Categoría: Literatura no tan importante
no tan importante
Auto-destructividad
Tarsero
El problema o los problemas no sobrevienen sino solo por los deseos personales y particulares de cada quien. Unos tienen deseo de bondad y otros el del mero, aunque se lo vea como crecimiento, por ellos, ego: el hacer algo que a ellos y solo a ellos agrade y colme. Así como hay en unos, más bondad que en otros, en uno mismo, también, en momentos, hay bondad o maldad. Y no es sino uno mismo quien en verdad elije. A más allegado, más bondad: es más difícil castigarlo como se haría con cualquier otro. Este que no debería ser castigado, debería también poner de su parte, llegar a verdaderamente creer que no se debe ir en contra de los mayores ni de sus reglas establecidas, por ejemplo. Si hay alguien que castiga, hay entonces alguien a quien castigar; ninguno de los dos debería acabar sus límites hasta tener que llegar al verbo en mención, hecho algún moretón o cicatriz o insulto. Pero el otro problema es que el que debería guiar, haya errado ya el camino. Hay de los que sin ningún enojo, harán los que sus padres o tutores les ordenen, no por miedo sino por estar convencidos y de acuerdo; hay otros, también, en quienes su deseo tiene que ser el que prime antes que el de cualquiera. Este ser no estaría completo si es que eso que desea no es cumplido. Puede llegar a ser un auténtico pedido de justicia o solo capricho. Aun ellos mismos sabiendo que su deseo no sea de algo bueno y deseable, lo reprimen y prima en ellos solo su yo. Que conste que a lo reprimido llamamos el hacer bien, lo malo, de por sí, no conoce represión. Lo único que se reprime es lo bueno por algo malo, eso represión para lo bueno, es solo un obstáculo. En como es que actúan, el filtrarse y multiplicarse, es en lo poco que pueden semejarse. En su separación y meta, es cuando se sabe si era lo uno o lo otro. Así entendemos, también, la frase “por sus frutos los conocerás”. En una escala, alguna vez oí hablar de unos animales que por su sensibilidad al estrés, se golpeaban la cabeza en lo que más cerca y más duro que encontrasen, muriendo algunos y quedando heridos otros. A unos les gusta los flashes de las cámaras y otros se quieren matar por ello. Éstos, a diferencia de los humanos, no tienen los chantajes que los otros sí pueden idear. Solo les queda golpearse. Los otros tienen sogas, puentes, venenos, armas, etcétera. Pero en algunos casos cómo ganarle a la desesperación y al desconsuelo? Es muy difícil que lo que haga uno no afecte a otros. Lo privado no es tan privado.
Huaycha
Pirámide
Eran los que tenían que ser y de quienes deberían haber surgido otros, mas lo mató. Qué pensaría? Tal vez como reza la frase, “la vaca no recuerda cuando fue ternera”, se olvidó de cuando embobado también deseaba verla, la madre de su hija. Lo pensaría inferior, sí, tal vez sea eso, no era, para él, él que la merecía; a ella la vería tan suya y tendría que ser su progenitor mismo quien debiese establecer con quien ella debería unirse. Al hacerlo, atarlo, olvidó a su hija y a él, cualquier hombre. La pensaría, obvia e indiscutiblemente, como con su mujer, como objeto y pertenencia suya, su esfuerzo de crianza, su futuro. Pensaría evitar que lo que tenía que ser no sea, haber hecho alguna especie d justicia o ajuste. Ella, en otra carne como él, tal vez otro tiempo y otro espacio, pero ellos, terminarían haciendo lo que deberían: hacer ser. El asesino, aunque muera de viejo, demorará tener un cuerpo, si es que lo llega a tener. Ser ahora quien tenga que esperar por otro que hizo lo mismo o peor. Cuáles de sus sueños se les quitarían ahora? No los debiera conocer.
Estaba él parado por la acera de siempre, por donde sabía que vendría. Desde un auto, que ni su mujer sabía que existía y con el cual también en algunas ocasiones la había seguido y seguía todavía, la espiaba también. ya lo había visto, o mejor, los había visto. Él la miraba e intentaba hablar, ella parecía también desear lo mismo. Su cabeza no pensaba en otra cosa más, sino en que no debería suceder y en que debería evitarlo. No le importo que su hija lo presenciara, tal vez así, haría saber quien era el que mandaba.