Un minuto de silencio

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Tímidamente, el pasado domingo (7 de junio) el gobierno declaró esa fecha de luto nacional por los lamentables hechos ocurridos en la selva norte (Bagua y otros puntos aledaños). Al comienzo dio la impresión de que se tomaba en serio el tema y que, por supuesto, abarcaba a todos los muertos habidos (policías, indígenas Awajun, etc.).

Un evento que hubiera correspondido tomar en cuenta para ello fue, por ejemplo, el partido de fútbol jugado entre Perú y Ecuador. Estábamos de luto. ¿No debió hacerse un minuto de silencio por todo ello? Al parecer hubo otras complicaciones que ni siquiera se entonaron los himnos respectivos de los dos países. Sin embargo, tampoco se vio banderas a media asta en las principales entidades públicas. Hubiera sido más que pertinente, incluso en los siguientes días.

Un amigo el sábado 6 (al día siguiente de los lamentables hechos), me comentaba: “Hoy tuve un almuerzo campestre de la Cámara de Comercio española. En un momento dado el director de Edelnor pidió un minuto de silencio por los muertos allá. Extraña vida esta donde los extranjeros se sienten más conmovidos que nuestros políticos por la muerte ajena”. Y no le falta nada de razón porque nos sentimos extraños en nuestro propio país; no sentimos como peruanos o, mínimamente cercanos, a poblaciones como las indígenas o a los mismos integrantes de la tropa policial (o militar podríamos decir por extensión).

Claro, nos conmociona unas muertes tan violentas pero no significan tanto como para asumir responsabilidades políticas. Recién después de 4 días ha empezado ha haber una tenue reacción al interior del Gabinete ministerial; ya alguien tiene algo más de vergüenza y decide renunciar a su cargo (la Ministra de la Mujer), como gesto de inconformidad. No obstante, rápidamente, las primeras reacciones son las de descalificar a quien tiene ese gesto, acusándola de no haber hecho bien su trabajo. Casi como si se nos dijera, “acá no pasa nada y no vamos a permitir que se nos desestabilice”.

Pareciera que la autoridad fuera sinónimo de cerrazón; establecer el orden sería no dar lugar a otras opiniones, salvo las que me den la razón; explicar las cosas sería ordenar toda la información en función de justificar “a mi favor” los hechos ocurridos. Sin embargo, lo ocurrido nos traspasa tanto que se ha convertido en responsabilidad de todos (así algunos no lo quieran ver así) y, con mayor razón, en responsabilidades al más alto nivel.

Volviendo a nuestro minuto de silencio, me preguntaba si no sería adecuado que en todos los actos importantes de nuestras actividades en los siguientes días, ¿no debiéramos guardar un minuto de silencia al iniciar nuestras actividades como símbolo de respeto por las personas que enlutaron, en solidaridad por lo acontecido, como reflexión sobre algo que no debiera volver a pasar? Un minuto de silencio por nuestra responsabilidad pasiva en los hechos y por la impotencia que sentimos de que las cosas no se hagan mejor (y no colaboremos más activamente a que se hagan mejor).

Hechos tan significativos como los acontecidos nos traen a la memoria lo recogido en la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Ya repetimos varias veces “Nunca Más”. ¿Será ello una rutina más en el curso de nuestras vidas o tenemos la capacidad de darle valor ético profundo solventado en la justicia que corresponde a cada situación? Hagamos todos, desde donde estamos, pedagogía constructiva con quienes nos rodean y para nosotros mismos, para gestar una cultura sana de paz, integración, verdad y justicia.

Guillermo Valera Moreno

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2 pensamientos en “Un minuto de silencio

  1. FJRA

    Excelente artículo Guillermo. Qué pena que no haya conciencia por parte de la población en general. También es cierto que los medios de información que más llegan a las masas están siempre mal informando y "metiendo candela". Y el odio sólo trae más odio… tal vez ese minuto ayude a hacer que al menos quiera la gente enterarse de qué pasa, y sepa que toda vida debe valorarse.

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