Democracia mucho más que directa

Aunque nunca hayamos marcado ni marcaremos una cruz o una equis en la imagen de algún político o en el símbolo de algún partido, es inevitable tratar de cavilar sobre lo que estos deciden. Empezando por la palabra democracia, la cual nos parece mal usada, porque el que gobierna en ningún caso es el pueblo, seguido de la falsa representatividad de unos pseudo padres de patrias. Si de verdad gobernara el pueblo, serían ellos mismos quienes decidieran en verdadera mayoría sobre sus futuros y no sus representantes amparados en sus constituciones. Hablamos de referendos generales e informados de tiempo en tiempo cuando se tenga que decidir sobre temas que incumben a todo un país y su futuro. Hablamos, en concreto, de prescindir del poder legislativo el cual debería recaer en su completa totalidad en cada uno de los ciudadanos mayores de edad. Aunque tampoco sería democracia en todo el sentido de la palabra, estaría más cerca de esta noción con toda la participación de toda la ciudadanía en decisiones relevantes y cruciales. Lo más cercano a una verdadera democracia vendría a ser la llamada democracia directa, aun así, los ciudadanos deberían tener mucha más participación en el gobierno. Sin embargo, un pueblo sumiso lo único que hace es delegar sus decisiones, y con ello su propio futuro, en elecciones de tiempo en tiempo, en unos que ni siquiera tienen alguna preparación educativa mínima. Ni siendo mil pseudo padres de la patria, cómo podrían decidir esos pocos por, en el mejor de los casos, diez millones de personas. En esto último, que así sean diez mil curules, decidan por millones, no existe lógica alguna. No existe ninguna proporcionalidad que de seguro es parte de lo que podemos llamar justicia. Elegir representantes no es gobernar. Cada uno de los ciudadanos no tendrían que pedir algún salario por participar en decisiones que les incumben a ellos mismos. Si bien puede significar una mayor inversión referendos generales, es una inversión para toda la población y no un gasto centrado en un puñado de ciudadanos, congresistas, diputados, parlamentarios o sea cual sea el nombre que se les quiera dar. Además de gozar de otros privilegios como inmunidades y pensiones de cédula viva de por vida, es más que injusto monopolizar en pocos lo que debería ser de muchos, de todos. Los verdaderos privilegios deberían de ser para toda la población. Entristece la sumisión y pasividad de todos los pueblos el no poder ser ellos mismos los verdaderos hacedores de sus futuros, lo que es peor, los que seguro saldrán en defensa de esos quienes usurpan sus decisiones y sus futuros; así como todavía hay quienes defienden monarquías. Los votantes son engañados o se autoengañan creyendo que gobiernan cuando lo único que hacen es elegir. En todo caso a sus modos de gobierno les deberían dejar de llamar democracia y nombrarles electocracia o algún otro nombre más acorde. Tal vez, después de todo, esto se reduzca en el facilísimo en el que viven muchos, en que otros hagan lo que uno mismo debería de hacer, tener más responsabilidad sobre sus propias vidas.   

           No debe de ser más que por la existencia de gente extremadamente irresponsable, vil y maliciosa que persistan un poder ejecutivo y uno judicial, pues si no hubiese personas codiciosas, mal intencionadas y falaces, qué litigios habría y qué sentencias se dictarían. En el peor de los casos se necesitaría algunos, presidente y ministros, que representen a sus países frente a otros, además de estudiar y proponer lo que los mismos ciudadanos deban legislar. Si las personas fuesen verdaderamente responsables, honradas y claras, no se necesitaría ningún poder más que sus propias virtudes individuales. Es más que seguro que como sus gobernantes saben del facilismo, dejadez y hasta ignorancia de las personas, quieran seguir manteniendo y hasta acrecentar la desigualdad y la injusticia para poder seguir en sus poderes, a pesar de que juren y vuelvan a jurar que todo lo que hacen es por sus electores y por su país. Al contrario, lo que muchas veces hacen, con toda desfachatez, es solo crear leyes para sí mismos, para sus allegados y sus familiares, sobre todo en países subdesarrollados y tercermundistas. No pesaría sobre gente buena y bella ni fuerza policial ni fuerza militar ni ningún otro poder sino solo el de su único y verdadero Dios.