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Amar con sencillez

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Yo no la llegué a conocer. Se llamaba Martha Elena Guerrero Astete y se celebró el sábado último el mes de su fallecimiento, en la parroquia de la Virgen de Nazareth, en El Agustino. Los “recuerdos” que se repartieron traslucían una foto de ella muy bella, así como el cariño y cuidado que tuvieron con ella los largos meses de su agonía. Su hijo lucía tranquilo, como aceptando sin comprender muy bien lo que había sucedido. Fue una Eucaristía sencilla, motivo de reunión de varias personas queridas y amigas, de esos momentos que reflejan una extraña pero vital presencia del Señor en lo más cotidiano y sencillo de la vida de las personas.

No sé por qué, ese hecho, volcó en mí varios de los sucesos que significaron la visita del Papa Francisco a nuestro Perú. Un caminar por Lima, Madre de Dios y Trujillo, durante tres días intensos que llegaron a todos los peruanos de una manera u otra. Porque el Papa Francisco, sin proponérselo, es de aquellas personas que no pasan desapercibidas. Y no precisamente por aspirar a figureti o protagonista especial del puesto que ocupa. Pues se trata de una persona quien, conforme fue creciendo en cargos de autoridad dentro de la Iglesia, fue hallando un mayor sentido de humildad, servicio y el saber reconocerse pecador.

Y es que el Papa Francisco sabe tocar en las personas no sólo sus sentimientos sino también las fibras de la razón y las entrañas, en una conjunción humana que nos invita a ir más allá de donde estamos parados , de cómo nos consideramos (o consideran), de que es posible amar con sencillez y a la vez crecer; que tan importante como las cosas que decimos y con las que generamos nuestros propios discursos de vida, son los gestos concretos, pequeños y de detalle con las personas, con todas las personas, no sólo las que me caen bien o las más cercanas.

Justamente, se trata de acercarnos a quienes poco lo hacemos. A tomar en cuenta a los descartables. A aquellos que también habitan entre nosotros, empezando por nuestros propios viejitos/as, en la familia, en el barrio, en el trabajo, en nuestra parroquia… A tantos anónimos que nos acompañan y no los percibimos porque siempre andamos apurados o estamos en cosas más importantes. Saber detenernos con aquellos que nos llaman y no atendemos; aquellos que nos hablan y no sabemos escuchar. No por mala fe. Simplemente porque estamos envueltos en una vida demasiado individualista y excluyente que tenemos que también repensar, buscar resituar. Darle espacio al amor.

Como voluntario estuve en la gran Eucaristía de la Base Aérea de Las Palmas, el domingo 21 de enero. Fue muy grato colaborar en una suerte de comité de bienvenida apostado en las puertas de ingreso. Que diversidad de personas las que llegaron, de todas las edades, en tan diversas situaciones… Siempre con mucha alegría, más allá del cansancio o fastidio de la larga o corta espera, del calor que empezaba a arreciar conforme avanzaba el día. Y que se hizo más intenso con la llegada de Francisco y el inicio de la Homilía multitudinaria…

Mi experiencia fue de un lagrimeo incontrolable previo al inicio de la misa. Una mezcla de ardencia a los ojos por la crema protectora del sol en la cara y sentimientos que fluían recorriendo los nombres de las personas con las que normalmente me relaciono o tengo más presente. Entre ellos mi familia, los de mi comunidad, los de mi trabajo, mi barrio… Simplemente di gracias por ser parte de esa experiencia, de compartir una fe vivida de tan diversas formas pero donde todos se sentían “seguidores de Cristo”, como lo recordó e invitó el Papa cuantas veces pudo.

Nos dejó una gran agenda de vida. Hay que trabajar en ello.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 30 de enero de 2018

Matices, detalles y recomposición

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Tengo la impresión que lo sucedido con la consecutiva discusión (y rechazo) de la vacancia presidencial a PPK, así como el indulto concedido (de modo torpe) a Alberto Fujimori, nos han dado un sacudón a todos en el país. Fue como que todos quedamos fuera de juego, incluidos los principales protagonistas. Lo único claro que quedaba sobre el “gramado del juego” fue que PPK seguía siendo presidente y que Alberto Fujimori estaba libre.

Todas las fuerzas políticas se vieron afectadas con el llamado doble “terremoto” político al que se dio lugar. Quedó también claro que PPK no era tan ajeno al manejo político, aunque su aprendizaje aparecía como el del más sesgado concepto del político, como aquel que lo hace sinónimo de “mentiroso” (para algunos sumado a “traidor”) y con una pérdida casi total de su credibilidad como conductor de la nación.

No obstante, debo mencionar que todo este ida y vuelta del juego político vivido en esos pocos días, nos ha generado una mirada más matizada de cómo vemos a los actores políticos. Muchas veces tendemos a miradas desde las cuales situamos a las propuestas u organizaciones políticas como muy graníticas, o muy de “blanco o negro”, alejada de matices importantes que nunca debemos perder de vista. Creo que algo de ello nos ha devuelto la nueva situación que se ha abierto.

No obstante, ello no quiere decir que el deseo máximo del Gobierno actual de PPK, de abrir un proceso y nuevo gobierno de “reconciliación nacional” sea adecuado. O que sea desatinado porque no pretende abarcar a todos los sectores. Quizás lo sea porque se está mal-utilizando un concepto muy significativo para intentar (nuevamente) pasar lo que se dice “gato por liebre” (como fue el hacernos pasar la no vacancia de PPK por el indulto a Fujimori).

Tenemos la impresión que asistimos a una recomposición del gobierno que sólo tendrá viabilidad si es apoyado por el fujimorismo “reunificado” y con participación mayor (aunque ya no como oposición) en la conducción del Gobierno, expresada en una apuesta de mediano plazo. Con el prurito de darle gobernabilidad al país, se trataría de generar una alianza que garantice en el poder desde ya al fujimorismo y le dé proyección de gobierno en la etapa post PPK, más allá del 2021.

Lo anterior supondría focalizar en la izquierda la confrontación política. Neutralizar a otras fuerzas políticas como AP, APRA y APP. Tratar de ganar a su gabinete político al PPC (incluso con la posibilidad de un protagonismo significativo de éste). Es decir, podemos estar asistiendo, sin habérselo propuesto, a la recomposición de la derecha política peruana en el poder, con la pretensión de una proyección de control de mediano plazo y de modo incluso corporativo.

Efectivamente, es un camino. El tema es si el fujimorismo tendrá la capacidad política de mantenerse unido. Tengo la impresión de que ello no ocurrirá. Por el simple hecho de que evidenciaría que Fuerza Popular no existe como partido político y lo único determinante es la “Familia Fujimori”, cuestión a la que no veo por qué tendría Keiko que renunciar. Tendría más que perder que ganar.

En todo caso, desde la oposición, más allá de iniciativas propias que pueda manejar cada organización política respecto a la crisis política en la que nos seguimos encontrando, es importante no perder de vista qué otras propuestas pueden plantearse también (y son de mucha necesidad) para situar la exigencia de un diálogo político nacional y de gestión pública transparente. Una propuesta que sitúe garantía sobre los derechos de la población y atención a sus necesidades más urgentes, como por ejemplo, lo relativo a la reconstrucción del norte, la seguridad ciudadana o la lucha anticorrupción.

Particularmente, pienso que debiera exigirse que se esclarezca del modo más preciso y directo los temas de corrupción que involucran a diferentes políticos, incluido el propio presidente actual (PPK), creándose si es necesario una comisión especial de investigación y decisión sobre todo lo que involucra, con participación de la sociedad civil. Se debe de garantizar un relanzamiento de nuestra economía, poniendo especial atención a nuestra educación, salud y reconstrucción del norte. Se debe garantizar una reforma política que permita mejores condiciones institucionales para una representación política que sea más expresión ciudadana y fortalezca el desarrollo de un sistema de partidos políticos más probo.

Guillermo Valera M.
Magdalena del Mar, 8 de enero de 2018