Afectividad y deseos de crecer

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La dimensión afectiva en la vida de las personas es algo amplio y complejo. Casi como lo son las relaciones que puede haber entre tan diversas personas, conocidas o no, de confianza o no tanto, que se caen bien o no necesariamente. Por ello y por sentido de sabiduría es bueno que, conscientemente, se aborde como diversidad y como un desafío individual muy significativo, de mucha actualidad y de enormes consecuencias. ¿Cómo logramos relacionarnos adecuadamente con todos, especialmente con el diferente, con el que piensa distinto a mí, con quien no me da la razón (así “el otro” no tenga razón o yo piense que tiene “poca razón”), con quien puede tener miradas más supersticiosas que las mías, etc.? ¿Cómo logramos amarnos un poquito más en todo aspecto?

Se puede razonar sobre el tema en cuestión, especialmente cuando se tiene ocasión de hacerse de experiencias como las que supone viajar por zonas diversas (dentro y fuera del país); cuando se asume cargos de responsabilidad que tienen alcance nacional o más allá de éste; cuando se puede abordar cierta reflexión más teórica o académica. Además, colabora a ello la oportunidad de moverse en medios más cosmopolitas o en situaciones y estratos socio-económicos muy distintos (por ejemplo, El Agustino, Magdalena, San Juan de Miraflores, Surquillo o San Isidro).

Decíamos, por tanto, que la vida afectiva puede ser tan compleja o complejizarse aparentemente de la nada y mezclarse temas, situaciones o intereses poco imaginables. Ello puede venir por algunas experiencias, pequeñas o grandes, por ejemplo, como la que he procesado desde la pequeña responsabilidad de delegado del colegio de mi hijo Nando. Debo decir, sin embargo, que en éste caso, la principal reacción que ha suscitado en mí, ha sido la de ser prudente, tomarme las cosas con calma y tratar de aportar en todo lo que pueda facilitar soluciones o salidas que aborden los temas que sean pertinentes o preocupen, sin pensar que se van resolver del todo en plazos breves. En sentido práctico, he tratado de situarme como modesto referente, me he involucrado en lo que podía ser necesario y he animado las cosas que correspondía.

En otro ámbito de cosas, nuestra afectividad puede estar marcada por algunas obsesiones y afectos desordenados, los cuales suelen acompañarnos indistintamente. En situaciones límite ellos pueden volverse un riesgo, disparando en direcciones insospechadas, sobre los cuales siempre habrá que estar atento. Porque hay que saberlos procesar hasta que amainen o se les logre conciliar e integrar mejor, aceptando que nunca dejaran de seguir asomándose. Un buen proceso ayuda a sentir que, en el interior de uno se terminan resituando positivamente, generando mejores vasos comunicantes entre las diferentes dimensiones de la vida de una persona, logrando asumir un mejor control sobre ellos.

Ser más consciente de las propias debilidades, sin tener que asustarse de ellas; tratar de realizar una más sana convivencia y un manejo en positivo de la misma; saber reconocer que, en todo aspecto frágil o fuerte de la vida, hay un profundo sentido humano que debemos valorar y encaminar hacia el bien. A pesar o aceptando que nos seguiremos equivocando; que nos veremos recurrentemente avasallados (real o aparentemente) por la presencia del mal, en cosas y aspectos que ni siquiera asumimos adecuada conciencia. De allí, el gran valor de experiencias como el discernimiento y los ejercicios espirituales, particularmente los vinculados al modo ignaciano de vivirlos, así como de otros mecanismos como la oración personal y comunitaria para aspirar a obrar más de acuerdo al espíritu del amor, al espíritu de Dios.

Otra cuestión en esto es que siempre será de importancia ampliar el circuito de amistades, ya sea a propósito de asumir nuevas responsabilidades o de involucrarse en nuevos espacios de labor y experiencia. En ello, normalmente se podrá constatar, una y otra vez más, la riqueza de muchas personas con las que uno se topa o coincide. De las que uno aprende y termina apreciando por la formación que transmite y su capacidad pedagógica en el desenvolvimiento de vida que lleva, cualquiera sea el terreno en que se mueva. Así lo he podido ir apreciando, últimamente, en el ámbito del colegio de mi hijo, en El Agustino con la CVX e incluso en cierta participación tenida con la agrupación política Fuerza Social.

No obstante, uno también se encuentra personas que pueden ser aparentemente muy significativas o interesantes y resulta que sólo están detrás de pequeños intereses o muy particulares. De hecho, todos tenemos nuestras virtudes y limitaciones y así también tenemos que aceptarnos y asumirnos, especialmente, mientras no haya de por medio cuestiones de dolo, división o similares. Aprendámoslo para el conjunto de nuestra vida.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 18 de noviembre de 2011

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