Me he quedado a escuchar los ruidos, a ver si alguno me llama. No hay peor ruido que el de mis pensamientos, los trato de sintonizar. De mis cosas, no podría engañarme, mas de las cosas que son de todos, estoy más que a tientas. El que de mis cosas, mi ruido, no podría engañarme, no es más que metáfora. Mentiría si dijera que no me equivoco, que nunca me he equivocado. Pero obviamente no podría oír el ruido de otros mejor que ellos mismos. No sé cuando el ruido vino a mi o si yo fui hacía él. No creo ser el el primero con ruido. Tampoco creo haber hecho yo al ruido ni que el ruido me haya hecho a mi, aun así, participo de él y participar no es provenir de lo que se participa. Creo debe (el creo y el debe no son ciencia) de estar en eso que llaman alma y que si sabes ver bien se mira en los ojos. Como el que tanta bulla hace, su rugido territorial, aun así sabe agazaparse, guardar silencio antes de atacar. Parece que para ganar, si se es corriente, se tiene que hacer mucho ruido o, si se es algo más prudente, solo saber escuchar. “El que no llora no mama”; pero si uno ha entendido que si no hay ruido sería en vano llorar, ahorraría energía; el que todavía no sabe aquello podría seguir solo llorando, atraer cazadores. Aunque es verdad que existe el hambre, que es un tipo de ruido. Hay quienes aun sin estomago ni tripas tienen que nutrirse. El ruido no tiene competidores o al menos no los quiere. Qué ruido supera al ruido de la muerte? El oír es como coger, agarrar. No se puede oír ni escuchar si no se está en estado de espera. Está claro que no es materia aunque el ruido se haga también con ella o, si lo fuese, tendría que ser una muy sublime, una muy sutil. No creo que a esto todo que exista solo lo conecten mis pies, cuando siento el aire, el agua o alguna otra sensación que mi piel y mis nervios me dan. Aunque nunca haya sentido el inicio y aunque nunca se sienta el fin, no se es más que aquellos. Si cada año valiese oro. No creo que el fin sea de la carne y los huesos, pues son solo materia bruta y lo bruto no es ni sublime ni sutil. No creo que el ruido se sumerja en mi, sino más bien, soy el que lo hace. Pero debe ser tan ruinoso, confuso y amplio, poner las neuronas en fila. Éstas no deben ser más que los instrumentos, como las manos para agarrar, los pies para caminar, etcétera, para intentar armonizar, sintonizar nuestro ruido. Aun así, con ya un camino, antes hubo un espacio; el espacio no es dependiente del camino, sino al revés. Con orejas o sin ellas siempre hubo ruido. Cada animal conoce su propio ruido, que para ellos es lenguaje, son los otros, que no entienden, por lo que llamamos a eso que para otros es comunicación, solo ruido. Te aprendes los ruidos solo si te interesa o solo si de ello dependiera tu vida. Un cazador debería conocer los ruidos de su presa y viceversa, pero así también seguro hay animales que no se verán ni menos oirán nunca. El ruido, aunque pueda verse como sinónimo de la bulla, parece guardar algo más dentro de sí; la bulla es solo bulla. La bulla podría ser el ruido no descifrado todavía. Antes bulla, luego ruido y al final un mensaje.