Archivo por meses: septiembre 2015

Es resaltable…

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Ayer sábado (26 de septiembre) estuve por Mi Perú, por Ventanilla (Callao), dedicando tiempo a encontrarme con un amigo que se presenta a la alcaldía del novísimo distrito del mismo nombre (en realidad estuvimos varias personas en dicho propósito, pero lo hablo desde mi propia experiencia). Es tercera vez que lo intentará (antes como centro poblado menor) y, aunque tiene limitadas posibilidades de lograr éxito, es interesante su actitud animada para servir a su localidad, de ir más allá de las cosas que ya hace con esfuerzo y generosidad, tanto en el sector educativo, su hogar, su comunidad cristiana.

Daniel Barreda es un profesor a quien le tengo una especial consideración, tanto como estimado amigo, integrantes de CVX y una particular admiración por su vocación antes descrita, ejemplar en varios sentidos y necesaria de reproducir en nuestros tiempos de política marcada por la corrupción, el “robo pero hago obra”, “soy ladrón y con orgullo”, el “todo vale” (en tan diversos sentidos), el “yo la sé hacer” (a los otros los pescan por cojudos)… Frases que, en el cotorreo político son tan comunes y Daniel me lo hacía notar. Seguramente, Daniel, sería una gran cosa que llegaras tú a la Alcaldía. ¿Qué habría que hacer para traducirlo en realidad?

Hace más de dos semanas tuve ocasión de ir con mi hijo Pedro a ver la Cautiva, presentación teatral que se reestrenó con motivo del buen festival “Sala de Parto” y que debo decir, como a mucha gente que la ha visto, me impresionó como pocas, o podría decirse mejor, me impresionó de manera especial. Es una gran invitación a asumir nuestra historia, nuestra vida por crítica que sea o nos haya tocado vivirla, como ha sido esa fase de la guerra interna que nos tocó vivir durante dos décadas, especialmente en Ayacucho.

Es un gran llamado a dialogar sobre lo que nos puede ayudar a crecer como conjunto, desbloqueando resistencias comprensibles pero que no pueden quedar solo planteadas como vallas o procesarse de las maneras primarias como varias veces ha sucedido (por ejemplo, la de supuestas apologías). Porque nos afecta a todos: a quienes nos tocó vivirla de modo más o menos directa, y para quienes hoy la viven como algo que sucedió antes de que nacieran (ya sea porque literalmente es su situación o aún se sienten ausentes de conciencia sobre hechos tan vitales).

Sólo agregaré que esa misma noche me fui a dormir con más conciencia de la importancia de lo que vi y la necesidad de reconciliarnos como país en nuestras raíces profundas de cada persona que le corresponde ciudadanía o es habitante de nuestro territorio. Esa noche sentí que algo se reconcilió en mí y que algo maduró mejor en mi interior. Fue algo en lo que hay que continuar dando significación a todo nivel.

En poco menos de dos semanas, estaré en Piura. Voy a reunirme con mis compañeros de promoción de colegio (Vizcardo 75, Colegio San Ignacio – Piura). Celebramos 40 años de ex alumnos y es motivo de alegrarnos por ello, de agradecer la formación que recibimos, de compartir algunas de nuestras vivencias, tan diversas. Seguro estaremos una buena cantidad de nosotros (¿llegaremos a 50?), algunos viajando desde otras latitudes.

Se me ocurre que debiéramos hacer el esfuerzo de compartir cómo agradecemos la formación que recibimos cada uno en el colegio; cómo agradecemos el derrotero que nos tocó seguir, con sus altibajos y caminos singulares, todos muy respetuosos de ser escuchados, considerados, tenidos en cuenta. Quizás debiéramos hacer como los niños: cada uno en una hoja de papel (o cartulina) podríamos poner en un dibujo (el que sea) lo que ha sido su vida, su experiencia, su derrotero. Quizás conseguiríamos un mosaico muy significativo. Será una celebración agradable.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 27 de septiembre de 2015

Nuestro saber y la experiencia

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Ocurre que la experiencia de algunos años laborando en las cosas que a cada uno le toca nos puede dar una cierta experticia y conocimiento adecuado de su manejo. En mi caso, lo referente a proyectos diversos en mis labores de trabajo; mi propia participación en CVX; incluso el tener casi tres décadas de matrimonio u otros menesteres diversos o más puntuales.

Ello nos permite formarnos opiniones más o menos consistentes sobre diversos puntos que están relacionados. Por ejemplo, el diseño de un proyecto, cómo se hace, como se debe rendir un informe, los puntos clave de un seguimiento de ejecución de un proyecto, la relación con los donantes, su variedad y singularidad que hay que distinguir siempre en la relación con ellos… así, otros aspectos, otros detalles.

El saber adecuado, sin embargo, no nos exime de la humildad con que hay que saber relacionarse con los demás, para el propósito de ejecutar las tareas que puedan corresponder o para transmitir los mismos conocimientos que uno pueda encerrar. En ello, es bueno ser consciente o reconocer que uno con facilidad puede caer o deslizarse en pasar por el sabelotodo de eso que conoce y manejarse con cierta soberbia de lo que se sabe y lo que el otro no sabe. Con el aire de suficiencia que puede hasta despreciar lo que otros no saben y uno sí.

En todo ello es necesario aprender a guardar equilibrios, como para muchas cosas. Entre lo valioso que significa conocer algo, de modo más o menos profundo e incluso especializado, y lo que puede significar usar dicho conocimiento como fuente de poder (incluso excluyente), del saber y la gestión del conocimiento a que pudiera dar lugar. Varias veces me he preguntado, por qué muchas veces no es posible un compartir más adecuado de ello, desde un sentido pedagógico, donde todos podemos aprender y ganar con las cosas que se van descubriendo en pequeño y que, acumulativamente, nos pueden permitir algo mayor. Debo entender que ello quizás es influjo de la manera como nos relacionamos muy individualista y “en competencia”, todo lo cual nos puede hacer perder de vista, la importancia de la colaboración y el servicio en todo lo que hacemos.

Con mayor razón, si aprendemos a caer en la cuenta que hay tantas cosas que recibimos gratuitamente y que quizás sólo un 5 ó 10% de las cosas que hacemos se deben efectivamente a lo que podríamos llamar “mi esfuerzo personal”. La gran mayoría de cosas las recibimos gratis de los demás, de la innumerable cadena de relaciones de las que está hecha la vida de cada uno. Sin embargo, a veces podemos pensar que todo o la gran mayoría de cosas se deben al esfuerzo muy personal de cada quien.

Esa dimensión de la gratuidad, de la importancia de la colaboración, son bonitos referentes que pueden ayudarnos a dimensionar mejor nuestra vida. Un vehículo para detenernos a pensar más allá de nosotros, de la competencia, de la excelencia que a veces nos puede obsesionar tanto. Y detenernos a profundizar en lo importante. Entendiendo que la sabiduría a la que debemos sentirnos invitados a profundizar es aquella centrada en el amor, amor que ese personaje Jesús se encarga de recordarnos constantemente.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 20 de setiembre de 2015

El camino de Fe y Alegría

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Está claro que ninguna experiencia por más desarrollada que tenga en años o por más acabada que pudiera sentirse como propuesta, se puede considerar acabada. Más aún, si se considera que pretende seguir desarrollándose y creciendo. Es el caso de Fe y Alegría con sus casi 50 años y que nos invita a sentir en ella una fresca brisa del paso y esfuerzo de miles de personas que han apostado por ella en el Perú (y en América Latina y en otros continentes), así como las decenas de miles de otras tantas que se han visto beneficiadas por ella de modo directo o indirecto.

Donde su caminar ha sido hecho no sólo con la voluntad de querer sacar adelante un proyecto educativo significativo o apostar a una necesidad política de los sectores más débiles de nuestra sociedad. Todo ello ha existido y ha sido bueno, pero se ha dado dentro de las consideraciones de un deseo de amar lo que se hacía, de moldear con fe las esperanzas de los diversos pueblos que apostaron de modo conjunto al crecimiento de la experiencia y que, con ellos, sus hijos, sus amigos, sus padres de familia y toda la comunidad educativa específica que se involucraba en cada caso, supieron sacar adelante dicha labor, normalmente enraizada en una fe también religiosa pero integradora y convergente en las necesidades que se planteaban y la manera creativa que se daba lugar para hallar respuestas en cada caso, así quedaran algunas cosas sin resolver.

Donde normalmente se ha respetado la singularidad de los caminos de cada institución educativa en esa llamada autonomía funcional que se ha seguido, sin perder de vista la misión y los criterios de trabajo común vertebrados en un movimiento también llamado de educación popular, porque entre otras cosas desafiaba a la propia educación pre-existente en la apuesta de construir y hacer llegar “educación de calidad” a los sectores populares, en las zonas donde “termina el asfalto”, haciendo el bien pero “haciéndolo bien”, confrontándose con los temas de la replicabilidad de la experiencia, de cómo volcar sus bondades hacia otros y, también, hacia las llamadas políticas públicas.

Son muchas cosas las que nos puede sugerir la riqueza de una experiencia como la del movimiento educativo de Fe y Alegría. Susana Helfer, quien se ha hecho cargo de sistematizar su propuesta educativa, nos presentó buena parte de ese caminar en el llamado Conversatorio sobre “Educación pública de calidad: el caminar de Fe y Alegría”, realizado el pasado 3 de setiembre en la Universidad del Pacífico. Fue un momento propicio para intercambiar una serie de puntos necesarios de profundizar y que es importante ir identificándolos para su mejor procesamiento.

Empezando por los elementos que tienen que ver directamente con la propuesta educativa propiamente dicha, la misma que se identificó en razón de cuatro grandes componentes:
(1) Identidad; (2) Gestión; (3) Propuesta pedagógica; y (4) Compromiso de sus actores.
No había un afán de querer abarcar todo de todo, aunque sí una imagen muy totalizadora de la unidad de sus diversos elementos y la comprensión en esa trama compleja que significa hacer educación pública con las limitaciones de un Estado, en muchas ocasiones con escasez de recursos o por sus limitadas ideas o capacidad de encaminar un proyecto educativo como parte de una propuesta de desarrollo más amplia para el país o la realidad más específica de cada región.

Es ese tinglado especial lo que hace a la propuesta educativa de Fe y Alegría, lo que le da vida, compromiso, continuidad, esperanza, deseos de crecer y expandirse; lo que le da logros y capacidad de desarrollarse como parte del desarrollo de cada pueblo con el que se ha ido insertando. No el pueblo en abstracto sino los pueblos concretos de cada localidad en las que ha crecido cada uno de las ocho decenas de instituciones educativas (y más con las redes rurales) que se han encaminado. Tejidas en esa identidad envuelta en marcos ideológicos, de valores y de aspectos prácticos para la vida del trabajo y emprendimiento. Donde se apuesta a un buen currículo, al crecimiento de las personas, así como a todo lo que nos dignifica. Partiendo de las necesidades concretas y desarrolladas con mística y compromiso de sus actores, formando a los profesores con el perfil que Fe y Alegría requiere, dentro de un clima de confianza y de relaciones humanas acordes, sustentado en una organización sustentada en la planificación y liderazgo participativo en todos sus niveles de labor.

Atendiendo la gestión con compromisos diversos y complementarios. Porque la “creación de una escuela es producto de la suma de intereses, voluntades y esfuerzos de muchos”. Tanto la comunidad local, el Estado y la oficina central de Fe y Alegría, se dan lugar para converger en la constitución de un colegio específico. Descansando su gestión en un equipo directivo; con diversos acompañamientos mutuamente aceptados, con unidad en la misión pero respetando la singularidad de cada proceso (la llamada autonomía funcional). Donde se pone mucha atención y tiempo a necesidades de profesores, alumnos, familias y público en general.

Entendiendo la propuesta pedagógica como un sano trabajo en equipo, dentro de comunidades de aprendizaje; formación, asesoría y acompañamiento permanente; con apuestas por currículos que atienden capacidades y competencias y en los cuales se integra conocimientos y actitudes. Con mucho esfuerzo de programación y altas expectativas puestas en los estudiantes. Donde los profesores de alguna manera son la columna vertebral de todo ello.

Lo cual no puede entenderse sin los actores diversos que convergen, incluyendo a estudiantes, padres de familia, personal administrativo, población local (además de otros ya mencionados), en sus diversos roles. Que creen, confían y se comprometen. Con mucha vocación e involucramiento voluntario. Apostando por la educación como vehículo de desarrollo sostenible y de servicio.

Sin dejar de señalarse elementos críticos explícitos (o desafíos) como el cuidado de la identidad, el cómo se toma en cuenta mejor a las regiones. Lo relativo a redes y su fortalecimiento, así como su mayor comunicación entre niveles diversos. El cultivo de la relación con el Estado de modo más empático y de mutuo aprendizaje. El vencer inercias en los aspectos pedagógicos. Una mayor atención a la educación rural (y a la educación bilingüe por supuesto). Un involucramiento más creativo de los actores en el tiempo. Cómo se aprende de dichas experiencias para sacarles mejor provecho. Se podría decir también, cómo recreamos la experiencia de Fe y Alegría después de 50 años, qué habría que dejar o apuntalar mejor; con los medios de comunicación y la revolución tecnológica del internet que nos plantea como cambios; es el aula el centro de la vida educativa del alumno… En fin hay muchas cosas y preguntas por seguir profundizando.

Todo lo cual nos devuelve a la hermosa apuesta que sigue siendo Fe y Alegría, por los niños y niñas, por la suma de voluntades puesta en juego, por ese sentido de compromiso y esperanza, por esa apuesta por un país más grande de corazón que late y en constante movimiento.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 15 de septiembre de 2015

Sería deseable

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Sería deseable que las organizaciones de izquierda pudieran unirse e ir juntas a las siguientes elecciones generales de abril 2016, pasando por un acuerdo político básico de programa, tolerancia, amplitud de horizonte y esfuerzo de renovación en los diversos aspectos que demanda el mundo en el que vivimos, centrada en democracia, justicia, paz y cultura, resumido en un acuerdo de “vida y dignidad para todos”.

Pensaba en ¿qué se podrá hacer para que ello pudiera crecer y legitimarse? Más aún, cuando personas muy referentes se nos van y, aparentemente, nos quedamos más huérfanos o en soledad. Sin embargo, será mayor motivo también para que emerjan nuevas personalidades (confiamos en ello) y será la mejor forma de rendirles tributo, como el caso reciente de la partida de Raúl Wiener, destacado hombre de izquierda y periodista de mucha valía, siempre honesto y valiente en sus puntos de vista y labores.

Creo que Raúl también apreciaba la necesidad de la unidad, por supuesto, sin que fuera a cualquier costo. Sin embargo, sigue habiendo una ceguera de cómo se hace política para aproximar a los diferentes que coincidimos en opciones programáticas básicas. Que sepa despertar y hacerse sentir como aire fresco; que nos permita sumar y convencer que podemos comprendernos dentro de un mismo jardín de flores diverso.

Estamos en un terreno tan frágil que pareciera que si no salen como candidatos los que tienen consigo la inscripción legal de su organización, la cosa no va para adelante. Me he preguntado si no sería necesario pedirles a ambas personalidades implicadas (Yehude Simons y Marco Arana) que, en aras de la unidad necesaria de la izquierda, debieran deponer sus candidaturas, dejando el paso a nuevas posibilidades. Aceptando que ambos puedan ser parte integrante de las listas parlamentarias que se configuren finalmente a nivel nacional. ¿Sería algo justo y necesario o es una necedad frente a posturas tan inflexibles y concluyentes? Nuevamente, ¿queremos hacer política o nos contentamos sólo con una mirada reiteradamente estrecha de lo que se puede hacer y podemos hacer?

Como dice Steven Levitsky, además de lo anterior, necesitamos de no jugar a demócratas y ser muy autónomos en nuestra postura sobre la necesaria democracia para gobernar, para construir el país más justo y solidario que queremos y para recuperar la confianza del pueblo en sus propias esperanzas, en sus propias organizaciones y en sus propias aspiraciones. Donde la democracia es algo sobre lo que no podemos dudar, aún a costa de criticar principistamente a otros gobiernos o países, por más buenos deseos que pudiéramos tener hacia ellos en sus respectivos derroteros políticos, particularmente, refiriéndonos al caso de Venezuela.

Lo anterior cabe para un conjunto amplio de cuestiones, aprendiendo a reconocer errores donde los hay (los que fueran si lo son), para saber ser mejores críticos de lo que no queremos y no repetir situaciones, ni inventarnos campañas externas cuando se nos pueda señalar los mismos, por más autoridad que se sea formalmente, ya fuera en la política, en la religión, en la economía o en la cultura. Porque la verdad es revolucionaria así cueste transmitirla o persuadirla con facilidad. Algo de ello hemos aprendido con la Comisión de la Verdad y Reconciliación y muy de a pocos sigue abriéndose paso (y seguramente un juicio más histórico sintonizará más con el conjunto del país más adelante).

Sería deseable practicar también el perdón en la política y en muchas otras dimensiones para posibilitar nuevos acuerdos y posibilidades. Entre otras cosas, para hacer factible una nueva unidad de la izquierda en éste recodo de nuestra historia.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 6 de setiembre de 2015.