Archivo del Autor: Guillermo Gabriel Valera Moreno

Alfredo, Obispo de Jaén

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¡Gracias! Gracias por esa confluencia de buenos espíritus que permitieron una presencia agradecida de muchos sectores y población diversa del Vicariato de Jaén, de un “río” de sacerdotes y obispos, de la familia cercana de Alfredo Vizcarra SJ, quien el pasado viernes 15 de agosto, día de la asunción de María, se consagró obispo de ésta zona.

Coincidimos de viajar de Lima a Jaén con los padres y hermanos de Alfredo; en forma parecida, con varios de mis compañeros de comunidad (CVX Siempre); algunos jesuitas como el P. Moncho y el mismo Provincial; en mi caso, iba con tres compañeros de la ODP (Oficina de Desarrollo – Procura de los Jesuitas, en la que trabajo). Con tal delegación, siendo las 5.30 am, nada menos nos recibió en Jaén Alfredo y Monseñor Pedro Barreto, actual Obispo de Huancayo y que se encargaría de presidir la celebración mayor. Ambos en polito y muy discretamente vestidos, en contraste con el abrigo con los que cada pasajero bajaba del bus; empezaba a verse que el clima de la zona era muy distinto al de Lima o Chiclayo. “Y eso que el clima de Jaén está atemperado por el leve fenómeno del niño que ha habido éste año”, nos dijeron.

Con mi “grupo de viaje” (ODP), descansamos, desayunamos, caminamos, conocimos varios lugares cercanos… en especial, conversamos con varios jesuitas en su comunidad; Paco de la Aldea algo nervioso con el discurso que le habían pedido dar en una parte de la Eucaristía, ya que él, junto con Juan Alarco (Taiti), fueron compañeros de Alfredo en su viaje inicial al Chad (África), lugar de destino en el que estuvo Alfredo hasta que fue designado para ser nuevo Obispo de Jaén. Carlos Riudavets y otros colaboraban en la cocina, pues habría un almuerzo con muchos invitados en pocas horas. Calín Cardó leía en otra de los ambientes. Nos tomamos fotos. Saliendo nos encontramos con Papito (Carlos Rodríguez), Gabriel Sánchez, Monseñor Luis Bambarén, Kiko Villarán y varios más.

Caminando, llegamos por Emaus, casa de retiro, y terminamos conociendo y charlando con Mari Carmen Gómez (Provincial de las Siervas de San José) y con Elvira Villar, directora del Colegio de Fe y Alegría San José del Chiriaco. Fue muy apasionante e intensa la vida que le ha puesto Mari Carmen a ayudar que se haga justicia con lo sucedido hace más de 5 años con el llamado “Baguaso”, donde sin proponérselo le tocó cumplir un rol de dar a conocer la verdad de lo sucedido y defenderlo desde la mirada de la población más afectada por el conflicto que hubo. Es decir, las poblaciones Aguajún y Wampis, a quienes se les ha abierto un proceso muy desproporcionado y abusivo de parte de la llamada “justicia peruana”. Donde los responsables políticos brillan por su ausencia. Quedó la inquietud abierta, uno de los temas que le tocará también afrontar a Alfredo.

Nada más llegar a la ceremonia (estaba prevista a las 6 pm), la gente nos recibía con gestos y muestra de afecto. Parecía que habían excesivas sillas; recién empezaban a llegar los asistentes y se colmaría en su totalidad. Lo que vino después fue sencillamente ese tipo de experiencias donde “sin dudar ni poder dudar” uno siente que la presencia de Dios verdaderamente existe, esta entre nosotros, de muy diversas maneras, y se alegra con todos sus hijos e hijas en celebraciones como la que participamos.

Podemos decir que fue una celebración de todas las sangres y ecuménica. Hubo una bien lograda inclusión de las diversas expresiones culturales que se recoge en nuestro país (y el propio Vicariato de Jaén), lo cual se manifestó de modo especial en los cánticos y música que acompañó la celebración. Porque no faltó la marinera, ritmos aguajún – wampi, baladas, cumbias, entre otros. El gesto del rezo del “Padrenuestro” en castellano y aguajún. Pero, sobre todo, el ofertorio fue un momento muy especial.

Antes de ello, hubo la parte más ceremonial y formal de la ordenación como Obispo de Alfredo. Donde Monseñor Pedro Barreto se dirigió de modo especial a Monseñor Santiago García de la Rasilla, obispo saliente, a quien le agradeció de todo corazón su labor, sus ocho años de servicio, la coincidencia de haber sido su sucesor, como lo fue Pedro de Santiago en Tacna (allá por el sur del país), en la labor de la parroquia local. De allí vino la asunción de Alfredo, el llamado “Nuncio” por sus amigos de comunidad laical, cuando se empezaba a germinar en su corazón el llamado de Dios a la vida religiosa.

Siendo el Vicariato una zona compleja por la diversidad de gentes, culturas, recorridos históricos…, fue muy significativo que parte de ello se expresara en gestos y símbolos que marcaron la celebración en una rápida comunión con el conjunto del pueblo de Dios presente y parte del Vicariato, en especial, la población indígena. Fueron muchas las ofrendas del ofertorio. Las de los Aguajún y Wampis (4) se presentaron con la característica de baile que les es propia y con sus propias vestimentas.

No se acercaron al altar para entregarlas. Fueron dos de los danzantes los que se acercaron hasta Alfredo para que, más bien, él se acercara a ellos y recibiera las mismas. Todo se hizo al ritmo de su propia danza, incluido el baile del mismo Alfredo (ya ordenado oficialmente obispo en ese momento). Entre baile y zarandeo (cosa que para Alfredo, viniendo del África, le sería muy familiar), le fue puesto el crucifico; después el tawas (corona de plumas, en señal de autoridad, propia de los Apus); de allí vino el wampas (bolso) y un macetero con una planta, simbolizando el bosque y la vida que éste encierra para todos.

Fue también un gesto que Alfredo mantuviera puesto el tawas durante lo que quedaba de la Eucaristía, como signo de aceptación e integración. Muy pedagógico para decirnos en ese simbolismo, que debemos vivir a partir de la cultura y vivencia propia de las personas con las que nos relacionamos. Para intentar efectivamente “oler a oveja”, como lo sugiere el Papa Francisco; y a ser identificado también como una oveja más, con funciones quizás más específicas de servicio. Fue parte de esa alegría el propio presidente de la Conferencia Episcopal Peruana allí presente (Monseñor Salvador Piñeiro), así como el emocionado Obispo de Mongo (Mons. Henry Coudray SJ), venido desde el Chad para participar del nuevo encargo hecho a su amigo, hermanados desde los 9 mil kilómetros que separan a ambos lugares (Jaén y Mongo).

Nos quedó ese sabor de la presencia de Dios que todos estamos invitados a saber encaminar.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 24 de agosto de 2014

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Amor y servicio

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Es admirable cuando reconocemos talentos que van surgiendo (o han surgido) en nuestro país y que tienen ciertas características comunes. Por ejemplo, un gran amor a lo que hacen o en lo cual destacan; gran sencillez en su manera de relacionarse con el público o la gente en general; un deseo de comunicar lo bueno que les ha tocado hacer; gratitud y conexión con el país que los vio nacer; una capacidad de compartir de modo pedagógico lo que conocen y sus propias habilidades, haciendo sencillo y fácil algo que para un neófito pudiera aparecer como muy complicado o difícil.

En términos de personas me refiero a Lucho Quequezana, músico y promotor musical (proyecto Kuntur). Lo vemos también en el tan bien (y con mucha justicia) promocionado Gastón Acurio y su gastronomía y desarrollo empresarial en todo ello. Podemos decirlo también de otros personajes como nuestro tenor Juan Diego Flórez. En personajes del deporte como la tablista Sofía Mulánovich Aljovín o la fondista Inés Melchor; en el teatro podemos mencionar a Diego Bertie o Sergio Galliani. Seguiríamos una larga lista que puede abarcar incluso a políticos como el fallecido Valentín Paniagua.

No deja de ser extraño que a más de uno de ellos se le quiera ver, a veces, como “salvador” de nuestros males, de todo lo malo que identificamos en nuestro medio. Más aún si se avecinan elecciones políticas de algún tipo. O se les quiera incluir en alguna lista de congresistas o regidores, buscando “prestigiar” la opción política de la cual se trate, se haga con justa (o no tan justificada) razón. De hecho, ya en años anteriores se ha visto ello con relación a algunas voleybolistas y tenemos a varias en el Congreso (y por diversas tiendas políticas).

Sin embargo, qué bueno sería que todos –absolutamente todos y todas- aprendiéramos un poco de esos dones que nos brindan personas como las mencionadas. Tanto en su sencillez, destreza o en esa capacidad de hacer pedagogía con sus propias cualidades. Porque si algo nos puede ayudar a crecer como país es que aprendamos unos de otros y compartamos lo que tenemos y sabemos. Lo cual es una forma de ser mejores y de crecer mejores. Puede ser –como se dice- con “envidias sanas” de los éxitos de unos y de las cualidades de otros. Pero no desestimándolas o serruchándonos unos a otros; ayudándonos, más bien, a quitar las piedras y obstáculos del camino y no a aumentarlas.

A ese propósito, no salgo de ese gozo que me significó ver hace poco por televisión una muestra de ello. En una presentación en diferido de la muestra musical “Combi” de Lucho Quequezana, hecha en el Teatro de Lima, en medio de la solvencia y agrado con la que se iba sucediendo la misma, Lucho preguntó, primero, por quién era (o se sentía) un “negado para tocar un instrumento musical” y, segundo, invitó a una persona del público que levantó la mano a pasar al escenario. Debo decir que se trataba de un buen amigo, lo cual me generó más interés. Lo que sucedió en el escenario fue la muestra de cómo alguien puede hacer pedagogía hasta con el que pueda considerarse como “más negado para tocar instrumentos”.

Empezó con hacer entrar en confianza a la persona; siguió con un toque constante de la punta del pie en el tabladillo; avanzó con el soplido de una zampoña, igual de forma constante; y concluyó con el acompañamiento musical de todos los integrantes del elenco presente, apareciendo una forma musical en la cual la persona que no sabía nada, parecía que era ella la que tocaba con la misma o mayor solvencia que los demás integrantes. Fue sencillamente espectacular. Ver cómo alguien que no sabía nada podía de modo muy breve transformar su actitud, romper los miedos y temores que le infundían los instrumentos musicales, demostrarse que podía tocar, limitadamente, en proceso de aprendizaje, pero tocar y hacerse parte de algo mayor. Vi cómo cambió la cara y expresión del mismo amigo improvisado y del propio Lucho Q. que nos dejó una gran lección (o varias).

Lo primero es que nadie debe sentirse negado para nada que pueda ser útil, o satisfacer personalmente, o complementar nuestro propio crecimiento. Se tendrá limitaciones y seremos buenos para algunas cosas mejor que para otras; pero no somos negados por principio y siempre podemos aprender nuevas cosas, abrirnos a nuevos horizontes. Lo segundo, remarcado por Lucho Q. mismo fue que cosas como tocar un instrumento musical u otras cosas en la vida no deben ser vistas como una competencia, de quién es el mejor; lo principal es compartir posibilidades y darnos el espacio que nos puede ser posible en cada cosa, en cada ámbito que nos toca vivir, ayudándonos siempre a crecer. Lo tercero es algo que yo asemejaría al sentido de ser parte de una comunidad (cristiana si lo quieren) y que se ve reflejado con el rol del conjunto musical que acompañó el final de éste momento musical que comentamos, lo que hizo que no se notara casi lo limitado que podía ser el aporte de alguien que recién se inicia, pero y sobretodo, cómo entre todos podían hacer algo muy armonioso y bello.

La anécdota relatada ha querido ser para reiterar la gran importancia de valorar lo que tenemos, empezando por lo que somos y nuestras posibilidades. Recordemos que el hombre (las personas) son ellas mismas y sus posibilidades. Darnos siempre nuevas posibilidades y abrirnos a nuevos horizontes siempre será muestra de nuestra juventud y deseo de vivir; con mayor razón si las orientamos hacia el bien común y la justicia en todo sentido; si las marcamos por el amor y el servicio.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 3 de agosto de 2014

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Escarbar la nariz de nuestros años

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Seguramente más de uno ha escuchado de niño rodar bolitas en el segundo piso de su casa, ante el asombro de su madre y alguno de sus hermanos. Fue de cacería de lagartijas en los arenales, entre los algarrobales, árboles de plátano y casuarinas diversas. Recordaremos los sapos diseccionados, disecados y reventados (los que “sobraban”) para las clases del profesor Salazar. Bañarse en el río Piura, era una proeza, especialmente porque no era entonces común tenerlo con mucha agua y para varios era mejor porque se le podía cruzar con atajos para llegar más temprano (o rápido) al colegio.

Cuántos recordaremos la puesta de la primera piedra de la IMAIL, en una de las esquinas del terreno del colegio, puesta por Monseñor Bambarén y que después daría lugar a lo que devino en el CIPCA, esa ONG jesuita de mucha repercusión para el desarrollo rural y agrario de la región. Pensar que me parecía extraño que en ello se empezara viendo cuestiones de motores y mecánica. Claro, era para el tema de los tractores y demás que podía usarse en el campo y que se empezaba a asesorar a los campesinos del Bajo Piura, de la Comunidad Campesina de Catacaos y Sechura, zonas que normalmente las teníamos sólo asociadas al buen cebiche, la chicha y las artesanías, especialmente de oro y plata.

La experiencia con el padre Pitín y los Boys Scouts fue muy interesante para salir al campo, aprender de compañerismo, hacer nudos diversos, saber comer lo que se pudiera en distintas circunstancias y joderse un poco divirtiéndose en el campo, al lado del río o en zonas más arenosas y boscosas. No todos nos involucrábamos en esas andanzas. Me resultaba atractivo pese a que era de poco salir, aunque ya se estuviera incubando cierto espíritu aventurero en mi persona.

Ello hubiera quedado como simple amante de la naturaleza y no se hubiese inmiscuido en mi propia vocación profesional (como seguramente la de tantos otros); si no fuera porque amigos jesuitas como el Oso (¿se acuerdan de Santiago García de la Rasilla?) no nos hubiera motivado (junto con otros) a participar de eventos tan simples como apoyar en la vacunación antipolio en algunos pueblos jóvenes (algunos sábados o domingos) o no nos hubieran invitado a tirar palana en el colegio de Fe y Alegría de “El Indio” (que todavía existe. Más ampliamente, esa diversión que encontrábamos en la venta de los boletos de la rifa anual de Fe y Alegría, donde vendías 8 boletos de un talonario y te quedabas con dos (10 en total); parecíamos una plaga vendiendo a todo el mundo las benditas rifas; qué bueno que era para un fin tan significativo como permitir llevar educación de calidad a los sectores más pobres y necesitados.

Aunque yo no tenía mucho afán con los deportes, con las justas jugaba mi fultbito, canicas y trompo (era más hábil para el Monopolio), como no tener presente nuestras participaciones “a muerte” en el baloncesto (en el Club Grau) y el fútbol (en el Estadio Miguel Grau), donde las peleas principales se debatían con el colegio Salesiano. Era casi una cuestión de honor el ganarle y de autoestima levantar la copa correspondiente, como si en ello se fuera lo principal de nuestros sueños. Felizmente, se manejaban ciertos equilibrios y hasta se nos promovía participar en el mural del salón y hasta en un boletín estudiantil del colegio.

Sí, me acuerdo del PESIL (Profesores, Estudiantes San Ignacio de Loyola), sobretodo porque una vez me tocó ganar el concurso del llenado del crucigrama que tenía; el premio fue muy “creativo”: pasar comiendo todo un recreo en el kiosko del colegio, lo cual fue un loquerío de “Valera pásame un sublime”, “buena Valera, me guardas un sánguche”, “invítame una gaseosa”, etc.; la verdad, la regla era que sólo yo podía comer lo que alcanzara a hacer y algunos chocolates me guardé en el bolsillo y otros, sin que se dieran cuenta, le pase a alguno que otro pata que se aglomeraba en la reja del kiosko. Quizás de allí me viene cierta afición por los crucigramas, aunque mi abuelo y mis padres también gustaban de ellos.

Creo que sólo tango un ejemplo de alguien con quien empecé desde el jardín (4 años, en el colegio Stella Maris de Piura), continuamos después en tercero de primaria en el Colegio San Ignacio y ya no nos moveríamos de allí. Se trata de Javier Takamura. Sin embargo, fuimos muy amigos durante la primaria y, en secundaria, nos separaron de salón y ya no hubo la misma química; pero terminamos juntos el colegio. Esas cosas curiosas. Más bien, al término del colegio, fue un buen espacio de integración y crecimiento el participar del Grupo La Cabaña.

El Ignacio Franco, Arens, el Yolo Castillo, Miguelito Parra y varios más fuimos de los que estuvimos muy involucrados y sirvió para aproximarnos mejor a las promociones de otros colegios (Don Bosco, San Miguel, Santa María Lourdes, Fátima, etc.), aunque a decir verdad, lo principal se jugaba entre el San Ignacio y el Lourdes, con el apoyo de la Hermana Margarita y del Oso Santiago. Fueron gratas las diversas experiencias que allí vivimos también. De hecho, Nacho y Elisa se conocieron allí y son ahora una feliz familia (nada menos el presidente con la tesorera del grupo!).

Son huellas imborrables que cada uno puede escribirlas a su manera, desde su propia vivencia y gozo. Sólo algunos recuerdos de los ya 39 años que vamos de ex alumnos. Donde eso de ser “personas para los demás” no sólo fue un cartel bonito sino que cada uno nos hemos esforzado en hacerlo también realidad. Más allá de los caminos emprendidos y de las dificultades tenidas y aciertos encontrados. Debe recordarnos también que podemos seguir soñando y esforzándonos por construir una Piura y un Perú grande desde lo que cada cual es y tiene posibilidad de aportar. Nadie debe sentirse negado a ello y nuca será tarde para empezar, retomar, continuar y darnos la mano.

Un gran abrazo a toda mi promoción Juan Pablo Vizcardo y Guzmán 1975.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 27 de julio de 2014

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Saber explicar y comunicar

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A veces se piensa que las fechas contraídas como compromiso de entrega de un informe o para la formulación de un proyecto pueden ser relativas, es decir, flexibles a sólo referenciales. Sin embargo, cumplir las fechas comprometidas para seguir un proceso de gestión de proyecto es fundamental. No es cualquier cosa. Si por algún detalle empieza a valorar un donante, en un ejecutor de sus fondos, suele ser el cumplimiento mínimo de criterios que se condicen con la confianza.

Genera confianza alguien que dice “se lo entrego el día 30” y lo entrega, en lo posible, el día 27 ó 28. Claro, para ello, hay que saber organizarse “hacia atrás”. Si uno tiene una fecha de compromiso, tiene que ordenar sus pasos que le permitan y garanticen llegar a ella, y bien. No debe existir excusas para no cumplir; todo debe ser orientado a ser eficaz y, si se puede, cada vez más eficiente.

Así como las fechas, es clave considerar que toda formulación de un proyecto sirve para ordenar la intervención social que uno intenta desarrollar, en lo que corresponda. En ese sentido, un proyecto es secundariamente para pedir fondos / recursos a un donante. Entendamos, sobre todo, debe permitirnos organizar, en todo aspecto y sentido. Para lograr los objetivos y metas que uno se plantea, ajustándose a las actividades que uno ha previsto desarrollar.

Si se produjera un cambio o la realidad nos conduce a variar lo previsto en el proyecto, se debe anticipar al donante sobre los cambios que se ven como necesarios y lograr su consentimiento. Nunca debe dejarse para el final el propósito de informar y explicar; es algo que se valora mucho desde un donante, ya que denota responsabilidad y capacidad de gestión. En ello, muy rara vez se denegará el pedido de un cambio o variante sustancial que se vea como necesaria en la ejecución de un proyecto; debo decir que hasta puede ser valorado, si se mira desde la óptica de que nos movemos en una realidad normalmente cambiante y compleja.

Hemos aludido ya a un término que es muy importante de tomar en cuenta, “explicar”. El saber explicar adecuadamente las cosas que uno hace. Empezando por valorar que cuando uno informa a un donante, el que sea, sobre cómo se usaron los fondos que aportó siempre será valorado y tomado en cuenta como sentido de responsabilidad; sea que fuera una obligación explícita hacerlo o no. Dar cuenta del uso de fondos recibidos permite, además, generar un mecanismo de sinergia y marcketing desde el donante (especialmente si es donante persona o empresa), quien lo tenderá a tener presente en sus relaciones públicas y familiares.

Pero, así como informar en general sobre un fondo / recursos ejecutados es muy importante, más aún si existe compromiso explícito de hacerlo, el tenor de saber explicar lo pertinente en un informe es también necesario de entender. Nos referimos a que un informe debe de presentar / contar / narrar / … lo que corresponde a cómo se ejecutaron las actividades, cómo se ejecutó el presupuesto correspondiente, el grado de alcance de los resultados y objetivos previstos. La coherencia con la que pudo trabajarse y hacer la experiencia. En ello, hay que saber explicar las cosas. Más importante que mencionar el dato más elaborado de lo trabajado como proyecto; más que demorarse indefinidamente en conseguir la información “final” de lo que se tiene que transmitir, o cosa equivalente, es fundamental saber informar.

Saber informar de acuerdo a la información con la que uno cuenta, con lo poco o mucho que se tenga sistematizado o de información pertinente; comunicarlo, nunca dejar de hacerlo. No para pasar de superficial, falto de calidad o poco serio. En la medida que uno sepa explicar por qué uno informa dentro de las limitaciones de manejo de información que a uno se le presenta, será lo adecuado. Repetimos, explicando siempre los alcances que corresponden y, si es necesario, dejando pendiente de complementar una información cuando se vea necesario. Pero se avanza, se cierra lo que es posible dentro de los plazos que son requeridos y se es explícito en los alcances logrados desde la información que uno maneja y presenta. No ocultar ni dejar de explicar lo que corresponda.

Cumplir plazos, informar, saber explicar…, hacerlo en los términos más razonables y con argumentos, son cosas muy valoradas. En ello habría que agregar la importancia de lo gráfico, las fotos que acompañan (o debieran hacerlo) toda ejecución de un proyecto; no olvidar nunca de contar con una cámara fotográfica para recoger los momentos claves de la ejecución de un proyecto.

Hay que recordar siempre que quien lee un proyecto, un informe o algo equivalente, no maneja el mismo nivel de datos o información. Mientras una persona se encuentre más lejana de la realidad a la que se alude en un documento, más difícil de entenderla. Salvo que se facilite una presentación sencilla, clara, explicada, sin sobreentendidos. Entendiéndose que lo que para uno es información obvia, lo que para alguien que está en terreno se muestra “lógico” y entendible, para alguien externo a ello, requiere de mayores elementos explícitos. No “rollos”, algo resumido de modo claro y directo a los puntos centrales. Debemos aprender también a saber comunicar.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 9 de julio de 2014

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Jacinta y ¿el adiós a la televisión?

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El siguiente es un artículo de mi hijo Luis Fernando, extractado de un trabajo hecho por el para un curso de la Universidad, estableciendo denuncia de racismo en el programa televisivo de la “Paisana Jacinta”.

El Perú, al igual que los demás países del mundo, incluye programas cómicos o equivalentes en los canales de televisión, con el fin de entretener a la población. Así, diversos programas se transmiten en la TV peruana brindando espacios de diversión, como por ejemplo: Al Fondo Hay Sitio, El Especial Del Humor o La Paisana Jacinta. Dichos programas, se mantienen al aire debido a la gran audiencia que consiguen captar. El programa de la Paisana Jacinta fue creado y es producido por Jorge Benavides desde finales de los años 90 y se transmite por el canal de Frecuencia Latina.

En su inicio, era secuencia del programa JB Noticias, pero obtuvo gran acogida y se convirtió en un programa independiente. La Paisana Jacinta se llegó a retirar de la televisión por las críticas recibidas pero, finalmente, regresó logrando rating de 20 puntos aproximadamente (una buena cantidad). Sin embargo, nosotros consideramos que este programa influye negativamente en la sociedad peruana, especialmente para la población de la sierra, por los prejuicios y estereotipos atribuidos.

El programa de la Paisana Jacinta fue desarrollado sin considerar las consecuencias negativas en base a la discriminación y el racismo. Esto es debido a que, al momento de crear su programa independiente, solo se buscó conservar la gran acogida que obtuvo en el ámbito televisivo desde el principio. La polémica es señalada por la congresista Paulina Arpasi: “Este denigrante programa ha sido repetidas veces condenado por los organismos de derechos humanos, por presentar a la mujer andina como un ser sucio, vulgar, ignorante y violento” (Arpasi citado por Ardito 2004: 83).

Así como la congresista manifiesta su desagrado frente a dicho programa, este constituye un reclamo en defensa de la población de la sierra, la misma que identifica en ella a una representante cercana y apropiada en el Congreso. Un sector de la nación se encuentra indignado y ofendido y, a pesar de sus quejas, los productores del programa lo siguen transmitiendo, expresando insensibilidad y poco (o ningún) respeto hacia ellos.

Es también real que mucha gente continúa aceptando las burlas, pese a que denotan discriminación claramente. Éstas se derivan de los programas de la Paisana Jacinta, cuando ella evidencia rasgos sucios e indecentes al momento de expresarse hacia los demás en representación de la población de la sierra, por buscar individualmente sus medios de vida o su propia comodidad. Así, los estereotipos y prejuicios en su contra prosiguen y no se toman medidas al respecto desde el Estado, quizás por una malentendida libertad de empresa. Análogamente, se conserva una falta de consciencia en nuestra sociedad sobre las ofensas que se generan hacia los pobladores de la sierra.

Cabe resaltar que, la población es indiferente hacia ello y sigue ausente una firme voluntad para combatir la discriminación y el racismo, los cuales se deberían de encaminar a través de la educación, tanto por parte de las familias, como de las propias instituciones educativas y los medios de comunicación social; éstos últimos, encima, lo fomentan y lo convierten en parte del divertimento de la gente.

Por ello, nosotros creemos que se deben tomar medidas estrictas desde el Estado para que se asuma la eliminación del programa de la Paisana Jacinta de la televisión peruana y, junto a ello, desarrollar campañas educativas que permitan lograr que el público entienda que es debido a factores de índole discriminatoria y de exclusión que consideramos razonable su retiro de la televisión. Estamos convencidos de que el descarte de éste tipo de programas de la televisión, podrá brindar, poco a poco, una programación más adecuada y sana.

Además, lo ideal al ver televisión, es lograr que la población se entretenga sin la necesidad de acudir a prejuicios y estereotipos contra la gente de la sierra u otro sector social en general. Todos debemos de dejar de lado nuestras diferencias y colaborar para que no se coexista con la discriminación y lograr formar un país justo e igualitario.

Luis Fernando Valera Lalangui
7 de julio de 2014

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Palmas para el Perú

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Cuando lo llamamos a su casa para anunciarle sobre la premiación que le íbamos a otorgar, nos dijeron que no se encontraba; estaba haciendo trabajo de campo en Yauyos (sierra de Lima). Así se refería el ministro de Educación, Jaime Saavedra, sobre el Dr. José Matos Mar, quien a sus 94 años fue reconocido con las “Palmas Magisteriales” en el grado de Amauta. Ejemplo digno de alguien cuya vocación ha sido siempre el Perú, su diversidad y complejidad, la forma de lograr que se conjugue como nación y país, sus traumas históricos y la esperanza de superarlos. Reconocimiento indirecto al enorme papel que ha jugado para la academia el Instituto de Estudios Peruanos, entidad creada por Matos Mar en los años ‘60s.

Junto a él fueron reconocidas otras tres personas en el grado de amauta, el P. Javier Quirós SJ (Director General de Fe y Alegría y Presidente de CONSIGNA – el Consorcio Jesuita de entidades educativas); Manuel Burga (historiador, ex rector de la Universidad San Marcos y actual vicerrector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya) y el Ing. Martín Alberto Vizcarra Cornejo (Presidente Regional de Moquegua). Con diversos méritos cada uno, ya que la condición es que se otorga “al profesor u otro profesional, por su excepcional trayectoria y producción intelectual, cuya obra se considere un aporte significativo a la educación, la ciencia y la cultura del país. Debe acreditar producción intelectual (publicaciones), investigaciones o sistematización de experiencias e innovaciones educativas”.

Es primera ocasión que tengo de asistir a una premiación como las Palmas Magisteriales, motivado en particular por la distinción hecha a Javier Quirós, jesuita con quien hemos compartido labores desde el Consejo Directivo de CONSIGNA. Digno reconocimiento a trayectorias que merecen toda la consideración expuesta y seguramente más. Pese a las dificultades de salud tenidas a comienzos de año, Javier se atrevió a hablar en nombre de todos los amautas reconocidos y fue buena muestra de la feliz evolución de su situación, con enorme sentido de agradecimiento a una labor en la que todos tenemos que saber poner el hombro en lo que nos toque y desde los más diversos lugares que podamos ubicarnos.

Hasta aquí hemos mencionado una pequeña parte del evento. Puesto que las Palmas Magisteriales no sólo premia Amautas. También lo hace en dos grados adicionales: la de Maestro y la de Educador. En éstas categorías hubo alrededor de 40 reconocimientos, asignados a profesores y profesoras de los más diversos lugares del país, con trayectorias destacadas con los más distintos apuntes de creatividad, esfuerzo, dedicación, gestión, motivación, resultados y un largo etcétera. Muchos involucrados en esfuerzos de educación intercultural y bilingüe, especialmente en zonas de la sierra, muy meritorios.

Cuando fueron llamados los concernidos para recibir su medalla y diploma, parecía que otro Perú emergía en el escenario. Resultaba que no era cierto que nuestro Perú es sólo el que aparece a diario en los medios de comunicación (especialmente televisivos): de los crímenes, la violencia familiar, los robos y corrupción en el Estado (las empresas, entidades civiles, etc.), las sacadas de vuelta, la del que roba pero hace obra, … Teníamos también ante nuestros ojos un Perú que nos halaga, que nos hace crecer, que nos da enormes sentidos de esperanza. Profesores, varones y mujeres, que muchas veces con grandes limitaciones nos dan muestra que se pueden hacer las cosas de otro modo; podemos construir un país para todos y aprovechando los recursos de modo más significativo y pensando en el bien de todos.

Llamando nuestra atención de que los niños y jóvenes estudiantes no debemos verlos sólo como los adultos del mañana, o las generaciones del futuro. Debemos verlos como nuestro presente, ya que en la medida que hagamos por ellos lo necesario para que crezcan en los mejores términos, podremos hablar de futuro, porque el futuro se construye desde el presente y esos niños y jóvenes son parte también de nuestro presente. Fue significativo el reconocimiento a las labores de equipo que posibilita muchas veces que las cosas se hagan mejor o con resultados más amplios; porque se otorga las palmas magisteriales a individuos pero, detrás de ellos, hay normalmente otras personas (o muchas) que pasan de modo invisible y que es importante también considerar.

Esa combinación de diversidad de orígenes y esfuerzos creativos, esa diversidad de edades y trayectorias, esa diversidad de encomiables talentos, se mezclaba de muy buen gusto con el acompañamiento musical y presentación artística de Fabiola de la Cuba (y su grupo), quien nos deleitó con un mix musical peruano que parecía internacional por la variedad con que fue presentado y sólo expresaba algunas muestras musicales y de baile que tenemos en algunas regiones, cultura que también nos corresponde rescatar para nuestras aulas y desde las edades más iniciales, tal como la culinaria también se ha ido abriendo camino y, ojala, también suceda con todas las expresiones culturales y tecnológicas que nos son propias.

Todo lo anterior nos dejaba el sabor agradable y deseos de una más querida atención a los temas educativos. En sus diversos niveles. Tanto en lo que corresponde a la dimensión de políticas públicas, en lo cual el ministro de educación hizo renovación de compromisos desde una buena mirada integral de los mismos (esperemos que ello supere las paredes del ministerio de economía o las barreras de los negocios privados en educación). Pero también por lo que toca a la gestión que se requiere hacer en las regiones, en las UGELES, en cada colegio, en cada aula. Por cierto, lo que corresponde a cada profesor en su propia iniciativa de mejoramiento, dedicación, investigación, crecimiento humano. Lo que en todos los hogares debemos construir solidariamente; pues la educación no es solo responsabilidad del colegio, de la escuela o universidad; debemos asumirla en corresponsabilidad, donde el Estado tiene un rol por cierto clave. Además, todos debemos, sin diferencia alguna, saber vivir pedagógicamente, hacer de nuestra vida, pedagogía.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 6 de julio de 2014

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Sabernos detener y escuchar

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Son muchas las cosas que no nos hacen detener en nuestra vida, normalmente agitada por la diversidad de actividades en las que estamos involucrados, porque nos gusta tener los tiempos a tope, sentirnos que hacemos muchas cosas, quizás nos hacemos más importantes sabiendo que estamos activos, en fin… Nos resulta difícil detenernos para hacer otras cosas que no sean ya la rutina adquirida; cambiar de planes puede ser muy complicado, incluso para proponerse compartir temas de formación, la presentación de un libro o departir con un amigo/a de modo más gratuito, “perdiendo” nuestro tiempo.

Sin embargo, qué gratificante es el sentirnos libres para obrar lo que nos puede corresponder hacer. Dedicando tiempos a lo que puede ser aparentemente banal, como estar en casa con los hijos, proponiéndose ayudarlos en alguna tarea, conversar sobre algún tema o detalle que les pueda atraer u ocurrírseles. Tener el gesto de lavar los platos de la cena o salir a comprar alguna cosa que alguien se olvidó y puede necesitarse. No siempre nos provoca una sonrisa el hacerlo y podemos renegar un tanto, pero qué grato que se pueda hacer. Dejar lo propio y darle tiempo a otras cosas.

Diría también el ir a la misa dominical. A pesar que sabemos que el cura que hace la Eucaristía a esa hora es aburrido o habla con ideas distintas a las mías. Lo importante es encontrarse en Iglesia y saber dar gracias a Dios por todo lo que nos da, por todo lo que uno recibe; saber agradecer por tanto bien que recibimos sin darnos cuenta. Y por el hecho de sentirnos parte de los demás, con nuestras limitaciones y defectos. Como nos quiere gratuitamente nuestro Padre grande, Dios.

Conforme uno desarrolla (y pasan los años), se da cuenta que hay muchas cosas que se hacen o se asumen no porque simplemente “me gusten” o sean de mi “mayor agrado”. Las vamos haciendo porque creemos que es algo bueno o colaboran a algo bueno. Contribuyen a un propósito mayor a mi propio interés, muchas veces, limitados o mezquinos. Vamos aprendiendo que al relacionarnos tenemos que saber depone r algunos propios intereses para llegar a acuerdos comunes con otros; de lo contrario corremos el riesgo de quedarnos bastante solos con nuestras “buenas ideas”.

Es importante aprender a detenerse en la vida. No solamente porque la vorágine de cosas en la que nos podemos ver envueltos nos pueden llevar cual corcho flotante sin un rumbo deseado, sin hacerme yo mismo “señor de mi propia vida”. También porque necesitamos reflexionar sobre lo que hacemos para saber cómo vamos, si estamos obrando bien o de qué manera. Para saber saborear las propias experiencias que vamos teniendo, preguntándonos también si son de Dios o hacia qué nos conducen, por más agradables que parezcan.

Detenernos, por ejemplo, en darnos un momento diario para orar sobre nuestra vida, lo que nos transcurre, lo que queremos hacer. Saber comunicarnos con nuestro Padre grande, Dios, y conversar sobre lo que él quiere de nosotros. Puede parecer algo pasado de moda, pero es algo que uno encuentra muy marcado en la vida de Jesús. Él se comunicaba constantemente con su Padre y conversaban de modo muy cercano, intenso, afectivo, querido. Como quien lo hace con otra persona en la que confía profundamente. Lo cual es una clave de la importancia de saber detenernos en nuestra vida para reflexionar, orar, discernir, conversar espiritualmente.

A ello puede y debe ayudar un espacio como la comunidad. A saber comunicarnos con nuestro Padre grande, sabiéndolo hacer también de modo comunitario. Alentándonos a saber darnos esa pausa, a no caer en un activismo que asfixia otras dimensiones de nuestra vida; a saber detenernos para preguntarnos personal y comunitariamente ¿cómo voy? Normalmente en comunidades cristianas ello se conoce como la “revisión de vida”, la cual es un medio de acompañamiento comunitario, tan necesario de tomar en cuenta de modo periódico, como modo de objetivar mi propio caminar.

Pero también es importante saber detenernos para saber escuchar. Saber escuchar al otro adecuadamente, lo que nos dice, lo que nos quiere comunicar. No solamente oírle sino escucharle. Porque ello también es clave para dialogar, algo tan elemental en las relaciones humanas (pero que poco practicamos). Al punto que el Papa Francisco nos lo insiste en su Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi: debemos saber y dar ejemplo de dialogar, dialogar, dialogar. Tanto así como saber discernir, discernir y discernir.

Por eso es importante saber detenernos recurrentemente en nuestra agitada vida, hacer oración y dejarnos ayudar de la comunidad en la que participamos. Como ven, puede ser bueno orar y aprender a vivir la fe en comunidad. Hagamos pedagogía de ello, empezando con el propio ejemplo.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 30 de junio de 2014

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Renovar la Iglesia

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Nos hemos preguntado sobre ¿qué me tocaría a mí hacer si la Iglesia (Católica) tuviera que renovarse (y reformarse) en el mundo actual? No. No lo que tendrían que hacer la jerarquía de la Iglesia (dígase obispos, sacerdotes, religiosos, etc.). Nos referimos a lo que tendríamos que hacer todos los que nos sentimos parte de la Iglesia Católica (en tanto “pueblo de Dios”), iniciada hace más de 20 siglos por el mismo Jesús de Nazareth, María su madre, sus apóstoles y seguidores de entonces…

No es gratuita la pregunta porque, para el mismo Papa Francisco, es una de las cuestiones que le preocupan sobremanera, siendo una de las ideas más persistentes que recorre la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. No podría ser de otro modo si queremos recuperar la alegría de ser cristianos y el sentido fundamental de sabernos “amar los unos a los otros” y, desde ello, saber dar “fruto en abundancia”. No de hacer muchas cosas y generar “muchos” compromisos y misiones. Específicamente de saber amar, de sabernos amados por nuestro Padre grande y reconocer en el amor que nos rebeló Jesús (nuestro hermano “mayor”), la fuente inagotable de nuestra razón de ser, misión y realización. Profundizando desde allí, sin necesariamente muchos cursos o talleres de por medio, el sentido de amarnos y la experiencia de amar entre unos y otros.

¿Puede la experiencia del amor dar centralidad a mi vida? ¿Puede esa experiencia de amor ser determinante en mi vida? ¿Puedo aprender a vivirlo como experiencia y fruto de mi relación con quienes me rodean, con los parecidos y los diferentes, con todos los seres humanos? Sabiendo que es tan fácil decirlo y afirmarlo como complejo y difícil el vivirlo. Porque nos equivocamos muchas veces a cada paso; porque somos pecadores (y no lo decimos como un “saludo a la bandera”), somos reiteradamente pecadores porque no estamos acostumbrados a vivir en un tejido de relaciones donde prime el bien de todos, muchas veces todo lo contrario. Porque las envidias, los afanes de poder, los propios intereses, nuestra insolidaridad y tantos factores que juegan en nuestra contra (y nos dejamos llevar por ello), nos devuelven a la sencillez y humildad de nuestras limitaciones; nos suelen situar y hacer conscientes de los horizontes más adecuados de nuestras posibilidades.

Volvemos al Papa Francisco. Él nos convoca a todo el pueblo de Dios, a todos los bautizados sin distinción, a jugarnos por una renovación de nuestra Iglesia. Para lo cual no se requiere de cartel ninguno, ni hace falta formarse de modo especial, todo lo contrario. Se requiere en lo fundamental de disposición, actitud, sentido de desafío, ganas de amar y darse por lo que nos enseñó Jesús a vivir y el modo de entregarse a sus hermanos y hermanas. “La nueva evangelización debe de implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. (…) Todo cristiano es misionero en la medida que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’.” (EA EG N° 120)

Estamos llamados a no dejarnos atrapar en las estructuras que nos hemos dado para organizarnos y hacer las cosas, si no a dejarnos encaminar por lo más importante que es el dar testimonio individual y comunitario del modo de vivir de Jesús, del modo de amar de Jesús. Desde donde estamos, con lo que hacemos, discerniendo sobre lo que nos sentimos llamados y del modo como Jesús nos impulsa a extender esa misma fe y fuerza de su amor (“en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino” EA EG N° 127).

Francisco nos invita a todos a “ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades” (EA EN – N° 33). Por cierto, se refiere tanto a religiosos y laicos, a todos en la Iglesia. El desafío es para todos, porque es la misma Iglesia la que tiene que dar testimonio en el mundo, tanto desde los laicos y religiosos, hacia dentro como hacia afuera, en profundidad de oración con el Padre y en profundidad de compromiso con los más débiles.

Construyendo caminos en la diversidad, preservando siempre la unidad, como fiel reflejo de la bondad de nuestro Padre trinitario y la acción gratuita del Espíritu Santo. “Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad.” (EA EG N° 131) Esforzándonos por vivir caminos de solidaridad, vividos como algo mucho más grande que “actos esporádicos de generosidad”, porque es fundamental el crear “una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos” (EA EG N° 188).

¿Qué nos toca hacer a cada uno? Un ejercicio más constante de discernimiento individual y comunitario nos vendrá bien. Ante todo, por el convencimiento de que nos necesitamos unos a otros para amar y hacer el bien. Para abrirnos al reinado de Dios en todos los mundos, en nuestro propio mundo y el de todos.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 22 junio de 2014

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Fe y caminos en comunidad

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Ser cristiano supone, entre otras cosas, intentar vivir nuestra fe (trinitaria) en comunidad, como Jesús nos enseñó a compartir la vida, desde pequeños grupos que se acogían, complementaban, buscaban lo mejor para cada uno, dejando poco tiempo para la envidia o la discordia. Todos estamos llamados a vivir nuestra fe en comunidad y a traducir relaciones comunitarias en el conjunto de ámbitos de la vida en las que nos desenvolvemos. Vivir nuestra fe en comunidad no requiere de vocación; requiere de tomar conciencia del valor de ella misma para nuestra vida y nuestro propio proceso de crecimiento.

Por cierto, nuestra fe en comunidad no es sólo para el momento de la reunión comunitaria que compartimos. En la comunidad nos apoyamos y nos damos impulso para el quehacer cotidiano de nuestra vida, intentando desde esa experiencia vivir comunitariamente en el conjunto de nuestra vida. Es decir, aprendemos a vivir en relaciones de solidaridad, porque la comunidad nos enseña que todo lo que implica al ser humano nos compete, nos involucra, nos moviliza.

De otro lado, en el espacio comunitario tenemos la oportunidad de profundizar una serie de aspectos que nos pueden ayudar a crecer. Tanto en nuestra formación, en la manera de vivir la fe, en el vínculo fe y vida que nos resulta a veces tan difícil, en la celebración, en el discernimiento, en el sentido apostólico que le damos a nuestra vida (tanto personal y comunitaria), y otros tantos aspectos de los cuales a veces no terminamos de ser conscientes.

Para lo que sí requerimos vocación es para darnos caminos más específicos y exigentes de vida comunitaria, como lo pueden ser las comunidades pequeñas que se organizan desde los movimientos laicales y de una entidad como la CVX (que es desde la cual hablo). Porque intentamos darnos ciertas regularidades de reuniones periódicas, de aprender a tomar en cuenta a los otros en mis decisiones y compartir; intentamos hacer cosas juntos (pequeñas o un poco mayores), en razón del sentido de misión que nos vamos dando (como comunidad, como Iglesia).

Por ejemplo, ser parte de una CVX significa, como en otros casos, una invitación a crecer en un estilo de vida marcado por el deseo de profundizar al menos en tres cosas: (a) Una experiencia de vida sacramental, de oración y discernimiento; (b) una experiencia de profundizar en el sentido de compromiso, especialmente con los más débiles, dando sentido de misión a la vida toda que uno lleva, integrando fe y vida y jugando el rol que como laico/a me siento llamado a realizar. (c) Una experiencia de vida comunitaria, expresada en la participación constante de sus reuniones y actividades, de la mano con quienes formo comunidad, en aras a realizar de mejor modo mi propia vocación personal.

Nuestra fe en comunidad nos abre de mejor manera al otro, a los otros. Nos hace más conscientes de los caminos que nos corresponde recorrer, en esa lógica de seguimiento alegre y gozosa de Jesucristo y de nuestro Padre grande. Desde la experiencia de las CVX, reconocemos que nos invita a diversos caminos, ya sea para el compromiso, el crecimiento, un camino apostólico o hacia un camino de alegría y gratuidad.

Brevemente podríamos decir que, el camino hacia el compromiso lo aprendemos de modo sencillo en esa metodología que se validó en América Latina llamada Ver – Juzgar – Actuar, con variantes que la han ido enriqueciendo y haciendo suya como experiencia en muchos grupos. Podemos hablar de un camino de crecimiento en CVX, cuando se señala un itinerario marcado por los procesos de formación en CVX, en éste caso comprendidos como Acogida – Fundamentación de la Vocación – Discernimiento de la Vocación – Discernimiento Apostólico. Cuatro momentos que van muy de la mano con la experiencia de los Ejercicios Espirituales Ignacianos.

Hablamos de un camino apostólico en CVX, en la medida que aprendemos comunitariamente a hacer vida la metodología del DEAE: Discernir – Enviar – Acompañar – Evaluar. Lo cual nos pone en un camino de discernimiento de la misión y en hacer vida cotidiana la misión (y hacerla crecer desde allí). Por último, en el quehacer comunitario podemos también constatar que es un camino de alegría y gratuidad, tal como nos lo recuerda el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio”; invitándonos a crecer en la aceptación de uno mismo; en la aceptación de los demás y el cuidado de la creación; y a vivir siempre agradecidos “por tanto bien recibido”.

En el fondo, todas son formas distintas y variadas de aprender a amar, como Dios sabemos que nos ama. Teniendo siempre en cuenta cosas como las que repetimos en cada Eucaristía, “Señor, no te fijes en nuestros pecados si no en la fe de tu Iglesia…”

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 17 de junio de 2014

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El cuidado de la creación nos implica

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Hay reuniones que siendo sencillas y breves, dan lugar a un despliegue de detalles e inspiración que pueden ser un eficaz motivo para trabajar más a profundidad lo que llevaba como propósito. Me refiero a la jornada de oración a la que nos convocó el Grupo de Ecología CVX (31 de mayo), en torno a reflexionar sobre su significado, implicancias y proyección. La necesidad de volver sobre un tema que no sólo es para abordarlo como tal, si no, para intentar hacerlo vida, tanto en lo personal, familiar, comunitariamente y a todo nivel a nuestro alcance.

Tomar conciencia sobre lo ecológico, va más allá de lo que para algunos puede ser una moda o algo simpático que nos relaciona con la naturaleza. Porque cuando hablamos de lo ecológico pretendemos establecer vinculaciones sobre cómo hacemos para mejorar la relación histórica del Hombre con la Naturaleza, pero implicando al propio Hombre en esa dimensión de naturaleza.

Es decir, pensamos que tomar en serio esa mejora en nuestra relación con las plantas, los animales, el clima y todo cuanto orden “natural” nos rodea, debe de implicar siempre mejorar nuestras relaciones entre los propios seres humanos. Aprender a querernos un poco más entre nosotros mismos. Saber poner en juego el cuidado de unos con otros (especialmente con los diferentes), como parte clave del hábitat que necesitamos mejorar. Donde la presencia del ser humano le da sentido a toda naturaleza (o debiera serlo).

Eso mismo podemos mencionarlo también en su dimensión política y social. Porque desde las políticas públicas que se sigan y del modo cómo se respete los derechos de quienes pueblan los territorios, los muy diversos territorios, se incidirá en que podamos garantizar buenas prácticas y posibilidades adecuadas para las generaciones futuras. Contando siempre con que la extracción de riquezas naturales y el desarrollo de la ciencia y tecnología esté al servicio de las personas y de su crecimiento, y no sólo para el afán de lucro e intereses individualistas.

A propósito de ello, el P. Javier Uriarte nos recordó (en la Eucaristía que celebramos), lo acontecido en situaciones como el Baguaso (del que estamos conmemorando 5 años, el 5 de junio) y los desencuentros del que seguimos siendo objeto, marcando con signos de muerte la vida de muchas personas que, como Santiago Manuin (dirigente Awajun que casi muere entonces), han visto comprometida su salud y su vida. Ha quedado en estado delicado y, pese a ello, sometido a juicios que reclaman su encarcelamiento, así como la de una cincuentena de involucrados.

Volviendo a lo más específico de lo conversado, pudimos ver que comprometerse desde nuestras comunidades con el cuidado de la creación (la naturaleza y las personas que la habitamos), debiera llevarnos a revisar una serie de prácticas a las que estamos habituados, así como a promover iniciativas más amplias, las que puedan estar a nuestro alcance (que siempre es factible de acoger con un poco más de atención). Tomando conciencia de que siendo parte de una misma “aldea global”, de estar en “una misma nave”, hoy nos vemos confrontados a cuestiones comunes como las del llamado cambio climático, el cual nos afecta a todos. Porque todos somos parte de una misma humanidad, “de la misma creación”.

En la dimensión personal / familiar se insistió en diversos detalles al alcance de todos y que cada uno debiera discernir cómo lo asume y procesa. Por ejemplo, el uso materiales plásticos, como bolsas o vasos, de uso tan extendido; los envases de tecnopor (muy común en lugares de “comidas rápidas”. ¿No debiéramos intentar limitar su uso, sustituirlos o idear formas creativas de reciclaje? Se sugirió promover cementerios de pilas (muy contaminantes por cierto), sugiriéndose envases o espacios cerrados para su depósito permanente.

El tener un uso adecuado de los servicios con los que nos beneficiamos de agua y luz. Saber hacer un uso ahorrador y razonable de la energía eléctrica. Evitar fugas de agua o usos excesivos y que desperdicien el líquido. Atención en el manejo de nuestra basura, su eliminación, clasificación y reciclaje. Tomar idea en expandir las áreas verdes en nuestros espacios más inmediatos, ya fuera a través de maceteros o jardines en nuestra azotea (si la tenemos).

En la dimensión comunitaria, podemos intercambiar diversas posibilidades, siendo un tema que debiera ocupar un permanente lugar en nuestras conversaciones y atención en nuestros de modos de vida. Empezando por hacerlo un tema de reflexión periódico, de oración e intercambio. Seguido por plantearse “reformas de vida posibles” en cada caso. Planteando posibilidades también, para “quienes más quisieran afectarse” de desarrollar iniciativas grupales. Tal como nos lo presentaba la CVX El Agustino, donde un grupo de señoras, junto a otras personas, se decidieron a impulsar un proyecto de siembra de Tara en la ladera del río Rimac, con la idea de desarrollar un pequeño “pulmón” en beneficio de su distrito, ya que se carece de áreas verdes y hay mucha polución ambiental. Han tenido que afrontar dificultades diversas, como a los drogadictos que frecuentan la zona; la incomprensión de las propios trabajadores municipales; limitaciones por el lado de sus propias familias. Pero se ha logrado salir adelante.

Puede haber distintas cosas que se pueden hacer. Cada quien lo podrá encaminar; mejor si se hace juntos, entre varios. En torno a la vida que se nos ha dado, la naturaleza, tenemos que saber cuestionarnos; preguntarnos sobre nuestros usos y costumbres que llevamos y cómo nos afectan hoy y qué mundo les dejamos a los que vienen más adelante. ¿Les dejamos un mundo mejor, un mejor lugar donde vivir? ¿Damos ejemplo de convivencia, de saber relacionarnos con los otros, de tolerancia y aceptación?

Hay muchos elementos que se pueden ir incorporando. Termino con la preocupación manifestada de construir también un mensaje en torno a ésta temática. ¿Qué le podríamos decir a otras comunidades, a otras iglesias, a otros sectores, a nuestro país, incluso al mundo, sobre éstos aspectos? ¿Podemos decir algo? Más aún, pensando en la reunión mundial que tendremos en Lima (COP 20), en diciembre próximo, en torno al llamado “calentamiento global”.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 1 junio de 2014

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