Dentro del campo literario, existen textos narrativos brevísimos, denominados microrrelatos. Uno de los más conocidos y versionados es “El dinosaurio” de Augusto Monterroso, publicado en 1959 y constituido tan solo por la oración “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Por su popularidad, muchos lectores podrían creer que “El dinosaurio” es uno de los primeros microrrelatos en castellano. No obstante, son las prosas de Azul (1888) de Rubén Darío las que han sido reconocidas por los especialistas como los textos precursores de la literatura breve. A diferencia de la hiperbrevedad de Monterroso, las prosas de Darío presentan un par de párrafos e, incluso, diálogos cortos. Comparando ambos casos, se puede señalar que la licencia del microrrelato de abordar una variedad de formas y de temas constituye una de sus mayores virtudes. Atraídos por esta posibilidad, autores como el mexicano Juan José Arreola, la argentina Ana María Shua o el peruano Ricardo Sumalavia, así como muchos otros, han asumido el reto de la brevedad narrativa.
A continuación, con el objetivo de conocer un poco más sobre el microrrelato hispanoamericano, se presentan algunos apuntes sobre su definición, sus características principales y sus temas representativos.
¿Qué es un microrrelato?
Según Ana Calvo Revilla, definir este tipo de texto es tan complejo como determinar los límites entre un género literario y otro, sea por “la extensa bibliografía que ha generado esta forma narrativa tan minúscula como porque, cuando uno se adentra en el océano bibliográfico, tiene la impresión de estar inmerso en un bosque de disquisiciones terminológicas en el que cuesta ver la luz” (2012: 15). Pese a ello, diversos críticos literarios han intentado abordar este difícil panorama y bosquejar distintas aproximaciones teóricas. En este sentido, son dos las propuestas que destacan.
Por un lado, desde su papel de crítico y autor literario, David Lagmanovich lo define como el texto breve de condición ficcional que ha logrado independizarse del género del cuento. De este modo, a diferencia de otros microtextos, como los de carácter publicitario o los comentarios periodísticos breves, Lagmanovich afirma que el microrrelato nace de la intención autorial de contar una historia y, para ello, puede considerar elementos estructurales y temáticos de diversos tipos de textos literarios, tales como la parodia, el mito, el diálogo, entre otros (2006: 30-31). Por otro lado, el académico español David Roas propone clasificarlo como un subgénero del cuento. En este sentido, el microrrelato apuesta por la condensación, intensidad y economía con las mismas potencialidades del cuento. No obstante, es en el campo de la recepción del texto donde superaría ligeramente al género en el que nace, dado que necesita una mayor implicación de los procesos de recepción e interpretación textual. De este modo, precisa Roas, “la hiperbrevedad se compensa mediante el desarrollo que aporta la imaginación del lector” (2012: 60).
En suma, la exigencia del autor de elegir solo las palabras precisas para contar una historia, así como para estimular la sorpresa y el juicio crítico del lector, es su rasgo más representativo. Por ello, como señala Lagmanovich, el encanto de estas ficciones breves “consiste en percibir que los ejemplares de este género no son abreviatura de nada, sino construcciones autónomas que imponen su presencia en virtud de una estructura que aspira a la perfección” (2006: 41).
¿Cuáles son sus principales características?
Al momento de redactar un microrrelato, es importante considerar algunas características que son significativas de esta forma literaria y que proveen al escritor de una guía. La primera de ellas es la narratividad, es decir, que el relato cumpla con las cualidades intrínsecas de un texto narrativo. Óscar Gallegos define un texto narrativo como la enunciación de un discurso “donde un narrador (instancia narrativa) despliega una historia (fábula) en una secuencia de eventos […] o acontecimientos ordenados lógica y cronológicamente, causados o experimentados por actores” (2015: 73). En este sentido, la existencia de un narrador y un acontecimiento en el tiempo serían los requisitos mínimos para que un texto presente narratividad.
Una segunda característica es la hiperbrevedad. Este rasgo juega un rol fundamental en la estructura del microrrelato, debido a las consecuencias formales, temáticas y pragmáticas que desencadena. Por ejemplo, es inusual que se mantenga la tradicional progresión tripartita (presentación, nudo, desenlace), ya que el microrrelato exige una economía narrativa y síntesis expresiva. Esto se traduce, como afirma el crítico literario José Valles Calatrava, “en la condensación de todos los elementos de la historia, en la enfatización de los mecanismos de tensión e intensidad narrativa, y en la situación de la capacidad de evocación y sugerencia” (citado en Álamo, 2009: 7). Por ello, el académico español Francisco Álamo sostiene que este tipo de texto es el “máximo ejemplo discursivo de lo reducido, omitido, disimulado o sobreentendido del tejido narrativo” (2009: 7). Así, un ejemplo de esta buscada concisión nace de la propuesta del autor argentino Andrés Neuman: “Se despertó recién afeitado”.
¿Cuáles son sus temas frecuentes?
La estructura particular del microrrelato ha favorecido la manifestación predominante de algunos rasgos temáticos sobre otros. Tal es el caso del género humorístico. En este, uno de los ejemplares hispanoamericanos más notable es obra del peruano Luis Felipe Angell: “María Antonieta no quiso a Luis XVI; sin embargo, perdió la cabeza por él”. Otros casos serían los géneros metaficcionales e intertextuales. Ejemplo de ello es el escrito por el español José María Merino: “Al despertar, Augusto Monterroso se había convertido en un dinosaurio. ‘Te noto mala cara’, le dijo Gregorio Samsa, que también estaba en la cocina”. Finalmente, un último caso sería el microrrelato de crítica social, en el cual destaca el texto de la escritora chilena Luisa Valenzuela: “Como quien mira por la ventana del bar, miro la ventana. El tipo que me ve desde afuera entra para interpelarme. –Me gustás. –Lo mismo digo. – ¿Yo también te gusto? –Nada de eso, me gusto yo. Me estaba mirando en el reflejo”.
En este sentido, a partir de la brevedad del discurso, se vislumbran diversas posibilidades de universos narrativos, que manifiestan una actitud experimental frente al lenguaje y desacralizadora de la tradición literaria. De este modo, pese a que aún quedan muchos temas por analizar y discutir respecto de la naturaleza del microrrelato, sus alcances y límites, a juzgar por su amplia producción y recepción, es indudable su capacidad narrativa.
Elaborado por Almendra Miranda y Gabriela Saito
Bibliografía
ÁLAMO FELICES, Francisco
2009 “El microrrelato. Análisis, conformación y función de sus categorías narrativas”. Espéculo: Revista de estudios literarios. Madrid, número 42. Consulta: 27 de marzo del 2018.
https://webs.ucm.es/info/especulo/numero42/microrre.html
CALVO, Ana
2012 “Delimitación genérica del microrrelato: microtextualidad y micronarratividad”. En CALVO, Ana y Javier DE NAVASCUÉS (editores). Las fronteras del microrrelato. Teoría y crítica del microrrelato español e hispanoamericano. Madrid: Iberoamericana, pp. 15-36.
GALLEGOS SANTIAGO, Óscar
2015 El microrrelato peruano. Teoría e historia. Lima: Micrópolis.
LAGMANOVICH, David
2006 El microrrelato. Teoría e historia. Palencia: Menoscuarto ediciones.
MONTT, Alberto
2014 184 [imagen]. Consulta: 27 de marzo de 2018. http://www.dosisdiarias.com/2014/08/184.html
ROAS, David
2012 “Pragmática del microrrelato: el lector ante la hiperbrevedad”. En CALVO, Ana y Javier DE NAVASCUÉS (editores). Las fronteras del microrrelato. Teoría y crítica del microrrelato español e hispanoamericano. Madrid: Iberoamericana, pp. 53-63.