Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua, estableció en una entrevista por el Día del Idioma que, en promedio, los hablantes usamos 300 palabras para comunicarnos. Usamos 300 de 283 mil palabras registradas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Seamos matemáticos en un tema de lenguaje: ¡Usamos aproximadamente el 0,10% de las posibilidades del idioma! Es decir, si la lengua española es un gran océano, nosotros nos conformamos con un gotero. Son 300 las palabras que en promedio usa una persona común y corriente, alguien de a pie que con la educación escolar le bastó y sobró. Martos también afirma que una persona culta llega a emplear 500 palabras, un novelista bueno utiliza tres mil, mientras que Cervantes utilizó ocho mil. Por otro lado, según la página de la Fundéu BBVA, asesorada por la RAE, establece que “Todos los estudiosos de nuestra lengua están de acuerdo en que esta no puede encorsetarse, sino que es algo mutable, que evoluciona y cambia. Sin embargo, nos advierten, también, que se enferma o se degrada. Un ciudadano promedio español no utiliza más de 1000 palabras y solo los muy cultos alcanzan los 5000
vocablos. Es más, algunos jóvenes utilizan solamente un arsenal de 240 palabras”.
Sean 300 ó 240 palabras estamos ante un número exiguo de palabra si aceptamos que son 1000 la cantidad de palabras que como mínimo un buen profesional empleará para comunicar con eficiencia sus ideas. Este incremento de léxico significa aumentar en tres veces, incluso en cuatro veces más, nuestro registro de palabras. Entonces, es fundamental que el nuevo universitario comprenda que sus estudios le exigirá una forma de pensar más rigurosa y que para lograrlo siempre estarán las palabras. Sea en contextos orales (exposiciones, entrevistas, intervenciones en clase, sustentaciones de tesis, etc.) o en contextos escritos (informes, exámenes, monografías, tesis, etc.) el alumno universitario debe familiarizarse con la variedad formal de nuestra lengua, la cual exige precisión, corrección y riqueza. Así, en lugar de decir “unos veinte cuadros surrealistas, hechas por Dalí y Rodin, se expusieron durante enero en el Museo de Arte Italiano”, el alumno debe saber que es posible, en aras de la precisión, decir “pintados por Dalí o Rodin” y que también es posible modificar más partes del enunciado, “unas veinte pinturas” y “creadas por Dalí y Rodin”, para evitar la redundancia de “pinturas surrealistas, pintadas por…”. No se está estigmatizando a priori el verbo hacer, sino que el objetivo es aumentar el repertorio de palabras.
Aunque es sutil el cambio en el ejemplo anterior, son mucho más graves, y reales, los casos derivados de la casi nula costumbre de escribir como “El certificado matrimonial dice de que [establece que] se hace esa medida [se toma esta medida] para que algunos de los conyuges [en caso de que uno de los cónyuges] pueda que padesca cierta enfermedad [padezca una enfermedad]. Pero esto afectaria a la pareja o quizás, derrepente, a dar marcha para tráz de querer matrimoniarte [Ante esta situación, la pareja podría cancelar su matrimonio]”, donde se puede observar los errores de un alumno de primer ciclo.Y aunque una posible justificación podría ser que “tengo 100pre ese problema, la verdad no se xq soy tan mala con estos temas nunca me gusto leer”, tomado de un correo electrónico de una alumna del curso, el mundo académico exigirá siempre subordinar el uso del lenguaje en contextos comunicativos como el Messenger, el Facebook, el Twitter, los comentario en Youtube o en un blog, o los correos electrónicos informales, para priorizar el académico donde la precisión, la corrección y la riqueza serán los principios a seguir.
Elaborado por Renato Zárate
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