Ah!, mierda!
A los hombres los arrojan.
Si no son otros a veces son sí mismos.
Y a mi dónde y de dónde me llega el sol.
Y cuando descansan,
están ahí, amarrados en formación.
Como ellos mismos, como sus máquinas.
Condenados hombres!, tener que estar así!
Arrastrados, sucios, teniendo que matar.
Tal vez más quietos, pero amarrados.
Toda su inmundicia que son ellos,
cuando la alegría es el sufrir.
Deshechos solo eso.
El sol que ya no alumbra a nadie.
Pedazos despedazados,
despojos de una carne muerta.
Cuando el hombre se hace menos hombre.