Otra bestialidad como la de alimentarnos de muertos es la de quemar pólvora. Ambas que son de los despilfarros y contaminantes más celebrados. No es acaso la contaminación el despilfarro o parte de éste? Es lo mismo, creanlo o no, es lo mismo, desde la primera chispa. Solo un poco más de un compuesto u otro para tal o cual color, pero luego nada nunca más. Y decimos luego no querer lo aburrido, además de lo molesto que puede ser el ruido para otros. Debe la holografía, láseres o algún otro divertimento tomar y ganar el terreno de forma urgente. Pero aun así, con la existencia todavía de esos seres, por lo general acaudalados, con su ímpetu muy primitivo de pseudo cazador, que no permiten que se terminen los desperdicios y contaminación. Más de ciento treinta millones de euros de una población de alrededor de ochenta millones de personas despilfarrado en tal vez una hora. Todos estos, con las posibilidades, con todo ese ánimo retrógrado, serían otros pseudo cazadores. Animales que ya estarían extintos, éstos mismos y los otros que no tienen culpa alguna. Eso sin contar los despilfarros de otras poblaciones en otras latitudes por el mismo festejo de un “año nuevo” entre otras celebraciones en otras fechas. Como en otra época, en la que todavía había caballeros y todo su sexismo dominante. Seres primitivos, seres medievales muy cercanos a un despotismo ilustrado. Debería ser muy sencillo ver nuestros desperdicios y tal vez solo algo un poco más complicado seguir su consecuencia. No nos puede vencer la costumbre aunque sea mínimo nuestro raciocinio. Puede el hombre llegar a ser la criatura más traicionera, esos déspotas ilustrados y esos neo-cazadores, todo por su simple placer y capricho. Una vez al año, así sea por un minuto o quince, si se dice cuidar el ambiente, es una contradicción, una traición a alguna convicción. No es llamado de alguien perfecto, sino de alguien que también lucha contra su propia bestialidad. Tal vez los momentos de dejar ciertas cosas toma su tiempo en otros de forma distinta, en unos antes y otros después. Llegar a creer que aunque sea una pizca puede cambiar para bien. Ser algo que no necesite de cualquier otro algo para ser.