Archivo por meses: abril 2014

Flores de civilización

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Es deseable siempre un clima de paz y sensación agradable de aceptación y correspondencia, especialmente entre las personas que uno siente como más cercanas, por ejemplo, en la familia, antes que tener una circunstancia de tensión anodina, conflicto larvado por diversas razones, sea que éste sea manifiesto o transite una procesión interna, invisible. Por supuesto, a uno le anima mejor a hacer las cosas que tiene entre manos, pensar con más transparencia, oler con menos dificultad, relacionarse con más inteligencia. Ello me trae a colación los niveles de violencia familiar que vivimos como un tema cotidiano y tan aceptado como tal. Algo más seguro podemos hacer.

Es casi normal que las cosas sucedan con un vaivén diverso, como de aguas mansas que se convierten en pequeñas tormentas o aguas bravas que transitan por momentos tranquilos. Lo cierto es que aprendemos a movernos en situaciones muy diversas porque la vida es diversa y la hacemos así y ésta nos va haciendo diferentes, tomando conciencia de cómo intervenimos en ella y de qué modo colaboramos o nos sentimos invitados a influir en las ondas marinas de un oleaje calmado o más violento. Esa es en parte la vida. ¿Cómo manejamos nuestras relaciones cotidianas? ¿Levantar la voz y molestarse es tener carácter? Y muchas veces tenemos que hacerlo, para no dejar pasar cosas que nos parecen injustas, por ejemplo que te cobren de más un servicio o un producto. O tareas mayores como reordenar el tránsito de Lima o La Parada.

No tenemos que inventar situaciones excepcionales porque podemos constatar, si nos detenemos un momento a ver un poco mejor las cosas, que puede ser muy fácil dejarse arrastrar por una situación tensa o tal vez necesario el aprender a tomar “el toro por las astas”. Intentar conducirse por sendas distintas o perder en el intento, pues no siempre se logra un propósito. Lo real es que estamos sujetos a vaivenes que nos desbordan muchas veces; pero también podemos intentar conducir dichos vaivenes, pues no somos un simple corcho o materia flotante que vive según las ondas que marca la naturaleza o quien decide encaminarlas o influir también en ellas. Temas como el sicariato, la corrupción o el narcotráfico son cuestiones muy propicias a ello. ¿Cómo podemos vivir sin cruzarnos de brazos en lo que sucede en la región de Ancash, donde tantas muertes de corte político parecen no alcanzar a asomarse en la Capital?

Aprender a conducir esas ondas significa de alguna forma, aprender a conducir nuestra propia vida, teniendo en cuenta no sólo nuestra vida sino también la de los demás. Vivimos en medio de múltiples ondas, de diversos vientos que soplan, de variedad de ideas y modos de pensar que se entrecruzan, algunas veces interactuando funcionalmente, otras veces confrontándose, las más de las veces intentándose dominar unas a otras en el sentido de subordinación. Es propio que cada quien crea que su razón es la mejor razón y baste para intentar imponerla a los demás, muchas veces sin tomar en cuenta tampoco lo válido de “los otros”. Es lo que nos suscita temas como los de la “unión civil”, donde puede haber tan diversos argumentos para descalificar pero poca creatividad para acoger.

No reivindicamos una suerte de relativismo de pensamientos donde todo es igualmente válido, aunque a todos les cabe el derecho de pensar, opinar y vivir como mejor cree conveniente, mientras no violente los derechos de terceros. Algo tan elemental como lo que afirmamos no siempre se asume en todas sus consecuencias. Más aún si reivindicamos el sentido de pluralismo con el que debiéramos habituarnos a vivir, para hacer posible un sentido de convivencia amplio, aunque sujeto a las regulaciones que como sociedad también nos damos (decidimos en democracia darnos). Porque podemos tener “reglas de juego” válidas para todos y donde caben todos/as. Donde no se anteponen juicios ni perfeccionismos.

En éste tipo de cuestiones, es deseable aprender a identificar valores que nos son significativos para dicha convivencia y que no siempre coincidirán con todos/as de la misma manera. Porque siempre estará ubicado su significado de acuerdo a intereses y creencias que no siempre son similares para todos (no tienen por qué serlas). Pero hay acuerdos reconocidos como derechos que se intenta sean universalizables, defendibles desde nuestro reconocimiento como ciudadanos y respaldados por los Estados. Por lo tanto no sujetos a opiniones parciales, como las que puede emitir cualquier otro organismo de la sociedad, por ejemplo una Iglesia, Club, Asociación, etc. Aun así, muchos temas son delicadamente discutibles ¿deben los niños/as trabajar… por horas, reemplazando horas de ocio o juego? El aborto es un atentado a la vida humana, pero ¿ello debe de impedir legislar y formular con justicia políticas públicas y sociales adecuadas? ¿Las estirilizaciones forzadas son una solución? No es deseable la prostitución, ¿la solución es perseguir a las prostitutas?

Queremos una civilización donde las flores se puedan apreciar por todas las personas. El agua o el aire limpio sea un bien natural de acceso a todos. Y el afecto (¿el amor?) no se le niegue a nadies.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 23 de abril de 2014

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Un proceso de discernimiento: actitud y disposición

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º Todo proceso de discernimiento consiste en la búsqueda de la voluntad de Dios en la vida personal o comunitaria de alguien o de un grupo. Necesariamente por ello tenemos que partir de tener dicha actitud o consideración y disposición. Algo que nos ayuda a ello es la oración, situarnos en actitud de oración, tal como suele ser rezar el “Padre nuestro”, un “Ave María”, con algún pasaje de la Biblia o cuales quiera otra forma de oración, ya fuera en silencio o manifiesta. De algún modo, es recordarnos cómo Jesús nos enseñó a orar y la importancia de orar, en especial cuando tenía que tomar decisiones significativas.

º Una cuestión importante en un discernimiento es hacerlo motivado por nuestro sentido de misión. Pistas claves de ello suelen ser los llamados que se nos hacen a ser “sal y luz del mundo”, tal como lo señala el Evangelio de San Mateo (cap. 5), o cuando Jesús nos habla de cómo se nos debe reconocer que somos sus seguidores: porque nos amamos los unos a los otros. Parece simple ¿verdad? “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres”; así también se indica sobre la luz, porque se nos llama a iluminar con nuestras “buenas obras” y, de ese modo, glorificar “al Padre que está en el cielo”. Con simpleza y humildad, para hacer crecer la riqueza más importante.

º Vinculadas nuestra actitud de discernimiento a la oración correspondiente, así como a nuestro sentido de misión (objetivo, propósito), podemos seguir dando los pasos. Parte de lo anterior puede significar plantearnos cómo estamos con Dios, cómo vamos en nuestro propio proceso de conversión al seguimiento de Jesús. ¿Lo seguimos o lo perseguimos? Nos ponemos en disposición ante él o le demandamos que nos otorgue lo que creemos que debe darnos, lo que sea. Recordar en ese sentido el Cap. 9 de Hechos de los Apóstoles nunca está demás, con el momento de la conversión de Saulo. “Caer en tierra” para situarnos bien o mejor en la realidad que nos corresponde; saber escuchar adecuadamente lo que el Señor quiere de nosotros, de mí, no podemos darlo como algo ya resuelto. Porque nos movemos en una realidad dinámica y cambiante y porque muchas veces nos escuchamos más a nosotros mismos y no lo que Dios quiere realmente de uno, de la comunidad.

º Resuelta esa disposición a discernir, entendiendo de qué se trata realmente (“buscar y hallar la voluntad del Señor”), podemos tener mejor posibilidad de visualizar y acoger eso que Dios quiere (o puede querer) de nosotros. Uno puede recurrir a diversas escenas de la vida de las personas o de la Biblia, para situar ese propósito y camino. Quizás uno de los pasajes más radicales (y hermosos) sea el llamado que Dios hace a Abrám (Génesis, Cap. 12), cuando le dice «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.” Abrám tiene una profunda fe en el Señor y hace lo que él le sugiere. Todas las decisiones claves de nuestra vida, de algún modo, tienen dicha raíz de fe (o equivalente); acompañadas de la confianza también en las personas con las que tratamos, especialmente las más cercanas. Porque buscar y hallar la voluntad del Señor significa hacernos disponibles para encaminarla, tener la plena libertad de obrar de acuerdo al propósito, sabiendo que nos podemos equivocar, “echarnos para atrás”, salirnos del camino planteado, u otros. Pero es para tomar decisiones, las que correspondan.

º La disponibilidad no siempre va de la mano con la claridad de las cosas o el momento que consideramos más oportuno para “hacer las cosas”; a veces nos queda sólo confiar y obrar porque otros nos lo sugieren. Hasta el propio Jesús nos da muestra de ello en la llamada “boda en Caná de Galilea” (Jn., Cap. 2). Se acaba el vino en plena fiesta y la madre de Jesús se lo hace notar a éste («No tienen vino»). Y tenemos que “Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía».” En muchos casos, cada uno suele responder “no tengo tiempo”, “a mí no me pongan en eso”, “que otro lo haga”… Por supuesto, Jesús “aportó” 600 litros de vino adicional, del bueno (“has guardado el buen vino hasta este momento”) y sin protagonismo.

º Vemos que mucho del discernimiento supone, disposición en oración, actitud, disponibilidad, saber escuchar, situarnos adecuadamente en la realidad, dejarme afectar yo mismo por lo que pueda salir de ese esfuerzo de orar con el Señor y hallar sus caminos (renunciando a los propios como normalmente sucede). No abordo en esto la dimensión de deliberación que supone finalmente, ya sea con el asesor / acompañante que pueda corresponder (si es un discernimiento individual), o con la comunidad o el grupo de personas que sea pertinente (si se trata de un proceso más amplio), con quienes se está buscando aproximar un tema o una decisión común al grupo.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 13 de abril de 2014

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Ejercicios Espirituales: referencias claves de vida

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Los Ejercicios Espirituales (EE) propuestos por Ignacio de Loyola pueden ser de una fuerza inspiradora en las diversas dimensiones de vida de toda persona. Bien puede ameritar conectarse a dicha experiencia, en especial en un contexto como la semana santa que se aproxima; aunque puede ser pertinente en cualquier fecha del año en la que uno coincida con alguna oferta tal de EE.

Por cierto, es clave ser creyente para sumergirse adecuadamente en dichos ejercicios. Y creyente cristiano ya que la experiencia gira en torno al seguimiento de Jesús en la vida de cada uno, desde un sentido trinitario (Padre – Hijo – Espíritu Santo) y de totalidad que nos la brinda el amor de Dios y todo aquello a lo que puede dar lugar su entendimiento (como verdad, servicio, justicia, solidaridad, perdón, compasión,…).

Puede uno estar pasando una crisis de fe o tener serias dudas como creyente. No ser practicante asiduo ni visitante “conocido” de su parroquia local. Aun habiendo hecho ya una o más experiencias de ejercicios espirituales, se puede reconocer que el “camino es largo”, más largo de lo que uno supusiera para “encausarse”, porque en realidad es el camino de toda la vida que a cada quien le corresponderá seguir, reconociendo que somos limitados, frágiles, pecadores, resentidos, envidiosos, y más (o sea, muchas veces optamos por no amar). Pero sabemos reconocer que somos algo más, mucho más, que nuestras propias limitaciones o dificultades; podemos ir más allá de lo que somos y crecer más y mejor como personas; podemos hacer mejor lo que ya hacemos y lo que sabemos.

Los ejercicios espirituales (EE) son una invitación a eso, a crecer como personas, seguidores de Jesús, buscando ser como él en lo que más nos podamos aproximar existencialmente a ello. Con todo lo que eso significa de “vaciamiento” de lo que hay en cada uno que impide esa cuestión (esa intuición) que cada uno percibe de modo más o menos clara y que hay que ir clarificando y resituando en los pasos de la vida, hallando los puntos de equilibrio fundamentales que corresponde a cada situación o decisión fundamental.

Normalmente esa intuición fundamental podemos vincularla con lo que Ignacio llama el “Principio y Fundamento”, con lo cual se inicia la experiencia de los EE. “… todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar (…), todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina…”. Porque uno arranca la experiencia deteniéndose, haciendo una pausa fundamental; tomando el reposo necesario para ponernos en paz, en sosiego, descansadamente; y, desde allí, tener la posibilidad de poder preguntarnos sobre lo que quiere Dios y Jesús de mí, de mi persona, sintiéndome universalmente amado/a, plenamente acogido, profundamente parte de él, de su amor infinito y sencillo, solidario y compartido.

A veces la experiencia nos puede invitar a quedarnos allí toda la jornada y será bueno. ¡Qué mejor que descubrir el amor de Dios en nuestra vida y gozar de ello! ¡Qué chévere saber que todo gira alrededor del amor gratuito de Dios y no de lo que nosotros limitadamente podamos hacer, aunque descubriendo también que un amor auténtico nos impulsará siempre a amar de la misma manera, no exentos de errores y dificultades! Cada uno tiene que situar esa referencia clave, sobre la cual se va construyendo lo que viene; puede ser de modo imperfecto, limitado, como una aproximación a seguir construyendo. Pero de modo muy personal y de cómo yo voy haciendo mi relación con el Señor, buscando en todo momento descubrir su voluntad en mi vida, para mi mejor realización como persona. En ello, un sesgo posible al que debemos estar atentos: querer hacer a Dios a mi propia “imagen y semejanza”.

Pero los ejercicios nos abren a muchas riquezas. Menciono tres a continuación que me parecen especiales. (1) Los EE nos permiten encaminarnos en la comprensión del discernimiento, en su ejercicio y significado para mi vida. Ese ejercicio de saber distinguir entre algo bueno y algo malo; pero también el saber distinguir entre algo bueno y algo mejor; o saberlo situar con relación a mi propia vida y proceso, como ejercicio de saber tomar las decisiones más adecuadas en mi caminar. Descubriendo como se dan los “movimientos” al interior de uno y lo que pueden estar expresando en cada caso. Lo cual significa o implica aprender a conocerse a sí mismo de la mejor manera para que el discernimiento se personalice en lo que es cada uno. Ello se descubre como un gran tesoro que hay que saber seguir alimentando posteriormente a través de la oración, la vida comunitaria, el acompañamiento espiritual, entre otros.

(2) Los EE nos abre a una mejor experiencia de la gratuidad en nuestra vida. Lo cual no es otra cosa que ir descubriendo y reconociendo todo lo que hemos recibido. Desde la vida que tenemos, la naturaleza que nos rodea, la formación recibida, las personas que nos acompañan y un sinnúmero de “cosas” que no bastaría todos los días de nuestra vida para agradecerlas. Caer en la cuenta que, ello y más, significa el amor de Dios y que nos viene gratis, sin costo alguno, sin oferta / demanda del mercado, sin venta al mejor postor. Nos viene a cada uno sin condiciones ni tretas de lo que tengo que dar a cambio. Nos viene simplemente porque así es la forma como se revela el amor de Dios, entre otras expresiones.

(3) Los EE nos sugieren caminar en esos aprendizajes a partir de un modelo básico que es Jesús (por si acaso, no es igual a decir un “molde”). Se trata de aprender del discernimiento y de la gratuidad del amor de Dios a partir de la vida de Jesús, como esa persona desde quien se nos ha revelado más cercanamente la “imagen y semejanza” de Dios. Pero que por la fe, también la descubrimos (o estamos llamados a hacerlo) en cada una de las personas. Jesús como nuestro referente inspirador de vida (“camino, verdad y vida”).

No abundo más porque se trata de dar solo algunos elementos de algo sobre lo que debemos volver y profundizar. Hacer los EE no nos hace perfectos ni cosa parecida. Nos procura algunas pautas de mejor convivencia y crecimiento. Ojala todos podamos vivir experiencias así y aprovecharlas.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar (Lima), 6 de abril de 2014

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