El verbo somos cada uno

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El verbo, la luz, el amor, la vida… todo cuanto existe lo es por Dios y Dios se encarnó en el mundo en todas las cosas y de modo especial en todo lo que tiene vida. Dentro de la vida se encarnó de manera especial en la persona humana, en cada uno de nosotros, para realizar mejor su obra y que llegara a su plenitud desde su misma creación. Eso no lo hemos terminado de entender pero es dicho camino al que se nos invita para darle un cabal sentido al mundo en el que vivimos. Hay que entenderlo y obrar en consecuencia, sin buscarnos discursos autojustificatorios de nuestros propios egoísmos sino del crecimiento de nuestra humanidad en solidaridad, compromiso con el bien común, una paz que brota de la justicia y un reinado del espíritu amoroso que nos enseñó Jesús en todas nuestras relaciones y maneras de relacionarnos. Nuevamente, no se trata sólo de discursos sino de aprender a descubrir los medios adecuados al propósito, tanto desde la propia oración y discernimiento constante, como desde la vida cotidiana y estructuras de sociedad que lo posibiliten. (G. V. M.)

Juan (1,1-18):
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

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