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Camino espiritual y creativo

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En el discernimiento, tanto individual o comunitario, es de mucha importancia tomar atención a las dimensiones psicológica y espiritual, las cuales suelen entremezclarse o venir “juntas” en muchos aspectos. De allí que se suele hablar de desolación y consolación, de las reglas de discernimiento en los Ejercicios Espirituales Ignacianos y otros para situarse en aspectos o caminos para su tratamiento.

1. Lo relativo a la consolación y desolación en todo proceso de discernimiento es clave ya que dará pauta de lo que mejor ayuda a la decisión buscada de modo colectivo. Se entiende la consolación como todo aquello que conduce y está centrado en el amar, porque trasciende a uno mismo. Orientado al mejor bien, y entendida como servicio y compromiso. Todo lo que nos hace sentir y vivir encaminados a una mayor fe, sentido de esperanza y solidaridad activa.

Siendo la desolación, más bien, expresión de oscuridad, turbación y todo lo contrario a la consolación. Es muy importante considerar que la consolación nos conduce a la unanimidad; la armonía y la paz; la alegría y el sentido de gratuidad; a una dinámica de “magis”. De otro lado, la desolación nos aleja del mejor bien o nos saca de éste; nos sitúa en enfrentamientos “irreductibles” y de intereses subalternos o secundarios. De allí que se afirma con sabiduría cosas como que “en tiempos de desolación no hacer mudanza” (o sea, evitar hacer o tomar decisiones significativas).

2. Es recomendable revisar las Reglas de discernimiento de Ignacio previstas para los Ejercicios Espirituales (una experiencia completa de ellos, está prevista de hacerse en 30 días). Especialmente, es bueno revisar las “reglas de 2da semana”. En ese contexto, y muy brevemente, reconocemos que en 1ra semana la persona es tentada de salirse de su camino “grosera y abiertamente”; en la 2da semana suele ocurrir ello mismo, aunque bajo la “careta” o “especie de bien”.

En todos los casos hay que estar atentos a cómo se presenta el mal (o se manifiesta) para hacerle frente debidamente. Manejando temores y miedos que pueden paralizar o dibujarnos una realidad ficticia. Aprendiendo a darnos cuenta por qué caminos muchas veces llegamos al mal, se tuerce la verdad, o nos alejamos del bien común. Porque con facilidad caemos en engaños y es muy importante saberlo situar y procesarlo. Sabiendo corregir (nos) a tiempo o en cuanto asumimos conciencia de ello. Obrando de modo simultáneo, como si todo dependiera de uno, aunque Dios actúa a través de cada uno de nosotros. Sabiendo que todo depende en última instancia, por la fe, de Dios mismo (todo está en sus manos).

3. En todo proceso de discernimiento, individual y comunitario, hay en juego mucho de nuestra psicología. Todo ello tiene que ser tomado en cuenta de modo responsable por todos, en lo que a cada uno le toca. En particular: (a) La psicología de grupo podría prestarse para la manipulación (a veces muy sutil) o la imposibilidad de llegar a acuerdos adecuados, si no colaboramos todos (o la mayoría) al propósito que se plantee.

(b) Hay que cuidar en la toma de decisiones la tensión que suele haber entre ponerse de acuerdo y el ser crítico (o dejar de serlo), sabiendo exponer siempre con humildad lo que se quiere comunicar. (c) Tener cuidado de ciertos apuros (o faltas de tiempo), “lealtades” que se forman, excesos emotivos (primero se decide y luego se buscan razones). Todo ello apunta al sentido de madurez con la que debemos proceder, siendo “amos de nosotros mismos”.

(d) Saber distinguir las consolaciones (y desolaciones) en lo que corresponde; de falsas alegrías (o de depresiones más psicológicas); siempre atentos a lo que nos conduce al mejor bien. (e) Poner de relieve lo que nos ayuda a pensar juntos, tomando como base la capacidad propia de pensar de cada uno. Atentos a los prejuicios que nos pueden limitar, a los “pensamientos secretos”. Buscando en todo momento el diálogo y el entendimiento de los puntos de vista diversos, del modo más inclusivo posible.

4. Un gran desafío que nos plantean los puntos anteriores es la manera cómo los laicos podemos abordar el discernimiento comunitario de modo adecuado. Sabiéndonos que normalmente formamos parte de comunidades cristianas distintas a las que pude corresponder a las congregaciones religiosas, experiencias de vida consagradas o similares.

De hecho, cuando lo hacemos, los laicos participamos de comunidades cristianas laicas (CVX, comunidades de base u otras), pero nuestra comunidad más vital y permanente está en la familia a la que estamos adscritos (la que fuera). En el trabajo normalmente tenemos otro espacio o núcleo de relaciones muy importante. En nuestro rol de ciudadanos qué duda cabe. Vincular fe y vida es una clave en ello. Con relación al discernimiento comunitario es algo a seguir aproximando y profundizando desde lo que son nuestras comunidades laicales. Y también desde las comunidades de religiosos.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 23 de agosto de 2017

Conocimiento y experiencia espiritual / Apuntes para el discernimiento comunitario

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Abordamos a continuación algunos elementos que nos parecen significativos para trabajar discernimientos comunitarios. Puede parecer complejo lo que se plantea o poco realizable, aunque tiene que ver con grados de profundización de nuestra experiencia espiritual como comunidades cristianas de diverso tipo e integrantes. Las ideas que expongo están inspiradas en el artículo escrito de “Criterios de discernimiento y situaciones colectivas”, de Manuel Segura SJ.

1. Hablar del discernimiento comunitario es un asunto que nos sitúa en un camino y propósito constante de buscar entendimientos; de aprender una y otra vez a conocer razones (saberlas escuchar y entender); a saber discrepar con más agudeza y descubriendo juntos lo que es importante. Finalmente, para aprender a tomar decisiones sobre aspectos trascendentes.

Desde nuestra fe cristiana, supone inspirarnos en los valores del evangelio y saber ponernos en manos de Dios (confiando en quiénes tienen la mayor responsabilidad) para ayudarnos a encaminar rumbos colectivos, lo más cercanos a la voluntad del Señor. No se trata tanto de debatir puntos de vista como de clarificar razones a favor y razones en contra para que, con el mejor conocimiento, se puedan tomar las decisiones más pertinentes sobre algo que atañe a un colectivo.

2. Es muy importante considerar que en el discernimiento individual uno se esfuerza por un conocimiento hacia dentro de uno (el “conócete a ti mismo”), ese es su acento, guardando equilibrio con la realidad y contexto que abarcan a la persona. Sin embargo, en el discernimiento comunitario el acento está puesto en decisiones que involucran a un grupo de personas más amplio. Por lo que es importante saber conocer a los demás (con mayor razón al diferente o al que tiene menos posibilidades), los contextos y escenarios en juego, todo lo más que sea posible y pertinente. Es necesario tener el conocimiento preciso de lo que se va a discernir, su contexto, razones y otros.

3. Aunque parezca muy exigente, introducirse al discernimiento comunitario supone requisitos previos que uno debiera recorrer y saber encaminar. Lo que Ignacio llama el “subjecto” adecuado en las personas para introducirse en dicho proceso. Lo cual pasa por un esfuerzo en cada uno de oración y examen personal; dirección espiritual; Ejercicios Espirituales regulares; conocimiento de la realidad humana y social; sentido de pertenencia a la Iglesia universal (desde la participación comunitaria); ausencia de problemas psicológicos serios.

4. Así mismo, para el discernimiento comunitario se requieren de ciertas condiciones de actitud personal. Es muy importante que cada quien se prepare y cuente de la mejor manera de: (1) libertad interior (disponibilidad profunda y amorosa); (2) confianza mutua con quienes participan del proceso; (3) manejo de los propios individualismos, los cuales todos arrastramos de diversa manera, ya sea bajo la forma de intolerancia, activismo, miedos, protagonismos u otros.

5. Asumido lo anterior, y entrando al escenario mismo del discernimiento comunitario, debemos tomar en cuenta los siguientes elementos: (a) Plantear bien el problema o tema a decidir, siendo conscientes que debe ser algo relevante y significativo para el grupo discerniente. Evitar hacerlo con cosas que podrían no tener mayor relevancia. (b) Es importante contar con alguien que monitoree (y acompañe) el discernimiento y vaya marcando las pautas a seguir.

(c) Saber situar (y procesar) los momentos de consolación y desolación que pueden presentarse, ya sea individuales o colectivos. (d) Contar con un tiempo prudencial para encaminar adecuadamente los momentos de oración personal, conversación grupal, interacción en conjunto (plenaria); toma de decisiones. Se trata de orar y clarificar las mejores razones a favor y en contra, situando los mecanismos más adecuados de discernimiento y diálogo en ese propósito. (e) Valorar bien la situación al momento de decidir sobre el propósito del discernimiento realizado. Si hay condiciones adecuadas; si se ha conversado lo suficiente; si existe consenso y armonía de modo predominante. (f) Recoger por escrito lo que se acuerde, para que quede constancia y haya continuidad de futuras conversaciones equivalentes.

Ciertamente el manejo de los tiempos y plazos que se cuenta para dicho proceso puede significar que se pueda profundizar o no tanto sobre el propósito del discernimiento. También el interés y concordancia de propósitos. Como fuera, serán aproximaciones sobre las que habrá que seguir aprendiendo y caminando.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 20 de agosto de 2017