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La palabra del día: Algoritmo

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La palabra algoritmo es común en el vocabulario científico. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), un algoritmo es “un conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema”. Esta palabra, de uso tan frecuente en la terminología científica, parece tener un origen árabe, como acota la RAE, pues es probable que proceda “del latín tardío ‘algobarismus‘, y esta del árabe clásico ‘ḥisābu lḡubār‘, que significa cálculo mediante cifras arábigas”. Todo esto se explica porque, durante ochocientos años, los reinos de la península ibérica (actual España) enfrentaron una invasión árabe que influyó considerablemente en la cultura moderna, lo cual se evidencia en su lengua, su arquitectura y también en su literatura. Por ello es que existen muchos vocablos de orígen árabe que se utilizan comunmente en el español de hoy, como sucede con los siguientes: guitarra, alcohol, barrio, albaricoque, berenjena, entre otras. Veamos algunos ejemplos.

El ejercicio de algoritmo de la prueba estaba muy difícil.
Los algoritmos reciben una entrada y la transforman en una salida, comportándose como una caja negra.

Fuente de la imagen: http://apuntesisi.blogspot.com/2008/08/algoritmo.html

Elaborado por Mercedes Mayna

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La palabra del día: Atorrante

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Contra lo que el peruano promedio piensa, el diccionario de la RAE reconoce como significados de atorrante:
1. adj. despect. Arg. y Ur. vago (‖ holgazán). U. t. c. s.
2. m. y f. despect. Arg. y Ur. Persona desfachatada, desvergonzada.
3. m. coloq. C. Rica, R. Dom. y Ur. Vagabundo sin domicilio fijo.

Como se puede ver, en ningún caso la academia acepta los significados “persona arrogante o de conducta descontextualizada”, como solemos usarlo, al menos, en Lima. Sin embargo, las explicaciones sobre su origen son interesantes.
Con la instalación de tuberías de desague en Buenos Aires, durate la última década del siglo XIX y la primera década del XX, vagos y mendigos toman por vivienda algunas tuberías de marca A. Torrant que estaban puestas en las calles de la ciudad esperndo ser instaladas. De ahí que atorrante designe a quien vive en el tubo por no tener un hogar.
Sin embargo, y aunque existe una empresa que hace tubos de metal llamada Tubos Torrant, su existencia no llega a los cincuenta años, por lo que dicho orígen no se puede probar. Más probable es el uso de la palabra atorrante por su proximidad con el vocablo ‘torrar’ (que significa “dormir” y sirve también para referir el ocio), de uso en el habla popular argentina, y que remite no solo al hecho de vivir en la calle dentro de un tubo, sino también a una forma de vida que implica vivir como pobre pero pasarla bien.

Veamos algunos usos válidos.

Considero que el alcalde debería retirar a tanto atorrante de la vía pública.
El congresista fue muy atorrante al rechazar a su hija previamente reconocida.

Fuente de la imagen:http://africapuente.wordpress.com/2010/02/26/atorrante/

Elaborado por José Miguel Herbozo

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La palabra del día: Chirimoya

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El origen de la palabra chirimoya ha sido motivo de discusión entre varios lingüistas. Según la RAE, esta denomina a una fruta verdosa con pepitas negras y pulpa blanca de sabor muy agradable. Su tamaño varía desde el de una manzana hasta el de un melón. La forma actual de la palabra chirimoya, como Cerrón- Palomino afirma, proviene de las lenguas quechua, aimara y mochica (lengua extinta a inicios del siglo XX). Es decir, es el resultado de varios procesos lingüísticos protagonizados por esas tres lenguas aborígenes. Asimismo, según este estudioso, este hecho se debe a que la planta crece en los pisos ecológicos bajos de la costa norte del Perú (donde se hablaba la lengua mochica) y que solo se haya hecho familiar para los quechuas y aimaras cuando estos fueron sometido por el imperio incaico. Así, solo en ese momento, esta fruta entró a la dieta de estas poblaciones y se buscó designarlas. Entonces, fue ahí cuando se acuñan las designaciones modernas que nos llevan hasta la actual chirimoya.

Mi fruta preferida es la chirimoya, pero es escasa durante todo el año.
Se creyó durante mucho tiempo que la palabra “chirimoya” tenía un origen quechua; hoy en día, se sabe que proviene de varias lenguas nativas peruanas.

Fuente de la imagen: http://www.blogalaxia.com/post/historia+espanoles+en+epoca+ne/5

Elaborado por Mercedes Mayna

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La palabra del día: Carapulca

La palabra carapulca es muy conocida por nosotros, ya que sirve para denominar a un plato típicamente peruano. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la carapulca es el término que se emplea para denominar a un guisado criollo del Perú hecho a base de chuños, con carne, ají y otros ingredientes. Como todas las palabras que pueblan nuestro vocabulario tiene un origen y una historia.
Carapulca, según un estudio de Rodolfo Cerrón-Palomino, proviene de la expresión aimara “qala phurk`a” que significa “guiso preparado con piedras ardientes”. Más adelante, esta palabra pasó al quechua como una sola: “qalaphurka”. Esta sirvió para designar al guiso o sopa de origen andino preparado con piedras ardientes. Posteriormente, fue convirtiéndose en un potaje más sofisticado y fue adoptado por la sociedad criolla. Al inicio, como Cerrón-Palomino afirma, tuvo poca aceptación entre las familias limeñas acomodadas del siglo XVIII. No obstante, hoy en día es un plato aceptado como típicamente peruano y uno de los abanderados de nuestra famosa e internacional cocina nacional.
La carapulca es uno de los platos típicos peruanos que más se consume en los restaurantes estadounidenses.
Hace poco comí una carapulca deliciosa.

Fuente de la imagen: http://gerencia.over-blog.com/article-32877912.html

Elaborado por Mercedes Mayna

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La palabra del día: Soroche

En la actualidad, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), la palabra soroche significa “mal de montaña”. Como todas las palabras que pueblan nuestro vocabulario, tiene una historia.

Soroche, como confirma un estudio de Rodolfo Cerrón-Palomino, proviene del vocablo quechua “suruchiq” que significa, según el Inca Garcilaso de la vega, “el metal que hace deslizar la plata”. Esto sucede porque esta palabra designaba el nombre de un metal que servía, durante el tiempo del virreinato, para fundir la plata. Asimismo, es en este contexto minero en el que soroche adquiere el nuevo significado de “metal bajo”. Luego, designará “mal de altura” porque se relacionarán al trabajo y los efectos de este metal en las minas con el malestar que producía a aquellas personas que transportaban el mineral en la sociedad colonial. Por tanto, ya para el siglo XVII, el significado de soroche sería el actual, como se registra entre algunos escritores de ese tiempo. Por ejemplo, el Inca Garcilaso define soroche como los efectos del cambio repentino de la temperatura de los llanos a la frigidez de las punas, y viceversa.

Cada vez que estoy en Puno, me da soroche.
Los médicos recomiendan comer caramelos de limón mientras se viaja hacia la sierra para evitar el soroche.

Fuente de la imagen: http://sobre-peru.com/2009/02/15/consejos-para-el-soroche/

Elaborado por Mercedes Mayna

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Cuántas palabras usamos al hablar y la importancia de la variedad formal

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Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua, estableció en una entrevista por el Día del Idioma que, en promedio, los hablantes usamos 300 palabras para comunicarnos. Usamos 300 de 283 mil palabras registradas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Seamos matemáticos en un tema de lenguaje: ¡Usamos aproximadamente el 0,10% de las posibilidades del idioma! Es decir, si la lengua española es un gran océano, nosotros nos conformamos con un gotero. Son 300 las palabras que en promedio usa una persona común y corriente, alguien de a pie que con la educación escolar le bastó y sobró. Martos también afirma que una persona culta llega a emplear 500 palabras, un novelista bueno utiliza tres mil, mientras que Cervantes utilizó ocho mil. Por otro lado, según la página de la Fundéu BBVA, asesorada por la RAE, establece que “Todos los estudiosos de nuestra lengua están de acuerdo en que esta no puede encorsetarse, sino que es algo mutable, que evoluciona y cambia. Sin embargo, nos advierten, también, que se enferma o se degrada. Un ciudadano promedio español no utiliza más de 1000 palabras y solo los muy cultos alcanzan los 5000
vocablos. Es más, algunos jóvenes utilizan solamente un arsenal de 240 palabras”.
Sean 300 ó 240 palabras estamos ante un número exiguo de palabra si aceptamos que son 1000 la cantidad de palabras que como mínimo un buen profesional empleará para comunicar con eficiencia sus ideas. Este incremento de léxico significa aumentar en tres veces, incluso en cuatro veces más, nuestro registro de palabras. Entonces, es fundamental que el nuevo universitario comprenda que sus estudios le exigirá una forma de pensar más rigurosa y que para lograrlo siempre estarán las palabras. Sea en contextos orales (exposiciones, entrevistas, intervenciones en clase, sustentaciones de tesis, etc.) o en contextos escritos (informes, exámenes, monografías, tesis, etc.) el alumno universitario debe familiarizarse con la variedad formal de nuestra lengua, la cual exige precisión, corrección y riqueza. Así, en lugar de decir “unos veinte cuadros surrealistas, hechas por Dalí y Rodin, se expusieron durante enero en el Museo de Arte Italiano”, el alumno debe saber que es posible, en aras de la precisión, decir “pintados por Dalí o Rodin” y que también es posible modificar más partes del enunciado, “unas veinte pinturas” y “creadas por Dalí y Rodin”, para evitar la redundancia de “pinturas surrealistas, pintadas por…”. No se está estigmatizando a priori el verbo hacer, sino que el objetivo es aumentar el repertorio de palabras.
Aunque es sutil el cambio en el ejemplo anterior, son mucho más graves, y reales, los casos derivados de la casi nula costumbre de escribir como “El certificado matrimonial dice de que [establece que] se hace esa medida [se toma esta medida] para que algunos de los conyuges [en caso de que uno de los cónyuges] pueda que padesca cierta enfermedad [padezca una enfermedad]. Pero esto afectaria a la pareja o quizás, derrepente, a dar marcha para tráz de querer matrimoniarte [Ante esta situación, la pareja podría cancelar su matrimonio]”, donde se puede observar los errores de un alumno de primer ciclo.Y aunque una posible justificación podría ser que “tengo 100pre ese problema, la verdad no se xq soy tan mala con estos temas nunca me gusto leer”, tomado de un correo electrónico de una alumna del curso, el mundo académico exigirá siempre subordinar el uso del lenguaje en contextos comunicativos como el Messenger, el Facebook, el Twitter, los comentario en Youtube o en un blog, o los correos electrónicos informales, para priorizar el académico donde la precisión, la corrección y la riqueza serán los principios a seguir.

Elaborado por Renato Zárate

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La palabra del día: ¿Quizá o Quizás?

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En el diccionario en línea de la RAE, el adverbio de duda quizá o quizás “denota la posibilidad de que ocurra o sea cierto lo que se expresa”.
Quizá llueva mañana.
Quizá sea verdad lo que dice.
Quizá trataron de engañarme.
Quizá o quizás aparece bajo la primera forma en el siglo XIII, pero ya figuraba en el Cantar de Mio Cid como ‘quiçab’:
Moros e christianos de mi han grant pauor.
Ala dentro en Marruecos, o las mezquitas son,
Que abran de mi salto quiçab alguna noch:
Ellos lo temen, ca non lo piensso yo.
[Moros y Cristianos de mi tienen gran temor.
Alá en Marruecos, o las mezquitas son,
quienes habrán de mí asalto quizás alguna noche:
Ellos lo temen, mas no lo pienso yo.]
Se supone que quizá o quizás aparece como una alteración de la antigua expresión familiar qui sabe (‘quién sabe’), con origen en el latín qui sapit. ‘Quizás’ es posterior: aparece sólo a comienzos del siglo XVI, aunque Corominas señala que los clásicos consideraban vulgar la forma ‘Quizás’, como es usada en este texto de Lucas Fernández (1508):
Si tú pides la alcauala, quizás que la partiremos.
Es importante señalar que la entrada principal a esta palabra se presenta en su versión sin ‘–s’ final: quizá. Pese a ello, de ninguna manera hay que pensar que es la única o la correcta; y menos aún pensar que la ‘–s’ de ‘Quizás’ denota pluralidad.

Fuente de la imagen: http://blog.pucp.edu.pe/item/115603/psdt
Elaborado por Renato Zárate

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La palabra del día: Cátedra

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Cátedra (del latín cátedra y del griego καθέδρα “asiento” ). En su acepción primitiva, una cátedra era un asiento desde donde un maestro impartía la clase. La relación con su acepción actual es evidente: un catedrático es aquel que imparte su conocimiento desde el lugar especial que le concede dignidad. Según la RAE, cátedra es tanto el empleo y ejercicio del catedrático, como la facultad particular que enseña.

El profesor imparte diversas cátedras en el presente ciclo.
Dictando cátedra, Emmanuel se siente superior a todos.

Fuente de la imagen: http://www.tecnomultimedia.com.ar/2007/?page_id=2

Elaborado por Diana Ruiz

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La palabra del día: Ciencia

El diccionario de la RAE establece cuatro significados para esta palabra:

a) Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales.
b) Saber o erudición. (Mi profesor de Cosmología parece ser un hombre de mucha ciencia)
c) Habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa. (La ciencia de la corrupción impera entre la clase política del país)
d) Conjunto de conocimientos relativos a las ciencias exactas, fisicoquímicas y naturales. (Las ciencias de la salud han mejorado cualitativamente en las universidades de nuestro país.)

Proveniente del latín scientia (lo conocido), es pasado participio del verbo scire que quiere decir “saber”, y está emparentado con el verbo scindo “dividir”.

Fuente de la imagen: http://www.sodahead.com

Elaborado por Diana Ruiz

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La palabra del día: Tilde

El diccionario de la RAE establece tres significados para esta palabra:
a) Virgulilla o rasgo que se pone sobre algunas abreviaturas (p. ej. pág.), el que lleva la ‘ñ’ (p.ej. niñez, ñandú) y cualquier otro signo que sirva para distinguir una letra de otra (p. ej. la u en guiño es diferente a la de pingüino gracias a la diéresis) o denotar su acentuación (hábito, habitó);
b) también significa ´cosa de poca importancia´, ´bagatela´; y
c) se usa con el sentido de ´cosa mínima´.Este nombre genérico aplicado a tantos signos ortográficos proviene del latín titulus, que en la lengua de los romanos podía significar ‘rótulo’, ‘anuncio’ o ‘etiqueta’. Joan Corominas afirma que ‘tilde’ surge en el romance peninsular como un duplicado semipopular de ‘título’, aunque no explica de forma precisa qué significaba semipopular en una época en que la escritura era patrimonio de muy pocos.

Asimismo, ya en 1433, Enrique de Villena señalaba que la ‘n’ con tilde (es decir, la eñe) se pronunciaba “firiendo muelmente en los dientes medio cerrados”. En otras lenguas, esta palabra derivó a vocablos semejantes. Por ejemplo, la forma catalana medieval ‘title’ (tilde) se repite en el inglés ‘title’ (título), pero en occitano antiguo apareció ‘tille’ y ‘tile’, de donde se derivó el portugués ‘til’, por analogía con el plural ‘tiles’.

Finalmente, en sus dos primeros significados esta palabra se considera de género ambiguo, es decir, que acepta los dos géneros, femenino y masculino (p.ej. “varias tildes fueron omitidas” o “varios tildes fueron omitidos”). Sin embargo, está más arraigada en la lengua estándar su posibilidad femenina.

Fuente de la imagen: http://laconversacionliteraria.blogspot.com/

Elaborado por Renato Zárate

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