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Pensaba en cómo podría darse lugar y encausar el ánimo de mucha gente que busca o tiene inquietud por colaborar en la construcción de una iniciativa política alternativa a lo vivido en los últimos 25 años, quizás con la sóla excepción del llamado “gobierno de transición” que encarnó el Dr. Valentín Paniagua y, en parte, el gobierno que le siguió (A. Toledo).
No estoy proponiendo en exclusiva una fuerza política de izquierda pero, en buena medida, debiera creativamente recoger lo que fue su experiencia y vocación por el país que ayudó a proponer y, limitadamente, a construir. Si se llegara por ese camino a una nueva propuesta de izquierda, en buena hora. Si encarna un sentido democrático y socialista, podría tener mayor sentido.
Sin embargo, estamos ya con retrazo. Es necesario colaborar en dicho propósito desde las opiniones e inciativas que podamos tener en los diversos círculos de influencia en los que participamos, centros de labores y estudios, familia y vecinos… hasta propósitos y formas de organización mayores.
Es necesario verlo como una invitación a establecer puentes con grupos de activistas diversos de la sociedad civil o de gente y organizaciones más vinculadas a lo político. No se trata de pensar en ensayos solamente, sino de cómo logramos encaminar a personas de conducta proba y honestidad, animándolos a “comprarse el pleito” en su comuna local, en la responsabilidad de los gobiernos regionales y en las instancias diversas del gobierno nacional.
Creemos que, en la etapa actual, una clave se juega en adecentar la política y de volverla creíble a la ciudadanía. Que la población pueda ver que es posible ser un servidor público sin tener que robar; que se puede ser un Fiscal probo, aún siendo sometido a exámenes amañados de calificación, y seguir siendo honesto y con sentido y capacidad de servicio (como el reciente caso vivido con el fiscal Guillén).
Convencernos de que podemos hacer que la política partidaria pueda ir más allá de un juego de caudillos e influencias familiares. Que la ética no tiene por qué estar reñida con la política y que la pugna de intereses puede desembocar en la concertación de fines comunes y superiores.
Si eso es cierto (o podemos y queremos hacerlo así), a todos nos tocan tareas ineludibles. Más aún si ellas pasan hoy por ayudar a forjar una inciativa política alternativa. Que nos de sentido de país, revalorando nuestro propio patrimonio cultural e histórico, riquezas, gastronomía (tan encumbrada en los últimos años), creatividad y emprendedurismo, la agricultura y recursos naturales y cuántas cosas más.
Donde cuestiones como la inversión económica, por ejemplo, en la minería, no se queden en juegos demagógicos y, algunas veces, malintencionados. De hacernos creer que no traen ningún problema ambiental o sanitario, siendo casi sinónimo de “desarrrollo” automático. Como tampoco creemos que puede ser una salida el decir “No a la minería” y aparecer como “antimineros” o “antiempresariales” por principio (aunque ya son muy pocos los que levantan esas consignas de manera acrítica y poco tolerante).
Una parte importante del asunto está en negociar adecuadamente (con un Estado propicio a ello), ayudando a orientar a la población en opciones justas y en equilibrar el peso y la información de las empresas a lógicas y estándares internacionales (y necesidades locales). Porque tampoco se puede dejar las cosas y decisiones a la buena (o mala) voluntad de los empresarios o a los circuitos de corrupción que pululan a todo nivel (como lo demostró el faenón de don Bieto y Rómulo con los “petroaudios”).
Ese y otros temas son claves de dilucidar para un siguiente gobierno. Qué mejor si lo es desde la articulación de una nueva inciativa política alternativa de cambio.
Guillermo Valera M.
26 de febrero de 2010
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