor a Dios Padre y toda su creación. Traducida como amor a los demás (al “otro”, a “los otros”), a nosotros mismos, a la naturaleza y a todo cuanto nos rodea. Tanto así que, desde entonces, nunca dejó de ser novedad. Porque su discurso del “reinado de Dios” aún no se ha realizado entre nosotros, pese a los más de dos mil años de historia que ha transcurrido. Porque hemos seguido de espaldas a un sentido de servicio y de bien para todos.

Por todo lo dicho hasta aquí, tengo la impresión que hablar de vivir proféticamente y renovar el mundo son dos caras de una misma medalla e indisolubles. Será muy importante las mediaciones que nos demos para hacerlo posible y encaminarlo. Es a la luz de ello que debemos saber descubrir la voluntad del Padre y darle carácter de misión en el envío que nos hagamos como Iglesia. Abarcando la totalidad de cada uno, integrándola y disponiéndola siempre para el mayor servicio.

Guillermo Valera Moreno
24 de septiembre de 2011. Sigue leyendo

Accidente por “culpa de Dios”

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Caminaba Felipe por la calle, era domingo y pensaba en que debía ir a misa pero hacía ya varios meses que no frecuentaba la iglesia, salvo cuando tenía misa con un grupo de amigos con los cuales se reunía con cierta frecuencia. Pero eso era cada 3 ó 4 meses, si lograban ponerse de acuerdo y conseguir que Sergio, un cura amigo, les pudiera acompañar. Entonces hasta se animaba a comulgar.

Cerca de un parque, se topó con Sergio. Se saludaron y cada uno habría seguido su camino si no era porque una combi se salió de su ruta, perdió el control, se subió a la vereda y casi se los lleva de encuentro. Los rápidos reflejos de Felipe permitieron que se tirara hacia uno de los jardines del parque, arrastrando con suerte a Sergio. El carro se chocó contra un árbol más adelante y felizmente nadie salió herido, salvo sustos en mayor o menor grado de transeúntes y pasajeros. El “fercho” se largó como llegó, dejando el carro abandonado, cuestión que la policía se encargaría de recoger, después de dos horas.

La impresión que causó el hecho en Sergio y Felipe permitió que se quedaran conversando un rato y terminaran almorzando juntos en la casa parroquial. Como no tenían costumbre de siesta se quedaron conversando un largo rato sobre la voluntad de Dios en la vida de las personas, en el mundo. ¿Habría podido ser voluntad divina el que los atropellaran o el que no los atropellaran? En realidad “gracias a Dios” que salieron ilesos y sólo fue un susto. Pero ¿era Dios quien no quiso que los atropellaran? Y si hubiesen sido arrollados ¿habría sido “por culpa de Dios”? ¡Qué difícil se hacía dilucidar algo así! Cuantas veces le echamos la “culpa” a Dios de lo que nos sucede…

Curiosamente Felipe era el que más defendía no meter a Dios en ese tipo de dilucidación de destinos. No porque Dios fuera ajeno a cuanto pasaba en la vida de cada quien. Todo lo contrario, siempre lo podremos considerar sumamente implicado y deseando actuar en cada caso. Pero encarnado en cada persona, desde su propio ejercicio de la libertad recibida y la responsabilidad cultural aprendida. Sin violentar nuestras propias decisiones, aunque siempre valiéndose también de diversos mecanismos para hacernos conscientes de lo que puede orientarnos al bien, a “lo mejor para todos”, a la presencia de su amor manifestado en el sentido de convivencia, lo justo y lo verdadero.

Es que con tanta facilidad le echamos la culpa a Dios por las cosas malas que nos suceden o que existen en el mundo que, a veces, nos desconcierta, nos genera desánimo, nos hace perder de vista lo importante. Por cierto, si Dios nos ama a cada uno; quiere el bien de todos; busca por todos los medios que cada uno nos realicemos como personas que somos y seamos felices, ¿cómo podría ser cómplice del mal o desear el mal de las personas?

Sería como decir que Dios quiso la muerte de Jesús y que nos envió a su hijo para que lo mataran. A veces se generan sesgos muy serios sobre cómo podemos comprender la actuación de Dios en nuestras vidas y en el mundo… De allí que tengamos tantos sesgos para comprender lo que puede ser su voluntad y de cómo ayudar a conseguirla o realizarla. Sergio se quedó pensativo y se animó a invitarle a Felipe un anisadito para “bajar” la comida y acompañarlo de un cafecito bien cargado para el frío. Además es “Anís del mono” y del verdadero, me lo trajo el Padre Fermín hace dos meses que regresó de España.

Verdad que hablar de la “voluntad de Dios” siempre puede ser un tema complejo, anotó Sergio, y tiene mucho de misterio y cosa poco comprendida. Pero de lo que no podemos dudar es que esa llamada “voluntad de Dios” siempre nos orientará hacia el bien y hacia una mejor y más honda manifestación de su amor, entendida como compasión, hacer el bien sin esperar nada a cambio, saber optar por un bien mayor, entre otras cosas. Si no va por ahí, habrá siempre que sospechar o dudar de lo que se trata.

Efectivamente, ya nos vamos aproximando nuevamente en una misma comprensión. En realidad, sin necesidad de complicarnos demasiado, podríamos convenir que ese hacer el bien esta perfectamente recogido en el propio “Padre nuestro”, la oración por excelencia que nos enseño Jesús. ¿Recuerdas? Se nos invita a santificar su nombre y a construir su reino, tomando como base que ello debemos asumirlo a partir de ayudar a que todas las personas tengan “pan sobre su mesa” todos los días, el cual no nos va a caer como maná del cielo; sabiendo perdonar y cuidándonos de todo tipo de tentación y mal con el que nos podamos topar. Por cierto, sabiéndolo identificar.

¡Qué bien Felipe! Has hecho una identificación espléndida de lo que podemos considerar como “voluntad de Dios”. A veces nos parece tan difícil y oculto el sentido que pueden tener esas palabras y esta más a la vista de lo que parece. El problema es que tenemos que saber abrir los ojos; debemos saber no hacernos los sordos. Como se dice, “saber discernir los signos de los tiempos”, para hablar más ampliamente.

Creo que te voy a contratar para que nos des unas charlas sobre éstos y otros temas… ¿ah? No vendría mal que podamos conversar un poco más seguido y que éstas cosas salgan también en otros ámbitos en los que nos encontramos. Me gustará que puedas estar en la misa de las 7 p.m. que me toca presidir, seguro que podremos dar una vuelta más por el parque.

Gabriel
3 de septiembre 2011
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Gracias, celebración y motivo para soñar

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Se ha convocado a una nueva Asamblea Nacional de nuestra CVX (para el 4 y 5 de noviembre de 2011) y será motivo para hacer un alto en el camino desde cada Núcleo y comunidad CVX pero también desde cada uno de sus integrantes. No se trata de una actividad más ni un trámite que haya que cumplir como rutina necesaria.

Una nueva asamblea es en primer lugar algo por lo que debemos dar gracias, por la confianza que nos hemos tenido en éstos años para caminar juntos, más allá de las dificultades y exigencias a las que nos hemos visto confrontados, cada quien en su propia actividad. Gracias porque nos vamos confirmando en nuestra vocación CVX y se nos va abriendo la posibilidad de un camino que no sólo es historia recorrida sino capacidad de incidir en el presente y de ayudar a configurar un futuro que permita el “reinado de Dios”. Por cierto, debemos decir también gracias a nuestro Señor, a nuestro Padre, al Abba del que nos habla Jesús en su oración constante de diálogo con Dios.

Así como dar gracias, es un motivo para celebrar. Celebrar nuestro caminar y búsqueda sincera y diversa, de crecimiento personal y de compromiso; celebración respecto a que vamos configurando una comunidad común y factible de hacerse un “cuerpo apostólico” también común. Cuestión esta última que no hemos logrado establecer aún, pero que la propia asamblea nos abre la posibilidad de dar nuevos pasos (o afirmar mejor los que ya hemos dado) en una misma dirección. Sin prisas aunque también sin pausas excesivas. Buena parte de la respuesta la hallaremos en cómo hemos ido trabajando y profundizando en los Proyectos Apostólicos de cada Núcleo (el PAN).

Es también un motivo para soñar en cómo nos vamos haciendo “profetas de nuestro tiempo”. Cómo podemos dar pasos en ser comunidades proféticas, en tanto sabemos leer verdaderamente y al nivel que a cada quien le toque los “signos de los tiempos”; tanto individual y comunitariamente. Este año nos ha tocado vivir un cambio de autoridades nacionales (como el año pasado sucedió con los niveles de gobierno municipal y regional), lo cual nos abre a plantearnos posibilidades de inserción en lo que sea factible de colaborar con el desarrollo de nuestro país, región y localidad pequeña en la que nos movemos, cuestión que nos ha tocado vivir con un mayor sentido de esperanza y posibilidad de cambios.

A todo lo anterior, el Consejo Nacional CVX nos plantea una reflexión renovada por nuestro sentido de misión hoy en el país y nuestra Iglesia, situándonos más allá de los apostolados concretos en los que cada quien pueda estar y lo que en cada Núcleo se haya podido avanzar como PAN (lógicamente, a partir de los que ya hacemos y hemos ido ganando en experiencia). ¿A qué nos sentimos llamados hoy como comunidad nacional CVX en el país y la Iglesia? ¿Dónde debiéramos situar nuestra mirada y esfuerzos?

Sobre ese sentido de misión más de conjunto, vale recordar que ya hemos tenido esfuerzos realizados, al menos, en las últimas 3 asambleas y han salido siempre varios temas de misión que han quedado como orientación importante. Normalmente vinculados al tema educativo, a la labor con los jóvenes, a la formación en distintos aspectos (las ESPERE por ejemplo), a labores pastorales y sociales diversas. Volver sobre ello, a mi parecer, es muy significativo, en tanto podamos ir dilucidando un norte común como orientación. Así como en cuanto nos ayude a potenciar, inspirar y hacer más fecundo con ello lo que hacemos de forma concreta en cada caso, empezando por dar mayor vida y mejor sentido a nuestras experiencias de comunidades pequeñas, base y sostén clave del sentido de misión que nos demos.

Entre otras cosas para no hacer de la experiencia comunitaria una lógica activista y poner más acento en la revisión de todo lo que somos y hacemos sus integrantes. Porque queremos que desde cada comunidad pequeña (y su núcleo CVX respectivo), se ponga siempre el acento de hacer de ella “un modo particular de seguir a Jesucristo y trabajar con Él para hacer realidad el reinado de Dios” (N.G. I., 1, 7).

Preparemos con atención la nueva asamblea nacional que tendremos próximamente. Aquilatemos y discernamos bien los pasos que corresponde dar, hilando mejor lo que nos ayude a integrar fe y vida, a ser fieles a nuestro caminar y a sincerar lo que hemos recorrido y tenemos hoy como experiencia. Siempre con un sentido profundo de misión, desde la experiencia de seguimiento de Jesús.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 30 de agosto de 2011 Sigue leyendo

Vivir desde la oración, orando la vida

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La oración es una forma de relacionarnos con las personas y la naturaleza, para tratar de hacer presente a Dios en nuestras vidas, en la vida del mundo y en la vida de las demás personas, especialmente en las relaciones que encaminamos con unos y otros, así como lo que buscamos construir y desarrollar como propósitos.

Ese hacer presente a Dios significa, por tanto y entre otras cosas, hacerlo consciente. Hacernos conscientes, desde la oración y el discernimiento, de su presencia y aprender a visualizarlo, escucharlo, palparlo… Porque él es parte de nosotros y nunca “desaparece”, por más que nosotros decidamos o no “podamos” verlo, oírle o tocarlo. Él siempre esta presente, a pesar de sus “ausencias”. El asunto esta en cómo sabemos o aprendemos a hacernos conscientes de su presencia y las maneras cómo él se manifiesta, normalmente de forma muy sencilla.

Significa también la oración, aunque no únicamente, comunicación; vínculo que se establece. Capacidad de comunicación con él, quien es parte nuestra; porque somos su imagen y semejanza; sin embargo, muchas veces una serie de “ruidos”, falsas imágenes y diversas interferencias nos impiden relacionarnos adecuadamente. O nos puede pasar, como ocurre muchas veces entre dos ó más personas, que pueden relacionarse todos los días y no se logran comunicar, ya sea porque lo hacen tan mal o nunca encuentran puntos de encuentro real, como si fueran islas que se “observan” una a otra pero no coinciden nunca sus orillas.

La oración nos permite disposición para entrar en relación con alguien que nos inspira la vida toda. Alguien que sabemos “superior” (aunque siempre este curiosamente a nuestro servicio); alguien que esta muy por encima de todo y de cada uno, pero nos cuida, vela por uno (así como por el conjunto), como madre-padre que nunca renuncia a su hijo/a. No sólo me contempla, sino que quiere que crezca y logre lo mejor en el camino del bien, la verdad, la solidaridad. Por tanto, no sólo es comunicación sino factor de inspiración de vida, orientado indudablemente hacia el bien.

Pero esa disposición no sólo me llena gratuitamente de un camino de crecimiento sino que me descubre un ser libre y con ansias de libertad, de caminar bajo la “propia responsabilidad”, sin que nadie me tenga que decir “lo que tengo que hacer”. Y eso es muy bueno, muy significativo. Sólo que requiere de aprendizajes. No se nace libre, se aprende a serlo; y se realiza a lo largo de toda la vida, con avances y retrocesos, qué duda cabe. Allí quizás se da una diferenciación en lo similar que somos a Dios y al Padre, revelado en Jesús; cuestión que para los cristianos es vital, aunque podríamos decir para todo ser humano. Por ello, desde la experiencia de cada uno estamos llamados a hacer camino en lograr ser personas verdaderamente libres y hacedores del bien. Que también lo podríamos denominar como promover el “reinado de Dios” o el “volver a Dios”.

Sin embargo, lo que Dios Padre en última instancia nos revela, como profundidad de cada ser humano, reflejo de sí mismo, hechura de su propia sustancia, es la incondicionalidad de su amor, su amor como pauta de camino hacia el bien y abarcante del bien mismo; principio y final; sentido pleno de todo cuanto hay. La oración también nos permite descubrir ello y la manera de situarnos en la vida para hacer una experiencia que nos permita revelar de mejor manera dicho misterio. Sabiéndonos limitados y pecadores, como el propio Jesús nos lo repitió tantas veces.

He mencionado una serie de aspectos vinculados a la oración (forma de relacionarnos, nos hace más conscientes, comunicación, nos inspira, me descubre un ser libre, incondicionalidad de su amor) que para mí son claves de tomar en cuenta. No sólo para efectos de darle mayor significado a nuestro orar diario la vida que nos toca a cada uno vivir. Sino porque en ella debiera situarse el eje de ordenamiento de la vida toda, partiendo del espacio de la oración personal y remitiéndolo a los espacios de oración comunitaria que es desde donde debiéramos lograr darle centralidad a nuestra vida.

Para quienes participamos en CVX (Comunidades de Vida Cristiana), es bueno recordar que en el numeral 5 de nuestros Principios Generales se nos dice que “reconocemos la necesidad de la oración y del discernimiento –personal y comunitariamente-, del examen de conciencia diario y del acompañamiento espiritual como medios importantes para buscar y hallar a Dios en todas las cosas.” Casi podríamos decir que estamos invitados ha constituir en sacramento a todo cuanto nos rodea, a todo cuanto somos y estamos llamados a ser y hacer.

Es importante recuperar el sentido de la oración, en cuanto comunicación con Dios Padre, rodearnos de su espíritu (Espíritu Santo) y hacerlo en la confianza de su hijo Jesús, a quien conocimos y nos reveló de manera cercana lo que significaba (y significa en cada persona) hacer la voluntad de nuestro Padre universal, tanto individual como comunitariamente.

En tanto la oración sea esa comunicación integradora (y el conjunto de vínculos que supone); en tanto esa nuestra oración sea lo que nos ordene en la vida y nos haga caminar y encaminarnos, obraremos más fieles a lo que nos puede realizar como personas y como comunidad de todos y para todos. Con seguridad despertará en nosotros alegría y sobriedad.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 21 de febrero de 2011 Sigue leyendo

Orientaciones generales para la gestión de proyectos

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Se puede creer que la eficiencia de una gestión o la bondad en su ejecución tiene que ver con personas que reúnan capacidades profesionales para el buen desempeño de la misma y se estará en lo cierto siempre y cuando se tenga en cuenta una serie de condiciones de contexto institucional que debe acompañar dicho desempeño en cada organización que aspira a la misma, especialmente con un sentido de excelencia.

Si bien se requiere niveles de especialización entre dirección y administración de una organización (se diría entre lo político de una gestión y lo técnico de la misma), cada vez encontramos indesligable la relación que puede haber entre una y otra para hablar de posibilidad de éxito en una gestión.

Es decir, si queremos un buen desempeño directriz de una entidad, debe acompañarse de un componente técnico cabal de su desempeño; si queremos un buen ejercicio técnico de la gestión tiene que haber una voluntad política de acompañamiento que lo garantice. Pueden diferenciarse pero no es recomendable que cada una vaya por su cuenta, porque se hará menos ágil (la gestión) o pueden generarse falacias o sueños descentrados de la misión que debiera ocupar su labor, sin medir las reales capacidades (y todo puede convertirse en un continuo ensayo de labores).

Ahora sólo quiero referirme a cuatro cuestiones que debieran ayudar a engarzar mejor una gestión entre su componente político (de direccionalidad) y su desempeño técnico (en lo que se refiere a lo propiamente administrativo contable), poniendo énfasis al buen desempeño de esto último. Ellos son: existencia de una voluntad política adecuada de dirección institucional; formalización; transparencia; y hacer bien las cosas.

1. Existencia de una voluntad política adecuada de dirección institucional: El tema no solo viene a colación de tener claridad de objetivos, del “hacia dónde” se quiere enrumbar a la organización. Nos referimos de manera especial a que si, desde el más alto rango de una entidad, hasta el “último” de sus componentes no están “avisados” del importante rol que juegan para que haya un exitoso rendimiento y funcionamiento de la misma, cada quien tenderá a pensarse como compartimento estanco respecto a los demás, “cuidando” de no involucrarse con los demás, a riesgo de ver complicada su actividad (o percibirla así).

La comunicación en ello juega un factor de vínculo pero que puede ser frágil si no se ejerce un efectivo acompañamiento (horizontal y no jerárquico) de los distintos niveles de responsabilidad. Y, además, si se generan mecanismos diversos de incentivo y reconocimiento al buen desempeño y no sólo al hacer lo que ya se tiene que hacer (por razones de contrato).

2. Formalización: mientras más institucionalizada (y formalizada) una entidad, tendrá menos problemas para responder a distintos requerimientos del Estado y de la propia sociedad civil. Especialmente si se trata de rendir cuentas de lo que se realiza, especialmente en lo que se refiere al manejo de fondos (ya sean propios o de origen externo). Estamos casi acostumbrados a una vida que se mueve en diversos niveles de la informalidad, muchas veces no deseada pero cómplice y que raya con niveles de corrupción u otras expresiones afines (por ejemplo, ser detenido por la policía por pasarse una luz roja y recurrir a pagarle a éste una “propina” en vez de pagar la multa).

El tema es que toda formalización supone costos; requiere una cultura de trabajo donde mercado y leyes van de la mano; exige generar mayores responsabilidades sobre derechos y deberes para con terceros, como pagar impuestos; así, otros aspectos. Pero permitirá un desempeño más institucional en cuanto respeto a las reglas de juego; previsión sobre lo que puede esperarse de ella; mejor capacidad de respuesta para efectos de un manejo de fondos; entre otros.

3. Transparencia: tenerla, es un signo de honestidad en el desempeño organizativo, una forma de impedir la tentación corruptiva de distintas esferas de la sociedad que tienen predisposición a los arreglos “bajo la mesa”, a una gestión “por comisión”, a un completar el sueldo valiéndose de distintos medios como pueden ser “dietas”, “pagos extras”, “complementos” y otras tantas fórmulas que se pueden usar cuando se hacen uso de los mismos tiempos por los cuales uno ya recibe un sueldo de antemano y no se diferencian los espacios correspondientes.

Pero ahora nos referimos sobretodo a la transparencia sobre la que debe rendir honor toda organización en cuanto a procedimientos de funcionamiento; manejo de cuentas (origen y destino de los fondos); propósitos, actividades y resultados de las mismas, entre otros. En realidad, como una forma de “estar en sociedad” y de promover la responsabilidad social hacia los demás sectores y el Estado.

4. Hacer bien las cosas: Puede parecer obvio pero es lo menos practicado muchas veces. Se cree que hay que hacer algo bien como una excepcionalidad; como algo que podría estar sujeto a un merecimiento o reconocimiento. Sin embargo, ella debe ser la condición básica desde la cual se debiera operar, la filosofía de sentido común como uno debiera relacionarse con los otros y con todo lo demás.

Lo anterior, supone poner el mejor desempeño profesional sobre lo que uno sabe hacer y disposición para hacer lo que corresponda. Correspondería tener capacidad de discernimiento para obrar no sólo cosas buenas sino el mejor bien ante cada circunstancia. Facilitar la vida de todo lo que me rodea e intentar mejorar el entorno de la mejor manera. Pasando por cierto por aspectos elementales de cumplimiento de acuerdos, fechas, procedimiento, pagos y un largo etc., según el caso.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 16 de agosto de 2011 Sigue leyendo