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Todos somos necesarios para la gobernabilidad

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Hemos pasado una gran lección de política que nos ha dejado muchos aprendizajes. Primero, el hecho de que vamos ya 20 años de ejercicio democrático ininterrumpido y nos aproximamos a nuevas elecciones que pese a todas las dificultades que le salen al paso, tiene todos los visos de darse y afirmar la continuidad de una institucionalidad que no es la mejor y nos hace vivir en zozobra constante pero creo que vamos aprendiendo a convivir.

La confrontación entre Poderes del Estado quizás no sea una “maldición” sino hasta una necesidad para hacernos caer en la cuenta, a través del ensayo – error, los caminos que debemos (y cuales no) transitar para llegar a una “mayoría de edad” institucional, esperemos acompañada también de una ciudadanía activa. Cuestión que no se aprende de la noche a la mañana y menos, tratándose de un país como el Perú que la mayor parte de su vida republicana fue asolada por golpes de Estado, especialmente militares. Por tanto, no es extraño que no sepamos encarar las tareas políticas como se hacen en otras latitudes o con otros mecanismos (y así, en ellos también se cometen errores gruesos y equivalentes). Nada de eso justifica tampoco, pero explica, la existencia de personajes como Merino (AP) o Alarcón (UPP) o Urresti (PP), los cuales parecieran vivir detenidos en el tiempo de una gobernanza de siglos anteriores o “provinciana” (por decir muy localista), muy circunscrita a sus cubileteos, griteríos o mañoserías legales. Y no menciono al otro personajillo de APP por no gastar tinta en personajes destemplados.

Visto a posteriori uno puede decir: Claro, era lógico que Vizcarra iba a quedarse. Sobre todo, si los jefes de algunos de los partidos vieron con anticipación que era una gran burrada plantear una vacancia presidencial en medio de una feroz pandemia y crisis económica, con los peores efectos que los vividos en otros momentos críticos de nuestra vida republicana. Y, más aún, a las puertas del bicentenario que ya empieza en menos de 3 meses y coincidirá como fecha central con el cambio de la banda presidencial el siguiente 28 de julio. Más bien, tiendo a pensar que quizás sería mejor pasar todo el próximo año con la bandera a media asta, por respeto a todos los caídos por la pandemia y otros males endémicos de nuestra patria, como la pobreza, la violencia, las guerras inútiles, las inútiles luchas internas por el poder y tantos males que tenemos que erradicar del modo más firme de nuestra política, sociedad y cultura.

De hecho, no fue para nada previsible el resultado del Congreso del viernes 18 de setiembre sobre la vacancia. Hasta que no terminaron de votar todos no podíamos delimitar el tipo de resultado que se tendría y el significado del mismo. Porque no sólo era un tema de votos más o votos menos para una vacancia, sino el tratar de entender los criterios con los que finalmente se votaba, después de todo un día de pugilato y sistemática y cobarde diatriba contra la institución de la presidencia de la república y de la persona que tiempo atrás quiso adelantar el término de su mandato y lo obligaron a quedarse. Ahora, se le quiso sacar del gobierno; más aún, en medio de la pandemia no planificada por nadie, la cual quiso afrontarla con los medios a su alcance aunque demasiado en solitario, y avanzó con medidas bastante estrictas, aunque insuficientes. La crisis política, generada de modo mezquino, más bien puso en grave riesgo la vida de más peruanos afectos al contagio y la muerte por la COVID19 y colaterales.

Creo que, a estas alturas nadie esta alegre ni satisfecho con lo que tenemos como resultado del proceso político; tampoco con las falencias, medianías y muy limitados servicios del Estado en salud, educación, conectividad, promoción del empleo, extendida informalidad, y otros. Pero no son temas nuevos y se han marcado más con la situación de los últimos 6 meses. Esperemos que para las elecciones de abril próximo haya propuestas concretas de cómo se puede colaborar o ayudar a resolver de modo concertado y con los diversos sectores, dichos problemas. Que podamos garantizar que se convoque no sólo a los empresarios o financistas, o a los trabajadores o campesinos, o a los tecnócratas y la academia. Todos son necesarios de ser tomados en cuenta y con la debida seriedad, incluyendo los jóvenes y poblaciones indígenas y otros. De todos tienen que salir las respuestas necesarias. Esperemos que haya capacidad para hacerlo y encaminarlo a nivel de políticas de gobierno, compromisos y habilidad para gobernar.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 20 de Setiembre de 2020