El 4 de diciembre de 1994, en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, Julio Ramón Ribeyro fallece a los 65 años. Han transcurrido 25 años desde su partida; sin embargo, su vigencia como escritor es indiscutible. De todos los autores que se revisan en la etapa escolar y universitaria, quizá Ribeyro sea uno de los nombres que más ha permanecido en el radar literario. Una pregunta razonable es por qué este escritor peruano sigue vigente.
Julio Ramón Ribeyro fue parte de la Generación del 50, la cual se preocupaba por la fragmentación del sujeto, manifestada en la disociación y el quebrantamiento de dicho individuo con la totalidad. El autor escribe bajo estas coordenadas, pero lo hace desde diversos géneros, tales como la novela, el ensayo, el teatro, el diario o el aforismo. Esta proliferación de géneros podría ser confundida con indecisión o una inacabada exploración literaria; no obstante, el mismo autor señala, en la introducción a su Antología Personal, que “las fronteras entre los llamados géneros literarios son frágiles y catalogar sus textos en uno u otro género es a menudo un asunto circunstancial, pues toda obra literaria es en realidad un contínuum. Lo importante no es ser cuentista, novelista, ensayista o dramaturgo, sino simplemente escritor” (1994a: 11). Ribeyro manejaba diversos tipos de género, mas estos estaban unidos por fibras temáticas como la marginación, el fracaso, el desencanto, la decadencia social, los problemas de integración social y la desigualdad socioeconómica (Higgins 1991: 2). Todos estos eran problemas propios de la modernización de los años 40 y 50; pese a ello, no es posible negar que estos continúan en la era posmoderna. A continuación, analizaremos un par de cuentos para ilustrar dichos problemas en la narrativa de Ribeyro.
Por un lado, “Espumante en el sótano” (Ribeyro 1994b: 353), narra la historia de Aníbal, un empleado público del Ministerio de Educación que es marginado por sus pares y superiores. Este personaje, como muchos de Ribeyro, se resiste a dicha marginación e intenta subvertirla cuando invita a sus compañeros a celebrar con él sus 25 años de servicio. Aníbal prepara el festejo con diligencia y dispone copas para beber champán. Mientras el sujeto contiene sus emociones para expresar un sentido mensaje a sus compañeros, uno desde atrás dice: “¿Champán? ¡Esto es un infame espumante!”. Cuando Aníbal termina con su discurso, después de varias interrupciones, la frágil superficialidad de la celebración se termina de romper cuando su jefe le alcanza un estropajo y le dice: “Todo está muy bien, Aníbal, pero esto no puede quedar así. Estarás de acuerdo en que la oficina parece un chiquero. ¿Me haces el favor?”. El hombre, aterrizado a la realidad, mira el sótano donde ha trabajado por 25 años, lleno de colillas y restos de empanada, se remanga la camisa, se pone de rodillas y empieza a limpiar. Aníbal reflexiona: “Nada estaba en su sitio. No era solamente un sótano miserable y oscuro, sino —ahora lo notaba— una especie de celda, un lugar de expiación”. Es así como el personaje que Ribeyro construye contiene en sí mismo la marginación y el fracaso, y la lucha fallida por integrarse socialmente en su calidad de subalterno.
Por otro lado, los problemas de integración social también pueden ser reconocidos en “De color modesto” (Ribeyro 1994b: 194). Alfredo es un joven miraflorino de veinticinco años, que se muestra como un personaje solitario y observador de los demás personajes que no tienen problema para socializar con naturalidad. Él siente que no debe estar ahí después de intentar relacionarse con las jóvenes de la fiesta y fracasar repetidas veces, debido a sus gustos, a su edad y a su situación económica. Es entonces cuando Alfredo nota un espacio ajeno a la fiesta donde los sujetos celebran de forma particular: la cocina. El joven ingresa a este espacio y, de pronto, sus problemas para socializar se suspenden. Baila con una negra, conversa, ríe con naturalidad y sosiego. Incluso, se aventura a explorar otros espacios con ella y llegan al jardín interior. Es en este espacio donde ocurre la colisión social más importante del relato: los familiares pretender entrar al jardín para partir la torta, y descubren a Alfredo y la negra, que, según el sistema de creencias de la época, no debían estar juntos con ese nivel de intimidad. Ambos son expulsados de la fiesta. El joven se rebela contra dicho sistema al pasear con la negra frente a su casa y el malecón. Sin embargo, la conducta de Alfredo no nace de una contestación frente al racismo de la época, sino que es, más bien, una instrumentalización del escándalo que produce el color de la mujer para su acto de rebeldía. Esto queda claro cuando ambos son interceptados por la policía y esta lo reta a pasear con la negra por el parque Salazar, lugar generosamente iluminado y poblado por jóvenes limeños. Alfredo piensa en las implicancias de un paseo como ese y “como si se internara en un mar embravecido, todo su coraje se desvaneció de golpe”. Ribeyro finaliza el cuento con Alfredo huyendo del lugar y dando excusas, y la “mujer de color modesto” alejándose cabizbaja. Es decir, el relato termina con la derrota de la endeble resistencia del personaje.
Como hemos podido observar, estos dos cuentos son solo una muestra de cómo Lima era y sigue siendo una sociedad poscolonial. Es decir, es una ciudad donde las diversas formas de marginación no han desaparecido, sino que se han transformado y han tomado nuevos rostros y cuerpos desde los que oprimen. En consecuencia, en la Lima del siglo XXI, es posible encontrar Aníbales y “mujeres de color modesto” posmodernas que aún luchan por salir del encasillamiento y las limitaciones a las que se han enfrentado por siglos.
Bibliografía
HIGGINS, James | |
1991 | Cambio social y constantes humanas: La narrativa corta de Ribeyro. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial. |
RIBEYRO, Julio Ramón | |
1994a | Antología personal. México: Fondo de Cultura Económica. |
1994b | Cuentos Completos. Madrid: Alfaguara. |
Elaborado por Samantha Escobar.
La imagen ha sido tomada de https://www.educaccionperu.org/julio-ramon-ribeyro-la-voz-arte-del-fracaso/.
De una forma u otra a veces somos encarcelados o marginados en diferente forma como el empleado de 25 años no hizo nada por cambiar, solamente se conformo y acistumbro al maltrato.