La palabra del día: Cachaco

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En Colombia, el término “cachaco” es empleado para referirse a los habitantes de la ciudad de Bogotá, sobre todo a los jóvenes de las clases media y alta que se caracterizan por un comportamiento refinado y un alto nivel de educación. De esta manera, según la RAE, un cachaco es un joven elegante, servicial y caballeroso, o una persona bien educada. Sin embargo, en el Perú, el término no es usado en este sentido. Por el contrario, se les llama cachacos, despectivamente, a los miembros de las fuerzas del orden: policías, soldados y militares en general.

De acuerdo con Martha Hildebrant en su libro Peruanismos, lo más probable es que la palabra “cachaco” sea un quechuismo. Al parecer, esta derivaría de los vocablos quechuas kakchákukk ‘terrorífico’ y kakchákuy ‘aterrorizarse’. Según la lingüista, existe un nexo semántico entre las ideas de temor y policía, ya que este último se asocia a la imposición del orden público por medio de la fuerza. Por otro lado, agrega que también se han registrado las palabras quechuas kachaku ‘soldado, mal soldado, policía’ y kachakke ‘subalterno, ordenanza’. Sin embargo, considera que estas formas son relativamente recientes.

Algunos ejemplos:

Ella había aguantado todo con resignación por las intenciones del Santo Padre, pero no había podido soportar más cuando el malvado de José Arcadio Segundo dijo que la perdición de la familia había sido abrirle las puertas a una cachaca, imagínese, una cachaca mandona, válgame Dios, una cachaca hija de la mala saliva, de la misma índole de los cachacos que mandó el gobierno a matar trabajadores, dígame usted, y se refería a nadie menos que a ella, la ahijada del duque de Alba, una dama con tanta alcurnia que le revolvía el hígado a las esposas de los presidentes, una fijodalga de sangre como ella que tenía derecho a firmar con once apellidos peninsulares. (García Márquez 2007: 367)

Los cachacos eran los nativos del altiplano, y no sólo los distinguíamos del resto de la humanidad por sus maneras lánguidas y su dicción viciosa, sino por sus ínfulas de emisarios de la Divina Providencia. Esa imagen llegó a ser tan aborrecible que después de las represiones feroces de las huelgas bananeras por militares del interior, a los hombres de tropa no los llamábamos soldados sino cachacos. (García Márquez 2002: 55)

“Fuimos en su poderoso Ford, roncando, patinando en las esquinas y en el Malecón de Chorrillos un cachaco los paró” (Vargas Llosa 1998: 103).

Fichas bibliográficas:

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel
2002 Vivir para contarla. Bogotá: Norma.
2007 Cien años de soledad. Madrid: Santillana, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española.

VARGAS LLOSA, Mario
1998 Los cachorros. Madrid: Cátedra. Letras Hispánicas.

Fuente de la imagen: http://navielmanianero.blogspot.com/2010_06_01_archive.html

Elaborado por Ana Lucía Tello

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