Lagartijas

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Manya como corre esa lagartija por el techo!! Oye sí, cuidado se tira encima tuyo, dicen que esas saltan a los ojos, por eso les dicen “saltojos”. Anda, no seas desgraciado, me estas tomando el pelo… De cierto lo que te digo, no me creas, pero esas son distintas a las que cazamos en el campo, no ves que cómo se mueve, retorciéndose como si fuera una culebra con patas. De verdad, ¿no? Y con sus ojos todo salidos como si los fuera a votar, se ve feísima. Y pensar que a esos animales les gusta meterse en las casas, especialmente entre la ropa en los cuartos, donde parece que hacen sus nidos pero mayormente no atacan, aunque produce repulsión verlos…

Hay otros que son más peligrosos y son los jañapes. Esos también se suben por las paredes y se meten a las casas por comida. Dicen que esos si son algo venenosos y te pueden morder. Hay otra variedad pequeña de lagartijas que también viven en las casas que les llaman capones, la verdad no se por qué. Se podría decir que son hasta bonitos, más mansitos y no atacan, muy amigables cuando entran “en confiansa”, aunque cada vez más escasos, poco se les ve. Todas ellas distintas de las que siempre hemos cazado en el campo, las lagartijas normales y las de colores (rojo, verde, azul, naranja) en la parte del pescuezo. También los pacasos o las iguanas que poco se veían pero cuando salía una nos hacía correr del susto y de lo imponente que nos parecían.

Cuanta cacería no daríamos a esos animalitos, manera de divertirnos y de pasar algunos de nuestros ratos libres, ya fuera con honda o con escopeta de balines, te acuerdas Juanca. Una vez se le salió el disparo a uno de nosotros y se te incrustó detrás de la rodilla, que te hizo chillar rico, aunque no fue nada grave, sólo un aviso del cuidado que se debía tener con nuestras “armas” de cacería. De niños como será la influencia de ciertas películas de los primeros cristianos y de la quema en la hoguera de muchos mártires que terminábamos emulando esos hechos con las propias lagartijas que cazábamos, quién lo diría y aprobaría ahora que lo vemos a la distancia.

Felipe y tú sabes que jañape resulta que le decían también a los atrasadores, los que se metían con la mujer del vecino o de otro pata. No jodas, yo he escuchado varias veces decir “no seas jañapero” entre patas pero no terminaba de entender a qué se referían, pensaba que se trataba de algo de vivesa y nada más… De eso y de más se trata, sobretodo entre la gente del campo y entre compadres. En reuniones de dirigentes campesinos, ya fuera en la Fradept, la Federación Agraria de la zona de Piura que surgió con Velazco, o en otras organizaciones locales, muchos dirigentes se fregaban con esos términos, hasta los curas que caían por ahí les soltaban la broma. Sobretodo los campeches del Bajo Piura eran los que más gustaban de poner chapas y todo.

Y cómo fue que te desapareciste tanto Juanca, ya no supimos más de tu familia y después de haber sido tan patas, de tantas andadas. De niño creía que los amigos de esos años ya no dejarían de volver a verse y seguirían siendo tan amigos como siempre. Y en realidad creo que es así, porque te veo después de 32 años y es como si te hubiese visto ayer y nos hubiéramos seguido tratando todos estos años, donde cada quien anduvo metido en su propia madriguera, en sus propias experiencias, haciendo de las suyas propias. ¡Quién lo diría!

Quien se va a olvidar del tramposo más tramposo de los tramposos, qué milagro que no apareció tu nombre en la lista de los que desfalcaron el país con Montesinos y el gobierno que les dio cobijo… Mira nomás que tu nombre sí lo vi en algún viceministerio ¿o lo vas a negar? Y no creo que fuera porque tuvieras vocación de rata o de algún otro especimen rastrero. Carajo, que tal conversación la nuestra, lo que pasa es que éramos tan picones cuando jugábamos que no podíamos soportar que el otro gane y nos victimisábamos para justificar que perdíamos y ¡claro! El otro era siempre el tramposo. No, pero tú Felipe sí que eras bien tramposo… Lo que pasa es que yo te ganaba más veces y, por tanto, resultaba ser el más “tramposo”, o te vas a picar por eso… jeje, parecemos dos churres discutiendo por las canicas que le ha ganado el otro.

Pero hablando más en serio, no deja de llamarme la atención que no te dedicaras a alguna profesión de negocios, a la economía o una ingeniería, tenías pasta para dedicarte a hacer empresa o qué se yo… y resultas metido de político, aunque de forma poco visible. Al menos congresista ya fueras, dicen que ganan bien y podrías viajar gratis y salir en la televisión. Cha que por Piura hay cada ganso que ha sido nuestro representante que ya no se sabe cómo miércoles los eligen y cómo puede ser tan grande la pasividad de la gente para elegir a cualquiera. De razón mucha gente se queja de para qué sirve el Congreso, que mejor lo debieran cerrar, que esta por gusto, etc., etc. Felismente que a algunos ya no los reeligen, como a esa que le habían puesto la “lorita”, por el rol de escudera verbal que cumplía de algunos de los candidatos presidenciales.

Bueno Juanca, yo me dediqué a las cosas simples de la vida, como decía la canción de esa telenovela “Nino” que pasaron cuando éramos chicos, no se si la llegaste a ver, pero fue un boom y todos andábamos pegados de cuando en cuando a la TV para seguir algunos de sus capítulos. Y eso que era en blanco y negro, jaja. Otros tiempos… Me quedé como lagartija simple, dedicado a los temas sociales, metido en cuestiones campesinas y agrarias, yo también veo que algunas cosas cambiaron conmigo porque en Piura no me gustaba mucho el ir al campo, tanto que me perdí cuantas veces las invitaciones de ir a San Lorenzo que nuestros vecinos nos hacían, su viejo era bien pata conmigo y tenía tierras no sólo en Piura sino en otras zonas, aunque no era un hacendado propiamente dicho, o la reforma agraria no lo afectó directamente… ¿o más bien se benefició de ella? La verdad que ya no lo recuerdo pero del campo sólo me gustaba el que quedaba por los alrededores de la casa, el de las cacerías de lagartijas y poco más…

Si pudiéramos retroceder el tiempo esta vez si te ganaría en el Monopoly, qué manera de hacer negocios tenías y yo siempre terminaba hipotecado o lleno de deudas y sin propiedades. Y fíjate que soy yo más bien el que se ha metido más al mundo empresarial y no me ha ido nada mal, cómo sería si tú estuvieras en él. Sería bacanaso que te animes, podríamos hacer negocios juntos. De verdad ¿no? Pues déjame pensarlo, aunque si yo no termino de empresario ya tengo uno de mis hijos que es fiel candidato a seguir ese camino. Ya de más pequeño le ha venido tinkando el tema y anda siempre con ideas sobre ello, ya veremos, no me parece mala idea, caramba, sólo que se necesita plata, capital que le dicen, y a veces no alcanza. Ah, eso no es problema, el tema es que decidas aventarte a la picina y hablamos… Pues lo pensaré, gracias por el estímulo, somos de tantas vidas en nuestro recorrido de vida que bien podría ser la nueva apuesta que elija.

Gabriel
17 de abril 2011 Sigue leyendo

Concertar para crecer como país

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¿Era esperable un desenlace como el ocurrido en las elecciones generales en Perú? Mirando la foto después de tomada uno podría decir que sí, aunque nos negáramos a aceptar que ello era factible con varios meses de anticipación como lo supo visualizar Mario Vargas Llosa, cuando se refirió metafóricamente al posible resultado Humala – Keyko.

Ni nuestro más preclaro politólogo (Julio Cotler) visualizó esa posibilidad como real, cuando a inicios de año se le pedía ensayar un resultado. Y es que nuestra realidad pareciera leerse mejor desde los lentes de un escritor de novelas o cuentos que desde la sociología o la antropología. No por gusto las mejores descripciones de nuestra realidad se las debemos a personajes como José María Arguedas, Ciro Alegría, Manuel Scorza, Enrique López Albújar, el propio Vargas Llosa, entre muchos otros.

Pero lo anterior podría pecar de anecdótico. Lo principal tendríamos que apreciarlo en lo que nos devela el triunfo de las dos opciones que pasaron a la segunda vuelta electoral que se realizará el próximo 5 de junio. Especialmente porque se trata de propuestas políticas que fueron identificadas con sesgos autoritarios, ya fuera por sus orígenes, propuestas, vínculos e imágenes.

La más evidente es la de Keiko Fujimori (Fuerza 2011), quien no sólo tiene el “accidente” de ser hija de Alberto Fujimori (en la cárcel por haber sido un gobierno corrupto, violador de los derechos humanos y tener responsabilidad directa en crímenes diversos); el tema es que ella reivindica el gobierno de su padre y la experiencia de los 10 años que estuvo en el poder, más allá de haber tenido algunos gestos de distancia sobre algunos llamados “errores” que en él se cometieron.

Ollanta Humala (Gana Perú) tiene en su “haber” su origen militar, los vínculos que en algún momento tejió con Chavez de Venezuela y algunas dudas que se han seguido insistiendo cuando su labor “antisubversiva” en Madre Mía (Huánuco), además de los sucesos de Andahuaylas que dirigió su hermano (hoy en la cárcel por ello).

Como fuera, los rasgos autoritarios marcados en ambos candidatos nos hace ver que más de la mitad de la población no le hace ascos a ello y, de alguna forma, es fiel expresión de la herencia autoritaria que hemos vivido en nuestro país durante largas décadas. No sólo es fruto de la confrontación que se vivió entre los 80 y el fín de siglo pasado; es una larga cola de dictaduras que han acompañado a nuestra historia republicana, las mismas que han predominado por encima de la débil democracia que hemos construido como experiencia. Deríamos, lo que hoy vivimos es claramente parte de los aprendizajes que tenemos que recorrer para conseguir una democracia más estable y un sentido creciente de ciudadanía entre nuestra población.

De otro lado, el problema planteado tiene que ver también con la débil institucionalidad y sistema político, expresado, entre otros aspectos, en la carencia de un sitema de partidos polítcos. Pero hay que ser claros en que su debilidad no tiene que ver sólamente con un tema de liderazgos u organizaciones poco consistentes por falta de voluntad política de sus integrantes. También hay que reconocer que hoy la pugna de intereses políticos se juega mucho (y en creciente copamiento) desde la influencia de la opinión pública y el rol desmesurado que han cobrado los medios de comunicación social. Al punto de haber tranformado a los propios partidos políticos en una suerte de “cajas de resonancia”, de “atrapalotodos” (y como sea) de los votos, de oficina de marcketing político y, muy débilmente (o cada vez menos), de fuerza organizadora de la población tras sus intereses.

Sin embargo, debemos reconocer que, la continuidad del sistema democrático, expresada en el ejercicio del voto, del recambio periódico de nuestras autoridades elegidas, de la existencia de contrapeso de poderes (aún muy endebles, especialmente hablando del poder judicial y legislativo), la libertad de prensa (aunque todavía muy sujeta a grupos de poder económico) y la creciente conciencia ciudadana que todo lo anterior da lugar, nos hace ver que se va marcando un camino que ha retomado lo que vivimos brevemente durante la década democrática de los pasados años ochenta. Y que esperamos se pueda consolidar reforzando nuestras principales instituciones a todo nivel.

En los últimos lustros hemos asistido ha diversas encrucijadas al momento de votar. Quizás porque hemos estado muy sujetos a una falta de experiencia democrática, donde es normal que ante reglas de juego comunes y tomada la decisión en las ánforas, se acepten los resultados, más allá de quién haya sido o no favorecido. En éste entendido, pienso que no se puede pretender que unos se vistan de democráticos y se descalifique a los otros. Ya sea porque no exista una comunión de ideas o porque mi adversario plantee cambios sustanciales (incluidas las reglas de juego), si ellas se proceden a través de los mecanismos establecidos como democracia. Tampoco se puede pretender que las recetas económicas son inamobibles si exite una coherenca de propuestas que nos pueden ayudar a una mayor distribución de la riqueza que se produce o conducirnos a la circunstancia de que nos mojemos todos y más equitativamente, según los ingresos que se posea (por ejemplo, en el pago de impuestos); especialmente cuando llevamos creciendo dos quinquenios seguidos y la superación de la pobreza no se siente en los bolsillos de la gente.

Nuestra débil institucionalidad se ha expresado también en la volatillidad de las opciones de votación. Una vez más, las cosas se terminaron definiendo en el último mes, el previo a las elecciones. Hasta esa fecha, todo parecía resuelto. Un Alejandro Toledo (Perú Posible) estaba muy sólido en el primer lugar. Sin embargo, una combinación de factores como los propios errores del candidato, la pérdida del temor hacia una opción que podía haberse valorado como extrema (Humala, y su buen manejo de imagen), la pérdida de confrontación con el partido de gobierno, así como la imagen de cierta mediocridad (“mentiroso”, “borracho”, “frívolo”, etc.), devinieron en una debacle que no se supo controlar, hasta caer a la cuarta ubicación en el resultado final. Otro caso equivalente fue el que se dio entre los candidatos Castañeda (Solidaridad Nacional) y P.P. Kuzinsky (Alianza por el gran Cambio), los cuales llegaron en quinto y 3er lugar, respectivamente.

Sin embargo, la gran cuestión gira en torno a lo que se pueda hacer hacia adelante. Toda la clase política no identificada en los resultados del domingo 10 de abril tendrá que “votar el chanchito” y tomarse en serio que uno de los dos candidatos de todos modos estará en palacio el próximo 28 de julio. Así no me guste Keyko o Humala (o ambos). El tema es que tenemos que hacenos responsables de lo que pueda acontecer y no vendarnos los ojos o jugar al avestruz. De allí que es de suma importancia los reflejos que se han manifestado en torno a generar puntos de acuerdo comunes y de concertación entre las principales fuerzas políticas, especialmente para las que disputarán la siguiente 2da vuelta electoral.

Pienso que allí se va a poner en juego la capacidad de convencimiento que pueda darse para hacer viable una propuesta de gobierno y ganarse la confianza popular. Pero no creo que ésto necesariamente vaya a jugarse estableciendo binomios de confrontación; creo que será un proceso más fino de tratamiento el que deba darse lugar. Por ejemplo, en lo político se pondrá en tensión temas como “dictadura – democracia”, “corrupción – anticorrupción”, “nueva constitución – defensa de la existente”. Pero serán más bien los gestos politicos los que terminen siendo determinantes.

En lo económico la tentación será polarizar entre propuestas de “mercado – Estado” y sin embargo se requiere de ambos y de un rol activo del empresariado; “ricos – pobres” será una perita en dulce en tanto la derecha se haga más activa en su apoyo a Keyko Fujimori y no por eso habrá que abusar de dicha conforntación porque interesará a Humala generar presencia en los sectores A y B, desmitificando el fantasma del terror en que algunos sectores lo han convertido; otros aspectos como “tecnicismos – solución de necesidades”, “asistencialismo – desarrollo de capacidades en la población” tendrán que ser manejadas también con tino para no caer en la demagogia o en el ofrecimiento fácil (de ambos candidatos).

En lo cultural es quizás donde se podría insistir más y decantar mejor los horizontes que queremos como país y como presente, deslindando con el “vale todo” en aras de un sentido ético como país y a todo nivel, aunque sin caer tampoco en purismos.. El binomio “clientelismos – construcción ciudadana” será otro elemento clave de por dónde queremos entender nuestra democracia y proyectarla, tomando en cuenta especialmente a las personas y no sólo ideas abstractas que dicen poco al común. Después de todo, somos un país muy interesante, singular y sujeto a una serie de riesgos que estamos obligados a correr y a comprometernos en ello.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 15 de abril de 2011 Sigue leyendo

Democracia del voto o democracia ciudadana

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Para muchos la democracia del voto se pone en juego sólo cada cinco años. Después, el resto del tiempo, nos olvidamos o ponemos en hibernación nuestra condición ciudadana. Así también, tendemos a olvidarnos muchas veces de los pobres y la exclusión, muy vigente en nuestro medio, a pesar de que hemos crecido sostenidamente en la última década; hemos bajado 20 puntos de la pobreza en los últimos 10 años; y hemos pasado, en las cifras de organismos internacionales, a ser un país de “ingresos medios altos”.

Suele darse parecida situación con ciertos sectores “serios” del país que solo se acuerdan de los excluídos y de los más pobres cuando tienen que buscarse el favor de su voto en una elección, así tengan que pasar por hacer cierto ridículo o recurrir incluso a la payasada, tal como lo hizo notar bien nuestro premio Nobel Vargas Llosa (la política como entretenimiento que le dicen, porque de lo que se trata es de “vender” y “ganar”). Por eso, cuando surge alguien como Humala que nos recuerda a los pobres en su dimensión más intrincada, con sus varias aristas de frustración, invisibilidad, racismo, autoritarismo y tantas otras formas como se expresan y significan los excluídos, muy rápidamente se pasa a descalificar su liderazgo, antes que establecer una consideración explicativa más de fondo.

Por eso que, en el proceso electoral de éstos últimos meses, en buena medida no hemos tenido un debate de ideas hasta muy a las vísperas de la votación y hecho aún con severas limitaciones. Porque en el fondo, cada vez interesa menos lo que se propone (y menos, cumplir con lo propuesto como oferta electoral). De lo que se ha tratado en todo momento ha sido de ponerse a tono y captar el interés del gran público, escondiendo muchas veces las verdaderas credenciales. En ello se ha tenido mayor ventaja en tanto se pudo acceder al juego mediático de las grandes empresas de telecomunicación, pese a que no resulta ser necesariamente lo único que determina una votación.

En esa lógica, podría ser un autoengaño grave querer atribuirle credenciales sólo autoritarias a unos candidatos (Ollanta Humala y Keyko Fujimori) y querer pasar como demócratas sólo a una parte de ellos (Toledo, PPK y Castañeda). ¿Qué pasaría si los dos primeros pasaran a la segunda vuelta? Más allá de la metáfora predictiva de nuestro literato más destacado, ¿tendríamos que pensar que ha fracasado la democracia y que nada más se puede hacer? ¿No habría que detenerse a pensar (y obrar en consecuencia) sobre las causas más profundas que ello estaría manifestando?

En realidad, en el Perú estamos confrontados a una incipiente realidad democrática que vuelve a forjarse en los últimos diez años y cuya continuidad esta en juego; creemos que no tanto por quién salga necesariamente elegido. Sobretodo esta en juego en tanto la capacidad que tengamos de hacer avanzar y extender la institucionalidad del sistema democrático; en cuanto a continuar cohesionando un sistema de partidos, los poderes centrales del Estado (especialmente el Poder Judicial y el Congreso de la República), así como el rol que tiene que seguir teniendo (y creciendo) la sociedad civil, incluidos los medios de comunicación con sentido responsible.

Es cierto que nuestra democracia presidencialista deja mucho poder a quien sale de presidente y que los riesgos de lo que puede hacer de manera poco controlada siempre estará presente. Lo hemos vivido en varios presidentes que han asumido el gobierno (Alan G. estatizó la banca en su primer gobierno; Fujimori cerró el Congreso) y ha sido caldo de cultivo para que campee la corrupción con la “normal” complicidad de ciertos grupos de poder económico. Sin embargo, no es menos verdad que todo ello también constituye y ha sido parte de nuestros aprendizajes, de lo que se debe hacer y cómo. Y en esa tarea estamos como país.

Por tanto, los temores o sobresaltos que puede producir un determinado candidato o candidata, pienso que no debiera ser determinante en las opciones que podamos seguir al momento de votar. Por ejemplo, puede escandalizarme que cierta opción que me produce rechazo (en mi caso, especialmente Keyko Fujimori), que desearía no hubiera vuelto a tener opción en el país (en tanto movimiento “fujimorista”), porque dio lugar a una mafia montesinista que hizo mucho daño, etc, etc., sin embargo, tiene un caudal significativo de aceptación, de gente que fue cautivada por el clientelismo político de entonces (de su padre, Alberto F.) y que finalmente se identificó con el sentido de “roba pero hace obra” y lo valora así. Podemos estar muy en contra de esa opción y considerarla nociva para cualquier país. Sin embargo, si ganara legimamente las elecciones, tendríamos que aceptarlo; nos quedaría aguzar todo lo más posible los controles de todo tipo para que no nos volviese a invadir el “todo vale” y el sólo “baile del chino”.

Lo anterior tendríamos que saber decirlo de cada uno de los candidatos, cada uno con sus propios matices e intereses (más de uno, defensor de grandes intereses económicos). Porque ninguno es santo ni tiene credenciales democráticas a toda prueba. Tan es así que diciéndose muy democráticos, algunos candidatos no dejaron muy rápidamente de descalificar de anti-democrático al contrincante calificado de “antisistema”, cuando empezó a tener la posibilidad de ganar.

Quizás, porque en el caso de Humala (quien con seguridad llegará en primer lugar a la primera vuelta electoral), su organización política levanta planteamientos de cambio. Tanto en lo político (una nueva constitución política dentro de los cauces democráticos establecidos); como en el manejo de la economía (superar el modelo económico neo-liberal), atreviéndose a decir que no basta sólo las políticas sociales para solucionar los problemas de los más excluidos, sino que debemos ir a cambios más de fondo y potenciar nuestra economía y mercados internos, aunque siempre dentro de una economía de mercado y un manejo más consistente y proactivo del Estado.

Sea cual sea el voto que decidamos dar el domingo 10 de abril, no bastará hacerlo conscientemente. Habrá que hacerlo comprometido en ayudar a consolidar nuestro sistema democrático, sus instituciones, y aprendiendo a convivir entre diferentes, con pleno sentido de justicia y de equidad.

Guillermo Valera Moreno
8 de abril de 2011 Sigue leyendo

Lo político y el sentido común de lo que hacemos

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Realmente resulta interesante que en el Perú tengamos una competencia electoral para los principales cargos de autoridades nacionales (Presidente y Congresistas) donde son cinco organizaciones políticas las que tienen similar opción. Es bastante singular, especialmente cuando los cinco son organizaciones políticas que no constituyen un sistema de partidos con mínima solidez. Sin embargo, a fuerza de repetición (vamos en tres elecciones consecutivas sin interrupciones de golpes o autogolpes) podría estarse configurando una base política nueva y ya es decir algo bueno para la experiencia que se ha vivido en la construcción de nuestra alicaída república “democrática”.

Una de las cuestiones importantes es sobre cómo todas las fuerzas en juego (ellas y algunas otras que hoy aparecen sin opción presidencial, por ejemplo, Fuerza Social, a cargo de la Municipalidad de Lima) empiezan a tratarse con carácter razonable e inclusivo. Es decir, ninguno sobra y con todos debe haber capacidad de diálogo y respeto, más allá de que se lleguen a acuerdos o conclusiones comunes; hay que aprender a vivir con el diferente, por más diferente que nos sea, por más discrepancia que se tenga. Y ese es un tema que vale tanto hacia afuera de cada partido como hacia adentro, porque con el voto preferencial se dan casos de luchas internas muy disímiles y hasta absurdas.

Por tanto, necesitamos situarnos con sencillez y con actitud en la política. En ella, nuestro afán principal tiene que ser la construcción de relaciones más humanas y de respeto al otro, en especial al diferente, al débil, al pobre (por eso, saber discrepar y hacerlo con pedagogía es tan importante). Ello empieza desde lo más elemental de la relación con quienes nos rodean más inmediatamente (a todos y cada uno), porque desde allí se teje la posibilidad de vivir relaciones adecuadas en todos los niveles. Sabiendo que no basta construir individuos buenos si no se acompaña de estructuras justas e instituciones que nos incluyan a todos, no solo ante la ley sino también como medios de realización plena de todas nuestras posibilidades y capacidades.

Desde el tejido de sentidos que normalmente le damos a nuestra vida, desde lo que creemos más profundamente cada uno (hilado o no a una fe religiosa), el sentido común debiera conducirnos a una manera de estar en el mundo para los demás, incluyendo el ser de cada uno y de todos. Desde donde estemos, el sentido común debiera permitirnos o guiarnos a tener la conciencia de mejorar siempre el lugar donde vivimos y tener la disposición de amar la diversidad como manera factible de aproximarnos a ella. Tanto en el quehacer de nuestro país como, para quienes tenemos una fe religiosa, en el quehacer respetuoso de las Iglesias, diríamos como dos facetas de una misma vivencia. Porque somos ciudadanos y religiosos (cristiano en mi caso) al mismo tiempo y debemos hacernos y crecer en coherencia de nuestra fe y vida.

Vivir lo anteriormente expresado, en vínculo a la preocupación de renovar la política; generar nuevas pautas culturales en torno de ella; o hacer pedagogía cabal, creemos que podría significar de manera simple, pero con muchas implicancias, al menos cuatro cuestiones: (1) el saber siempre, cada uno, descubrir y hacer las cosas que nos corresponde realmente hacer; (2) hacerlas bien; (3) obrar con honestidad; y (4) orientar todo nuestro ser (y lo que hacemos) hacia la búsqueda del bien común. Estos cuatro aspectos, pueden parecer algo obvio, sin embargo, contienen cierta complejidad (mayor o menor) cuando se trata de aplicarlas a la propia experiencia. Veamos:

º Hacer las cosas que nos corresponde hacer: ¿todos tenemos adecuada claridad si lo que hacemos es lo que realmente nos corresponde hacer? Se podría pensar que según edades ello podría pasar por una pregunta necia y puede no faltar verdad o sentido de realidad. Pero ello es algo que no sólo se pone en juego en nuestras grandes decisiones en la vida; también se define en el día a día de nuestras actividades.

º Hacer bien las cosas que nos corresponde. Porque estamos llamados a superar la mediocridad, lo rutinario (en tanto obrar por mera rutina), la dejadez, etc. Uno, por ejemplo, puede cumplir el horario de su trabajo y marcar tarjeta adecuadamente todos los días, sin que por ello signifique que esta haciendo bien lo que le corresponde en su chamba o dando de sí lo que corresponde; un profesor puede dar clases sin prepararlas.

º Obrar con honestidad y transparencia: aspiramos a que ser honesto no sea solamente una característica individual sino, ante todo, expresión de una relación social donde no se busca el provecho personal sino el mejor para toda la comunidad política en la que uno se desenvuelve, sea un distrito, una región o el país. Tiene sentido de testimonio personal, especialmente en cuanto no robar ni generar favoritismos o decisiones excluyentes.

º Orientar todo lo que hacemos hacia el bien común: aprender a poner todo nuestro ser, nuestro pensamiento y acción, en razón del bien de todos. Sabiendo reconocer con sencillez nuestras limitaciones, dificultades, errores y malos actos. Procurando que la construcción del bien común sea expresión de una acción colectiva y no solo individual, confrontada con la historia y posible de comparar con situaciones afines. Sabiendo que todo ello genera posibilidades de crecimiento mayores a las que se expresan en el momento.

Se trata, por tanto, de una política inclusiva y de asumir responsabilidad de lo político desde lo más cotidiano. Lo cual tendrá sentido si lo abrazamos con una actitud de esperanza. Esperanza frente a la vida y a todas las personas que nos rodean (o ni siquiera conocemos). Aprendiendo a vivir en coherencia y con una fe profunda. En disposición, movilizados y lanzados hacia el futuro.

Ojalá desde allí sepamos también ubicar gestos concretos y nuestra acción práctica, como referentes y ciudadanos. Forjando liderazgos democráticos y significantes. Valorando la unidad para obrar en todo. Gestando voz pública.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 27 de marzo de 2011 Sigue leyendo

Manejo adecuado y buen manejo de los recursos

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Hay cuestiones elementales que son importantes de tomar en cuenta cuando se maneja recursos económicos, más aún si éstos son ajenos o tienen un origen distinto al propio. Es decir, hay una serie de aspectos de sentido común que es bueno considerar si se quiere hacer un manejo adecuado; más aún, si se quiere tener un buen manejo.

Si uno recibe un fondo económico, vamos a decir, de S/. 1,000.00 (un mil soles) para construir una letrina y sembrar árboles alrededor de ésta, lo lógico será que uno invierta esos fondos recibidos en dicho propósito y no en otra cosa. Eso se llama cumplir el propósito para lo que se pide los fondos (su objetivo) y hacer concreta la voluntad del donante que nos proporciona los recursos, con la finalidad establecida de antemano. Se solicita y canaliza recursos con determinado propósito o finalidad y debe de cumplirse la misma, porque se actúa de buena fe y asumimos compromiso en ese sentido, sea que esté escrito o no.

Tiene sentido también pensar, por lo tanto, que si se tuviera que cambiar de propósito el destino de un dinero recibido, ello tendría que consultarse con quien me lo proporcionó. O sea, si al recibir los fondos, surge una necesidad más apremiante o ya se hubiera realizado el propósito central previsto (letrina y siembra de árboles, para seguir con nuestro ejemplo), por más buena intención que tengamos en darle un nuevo destino a los fondos recibidos, no podríamos ejecutar los mismos si no consultamos, de antemano, con el donante el nuevo propósito que nos podemos plantear. Es decir, por los motivos que sean, podríamos pensar que en vez de la letrina sería mejor afirmar un terreno e implementarlo para ser usado como cancha de fulbito o vóley. Es quizás una buena opción y planteada, seguro, con muy buena voluntad. Pero nunca debiera olvidarse que para proceder con ello se requiere consultar y conseguir la aprobación del nuevo propósito de parte del donante. No sólo por un tema que podría plantearse de “malversación de fondos” (con la mejor intención del caso) sino por un asunto de procedimientos y consideración al donante, fidelidad a los compromisos contraídos y confirmación dialogada de lo viable de la nueva opción.

Cuando ya se ha ejecutado un proyecto, una obra prevista en éste, es importante informar adecuadamente y bien al donante, así no hubiera compromiso de hacerlo. Es un ejercicio bueno de convivencia que nos sitúa en la lógica de cómo tomamos en cuenta “al otro”, no sólo porque se nos ha dado un dinero que debe ser bien gastado, sino porque es un tema de cultura de cómo hacer las cosas adecuadamente. Informar de lo realizado es ya adecuado. Hacerlo con la información completa y bien presentado es algo que puede colaborar con hacer bien las cosas, especialmente si damos cuenta descriptiva de lo realizado de acuerdo a lo comprometido y damos cuenta de lo gastado de acuerdo a lo comprometido. Acompañado de un sustento documentario de ambas cuestiones.

Tengamos en cuenta que los informes, además de cumplir una formalidad muchas veces prevista de antemano con el donante (y más formal mientras más formal es el origen de los fondos y más burocrático, mientras más “públicos” es el origen de los fondos). Pero veamos que también los informes son un excelente ejercicio de hacer un balance de lo realizado en un periodo de tiempo (por ejemplo, el tiempo que dura la ejecución de un proyecto). Además, un informe puede ser un instrumento que derive muy fácilmente hacia labores de difusión de lo que es la entidad que lo ha realizado; desde el rol del donante, puede ser una buena manera de generar un marcketing directo o indirecto hacia nuevos donantes. En una palabra, un buen informe actúa con mucha facilidad como efecto multiplicador, si uno lo sabe trabajar y valorar adecuadamente.

Para una entidad o grupo encargado de ejecutar fondos, es muy importante establecer un mínimo de planeamiento y de fechas claves de principio a fin (algunos le llaman hitos a esas fechas). Se podría decir de otro modo, mencionándolo como plazos de cumplimiento de principio a fin de los fondos recibidos. Donde se involucran no sólo las actividades que se deben de realizar y garantizar que se ejecuten adecuadamente, sino que se debe incluir también los momentos claves de “rendición de cuentas” que nos debemos hacia el donante, hacia la población beneficiaria prevista y hacia el interno del grupo o entidad desde la que se trabaja la iniciativa. Decimos momentos, en tanto fechas de entrega de informes que pueda haber y de cómo se garantiza su efectiva entrega o cumplimiento, lo cual habrá que establecer de acuerdo al grado de complejidad que pueda tener cada organización (distinto es un grupo pequeño a uno grande o respecto a una red).

En lo anterior se pone en juego una serie de experticias que deben de tomarse en cuenta. Es muy probable que algunas funciones especializadas en la ejecución de un proyecto no se cuenten internamente en una organización. Por ejemplo, labores de albañilería en el caso de nuestro ejemplo de la construcción de la letrina. Efectivamente, nadie espera que alguien de la organización haga de albañil amateur si no cuenta con dicha experticia. Se trata de complementar las necesidades con el acceso a recursos profesionales externos que permitan un efectivo cumplimiento o realización de las actividades que permitan alcanzar el objetivo propuesto. A lo que nos referimos es a que toda ejecución de un proyecto debe tener la capacidad de desarrollar capacidades y complementar experticias para garantizar el efectivo propósito para el que se consigue determinados recursos. Ello es responsabilidad de una adecuada gestión institucional.

Hay otros aspectos sobre los que podemos llamar la atención, en particular sobre el tema del financiamiento. Debe tenerse en cuenta que cuando uno recibe dineros de un donante, además de ser consecuente en el uso de los mismos y la buena “rendición” de los mismos, se debe considerar que éste (el donante) no tiene ninguna obligación o cosa parecida respecto a seguir apoyando con fondos para nuevos propósitos. Si lo hace, en buena hora y será signo de valoración de la relación establecida y que se conjuga con las posibilidades del donante mismo en el sentido de la continuidad planteada. Como también es importante considerar que si uno plantea un pedido de fondos a un donante (vamos a decir, unos S/. 1,000.00) y éste aprueba una cantidad distinta, tenemos el compromiso (o debiéramos considerarlo sin que nos lo pidan incluso) de reajustar los fondos a la cantidad aprobada. Muchas veces sólo se habla de esto en tanto uno puede recibir menos (por ejemplo, S/. 800.00) y se genera algunos malestares entendibles; pero no aparece tan claro cuando, por diferencia de tipo de cambio, uno recibe algo más de fondos (por ejemplo, S/. 1,200.00). En ambos casos, se tendría que proceder (en forma dialogada) con los ajustes que pudieran corresponder.

Todo lo anterior lo hemos presentado sin referirnos mayormente al tipo de donante. Hemos querido enfatizar el sentido común con el que se debe o debiera proceder una serie de aspectos que, en la ejecución de proyectos y de todo presupuesto económico, sería conveniente tomar en cuenta. Se trata de saber gastar o ejecutar los recursos que uno pueda tener como responsabilidad de encaminar y saber hacerlo no sólo con responsabilidad sino con el sentido de compromiso y búsqueda del mejor bienestar posible. Siempre redundará en mejores beneficios.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 22 de marzo de 2011 Sigue leyendo

Tejer sentidos y esperanza

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Podemos considerar que la vida de Jesús, para los cristianos, es la mejor forma de aproximarnos al misterio de Dios (del Padre, Abba), a lo que significa su amor infinito y gratuito. Se podría decir que Jesús es la forma humana más plena del amor revelado en la historia y que nos da a conocer que todo ser humano, por ser humano, es expresión de ese amor revelado y, por ende, de Dios Padre. Si tuviéramos el tacto y la capacidad de comprenderlo en su real dimensión, quizás habría menos guerras, no habría gente que se tuviera que morir por motivos controlables (hambre, enfermedades, accidentes de tránsito, etc.), habría más interés por la vida y destino de los demás, celebraríamos la felicidad y la realización cabal de las personas.

Desde ese razonamiento, nos parece importante la persona de Jesús y los vínculos que podemos entablar con la política y el sentido de renovación que requiere. Desde una comprensión y arraigo en las relaciones humanas más elementales. Haciendo un tejido de sentidos que nos ayuden a situar y profundizar nuestra fe. Vista a la luz de la necesidad de la convivencia humana y de cómo abrazar mejor la preocupación de todos por todos, desde lo más diverso. Sea en un proceso electoral; frente a desastres naturales (como el vivido en Japón); desde demandas de grupos minoritarios como suelen ser las de pueblos indígenas que con facilidad se pasan por alto; el envilecimiento de la política por las dictaduras (como ocurre ahora en la Libia de Gadafi); etc.

a) Jesús nos propone un sentido de unidad y de propuesta: La revelación del Padre como amor encarnado, llamado Jesús, bajo la figura de hijo único de Dios, nos afirma esa lógica. Como seres humanos todos somos hijos del mismo Padre, experiencia singular e irrepetible. Situados con ser, conciencia y sentido de vida. Con capacidad de hacer cada uno suya su propia experiencia de vida en relación con los demás, traducida en amar la creación, amar la humanidad, amar la justicia, amar todo cuanto nos rodea y somos.

Programa de vida al que estamos llamados en cada estadio de nuestra historia y con los medios que contemos para ello. Este sentido propositivo de Jesús lo veo resumido en las bienaventuranzas, lo cual tiene un sentido testimonial desde nuestra forma de vivir a la que se nos invita, nuestra manera de ser para otros, y el sentido de compromiso con el cual nos hacemos y buscamos vivir. Cómo aprendemos a vivir la vida en sus dimensiones más espinosas; cómo la política es parte de éste sentido de propuesta que siempre tiene la lógica de situarse desde los más pobres y débiles, con sencillez y creatividad.

b) Sentido de servicio y de bien: Jesús nos enseñó un camino de servicio, como el que se refleja en el lavado de los pies a sus apóstoles. Una lógica de servicio que se contrapone a la del poder, a la de actuar desde los hilos de quienes tienen “poder de decisión”, la fuerza para imponer sus propias decisiones (opinión pública, leyes), para hacer de su influencia decisión en cualquier sentido. ¿Será por eso sea que las principales tentaciones de Jesús (y por ende del ser humano) están centradas en esa escena del desierto?

Estas denuncian la ostentación, avaricia, magnificencia del poder… Cuestiones que él rechazará de modo muy directo, señalando que son otros los caminos del reino y del Padre. ¿Significa esto que debemos renunciar a toda expresión de poder en nuestras vidas? Ojala pudiéramos hacerlo y viviéramos sin necesidad de dominio de unos sobre otros; porque una cosa es que se requiera un orden, una forma de gobierno para que una sociedad funcione y otra cosa es que para ello se requiera esferas de dominio en tanto exclusión, explotación, privilegios, diferencias negativas de diverso tipo (racial, etárea, religiosa, sexista, etc.).

c) Sentido comunitario de la misión: la identificamos a partir de la vocación, envío y misión que Jesús descubre en su vida. Lo comunitario o el servicio no serán sólo afanes o virtudes personales; son algo que se descubre consustancial a nuestro ser personas y a las posibilidades de crecimiento. Cuestión que podemos descubrir que no sólo se agota en un esfuerzo individual, sino que crece mejor (y adquiere sentido) en la interacción entre las personas. Pero, además, se trata de una posibilidad abierta para ser vivida entre todos como sociedad, como comunidad política, como convivencia pública institucional.

Toda política que se encamina en un derrotero así puede tener la capacidad de renovar lo mismo que realiza y a lo que se destina, porque terminamos descubriendo y confirmando que toda orientación hacia el bien, solidariamente tejida entre un grupo humano, usando como vía o camino el servicio, nos genera capacidad de hacer las cosas distintas, mejor adaptada a las circunstancias, aunque no tenga el éxito necesariamente asegurado.

d) Sentido de riesgo y equilibrio en el obrar: En diversos pasajes de su vida podemos ver cómo Jesús nos invita a no dejarnos estar, a no quedarnos en lo nuestro (la transfiguración y las tres tiendas) o en lo ya recorrido como experiencia. Más bien, tenemos que saber usar de esa experiencia para intentar ir más allá, no de nuestras posibilidades sino de un mejor descubrimiento de las mismas. Por ejemplo, nos dice “los envío como ovejas entre lobos” para hacernos saber que no es una tarea fácil la que tenemos entre manos y que el mal del mundo es real y nos devora si no sabemos movernos; pero también es real que no nos envía como un lobo más, como “lobos entre lobos”, no nos envía a hacer la guerra y a destrozarnos entre nosotros mismos. En política, ¿qué podría significar ser ovejas entre lobos” y no perder el paso de la competencia? ¿O simplemente no es posible algo así, más aún si nos encontramos en un proceso electoral? ¿Cómo aportamos a una cultura de la decencia, de la no violencia y de la reconciliación?

Jesús nos dice “sean mansos como palomas y astutos como serpientes” (ambos). Solemos tener conductas más de palomas que de serpientes, aunque hay de todo en la viña del Señor. El asunto esta en cómo guardamos un equilibrio que nos permita dar los pasos necesarios. Muchas veces un buen liderazgo no es sinónimo de capacidad para una buena gestión; o haber sido un buen gerente de algo no da los pergaminos automáticamente para ser un buen líder. Nos corresponde saber arriesgar, sabiendo que somos pasibles del equívoco; saber reconocer los errores a tiempo para obrar de la mejor manera posible; saber escuchar a los demás sobre cómo dar los pasos que corresponda. En fin, una serie de aristas que nos debieran permitir ese equilibrio tan poco presente en nuestra política.

e) Sentido profético: Labor que no es sencilla pero que cada quien tiene que aprender a situar a partir de su propia vida personal, familiar y en sociedad. Hablamos del saber discernir los signos de los tiempos, en tanto expresión y sentido profético que nos revela Jesús, pero que se situará en un quehacer posible de todos, traducida en aprender a escuchar con los oídos de Jesús, a saber ver con los ojos de Jesús, a saber hablar con las palabras de Jesús, a saber amar con el corazón de Jesús.

Es algo que está al alcance de cada uno y esta en el camino de cada uno. Podemos estar seguros que descubrimos la presencia del Señor con más fidelidad sabiendo escuchar o ver; sintiendo cercanía por los más desvalidos; inspirándonos en saber plantear políticas públicas que centren su atención en los más débiles, sin perder de vista la sociedad en su conjunto. Nos abre a la posibilidad de cambio en nuestro corazón y, a la vez, a la capacidad de encaminar posibilidades más amplias para la población, en términos de calidad de vida, de realización y de comunidad política participativa y justa.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 21 de marzo de 2011 Sigue leyendo

Felipe, ¿agente encubierto?

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Si quiere pasar la noche acá tiene que hacerlo en el calabozo. Si no tendrá que irse a dormir al parque. Felipe se sorprendió por tamaña respuesta del policía pero no tenía muchas opciones ya que se había quedado sin plata, solo con el pasaje para regresar en tren desde Jauja a Lima… y todavía se encontraba en Tarma. Era de noche, hacía mucho frío, estaba algo preocupado pero con el gusto que se había divertido más de lo que hubiera imaginado.

Ya había pasado por la parroquia local y sólo le dieron un buenas noches y que tenga mejor suerte. La verdad que la desconfianza y la inseguridad no sólo venía de la delincuencia que podía haber sino de los remanentes de terrorismo que todavía se dejaban sentir. Por último, porque era un perfecto desconocido, pues era la primera vez que salía sólo en un viaje, hacia una zona que no conocía, salvo por referencias de su madre que había nacido en alguna hacienda camino hacia La Merced.

Allí, a La Merced, llegó cuatro días antes, en una travesía que le resultó familiar por lo agradable del paisaje. Felipe era poco de viajar y siempre lo había evitado hasta que llegó a la universidad y se encontró con una realidad tan diversa de orígenes y presencias que no sólo le llamó la atención sino que se convirtió en una de sus principales motivaciones. Conocer el país, estudiar su antropología, su geología, sus creencias, sus costumbres y cuanta posibilidad hubiese para llegar a nuevos lugares.

En éste caso, era casi una deuda. Entender mejor los recuerdos y manera de ser de su madre; descripciones que su abuelo alguna vez había complementado con mucho sentido de aventura. Llegó tan de noche a Chanchamayo que sólo atinó a ir al hotel, comer algo rápido y meterse a la cama. Durmió tan profundamente y relajado que hacia las 9 de la mañana pudo reaccionar, sorprendido primero por el cantar de distintos pájaros que lo hicieron rápidamente entrar en razón de que estaba en un lugar distinto a los que ya conocía. Se asomó a la ventana que daba a la calle y se llenó más de asombro al verse frente a un hermoso parque, pequeño en realidad, pero de tal verdor como nunca había apreciado, o pocas veces le había impresionado, caído en la cuenta del esplendor de la naturaleza.

Se vistió con avidez y salió a caminar por toda la atractiva ciudad, más parecida a un pueblo enclavado en la ceja de selva. Caminando llegó hasta un puente y el río local… jefe por ahí se va para Satipo y otras rutas más ‘pa dentro, ¿quiere que lo llevemos? No gracias, sólo preguntaba por saber, todavía tengo que ver a unos familiares por acá, muchas gracias. En realidad, no conocía a nadie y de familiares ni los mosquitos, pero ya se sentía en familia desde que bajó del bus. Probó el tacacho, aunque decían que no era el mejor lugar donde se preparaba. Fruta cualquier cantidad. El clima muy templado, pese a que era temporada de lluvias, pues, estábamos finalizando enero; en el día no faltaba un fuerte sol aplacado por la arboleda que servia casi de sombrilla. Y la gente… no sólo muy amigable, parecía que lo reconocieran a uno de ser propio del sitio y la alegría y servicialidad muy propia a la gente de zonas tropicales.

Quizás por eso y gracias a su gran espíritu, no le importó a Felipe pasar la noche en el calabozo de la comisaría, junto con un par de presos y sentir el frío más fuerte que ni en Pasco o Puno sentiría. Esa combinación de frío con humedad y heladera seca sólo podía recordarle la vez que estuvieron en Tumbes y entraron a las enormes cámaras frigoríficas de almacenamiento de pescado que tienen varias empresas locales, con la diferenca de haberlo hecho en medio de un soleado día de primavera. ¿Habría sido mejor la noche en una banca de plazuela? A las 6 de la mañana lo dejaron salir para lavarse y, ciertamente, para que siguiera su camino. Le facilitaron su higiene personal y, mientras se cepillaba los dientes, el teniente a cargo de la comisaría se le acercó a darle la mano y los buenos días, sonriente, con la satisfacción de alguien que ha pasado una prueba.

¿Sintió mucho frío anoche mi estimado? Disculpe no más que lo maltratáramos un poco pero la supervisión si no nos cae y usted tendrá que informar también en Lima. No deje de saludar al Comandante Camino si tiene oportunidad de verlo, hace tiempo que no he sabido de él, desde que lo cambiaron a Huanta, junto al escuadrón de sinchis que estaba a cargo de la zona. Eh, ¿cómo dice…? Felipe siguió lavándose, se secó con la toalla que le habían facilitado. Claro, los polis pensaban que él era un inspector – supervisor – o lo que fuera, de la policía y que estaba allí cumpliendo funciones…

Les siguió la corriente, alternó unos minutos más y prefirió salir rápido, antes de que lo acusaran -quizás- de impostor o cosa parecida… Había logrado pasar la noche que era lo principal y podia seguir camino a Jauja. Consiguió un camión que lo llevó gratis al sitio. Pensando en refrescarse y descansar un poco, compró algo de pan, unas naranjas y preguntó hacia dónde estaba el río…

Si, camine cuatro cuadras más abajo, de allí baja por la Cusco y llega a un puente, estará sobre el río… La indicación fue clara y caminando llegó bien al destino esperado, con un pequeño detalle que varió sus planes. El río estaba seco, quien lo diría, completamente seco. Pues, decidí seguir caminando, como diez o quince minutos desde donde divicé un árbol apropiado para sentarme a “comer”. No terminé de llenarme… el sueño me ganó tanto que serían las 4 de la tarde cuando desperté, reconfortado.

Me estiré con gran gusto y me puse en pié. Felizmente estaban todas mis cosas, es decir, mi mochila y la bolsa con dos panes y cinco naranjas que me acompañarían el resto del viaje. Tenía pasaje en tren para Lima, pero para las 6 am de mañana, ¿dónde volvía a pasar la noche, mierda?

Volví de regreso al pueblo, no me di cuenta pero me había retirado algo del mismo. Tampoco era tan difícil hacerlo. Preguntando por la parroquia local, terminé de comer lo que llevaba, salvo dos naranjas. No se reprodujeron solas aunque el milagro llegaría después. El padrecito que me atendió me dijo igual que en Tarma: no lo puedo recibir, nos esta prohibido (?). Amigo, algo puedo hacer por usted. Padre aunque sea en una banca de la iglesia. Menos amigo. Bueno, qué le hacemos, iremos otra vez a la comisaría… Amigo, no lo puedo atender pero tenga, el padre sacó de su bolsillo un billete de viente soles y me lo alcanzó. Pero, padre, yo no quiero dinero, sólo pasar la noche. Entonces disculpe pero no puedo hacer más por usted. Bueno padrecito, gracias, tomaré los 20 sino tengo más alternativa…

Se alejó de allí, entre fastidiado y contento. Después de todo, tendría para ir a un hotel. Cuando lo hizo el costo fue de 12 soles y le permitió comer a gusto en la noche. Un buen bistec con papas fritas, arroz, su gaseosa y hasta un pastelito de postre. ¡Por favor, me despierta a las 5.30 de la mañana que viajo en el tren! Ta bien amigo, le pasamos la voz. En realidad no fue necesario, a las 5.15 am abrió los ojos, agradeciendo a Dios la experiencia vivida y por el viaje que concluiría en las siguientes horas. En Ticlio gozó de saber que estaba en el punto más alto por donde mundialmente pasa un tren, con algo de temor que le pudiera dar soroche, pero no hubo problema. Hubo más bien gusto, porque aún tenía para comprar un choclo con queso que disfrutó buena parte del camino, después de San Mateo…

Gabriel
Lima, 19 de marzo de 2011 Sigue leyendo

Inspiración de Jesús en lo político

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Hablar de lo político desde nuestra experiencia de fe es, como para el conjunto de nuestro vivir, significa entablar un vínculo con nuestra referencialidad en la persona de Jesús y de todo lo que alrededor de ello se ha construido como vivencia, interpretación, documentos. Intentaré una aproximación resaltando algunos aspectos significativos en su vida, sabedores que nos será de mucha inspiración.

º Una primera cuestión sobre Jesús es que estamos ante un laico (como lo somos la gran mayoría de creyentes cristianos), alguien que no fue sacerdote ni parte de la jerarquía religiosa de su tiempo. Como tal, él hará su propia experiencia de seguimiento de Dios, desde la religión judía en la que participaba (podía haber sido seguidor del Islam u otra religión). Desde su propio proceso, descubrió su propia vocación y el llamado a vivir lo que después realizó, como a todos nos ha tocado hacerlo de manera más o menos discernida en la vida.

Remarco ésta condición de Jesús laico, no sólo por un asunto identitario con la mayor parte del llamado ‘pueblo de Dios’ (como nos lo menciona Vaticano II), sino porque más ampliamente, Jesús nos presenta un sentido cultural distinto al de su época, donde lo principal para él ya no serán las jerarquías o autoridades religiosas sino obrar el bien, construir relaciones comunitarias (de servicio) con todos y el esfuerzo de orar (y discernir) con el Padre la vida que llevamos. Jesús no ubica su actuar desde la condición de un sacerdote o maestro de la ley, sino como un laico más del pueblo judío.

º De lo anterior resalto una segunda cuestión en Jesús que es su experiencia de oración y discernimiento, de comunicación con el Padre (Abba). No obraba nada importante de su vida sin comunicarse con su Padre, con Dios. Él nos invitará a hacer lo mismo. ¿Cuánto de nuestras relaciones cotidianas serían mejor encaminadas si lo obráramos de manera más discernida y orada con nuestro Padre? No es una invitación a ser cucufatos, ni a andar como sacha curas o monjitas postizas (con el perdón de nuestros queridos sacerdotes y monjas). Es la invitación a vivir como personas sencillas que aprenden a sintonizar su estilo de vida con la presencia del Padre.

Que son conscientes, por ello, que nunca estaremos eximidos del pecado y será muy cristiano reconocerlo siempre e identificar cómo actúa éste, para saber aceptar y aprender de nuestros propios errores. Es la invitación desde el discernimiento a saber cómo perdonar y reconciliarnos; a saber cómo afectarnos siempre ante el sufrimiento humano, el que sea y de quien sea; a saber también cómo alegrarnos ante las buenas cosas, admirarnos ante la belleza y a saber dejarnos sorprender por la vida. Vivir más plenamente en todo y desde todo esto, será un buen fruto del discernimiento. Tengamos cuidado que no se trata de un frío cálculo para nuestro proceder sino de cómo aprendemos mejor a amar. Aceptando que es algo en lo que no es fácil ser constantes, aunque en todos esta la posibilidad de encaminarlo.

º Un tercer aspecto es la relativa a su vida pública. Se puede convenir que Jesús se preparó durante muchos años antes de entrar a esa fase más pública. Esa “preparación” no tiene un carácter académico y hay que entenderla desde el haber hecho las cosas que le correspondían hacer a toda persona varón de su época: trabajó como artesano en el taller de carpintería de su padre (como otros lo hacían de pescadores o comerciantes); tuvo acceso a algunas enseñanzas religiosas y pudo beber de las inquietudes sociales de su tiempo, marcadas por la dominación romana y la existencia de diversas tendencias que buscaban liberar al pueblo judío de dicha situación. Como fueran los detalles más históricos, lo cierto es que hacia sus 30 años Jesús se convierte en un hombre público (como los había otras), en tanto busca influir en las personas de modo abierto y directo.

Jesús se hace primero seguidor de Juan el Bautista y después sigue su propio camino y reúne a quienes cree necesario para predicar el amor entre las personas, el amar a los enemigos, el poner a las personas al centro de toda nuestra vida y quehacer. Jesús no se encierra en una actividad contemplativa sino que ejerce una actividad pública que es significativa de recordar, porque ello nos señala parte de cómo hacer las cosas. Hay que saberlas llevar al terreno de lo público, de la influencia en las decisiones en razón de la humanidad de todos y del bienestar de todos.

º Un cuarto aspecto en la vida de Jesús es que se mueve con profunda libertad y su conducta deviene también en política, en cuanto cuestiona las principales instituciones de su tiempo (la ley, la familia, el templo, sumos sacerdotes, etc.). Pero no es que Jesús tuviera como objetivo cuestionar a dichas expresiones de poder, reflejadas en las instituciones mencionadas, sino que será algo que se desprende de la misma propuesta de un sentido cultural distinto y nuevo que será lo que nos brinda. Entre otras cosas, el de poner al ser humano al centro de todo, lo cual llevará a cuestionar la manera como se vivía y como se ejercía el poder.

Cuestionamientos como la ley del sábado se harán fundamentalmente por privilegiar su verdadero sentido y razón de ser: no es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre; en tiempos actuales podríamos decir “no es el hombre para el mercado sino el mercado para el hombre”. Como también cuestiona el patriarcalismo autoritario e inhumano muchas veces de las estructuras familiares o que el templo sea lugar de comercio y no de oración o que no se abra el templo a todos por igual.

Con los puntos referidos queremos reflejar que Jesús tuvo una vida como el común de todos los humanos, aunque supo descubrir su propia vocación y creció e hizo lo que terminó convirtiéndose en voluntad del Padre (Dios) en su vida. En esa dimensión hemos identificado una serie de aspectos que nos parece importante para el tema de lo político, sobre cómo situarlos y plantearnos una lógica de renovación de lo político, y desde donde cada persona puede sentir cercanía o llamado a seguirlo.

Jesús es una persona trascendente desde siempre, pero seguirá un proceso que fue descubriendo hasta el último minuto de su vida, al punto de sentirse en la cruz, totalmente abandonado por su propio Padre. Él no es trascendente porque tuviera un libreto que siguió fielmente; ser fiel al Padre consiste en abrirse a los demás desde la propia singularidad; desde lo que uno se siente llamado (desde su vocación), sintonizada en la experiencia de comunicación con el Padre y del significado que puede tener amar, servir, hacer el bien, vivir con alegría, etc.

Guillermo Valera Moreno
12 de marzo de 2011 Sigue leyendo

Cual pareja de enamorados, disfrutando la playa

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Felipe era demasiado tímido y reacio para enamorar a una chica. Sentía demasiado respeto por sus amigas, se sentía demasiado corto para imitar a su hermano mayor que podía tener 2 ó 3 enamoradas a la vez y prefería vivir de manera romántica y musical su proximidad y sabor por alguien que le llamara más la atención.

Sólo de manera platónica había tenido él dos o tres amores en simultáneo o uno en “firme”, es decir soñaba con lo agradable que era besar a su enamorada y se hacía de toda amabilidad y galantería por ser lo mejor como persona y caer mejor todavía de lo que ya podía ser de amigable, aunque lo normal era que fuera más bien callado.

En ese grupo de La Cabaña fueron muchas buenas experiencias las que se vivieron. Te acuerdas Romeo, cuando tú estuviste dirigiendo el grupo en quinto de secundaria. Quien lo pensaría que el presidente terminaría enamorándose de la tesorera, cuestión que no generó mayor problema que la de hacernos a todos más amigos y aprendimos a que también se podía distinguir planos y hacer una experiencia de grupo como la que tuvimos. Esas varias reuniones, algunos campamentos, actividades de reflexión, la preocupación por el país, el deseo de conocernos entre estudiantes de diversos colegios. ¡Qué buena intuición fue esa la que tuvo el Oso y Margarita! ¿Qué seria de ellos? Terminamos la secundaria y desaparecieron, no supe de ellos por más de 20 años, ¿te imaginas?

Debo reconocer que ese grupo fue una buenísima escuela de crecimiento, de integración, de búsquedas, de motivaciones, de reconocimiento de nuestros propios límites… No es para idealizarlo, pero después no supe de grupos similares desde el colegio, porque en la universidad la cosa cambia y tienes más espacios de integración o estás más “libre” para relacionarte. Al menos ambos… te acuerdas que fuimos los únicos que la chuntamos a la primera en el examen de ingreso cuando vinimos a Lima y los demás tuvieron que regresarse por distintos motivos, hasta mi hermano, pucha. Hasta tú te regresaste un par de años y yo tuve que hacerme de nuevas amistades, empezando por la propia pensión a donde vine a caer, felizmente gente buena y, además, paisanos, fue una gran cosa.

Pero la vida esta llena de tantas facetas. Quizás podría haberme casado más rápido de todos por lo que me gustaba Fanny, ¿te acuerdas? Le tenía mucha ley y la sentía una gran persona. Pero no logramos atemperar nuestros sentimientos, ya fuera que apareciera otro galán (alguno que fue mi gran patasa) o porque bifurcamos nuestros caminos con la universidad y la lejanía de Lima – Piura o porque simplemente no quisimos darnos una oportunidad. Te consta que la quería, quizás en el fondo era el cariño por una gran amistad y el descubrirme a la vida y al flirteo de esos años.

Cuánto pusiste de tu parte Romeo, para aproximarnos y establecer puentes. Como aquella celebración de mi cumpleaños que llegaron por casa y no había preparado nada de nada, con las justas una gaseosita y un bocadito… Pero tuviste la siempre decencia y gratificante idea de salir a tomar algo fuera, escuchar música y nos fuimos las tres parejas que estábamos en ese momento y la pasamos muy bacán.

La tapa fue ese domingo que nos pusimos de acuerdo. Me llamaste el día anterior, habiéndote enterado que estaba otra vez por Piura. Felipe qué bueno que andas por Piura, con Érika estábamos pensando ir a la playa mañana, ¿te gustaría acompañarnos? También le hemos hablado a Fanny y ha quedado en acompañarnos. De verdad que lo sentí como un gran regalo, fue una de las mejores veces que gocé de la playa y eso que ya conocía lo que era gozar de la playa (y lo había hecho en los veranos de colegial tantas veces).

Es de las veces que no sólo se goza sino que se siente lo humanos que somos, la libertad para hacer las cosas, el cálculo de lo que puede corresponder adecuadamente, el gusto por la comida que disfrutas, el sol, el mar, las gaviotas y sobretodo, como pocas veces lo habíamos hecho, estábamos, mejor dicho estaba yo y Fanny, cual pareja de enamorados, disfrutando de la playa… Lo único que podía echar de menos quizás es que no era Yacila, aunque sí la playa contigua, esa que le llamamos Cangrejos.

Si pues, almorzamos muy agradable, nos bromeábamos, entre anécdotas de la universidad, de lo que cada uno venía avanzando, sus cosas, tuviste la gran idea de pedirle a Érika de ir a dar una vuelta… y nos dejaron solos. Es cierto, Felipe, qué pasó ese día, la cosa era que tú y Fanny pudieran concretar su relación y lo que encontramos a la vuelta fue que se habían molestado y nunca supimos qué pasó. En realidad es como tú lo dices, es que no pasó nada.

Con la barriga llena y con algo de somnolencia, así como estaba echado conversando sobre mi toalla en la arena, dije voy a pestañear un poco. Para mí la cosa era que ustedes se alejaran caminando un poco y yo me “reanimaba”, le decía a Fanny para darnos un baño en el mar y “concretábamos”. Fuera por timidez, por no estar del todo convencido, por estar algo cansado del viaje (había llegado el día anterior de Lima y no había dormido bien) o porque mi subconsciente me traicionó.

La cosa es que la pestañada duró casi hasta cuando ustedes regresaron de su larga vuelta que dieron (¿una hora sería o más?). Yo reaccioné a despertar cuando ya a unos 30 metros venían de regreso. A Fanny la ví con una cara larga y fastidiada porque sólo había podido contemplar mis sueños. Pese a que atiné a decirle ¡vamos a dar una vuelta por esas peñas que hay al fondo! Ya había pasado mi tiempo…

Intentaba parodiar lo que ustedes habían hecho y recorrido, pero recibí un rotundo no, anda tú nomás, no tengo ganas de caminar… y la verdad que no me dieron ganas de rogarle demasiado y preferí levantarme e ir a caminar solo… y allí terminaron mis deseos de pareja con Fanny. Al menos para mí, porque después ya no sentí interés de buscarla, cuando volví a regresar a Lima preferí mejor cortar la poca comunicación que siempre manteníamos y todo quedó sujeto al vaivén del azar que nunca nos terminó de señalar un camino convergente.

Gabriel
12 de marzo de 2011 Sigue leyendo

Nueva pauta cultural para la política

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Muchas veces tendemos a menospreciar tanto la política que pensamos que sería mejor vivir sin ella. Si fuera así, la anarquía sería lo que se impondría porque cada quien buscaría hacer lo que “mejor le parece” y llegaríamos a una situación tan antigua como lo que se conoce como la “ley de la selva” o la “ley del más fuerte”.

Si pensamos que todo grupo humano requiere de mínimas “reglas de juego” para gobernarse a sí mismo; para que pueda haber una cierta equidad de relaciones y evitarse los abusos de unos hacia otros, llegaremos a una buena razón de por qué tuvo sentido y se crearon las normas y las leyes. Por experiencia práctica, las mismas se establecieron a partir de ciertas regularidades que podían considerarse como las más pertinentes o justas para una cierta mayoría o para quienes controlaban las decisiones (no necesariamente los más justos).

En realidad las normas y las reglas fueron pensadas muchas veces para establecer equilibrios en las relaciones entre las personas, buscando que se preserve posibilidades más o menos parecidas para todos. Aunque ese “todos” siempre incluyó a muy distintos componentes según las etapas de la historia, hoy estamos ante la circunstancia especial en que podemos pensar una sociedad donde los ciudadanos sean todos sus integrantes. No siempre fue así.

¿Por qué no podemos vivir sin la política? Simple y llanamente porque cada persona es un tejido de relaciones; un grupo humano es un tejido de tejidos de relaciones. Para que dichos tejidos adquieran un sentido relacional que permita la convivencia, se requiere que existan acuerdos entre sus integrantes, empezando sobre cómo resuelven sus necesidades más elementales, pasando por guardar costumbres y recuerdos valorados por el grupo, estableciendo ciertas divisiones de responsabilidades, particularmente en lo que se refiere al gobierno del propio grupo.

Si las cosas no marchan, nunca podrá ser sólo responsabilidad de quienes tienen la tarea “profesional” de gobernar o tomar decisiones. Corresponde a todos los integrantes del grupo el responder por los aciertos y defectos; por las buenas y malas prácticas. No se puede centrar ni concentrar la responsabilidad sólo en unos pocos. Entre otras cosas porque desde lo más elemental de cómo nos relacionamos con los que nos rodean, por ejemplo, nuestros familiares más cercanos, es que se va estableciendo avales o límites para quienes nos gobiernan, así como quienes gobiernan, con sus distintas maneras de proceder y tomar las decisiones van lanzando mensajes de cómo las personas del “común” debieran vivir. Es una cuestión de ida y vuelta pero que muchas veces se sitúa o se estaciona en quienes tienen la “sartén por el mango”.

Y habrá una buena política en tanto quienes la encarnen de manera más directa en el ejercicio del poder (desde el gobierno o del Estado) obren de manera positiva; en tanto se construyan estructuras democráticas de poder que nos sitúen en canales participativos, de transparencia y orientados hacia el bien común. Será una mala política en tanto las cosas apunten al estricto interés personal, a grupos reducidos de interés, conglomerados parciales, o a grupos amplios de interés pero que no toman en cuenta a las minorías que pudieran generarse.

En ésta lógica no es tan fácil la existencia de una buena política. De hecho, la política tiende –por experiencia- a definirse más desde lo negativo, porque normalmente no llega ni siquiera a estándares de intereses mayoritarios (sólo a conglomerados parciales) y, dentro de ellos, se cometen una serie de anomalías como la corrupción, el incumplimiento de compromisos, la vanidad del poder, la mediocridad, etc.

Sin embargo, estamos confrontados no sólo a asumir responsabilidad sobre ello. Estamos llamados también a renovar la política desde donde estamos, a marcar una nueva pauta cultural para la política. Es decir a mejorar nuestras relaciones de vida con quienes nos rodean. A mejorar el lugar donde vivimos y ha ser mejores ciudadanos. A establecer siempre una mirada y acción especial hacia los más débiles, los más vulnerables y los más pobres; a actuar desde ellos y en razón de sus intereses, para garantizar una sociedad civilizada y no prehistórica. A hacernos cargo de participar en la generación de buenas prácticas ciudadanas y de buen gobierno.

Hablamos no solamente de diálogo y convivencia que ya es decir bastante. Planteamos también la necesidad de crecer juntos dentro de horizontes de pluralidad y diversidad; pero que a la vez cuentan con valores mínimos incorporados como es considerar el infinito respeto por toda persona, empezando por su vida, sus necesidades, sus aspiraciones y su capacidad autónoma de realización.

Por todo lo dicho, podemos pensar que la política sería (y es) como el aire que respiramos y a la cual todos estamos llamados a cuidar de ella porque nos pertenece a todos. Cuidarlo del smog y las distintas contaminaciones a las que pueda estar sujeto (y de hecho lo ha estado desde un inicio). No sólo porque para uno es importante (el aire) sino porque para todos es necesario y natural; todos respiramos y qué mejor hacerlo desde su condición limpia y natural y no recurriendo a balones de oxígeno artificial. Así mismo, en la política y todo lo que se relaciona a ésta.

Podemos tener el sueño y la reacción de prescindir de la política. Pienso que ello podría ser posible cuando aprendamos a autogobernarnos social y políticamente y ya no requiramos de un Estado o gobierno (salvo en su dimensión administrativa) que nos marque las pautas de lo que se tiene que hacer o dejar de hacer. Sin embargo, asumiendo que muchas veces no sabemos gobernarnos a nosotros mismos (me refiero a cada persona) o no sabemos guardar un mejor equilibrio en grupos pequeños como una familia o un club, ciertamente estamos aún bien distantes de dicha posibilidad.

Lo real es que no sólo nos necesitamos unos a otros para hacer tareas diversas, sino especialmente para disfrutar de la vida y aprender a ser felices. ¿Cuándo será esa la prioridad de nuestros gobiernos? En Perú estamos en un proceso electoral donde los candidatos se han dejado absorver por la campaña mediática y la lógica residual de tomar a sus ciudadanos como simples espectadores de la misma. Donde el propósito es “venderse” como producto en el mercado electoral. ¿Importa realmente las necesidades de la gente? No pareciera, lo importante es ganar.

De todos modos, creemos que es posible avanzar, desde cada ciudadano, si cada quien hace lo que le corresponde y lo hace bien, o de la mejor manera posible; si actuamos con honestidad en toda circunstancia y aprendemos a orientarnos –discernidamente y en cada caso importante- hacia el bien común y no sólo el propio interés o de grupo. Necesitamos marcar una pauta cultural distinta y una nueva manera de vivir y, por tanto, de hacer política para todos.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 9 de marzo de 2010 Sigue leyendo