Archivo por meses: junio 2015

Quiénes somos, cómo amamos

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Es interesante plantearse la pregunta de por qué, si llevo mucho tiempo siguiendo (o buscando seguir a Jesús), uno a veces siente que su vida no cambia. Si vamos haciendo un camino sincero, como seguro se trata, lo que debemos decir es que nuestra vida ha ido cambiando, sin que nos demos cuenta, hemos ido creciendo sin que nos percatemos con tanta evidencia, como la que nos ocurrió de cuando niños y pasamos a jóvenes y adultos. Quizás el crecimiento físico es más evidente que otras cosas, pero las personas que nos rodean pueden o podrán dar fe de aquello con algunos datos más objetivos.

También es real que cuando crecemos en bondad y conocimiento, sea la propensión de cada uno la de confiar más en sí que en el prójimo, menos aún, en Dios. A pesar de que es a Dios a quien damos gracias de los bienes recibidos, y es por él que vamos haciendo un camino de vida. Pero si perdemos confianza en el otro, en el ajeno, en el “menos que uno”, en el débil o pobre, seguramente pasamos a creernos buenos y cumplidores (por mérito propio), creciendo en uno una ceguera (miopía, catarata, etc.) que nos impide situar lo importante.

En uno y en otro caso hay que confiar en Dios, en su amor infinito. Partiendo por comprender mejor el sentido de su amor, el cual es gratuito. Por tanto, que nos llama a brindarlo de manera parecida. Amar, es amar con gratuidad; como se dice, “sin esperar nada a cambio”. Disponible para entregarlo todo. Porque no basta cumplir con normas como los mandamientos, en el caso de los cristianos, o la Torá o el Corán, u otras referencias.

Hay que hacerlo por supuesto, pero allí no se agota lo principal, si no estamos dispuestos a desprendernos de todas nuestras riquezas que generan anclas o nos pueden distanciar de la gratuidad del amor. Es el caso del joven rico que se acerca a Jesús con deseos de seguirlo mejor y se encuentra que sus riquezas son lo más importante en su vida y se retira apenado. Diversas son nuestras riquezas y no sólo las monetarias. Las intelectuales, del conocimiento o de la información suelen ser otras que empiezan a hacerse cada vez más evidentes.

Todo ser humano es alguien capaz de crecer, cambiar, desarrollarse en diversos sentidos. El punto es de qué modo lo consideramos y de qué medios nos valemos para ello. Desde cosas tan simples como la oración diaria que nos podemos dar, el discernimiento de cómo vivimos en ese día a día. No para ser bueno; no para sentirme mejor que los demás. Se trata de aprender a descubrir la presencia del amor de Dios en la vida de uno, en la vida de los demás, en la naturaleza, en la tecnología. Descubrir el amor gratuito en las relaciones que vamos construyendo o de las que nos vamos haciendo parte.

Confiando y sintiendo esperanza de que Dios puede “hacer grandes maravillas en mí”, empezando por aceptar que mi propia vida ya fue un gran acto de amor permitido, por el cual crecimos y llegamos a donde esta cada cual. Nada es fruto de un simple azar. No hemos aprendido a cultivarnos en esa dimensión y lo que significa en cada vida humana, por lo que quizás a veces desconfiamos o nos creemos poco amados o considerados. Aún así fuera, tenemos las personas la posibilidad de aprender a valernos por uno mismo y se nos ha dado esa posibilidad a todos, cosa que debiéramos poder asumir en las condiciones que nos corresponde a cada uno. Claro, distinto es el hecho de una persona con dificultades para ello, las cuales, no tengamos duda, siempre serán los preferidos de Dios. Y todos estamos invitados a dar fe de ello.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 13 de junio de 2015

Apuntes sobre la Mesa de Movimientos Laicales (MML)

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Origen e integrantes

El encuentro de organizaciones laicales afines como es la Mesa de Movimientos Laicales (MML) no es nueva. De hecho, ha habido diversas experiencias anteriores de encuentro de organizaciones locales afines. Algunas de ellas tuvieron afinidades más ideológicas o sociopolíticas; otras, el deseo de participar mejor en las reuniones que se convocaban por la CEMA (Conferencia Episcopal de Movimientos Apostólicos); en algún caso, la organización de los cursos o semana de Adviento; entre otros. Sin embargo, el año 2006, Después se tomaría una nueva iniciativa que ha perdurado de modo importante y que hemos ido valorando crecientemente.

Se empezó con un curso de formación (febrero 2006), organizado por tres movimientos (EDOP, MPC y CVX) y el IFC (Instituto de Fe y Cultura), gestado desde los meses previos. Dicha experiencia significó una marca especial en nuestro quehacer. Se convirtió en la principal actividad durante los años sucesivos. Además, nos dio una pista clave (la formación) y de mucha utilidad, donde todos teníamos interés común de desarrollar juntos.

Se dio lugar a una labor en red cuya riqueza también fue el intercambio de experiencias. Sentir que se podía ser un buen referente de iniciativas y factor inspirador para las propias organizaciones componentes, pese a que no fuera un ente regular o muy constante en sus reuniones, ni muy sólido en su organización. Se fue creciendo y haciendo que la Mesa de Movimientos Laicales – MML, abarque hoy a 9 organizaciones (CHC, CVX, EDOP, JOC, MANTHOC, MIANSI, MPC, MTC, UNEC), particularmente como presencia más limeña. Se estuvo siempre abierto a la participación de otros movimientos, aunque no todos decidieron su incorporación.

Iniciativas diversas

En su trayecto, se dio lugar a iniciativas diversas: (a) El eje de la formación: fue lo más importante, como apuesta sistemática y necesaria de la formación laical, ya fuera cursos, conversatorios, charlas diversas; participación en iniciativas de formación de otras entidades como el IBC y el IFC (sobre los cursos anuales, hay detalle aparte). Ponemos de relieve también el curso de formación de acompañantes que se ha iniciado desde el 2014, a iniciativa de EDOP.

(b) Difundir ciertos mensajes que se consideraron importantes, como aspiración a ser una “iglesia laical”, en tanto Iglesia concebida como “pueblo de Dios”, como nos lo recordó en profundidad el Concilio Vaticano II. La aspiración a trabajar desde los pobres y excluidos, con quienes nos anima un sentido de esperanza en que otro mundo es posible de verdad. Reflexiones y aportes al documento de Aparecida, entre otros.

(c) Compartiendo preocupaciones comunes para nuestro país y nuestra Iglesia. Siendo lo propio de nosotros el opinar como laicos o desde esa perspectiva. Teniendo la aspiración de renovar la política en nuestro país y el mundo de hoy. Convencidos que la política no puede seguir siendo sinónimo de coima, robo, aprovechamiento, factor de venganza y tanto mal acumulado. Persuadidos que nos toca recuperar la política como factor de bien, como sentido de servicio a todas las personas y como búsqueda de la mejor convivencia posible.

(d) Compartir nuestra fe y modo de vivirla según carismas diferentes. Donde compartir una Eucaristía anual entre todos se convirtió en un gesto de convergencia y compartir, aprovechando el inicio del adviento en cada año. Aspirando a que sea fuente fecunda en el conjunto de nuestras labores a todo nivel; que nos ayuden a profundizar nuestra propia fe y a integrarla mejor en el conjunto de nuestra vida. Para mejor amar y servir.

(e) Acciones de solidaridad diversas: fondos para una casa de ancianos en algunas navidades; solidaridad con el P. Gastón Garatea frente a su impedimento de oficiar misa en la Arquidiócesis de Lima. Carta de solidaridad para los profesores de Teología de la PUCP que habían sido afectados en su normal desempeño académico por el Arzobispado de Lima

Cursos que hemos realizado anualmente

1. “Bases para una Iglesia laical hoy en el Perú” (2006)
2. “Bases para una Iglesia laical: La identidad del discípulo” (2007)
3. “Laicos y Aparecida: desafíos” (2008)
4. “Transformar desde adentro: Los laicos ante un mundo en cambio” (2009)
5. “Una Iglesia abogada de los pobres: Responsabilidad política del Laico/a” (2010)
6. “Renovar la política, tarea de todos” (2011)
7. “Reflexionar la vida con Vaticano II” (2012)
8. “Desafíos actuales para el ser humano hoy” (2013)
9. “La alegría del evangelio en nuestra vida” (2014)

Algunos de estos cursos dieron lugar a algunas publicaciones (impresos o DVDs) en razón de buscar una mayor difusión de los temas abordados y su aprovechamiento para la formación en cada organización.

Elementos significativos y de proyección

° Compartir miradas distintas de ser comunidad y de vivir la fe, siendo que todos nos reclamamos seguidores de Cristo, con énfasis en aspectos variados.

° Reconocer problemáticas comunes como la importancia del acompañamiento comunitario a todo nivel; profundizar en nuestra oración y vida de fe; integración fe y vida, fe y compromiso político; funcionamiento y continuidad de nuestras comunidades.

° La necesidad de renovar nuestras prácticas comunitarias y hacerlas más cercanas a los jóvenes y a los pobres. Explorar nuevas prácticas de lo comunitario desde la diversidad y los nuevos modos de ser Iglesia en el mundo que buscamos construir creativamente.

° Valorar referencialidades vitales como son el día del Trabajo; el día del Maestro; Pentecostés y el Adviento; otras fechas. Compartir alguna de las actividades (o asamblea) que normalmente desarrolla cada movimiento, abriéndola de modo común para todos, como una manera de integrarnos mejor y aprender de lo que hace el otro.

° La vida como testimonio: saber ser actores y vivir con convicción; aprender a mirar con otros ojos; asumir nuestra responsabilidad social frente a los problemas que se dan en nuestro país; ser críticos de nuestro propio actuar.

° Saber comprometernos con el cambio: expresado en la opción preferencial por el pobre, la defensa de la vida y el reclamo de la justicia; en saber involucrarnos con la realidad de los más necesitados.

° Cuidar la casa de todos que es la tierra. Construir desde el trabajo con jóvenes y la interculturalidad Saber vincularnos con todos aquellos que trabajan solidariamente.

° Tomar atención a los nuevos aires en nuestra Iglesia, a propósito del Papa Francisco, lo cual nos lleva a pensar y actuar más en grande.

° Tomar en cuenta otras experiencias similares de éstas mesas laicales en Ayacucho, Chiclayo, Arequipa y otras regiones, lo cual es un factor más de alegría y motivación.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 23 de mayo de 2015

Nota: El presente documento cuenta con los aportes de diversos integrantes de la Mesa de Movimientos Laicales, entre los que destaco los hechos por Gino Huerta.

Alegría y servicio en la familia

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Al hablar de la familia, referirse a las bodas de Caná, como parte de la vida de Jesús, es todo un símbolo de la alegría del evangelio. Por lo que representa de significado todo matrimonio que recién se inicia, la importancia de la celebración y la presencia suficiente de sus diversos componentes que colaboran a ello culturalmente (como es el vino en éste caso). Se dice que dicha escena es el primer signo milagroso en la vida pública de Jesús.

Allí se pone en juego también esa relación tan cercana que suele haber entre madre – hijo e hijo – madre, dando lugar a esa secuencia rítmica de “se acabó el vino”, “ya no tienen vino” / “no ha llegado mi hora” / “hagan lo que él les diga” / “llenen de agua éstas tinajas” … hasta llegar a la sorpresa del encargado de la fiesta “tú has guardado el mejor vino hasta ahora”.

Sin embargo, siendo la familia motivo de alegría, no hemos de olvidar que Jesús también será crítico de ella en otros momentos; como también lo fue de la ley, del templo, de los Escribas y Fariseos.

Los tiempos que vivimos, más aún, inspirados en Pentecostés, nos invitan a darnos profundidad de vida. Por tanto, es prudente preguntarse cómo hacemos y vivimos el evangelio desde nuestras familias, sea la realidad que ella estuviera atravesando o en la que estuviera anclada. Porque es importante saber y buscar articular una sinfonía con todas sus expresiones y diversidad, con todas las voces (todas) que las componen, desde un carácter plural y tolerante, por tanto, armónico. Preguntándonos cómo ser vida en la familia a partir de los evangelios; luz y fuerza; alegre noticia. Como hechura vinculante de Dios en el mundo.

Aparecida nos habla de la familia como “uno de los tesoros más importantes de los pueblos” y “patrimonio de la humanidad entera”, “afectada por difíciles condiciones de vida” que la amenazan. Por tanto, “llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la iglesia” (432). Entendida desde las características peculiares de Latinoamérica, con mucha migración, pobreza, desigualdad y explotación indiscriminada. Donde aún no nos miramos todos como iguales, menos como hermanos.

Se le ha nombrado a la familia como “Iglesia doméstica”, lo cual adquiere sentido en una doble labor, tanto hacia adentro, como hacia afuera. Aunque a veces la familia se la ve o se le agota con una mirada de lo que ocurre en ella “puertas para adentro” (o sea, la comunicación entre esposos, educación de los hijos y colaterales), ella está invitada también a asumir el reto de “ponerse al servicio de la acción misionera en medio del mundo”, al servicio de la construcción del reino de Dios.

Si lo anterior es verdad, toda familia (cual sea ésta) debiera sentirse llamada (o descubrir su llamado) al discernimiento y construcción de un estilo de vida evangélico. Signado por actitudes de solidaridad, austeridad, servicio y vida sencilla; opciones principales por la justicia, la defensa de la naturaleza y el respeto de los derechos humanos.

De otro lado, debiera sentirse invitada (cada familia) a descubrir la presencia de Dios desde la propia historia familiar, en los dones recibidos, en el amor y servicio. Nadie nos tiene que decir en qué está presente Dios (también nos pueden colaborar en ello), pero cada uno debiera poder descubrirlo. Por cierto, buscando cada familia, preguntándonos nuevamente, de qué modo nos hacemos instrumentos específicos del amor de Dios y de su reinado. Cada quien con lo que tiene entre manos y la característica peculiar de familia que pueda tener, y de modo agradecido.

Dicha reflexión será muy útil vincularla a la reflexión comunitaria que vamos construyendo. Por ejemplo, desde el FODA de la familia (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades, Amenazas) que podemos compartir y vamos aproximando. Sabiendo que es una realidad muy compleja y que la vivimos de muy diversas maneras. En la que todos estamos involucrados de una u otra manera, directa o indirectamente. Podemos no llegar a ser padre o madre, pero todos somos hijos e hijas y ello nos identifica, nos homogeniza, nos iguala. Nos hace uno, también, en Jesús (hijo de Dios).

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 5 de junio de 2015

Algunas palabras para un amigo

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Hay quienes más allá de los “ruidos” en torno a su persona (buenos o no tanto) dejan huella en sus expresiones y experiencia de vida. Seguramente a quienes vivimos su “pasión y muerte”, sin saber cuándo concluiría, nos dejó mucha marca, nos afectó más allá de lo que puede ser la amistad y cercanía de alguien que se llega a conocer sin haberlo visto físicamente. Creo que ello fue también mi experiencia con Monseñor Oscar Romero.

Lo conocí por folletos que nos llegaban al Centro Federado de Ciencias Sociales de mi alma mater (la Cato), por allá en la segunda mitad de los 70s, siendo estudiante de Sociología. Había mucha afluencia de ideas, movimientos sociales e inquietudes diversas sobre el devenir de nuestro país y la globalización que se dejaba sentir cada vez más de modos distintos.

Nos empezamos a enterar de un obispo conservador que, tocado por la muerte de un sacerdote muy amigo suyo (Rutilio Grande, SJ), había empezado a reaccionar sobre el contexto de cosas que se vivía en El Salvador, república centroamericana un tanto lejana, aunque convertida en muy cercana por la revolución Sandinista en Nicaragua, cuestión que nos obligaba a estar más al tanto de lo que transcurría en esas zonas, extendido a Guatemala, Cuba, México y otros.

Admirados de cómo ese proceso de conversión se personifica en alguien de quien quizás se esperaba poco y, de pronto, se empieza a abrir un amplio horizonte que no es otra cosa que hacerse sensible al sufrimiento de su pueblo, a las injusticias que rodean su situación y al descontrolado poder de quienes usurpan y explotan indignamente a la población local. Una reacción muy evangélica después de todo. No es que el obispo conservador se hizo de “izquierda”. Se trata de una reacción humana y un deseo de no ser ciego a las realidades que le toca poner en cuestión, a ser solidario con el pobre que sufre, más aún, injustamente.

En lo que a mí me toca, poco tiempo después del asesinato de Monseñor Romero, estando ya por culminar mis estudios en la PUCP, me tocó ir a trabajar a San Ignacio, Cajamarca. Lugar de confluencias y hermosura. Pues, allí, llegué para iniciar (junto a otros, 1982) las labores del Cenecape “Oscar Arnulfo Romero”, entidad que se constituyó de modo acertado entre la parroquia local y el Ministerio de Educación. Fue, pues, muy inspirador y motivador, sabiendo de quien se trataba, acompañando una labor que, en mi caso, abarcó 3 años.

Fueron acciones de proyección hacia el campo (y también en la ciudad misma), en torno a la salud (promotores y botiquines de salud), tecnificación agrícola (especialmente en torno al café) y pecuaria; a ello se sumó labores de corte y confección (sobre todo con mujeres); labores de organización campesina, así como las acciones de pastoral que abarcaban al conjunto. ¡Qué tales viajes y recorridos aquellos! Hacia los diversos caseríos de la provincia, a lomo de mula y por varios días.

Ese pequeño recorrido me hace vincular dichas vivencias con el valor que puedo asignar a la oración. Porque fue también un aprendizaje y saber valorar el descubrir a Dios en todas esas experiencias, engranando eso que Jon Sobrino nos invita a tomar en cuenta, sobre el vivir una oración encarnada en la realidad. Estableciendo esa interacción de reflexión – acción y de oración y praxis. Como forma de tomarle pulso a lo que vivimos y darle profundidad.

Donde aprendimos también a ir situando a Jesús como nuestro referente, más allá de todas las inconsecuencias y desencuentros por los que cada uno suele pasar. Valorando en todo ello la necesidad y el deseo de ser parte de una comunidad desde la cual doy sentido más amplio a mi vida de fe y aprendo a acompañarme por otros, a confiar mi vida y mi fe a otros. En ello también Monseñor Romero nos deja su ejemplo.

Porque todos podemos preguntarnos acerca de ¿qué nos dice de nuestra propia realidad y sentido de compromiso? Convencidos de que todos tenemos capacidad de cambiar para obrar el bien (también para lo contrario). Si nos ayudamos del discernimiento, podemos obrar más cercanamente la voluntad de nuestro Padre grande. Todo ello, para preguntarnos también sobre ¿cómo nos enriquece nuestra oración (o podría hacerlo)?

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 4 de junio de 2015