Archivo por meses: octubre 2009

Defensa de la vida en todas sus etapas y para todos

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El tema de la defensa de la vida es un asunto que debiera convertirse en “no negociable” en prácticamente ningún caso, puesto que la vida humana debe estar por encima de toda otra cuestión. Tanto en el inicio de la vida que se establece en la unión del espermatozoide con el óvulo en el vientre materno (u otras formas que se empiezan a dar); siguiendo por la maternidad de los nueve meses promedio que supone el embarazo y el nacimiento; la niñez y todas las etapas de crecimiento y desarrollo que supone en una persona hacer todo un ciclo de vida hasta llegar a la vejez; la vejez misma en todas sus tonalidades, hasta llegar a la muerte que pueda corresponder.

Por principio, nadie que habite nuestro mundo debiera tener que morir por causas que no estén en manos de todos el controlar, regular, garantizar. Efectivamente, desde el primer momento en que un ser humano es engendrado. Es cierto que el valor de la vida humana se ha tendido normalmente a relativizar por distintos factores, muchas veces por cuestiones culturales, por ignorancia o el propio grado de conocimiento que se había alcanzado en su momento.

Bastaría señalar que en nuestra América, cuando fue visitada por los europeos de distinto origen, consideraban que aquel que no tuviera alma no debiera ser considerado persona; personajes como Bartolomé de las Casas abogaron por la población indígena local y lograron que entrara dentro de la categoría de personas. Aunque la población negra que se trajo del África no corrió la misma suerte y se le esclavizó y maltrató como si no fueran personas. Cuestiones culturales de entonces

Hoy en el mundo se muere de hambre mucha gente inocente y normalmente se ha tendido a justificar como “costo social” el que ello suceda, pese a que tenemos condiciones para que toda la población mundial pudiera satisfacer sus necesidades básicas de alimento y salud, además de acceder a una vivienda y educación digna. Pero la lógica del funcionamiento de la economía centrada en la riqueza de unos pocos y la distribución injusta de la riqueza existente no lo permite. Preferimos creer de que ello forma parte de una lógica natural que no se puede transgredir.

Si esas que son personas físicamente más visibles y que los medios de comunicación social nos la hacen ver en pantalla cotidianamente, no se toman muchas veces en cuenta, puede resultar para algunos sectores más difícil aceptar que seres humanos que recién inician su proceso en el útero de una madre, puede tener valor el ser consideradas como tales. Incluso no siempre, a lo largo de la historia, se tuvo claro cuándo podía determinarse que la unión sexual (y la de un espermatozoide con el óvulo respectivo) daba lugar y era considerable un ser humano; simplemente se daban las cosas y se afrontaban, con mayor o menor valor sobre esos indefensos que empezaban a crecer.

Sin embargo, cada vez se toma mayor conciencia del valor de la vida humana en todas sus etapas y va gestándose la necesidad de que las políticas públicas se ordenen alrededor de garantizar la misma en todos sus momentos y consecuencias. Una de ellas es en el tema de la concepción y los problemas sociales que puede plantearse tanto en situaciones que se pone en riesgo la vida de la madre, la malformación del futuro ser viviente, como la de situaciones traumáticas de violaciones o concepciones no deseadas.

Aunque no hay cálculos muy claros, se aproxima la existencia de más de 350 mil abortos al año en nuestro país, cuestión que es realmente indiciario de la ignorancia que reina en considerar que son vidas humanas las que se están eliminando. ¿Cómo se puede llegar a establecerse una mayor conciencia al respecto? ¿Cómo hacer para que el tema no se sitúe sólo ni principalmente en una suerte de conciencia de culpa moralista y se generen juicios de valor condenatorios a priori? ¿Cómo establecer un sentido de mayor compromiso sobre el problema y la búsqueda de soluciones que no se agotan en el corto o mediano plazo? Es compleja la situación pero tiene que vertebrarse de forma integral, respondiendo a las diversas situaciones que ella comprende y las distintas situaciones de vida en que ella se plantea.

Siendo un tema que levanta distintas sensibilidades, diera la impresión que sólo el término aborto causara una repulsión a muchos sectores y se tratara de absolutizar cualquier caso que del tema se tenga que discutir, pasando por alto sus distintas situaciones. A propósito del último debate público realizado sobre el tema, felizmente no se ha estado discutiendo en general si se está a favor o en contra del aborto. Puesto así en general, creo que nadie debiera pronunciarse a favor, salvo reducidos sectores que pueden confundir derechos propios con la trasgresión de los ajenos (y el valor que también tienen éstos, por más insignificante que sea el ser humano del cual tratemos).

Sin embargo, lo que se ha venido buscando regularizar como política pública son casos especiales, en los cuales sólo los temas de aborto quirúrgico y eugenésico debieran hoy por hoy ser contemplados y, con las mediaciones pertinentes, ser considerados. El problema es cómo somos también consecuentes como sociedad y Estado para crear condiciones de vida adecuados a todos los seres humanos que les corresponda venir al mundo, además de establecer las condiciones educativas y de salud que orienten la mejor forma de encaminar las relaciones sociales, afectivas y sexuales entre las personas de manera más adecuada y responsable.

Dicho lo anterior, no debemos perder de vista que no se resuelve de la noche a la mañana el número de abortos que se han venido dando cada año (y que segura y lamentablemente continuarán). Me pregunto, ¿es posible generar campañas que permitan tomar decisiones diferentes a las potenciales madres? Ojo que es un tema que atraviesa a todos los estratos sociales. ¿Es posible ampliar centros de atención a madres gestantes con dificultades reales para hacerse de una criatura y que puedan hacerse cargo de la misma si la madre no pudiera asumirlo?

Desde la Iglesia ¿es posible construir actitudes más integrales que permitan facilitar el uso de métodos anticonceptivos, ya que el propio uso del condón se suele poner en cuestión? ¿Qué la gente sintonice también fe y vida desde la propia dimensión sexual que le toca vivir como pareja y familia? ¿Cómo es posible ayudar de mejor manera a evitar concepciones indebidas? Creo que, más que juzgar y culpabilizar a las personas que pudieran haber caído en situaciones de aborto, se tendría que prevenir y orientar mejor para ayudar a que las condiciones de vida y educabilidad mejoren para todos con más urgencia.

Entre otras cosas, haciendo conscientes (y porque somos conscientes) de que Dios esta presente (y de manera gratuita) en todas las formas de vida en el mundo, pero de manera especial en cada persona humana. Y con ese mismo sentido de gratitud y entrega debemos aprender a vivir desde la situación concreta que nos ha tocado a cada uno, especialmente en solidaridad con el más desfavorecido y pobre. Que la defensa de la vida sea lo que ordene todo lo que pensamos y construimos en nuestro mundo para todos los seres humanos y en todas sus etapas de vida. Traducirlo en compromiso de todos los sectores sociales y en políticas públicas es parte de los desafíos.

Guillermo Valera M.
1 de noviembre 2009
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Aprender a ser plurales como Iglesia

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Es significativo identificar distintas experiencias válidas de vivencia comunitaria religiosa que nos permiten ver los distintos caminos que puede haber en la búsqueda de cultivar la fe, de vivir lo trascendente y de compartir relaciones humanas profundas. Con énfasis diversos, estableciendo pautas de aproximación que nos hacen ver de cualquier manera que la fe es una experiencia que necesitamos vivirla en forma compartida y vinculada con la realidad del “otro”.

A propósito del capítulo XVII (“Otros tipos de Pluralismo Católico”) del libro de Manuel Marzal “Tierra encantada. Tratado de antropología religiosa de América Latina”, se sitúa 4 experiencias de comunidad que han marcado nuestra plural iglesia de distintos modos: Comunidades Eclesiales de Base – CEB; carismáticos; católicos seculares; y los llamados “nuevos movimientos eclesiales”.

Todos ellos se identifican como nacidos alrededor de la experiencia honda que significó para nuestra Iglesia Vaticano II, donde una característica será la manera cómo destaca el nuevo papel de los laicos en la iglesia. En especial, las conferencias del CELAM que se dieron en Latinoamérica (Medellín y Puebla), pondrán atención a una pastoral más vinculada a los pobres; inspiran y alimentan experiencias de CEBs., ayudando a dar forma a una iglesia más “pueblo de Dios”; a ser mejor factor de esperanza y compromiso diverso; articulando mejor vida religiosa con lo social. Muchos desafíos se desprenderán de ese caminar como es la inculturación, el diálogo inter religioso, el ecumenismo y el pluralismo, el sentido de lo laical, el compromiso político, entre otros.

En los carismáticos es interesante la atención puesta al tiempo de Pentecostés y la renovación que ella nos trae como gracia que podemos descubrir de manera más ordinaria y cotidiana. El poder del Espíritu Santo para sanar y manifestar su poder a través de la oración.

Los católicos seculares tienen un tinte más intelectual y algunos lo miran como el “catolicismo del futuro”, considerando que el ser humano ha llegado a su fase de “autonomía adulta”, subrayando la importancia de la decisión personal, la fidelidad a sí mismo y la necesidad de una autonomía cada vez mayor. En algunos casos también significa la pérdida de fe en la institucionalidad eclesial.

La aparición de los nuevos movimientos eclesiales es un hecho complejo, con influencias más post modernas; buscan poner mayor énfasis a una experiencia religiosa más de carácter personal; se da como un fenómeno paralelo al de nuevas iglesias, sectas y grupos de reavivamiento espiritual. Se reconoce en el movimiento Neocatecumenal un esfuerzo importante de formación religiosa, con especial atención a la resurrección de Jesús.

De acuerdo a lo anterior, vemos que algunos caminos establecen sentidos de compromisos más activos y directos sobre los problemas urgentes sobre los que nos interpela la vida y otros pueden quedarse en construcciones más místicas. Sin embargo, no deja de ser significativo y clave que exista una pauta de oración y relación con Dios Padre que ayude a anidar una conciencia y vida de fe más amplia al propio individuo que hace la experiencia. Me refiero al valor que tiene la vivencia de la fe en comunidad. En ese sentido, rescato en general todas las formas de vivencia comunitaria que significan un sentido más rico de espiritualidad a una estrictamente “individual”.

De lo presentado, en particular, me identifico más de cerca con las experiencias de las Comunidades Eclesiales de Base – CEB, por lo que han significado históricamente en varios países, en particular el Brasil. Pero también porque sé muy de cerca la riqueza que ellas pueden encerrar cuando se logran articular y mantener una continuidad de formación, acompañamiento y celebración encarnada. Me refiero con ello a la experiencia que conocí de cerca en la red de catequistas del Vicariato de Jaén, en especial lo concerniente a la Provincia de San Ignacio donde trabajé 3 años hace un tiempo atrás (1982-85) y que continúa muy activa en la actualidad. Allí pude aprender a admirar cómo una red de catequistas rurales podía mantener viva una comunidad de fe más amplia en los diversos caseríos a donde los sacerdotes llegaban 1 ó 2 veces por año. Con los catequistas se organizaba a la comunidad y no sólo con fines religiosos sino cívicos, buscando atender temas locales de desarrollo y de atención a los que eran más necesitados entre todos.

De otro lado, no deja de ser interesante la existencia de otros grupos en cuanto a posibilidad de riqueza de diálogo y de pluralismo, lo cual debiera ayudarnos a enriquecer las diversas formas de ser iglesia y de cómo construir el reinado de Dios entre nosotros y para todos (¿No nos falta ser más ecuménicos en uestra propia Iglesia Católica?). Lamentablemente las cosas no suelen procesarse de esta forma. Todo ello pueden ser tomados como desafíos interesantes para las Comunidades de Vida Cristiana – CVX y para la Mesa de Movimientos Laicales.

Guillermo Valera Moreno
24 de octubre de 2009 Sigue leyendo

Aprender

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Hablar menos y decir más
Darme mayor tiempo para
escuchar

Discutir menos
saber dar más la razón
al otro
y escuchar mejor
sus razones

Siempre hay algo importante
en el otro
que tengo que saber descubrir
y de quien tengo
también que aprender

Hablar menos
puede ser de sabios
si no nos anteponemos

Descubriendo al otro
y la realidad más amplia
tal cual es
… y amamos con pasión

Concentrarnos en el amar
es difícil
es equilibrio de voluntad y gracia
es aprender
a dejarse guiar
y aprender a guiar

guillermo valera, 30 setiembre 09 Sigue leyendo