Archivo por meses: enero 2016

Las elecciones, ¿todo da igual?

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Reflexionaba sobre cómo, en momentos complicados como lo está siendo el tener que elegir por quién votar en las siguientes elecciones presidenciales, donde empiezan a salir las miserias y contradicciones que acompañan a la mayoría de los candidatos, normalmente se nos genera desánimo, desesperanza, desinterés y una propensión al pragmatismo, a la búsqueda de salidas que quizás se plantean poco (o limitadamente) el mediano o largo plazo del caso.

Y, sin embargo, en medio de ello, tenemos que proponernos amar mejor a nuestro país y considerar lo que nos puede ayudar a construir (seguir construyendo) horizontes más amplios, perspectivas que ponen en tensión lo que podemos hacer de inmediato (incluido por quién votamos) y lo que tenemos que seguir trabajando con un más largo alcance. Quizás por ello, sería importante que cada quien se planteara seriamente, quién en las próximas elecciones puede aproximarse mejor a sus propias convicciones, del futuro que quiere para (sus hijos y) las nuevas generaciones, que respeta y cuida mejor el medio ambiente y lo quiere trabajar en democracia, con enorme sentido ético y de respeto por la diversidad y los otros.

Siendo consciente que gobernar un país como el nuestro no es fácil. Tan así que los lobbies de los grupos de poder le pueden terminar de torcer las mejores intenciones que pueda tener un presidente recién electo, aprovechando la crítica debilidad de nuestros partidos políticos o la falta de coherencia o desencuentro existente entre la voluntad popular y los compromisos contraídos con el voto, respecto a lo que termina ejerciéndose como gestión del Estado y conducción gubernamental. Y uno se pregunta, ¿tiene sentido votar en las elecciones si no se va a respetar la voluntad popular? ¿No hay forma de ir contra ese manejo impune?

Nos ha sucedido al menos tres veces en los últimos 35 años. Primero con Fujimori en 1990; con Alan García el 2006, y con Ollanta Humala el 2011, el gobierno actual que ya va concluyendo sin pena ni gloria. ¿Sería posible demandarlos por “incumplimiento de contrato”, descompromiso con lo ofrecido electoralmente, “engaño electoral”…? No hay mecanismo claro al respecto. Lo cual, como decimos, puede llevar a pensar que da igual votar por quien sea, si no se respeta (o se elude) con facilidad la voluntad popular.

Es un mayor esfuerzo el que nos tocará hacer a todos en éstas elecciones. Primero, valorar que siguen siendo (y siempre lo serán) importantes las elecciones para afianzar nuestro aún débil sistema democrático. Con las elecciones de abril tendremos, después de casi un siglo, cuatro elecciones consecutivas sin interrupción del proceso democrático. Parece poca cosa pero qué importante que es, especialmente en la incidencia de una cultura democrática diferente al autoritarismo con el que muchas generaciones nos hemos movido como ambiente natural.

Segundo, marchar contra la corriente de los candidatos ya instalados; de las corrientes del “mal menor” como algo indefectible; del temor irreductible de que salga tal o cual candidato… Por cierto, también me cuestiona que la hija de un gobernante tan corrupto y cínico como lo fue Alberto Fujimori, tenga la cercana posibilidad de salir electa como presidente.

Tercero, requerimos ser muy cautos de lo que es posible y de cómo se tendría que renovar la política en éstos contextos, sobretodo, entendiendo los límites que nos plantean los principales contendores y de cómo es posible acumular esfuerzos a partir de candidatos menores pero que nos pueden abrir una perspectiva de más largo aliento, ayudando a construir partidos políticos más sólidos desde ellos.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 31 de enero de 2016

Construimos juntos

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No ha sido difícil, entender para las diversas culturas, que no se basta uno para vivir una vida adecuada. Hoy en día, ni la radio, ni la televisión, ni el internet (o todas las dimensiones virtuales que se van dando a luz con el avance tecnológico, simples o complejas) pueden sustituir completa o cabalmente lo fundamental que significa, para la vida humana, las relaciones interpersonales positivas, la interacción física cercana, la construcción humana a la que se da lugar con el desarrollo de tales relaciones que se inician en todo seno materno.

Para que eso sea posible es necesario que hayan voluntades en juego, las que normalmente (si son deseadas) establecen su aceptación a dar curso inmediato y posterior a la vida de las personas, las mismas que normalmente se tejen en lo que llamamos el espacio de la familia, tan diversa y quizás traída a menos en la actualidad. Sin embargo, podemos convenir que siempre será necesario un ámbito de crecimiento para toda persona, aunque fuera un orfanato.

También es razonable entender que toda familia, nuclear o extensa, completa o disfuncional, propia o adquirida, o la que se puede tejer en ámbitos como los de un albergue o refugio, se ubica en un ámbito social más amplio, amparado por las leyes e instituciones que lo regulan (formales o informales), lo cual permite que haya una interacción mejor entre las personas. Por cierto, la manera de educar a las personas y sus orientaciones permite que se crezca en imaginarios diversos, ya fuera más inclusivo e integrador o dislocado por factores históricos, prejuicios, complejos, desencuentros, intereses económicos o políticos, entre otros.

Lo cierto es que somos necesarios, unos para otros, aunque sea al nivel del círculo más estrecho. Hasta un delincuente como el Chapo Guzmán, narcotraficante mexicano, lo ha vivido así en las diversas facetas de su vida. Lo es también el caso del llamado Estado Islámico y su guerra contra todos, contra quienes no piensen y vivan su modo de religiosidad y de ver el mundo, aparentemente desfasado.

En medio de ello, y de tantos hechos que tensan nuestra vida, uno se pregunta ¿cómo construir un mundo mejor que nos mueva a superar la indiferencia y la vida de burbuja a la que nos vamos induciendo de tan diversas formas? Ya sea por inseguridades, creencias, temores, mejores posibilidades que encontramos (o conseguimos) en la vida. Si la relación con las demás personas, especialmente si son justas e inteligentes, son factor clave en el crecimiento humano, ¿por qué constantemente estamos renunciando a ella y buscando separarnos de los que desconfiamos o nos generan desconfianza, con razón o con argumentos más emotivos?

En ese sentido, me conmueve la lucha tenaz por la justicia y la paz del Papa Francisco, la cual espero vayamos tomando más en serio y ayudando a abrirse paso a todo nivel. Porque nos señala caminos tan necesarios y sencillos que tenemos que saber situar en nuestro propio discernimiento de los signos de los tiempos, sin ánimos sólo coyunturales o inmediatos (como los electorales), buscando una proyección adecuada de nuestras acciones y prioridades, empezando por lo que cada uno tiene que cambiar y plantearse crecer en consecuencia.

Porque ser humano significa vivir situado, reconocer lo que se ha recibido y lo que le corresponde a uno dar, pasando por la inteligencia de convencerse que en el amor y el servicio está buena parte de la clave de una vida que nos puede permitir cambiar en el sentido profundo. Relacionándonos para construir juntos posibilidades para todos. Discernir los pasos que corresponda. ¿Cómo podría ser esto parte de una agenda de debate más creativa y vinculante?

Guillermo Valera Moreno
Publicado en “La periferia es el centro” – La República: http://larepublica.pe/politica/735303-construimos-juntos

Recuerdos de Roberto Dolland SJ – En todo amar y servir

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Roberto Dolland SJ fue uno de esos jesuitas que sería bueno pudieran estar siempre… Pero le tocó partir a la casa del Padre. El domingo 17 de enero se le hizo una Eucaristía recordándolo, en la que no pude estar. Sin embargo, comparto unas breves palabras de uno de los asistentes. Como nos lo comparte Vicky Paz, “Durante un momento del compartir, Techi Álvarez, una gran amiga suya, leyó un texto que escribió para él”.

EN TODO AMAR Y SERVIR

No muere quien cree en Cristo.
No muere quien vive
en el recuerdo de los que quedan.
No muere quien con su ausencia
está más presente que nunca.

En algunas ocasiones, tuve que decir algo después de la muerte de una persona querida, cercana. En todas hubo dolor. En todas se juntaba dolor y vacío. De alguna forma, sin embargo, lograba transformar relativamente pronto estos sentimientos en esperanza. Esta vez es distinto. Para escribir hace falta claridad en la mente y aliento en el corazón pero, en este caso, durante muchos días, mi mente quedó vacía y el corazón, ciertamente, se me quedó helado, a pesar de que sabía que su partida ocurriría en cualquier momento.

Ahora, cuando poco a poco vuelve la serenidad, quiero dar testimonio sobre su vida desde gestos cotidianos y sencillos. Lo hago como homenaje agradecido -pequeño e innecesario- y lo hago, sobre todo, por si nos proporciona coherencia, luz y camino a los que seguimos en este mundo.

Escribo en forma personal ya que, estando aún fresco el recuerdo, no sabría hacerlo de otra manera. Voy a narrar con sencillez algunos rasgos, diálogos y momentos de la vida de Roberto, que Dios me permitió conocer y compartir durante 40 años, con intervalos, es cierto. Una vida que se formó en el sacrificio, en la entrega total, sin reservas ni cálculos personales.

Era febrero en nuestra tierra cuando fui a visitar al P. Ramón García, S.J., al que con cariño llamábamos “papi Ross”, me había invitado a almorzar. Ese día me dijo voy a presentarte a otro “gringo” -conocía al primero. Me extendió la mano y acogió con extraordinaria gentileza y aprecio. Tenía la sonrisa tierna y la dulce expresión de quien vive a plenitud su fe y amor a Dios y en Él a los demás.

De vitalidad contagiosa. Estaba en todo. Para comprender su vida, es preciso hacerlo desde la palabra de Dios: “Antes de que te formaras dentro del vientre de tu madre, antes que tú nacieras te conocía…” dice el Señor al profeta. Se lo dijo también a él… lo conocía desde siempre. Tengo la certeza de que Dios tuvo para él un magnífico proyecto de amor. Lo tuvo con infinita ternura, pensando su puesto, su tarea y su misión en el mundo. Y fue así, desde la tarea compartida, que “mi pueblo fue su pueblo y su Dios fue mi Dios”.

Recordaba siempre con gratitud a las personas que lo acompañaron en su tarea diaria. Los jóvenes de la Pastoral Universitaria en Huancayo. Los campesinos de Jarpa, CVX, Ilo, Cristo Rey (Tacna) Inmaculada (Lima). Conocía y recordaba a todos por su nombre, como el Buen Pastor. Su amor y fidelidad a Dios le dio sentido a su existencia. Vivió pensando que vivir para los demás era la mejor manera de vivir. Durante setenta años gritó el Evangelio, únicamente con su vida, hasta el final.

El dolor es inevitable. Una verdad importante sin lugar a dudas. No hay como escapar del dolor en nuestras vidas. Se presenta de muchas formas. A pesar de la esperanza, hoy duele su partida, aunque tengo la certeza de que nuestro querido Roberto ha vuelto al Padre. El dolor suele ser inevitable, pero nuestra actitud frente al dolor hace toda la diferencia. A mí el dolor me sirve para dar gracias a Dios por haberlo conocido no solo en el sentido físico sino en lo más importante: su dimensión espiritual. Él me enseñó a ser “agradecida con la vida”, a mantener la mirada en todas las bendiciones que tengo y darle gracias a Dios, empezando con mi vida misma. A tener una fe firme como la roca en el océano “en situaciones desesperadas, hay que orar con desesperación” me decía. A dar como la viuda del Evangelio, de lo que nos falta, sin esperar recompensa alguna.

Aunque a corto plazo su muerte es una gran pérdida, a la larga es una gran ganancia: su vida es una invitación para construir una fe realmente cristiana. ¡Cómo no dar gracias al Señor que lo llevó a su Reino donde se vive de Amor! Ahí se habrá dado un gran abrazo con el “papi” y todas las personas con las que compartió su vida y se habrán llenado de gozo.

Mi deseo ferviente es que Dios, nuestro Padre, transmita pronto esa paz y ese gozo a los que lo conocimos y compartimos su vida con él.

De él puedo afirmar que:

Su casa no tuvo llaves
Siempre abierta como el mar,
el sol y el aire

Entró la noche y el día
y la lluvia azul, la tarde.
El blanco pan de la aurora;
la luna, su nívea compañera.

La amistad no detuvo
sus pasos en los umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie.

Su casa y su corazón
nunca cerrados; para que pasen
los pájaros y los amigos,
el sol y el aire.

¡Que su paz nos transmita la esperanza de vivir en un mundo más justo y humano y que
trabajar por conseguirlo no nos deje descansar en paz!.

¡Hasta pronto, querido Roberto!

Chaclacayo, diciembre 20 del 2015 (leído el 17 de enero)

La fiesta de los Deseos

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A continuación, un texto que resume de buena manera el sentido de nuestra “Fiesta de los Deseos” que celebramos todos los años en enero, en nuestra CVX Siempre. Esta escrita por Armando Velazco.

Nuestra fiesta de los deseos no es una reunión cualquiera. Hacen falta varios componentes para que ella realmente se dé.

El primero y principal es la fe. La fe que tenemos en un Dios vivo que nos acompaña día a día, delicadamente, sutil, respetuosa, solidariamente, que no nos dirige ni fuerza, sino nos acompaña en el descubrimiento de nuestra propia realización humana. La fe de cada uno, pero también la fe de la comunidad en ese Dios que nos ha unido para marchar juntos y descubrirle a él a través de los milagros que obra en cada uno.

Luego, lógicamente están los deseos, pero tampoco cualquier deseo. El ansia de “ser” debe ser más fuerte que el de “tener”, debe tener prioridad. Nuestros deseos de “ser más”: más amigo, más padre, más hijo, más hermano, más ciudadano, nos tienen que impulsar a un encuentro con el otro, a dejar de lado nuestro egoísmo y a abrirnos la puerta que conduce a la renuncia y a la generosidad. Tiene que ser el deseo que se traduce en ganas de construir e integrar. No necesariamente hacer más, sino mejor, con más calidad, con más calidez, con más cariño, con más compasión. Por eso aquí iniciamos el año pidiendo a Dios aprender a discernir los deseos para que podamos buscar y elegir aquellos que provienen de Dios.

¿Y qué pasa con los deseos materiales, los de salud, los de afecto, y otros que también tenemos?¿no debemos desear cosas así? De hecho está bien pues tenemos necesidades que cubrir no solo de nosotros sino de los que nos rodean. Por eso, Dios, que sabe de nuestras necesidades, es solidario con ellas. Por eso, también está a nuestro lado en las adversidades y en los logros. Pero buscar primero el reino y su justicia y confiar en que la vida nos irá proporcionando todo lo que necesitamos es una apuesta mayor que no es fácil y por ello hacen falta deseos fuertes y dinamizadores.

Después viene la alegría. El signo distintivo de todo discípulo es la alegría. Jesús, que es Dios, parece que estuvo más alejado de la solemnidad y más cercano a disfrutar de las cosas sencillas de la vida. Por ello talvez se ganó ciertas falsas acusaciones. Pero lo que sí está muy claro es que este Dios en el que creemos nos trae la buena nueva, la noticia de una nueva vida plena invitada a vivirla desde el presente y eso es lo que nos alegra profundamente. No es el ruido estruendoso ni la luminosidad de los fuegos artificiales sino su palabra que cala hondo en el corazón. El evangelio está lleno de planteamientos y situaciones iluminadoras pero hay una evocación de Jesús que particularmente causa cosquillas a nuestro espíritu pues es como si nos invitara al rejuvenecimiento y a recobrar la inocencia: “El Reino de Dios es para los que se parecen a los niños, y les aseguro que quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él. Mt. 10, 14-15. Por ello, debemos presentarnos como son los niños: sencillos, confiados y alegres.

Si a este lindo ambiente de fe, deseos y alegría le agregamos pues algo de comer, de beber y una musiquita para bailar, tenemos una bella manera de acercarnos al reino.

Armando Velazco
CVX “Siempre”
Fiesta de los deseos, Enero de 2016

Lugar, senda y aporte

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Iniciamos un año muy significativo como Iglesia y país. Desde la Iglesia, por lo que el Papa Francisco nos ha sugerido como año de la Misericordia, siendo un llamado especial a revisar nuestra vida ¿vivimos la misericordia, somos misericordiosos? Tanto como experiencia de gratuidad, de lo que recibimos de Dios, de ese amor infinito por el que somos personas y nos hacemos (tenemos la posibilidad de serlo y de desarrollarlo); así como experiencia de lo que damos de nosotros a los demás, de lo que somos capaces de compartir y de servir.

Como país, porque tenemos un proceso electoral en curso que cambiará a las principales autoridades de gobierno, tanto al Presidente como al Congreso de la República. Terminaremos haciéndonos parte del proceso aunque sea sólo (para muchos) ir a votar en la fecha que corresponda; seguro podremos aprovecharlo un poco mejor en informarnos más al respecto, desarrollar mejor nuestra conciencia de país y los caminos que pueden ser más adecuados (y ayudar a otros a ello). Caminos que normalmente toman su tiempo y no se resuelven en el corto plazo.

Discernir ambas dimensiones en nuestro caminar del 2016 nos ayudarán a tener mejores luces y herramientas para nuestras labores, empezando por hacernos responsables por cada ámbito, sentirnos parte de ellas y viendo lo que Jesús, Dios, el Espíritu Santo nos puede señalar como lugar, senda y aporte especial. Con profundo sentido de esperanza en nuestras propias capacidades (las de cada uno) y las que sumadas a otros y otras podrán hacer posible de potenciar, de ayudarnos a crecer, de vencer en esas pequeñas y grandes batallas cotidianas.

Quizás por eso me agrada esa costumbre comunitaria que llamamos “Fiesta de los Deseos” y que celebramos particularmente en mi comunidad (CVX Siempre), normalmente en la primera quincena de enero. Motivo para encontrarnos, festejar, llenarnos de deseos que nos inspiren el año que se inicia, bailar, reír, comer y un largo momento de gracia. Es grato que coincida en una fecha como la que conmemora el bautizo de Jesús, marcado por esa misma gratuidad de Dios hacia todos, hacia nuestro mundo, en el que se hizo uno más para recordarnos, entre otras cosas, que cada uno somos Él en tanto seres humanos y constructores de humanidad centrada en el amor.

Es bueno que tengamos momentos que nos recuerden y nos ayuden a vivir la gratuidad en nuestra vida. Al final de cuentas, todo (o mucho) lo hemos recibido; aunque tenemos también la posibilidad de agradecerlo, aportando lo propio con la propia vida que nos toca encaminar en cada caso, sabiendo o siendo conscientes que somos también presas de nuestros propios egoísmos, pequeños intereses, temores y afanes. En ese camino podemos situar seguro lo que recibimos como posibilidad de formación. La que ya llevamos a cuesta con nuestra propia experiencia, lo ya aprendido. Y lo que se nos abre a nuevas posibilidades. Tal como lo es, sin duda, una experiencia como la del Curso Latinoamericano de Formación Magis.

Estuvimos en la Eucaristía de envío de la nueva “promoción” que inicia su fase intensiva en Guadalajara (México). Qué bueno, qué dulce compromiso, qué motivación para dar mejor testimonio de nuestro ser iglesia, como iglesia misericordia, con especial mirada en los pobres (los que más nos necesitan) y los jóvenes. Qué oportunidad para conversar sobre nuestras diversas realidades latinoamericanas y ayudarse a pensar sobre cómo lograr (y aportar desde cada uno) a tener gobiernos más justos, menos corruptos, más realizadores de la voluntad de Dios.

Todo ello hay que vivirlo desde cada uno, cada uno tiene que saber responder al desafío de la misericordia como sentido de vida y aportar de modo más consciente a construir país, empezando quizás por ser mejor hijo e hija, marido o esposa, padre o madre, hermano/a, familia solidaria. Viviendo todo ello en discernimiento, desde el amor y servicio, recreándolo en libertad, orándolo. E integrándolo al conjunto de nuestra vida, como expresión de nuestra fe.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 10 de enero de 2016