Los Proyectos son una forma de organizar la vida social

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Cuando hablamos de lo que nos gustaría hacer en la vida normalmente lo referimos a cómo nos proyectamos o qué queremos proyectar desde la vida que llevamos. Hay que entender que no solamente se trata de una idea que quisiéramos plasmar en la realidad, sino que lo planteamos (o debiéramos hacerlo) desde cómo queremos vivir en adelante para alcanzar el o los propósitos que nos podemos trazar.

Sin embargo, cuando hablamos de proyectos de desarrollo o, más simple, de propuestas que queremos encaminar para alcanzar determinados objetivos, denominamos proyecto a una idea que nos gustaría concretar y que se acompaña de un costo determinado y algunas consideraciones de cómo realizarlo.

No es realmente difícil proponerse pensar cosas que serían útiles para organizar mejor o conseguir mejoras del medio o la realidad que nos rodea, especialmente si se trata de mejorar la vida de las personas. Claro, uno se puede plantear la realización de proyectos con fines lucrativos, con propósitos más sociales, sin fines económicos o con motivaciones humanitarias. En realidad, puede haber distintos horizontes que acompañen una labor de esta naturaleza y todas ellas pueden ser válidas.

De todos modos, queremos llamar la atención que hay ideas que pueden ser equívocas, especialmente, cuando pensamos en proyectos sin fines lucrativos. La primera es que muchas veces se piensa que uno hace un proyecto para “conseguir plata (fondos)”; esa idea esta muy extendida, sobretodo porque se ha vuelto en un mecanismo para acceder a fondos de cooperación externa (y otros), lo cual a terminado muchas veces haciendo perder de vista otros aspectos más importantes, como el hecho que un proyecto se piensa (o debiera hacerse) principalmente para ordenar y planificar mejor una actividad que uno busca desarrollar o que ya viene realizando.

El hecho de que en un proyecto se haga el esfuerzo de establecer un costo, un presupuesto, la forma cómo se vincula la idea a los recursos que se requiere para concretarla, no significa (o no debiera serlo) que todo proyecto se hace para conseguir dinero. Esa, como decimos, es una deformación que es necesario corregir, para recuperar mejor el sentido de “causa común”, propósito compartido, posibilidad de desarrollo en un sentido “público”.

Otras ideas distorsionadas es que los formatos y las exigencias de formulación y rendición de cuentas es lo más importante. Son importantes, pero pueden terminar siendo un obstáculo a la posibilidad de inversión y al flujo necesario de creatividad cuando se convierten en lo principal o en el sesgo que define todo lo demás. Nunca se debe perder de vista el contraste entre lo que puede aspirar o sentir la población como necesidad y su contexto socio-cultural, aunado a los aspectos técnicos que intervienen en darle soporte y sustento debido a las mismas. Conjugando un sentido participativo con las opciones técnicas y políticas que pueden corresponder a quienes lideran una iniciativa, la misma que siempre debe tener la posibilidad de ser sujeta de opinión y confrontada.

Hay otros aspectos que pueden ser engañosos como el hecho de que las propuestas son más adecuadas o sólidas mientras más “técnicas” se presentan. Ese es un factor que puede ser muy determinante para establecer, por ejemplo, la ingeniería de una construcción o el sustento organizativo de una actividad. Pero nada puede sustituir el sentido público de lo que se hace si lo que se busca es satisfacer necesidades sociales más amplias a las iniciativas que se planteen, por más privadas que pudieran haber sido en su origen.

Como se entenderá, es distinto proponerse hacer una casa habitación para la familia de uno que proponerse hacer una escuela o un club deportivo. En tanto se involucra en una esfera pública tiene que ser pasible de tratamiento abierto y compartido con la comunidad local. Por supuesto, también si se trata de un proyecto de explotación minera, por más que el empresario privado “arriesgue su plata”; y no sólo por cuestiones de impacto ambiental sino especialmente por cuestiones de “impacto poblacional”.

Guillermo Valera Moreno
26 de julio 2010

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