La apuesta por la educación tecnológica

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Abordar lo relativo a la educación siempre constituye un tema que nos conduce a diversas aristas de necesidad y carencia, aunque también de avances e invitación a la proactividad. En éste caso no nos referimos a la educación en general si no a lo que más específicamente se suele llamar “educación técnica”, la cual nos sitúa en el ámbito de la ciencia y tecnología, su vínculo práctico a la formación laboral, a la demanda creciente de puestos de mando medio y mano de obra especializados para un conjunto de posibilidades de emprendimientos, así como de necesidades empresariales como la minería, la construcción y otras más bien tradicionales, junto a la proyección futura que empieza a abrirse como camino en una serie de campos muy diversos.

De alguna manera esos elementos y otras variantes se presentaron en el conversatorio de CONSIGNA (Consorcio de organizaciones educativas vinculadas a los jesuitas) sobre los “Nuevos retos para la educación Técnica”, en el que tres especialistas como Fernando Villarán, Narciso Arméstar y Gloria Acosta abordaron el tema. Fueron entradas desde la propia experiencia, tanto universitaria (TECSUP y UARM) como desde el ámbito de labores de Fe y Alegría. Al punto que no faltó la atingencia de si el actual debate sobre una nueva ley universitaria en el país, no debiera estarse haciendo en torno a la Educación Superior y no sólo restringida al tema universitario.

Una cuestión que se reconoció fue la necesidad de adecuar la educación técnica (y, en general, todos los niveles de la educación) a las necesidades del país y de sus regiones diversas. Entendiendo que debemos desarrollar una educación, tecnologías y oferta laboral enraizadas a las especificidades de cada zona y proyectando sus propias potencialidades, especialmente a los recursos naturales que se posee, las posibilidades de desarrollo industrial, presencia de empresas y actividades económicas, circuitos de articulación económica interna e internacional, entre otros. Dentro de lo cual será importante mantener una amplitud de opciones abiertas, para el desarrollo de la misma oferta educativa y la calidad de la misma.

La calidad de la educación es clave y garantizarla con los niveles necesarios de inversión es fundamental. Se conoce que toda educación tecnológica requiere contar con maquinarias y equipamientos especializados (normalmente costosos), que permita los aprendizajes necesarios y desarrollar diversos niveles de investigación. El mismo avance tecnológico que se da año a año requiere de ir actualizándose constantemente. Sin embargo, ésta es una de las prioridades que no debe de perderse de vista, tanto en el impulso que debe venir desde el Estado como del propio concurso del sector empresarial privado (y la sociedad civil) en su propósito.

En buena medida, garantizar la calidad supone y demanda liderazgo, construir un liderazgo que nos genere el convencimiento a todos de su necesidad, posibilidades y pasos a dar (y que ya se están dando) para facilitar un crecimiento económico más sostenible y sustentado en capacidades más propias. Sabiendo ponerle el “cascabel al gato”, para decir que tenemos que saber comprometer a las autoridades en la responsabilidad que les corresponde.

Actualmente, sigue el debate sobre cómo garantizar una regulación adecuada, porque se puede caer en un excesivo burocratismo y requisitos (caso de los Institutos Superiores Tecnológicos), volviéndose innecesariamente complejo y limitado el acceso a una plana docente de mayor nivel; otro ejemplo está en exigir grados de maestría o doctorado a quienes dicten los cursos cuando se les paga 1,200 soles de sueldo. Todo ello es distinto al controlismo que ronda a las universidades (con la nueva ley universitaria en debate), donde se requiere más bien de certificaciones que garanticen una adecuada oferta y titulaciones profesionales de calidad, sin desvirtuar su vocación educativa específica; en éste ámbito, más bien encontramos una extendida sobrepoblación de universidades en el país, en la cual se ha ido imponiendo más una lógica de negocio y lucro privado con la educación, antes que una oferta significativa y exigente.

De otro lado, apostar por la educación técnica tiene a su favor también el ser un vehículo de inclusión para la población joven que concluye sus estudios secundarios. En ella puede tener una alternativa excelente para su desarrollo profesional y proyección laboral, a partir del desarrollo de competencias que aseguren su empleabilidad. La educación es un vehículo para crecer en todo sentido (“habilidades para la vida”), por lo que es del caso detenerse a repensarla, pensar más a profundidad su requerimiento y rol en un país como el Perú, preparándonos para lo que serán las nuevas carreras y desarrollos profesionales en un futuro próximo.

Es importante valorar la educación técnica. Empezando por la apuesta más consistente que debe de albergarse desde el Estado, pasando por los diversos estratos de la sociedad. Fomentándola a todo nivel, promoviéndola desde los más pequeños en sus niveles y ámbitos educativos respectivos. Como se afirmó muy bien, la tecnología no es el fin de una carrera sino el comienzo de una vida. Por lo que experiencias como TECSUP (forma profesionales en ingeniería y tecnología, en disciplinas para las cuales existe demanda en el mercado laboral) y Fe y Alegría son aportes de mucha significación y sobre las cuales hay que construir más allá de los costos de inversión que ello demanda. Es decir, son de las cosas que tienen que darse prioridad en el Presupuesto Nacional. Quizás ese sea uno de los puntos que justifiquen hace rato la aspiración de que el sector educación cuente con el 6% del Presupuesto anual. Por cierto el tema de los salarios sigue siendo un tema abierto.

Concluimos haciendo una mención especial al caso de Fe y Alegría, desde la cual se viene incursionando también en ese propósito de llevar educación técnica de calidad a los sectores populares; en este caso, desde la apuesta de la educación tecnológica. Experiencia que se teje desde proyectos productivos como eje de su aprendizaje y generando un vínculo al mundo empresarial y del trabajo. Estamos en un camino que tenemos que seguir profundizando.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 31 de mayo de 2014

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Una lectura que alimenta

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Hacer del encuentro con Jesús una experiencia de alegría no sólo es una bonita clave desde la cual se escribe la última exhortación del Papa Francisco (“Evangelii Gaudium”). Ocurre que si es tal, en la vida suele ser una experiencia conmovedora, de profunda alegría, de sentirnos amados gratuitamente, por el sólo hecho de ser quienes somos. De hecho, en el CELAM de Aparecida (Brasil, 2008), ya fue momento en la Iglesia de recordarnos sobre la alegría que debe significar siempre nuestro ser cristiano.

Es desde una experiencia de mucha fe y sencillez como el Papa Francisco nos presenta y sitúa el evangelio, la vida de Jesús, como motivo de alegría, de “buena nueva”, de reinado de Dios, invitando a dejarnos afectar por esa alegría y su hondo significado en todo nuestro ser. Porque dejarnos llevar por Jesucristo, nos libera. Desde allí, se nos invita a ser parte de una nueva etapa evangelizadora, todos como Iglesia, compartiendo esa experiencia de alegría.

Para vivir la alegría del evangelio se nos estimula a estar atentos a diversos riesgos a que nos induce la sociedad y el contexto actual, marcados muchas veces por una “tristeza individualista”, la “búsqueda enfermiza de placeres superficiales “ o el desarrollo de una “conciencia aislada”. Estar atentos a no enclaustrarnos en nuestros propios intereses, sean grandes o mezquinos, medianos o pequeños, porque terminan quitando espacio a “los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no se palpita el entusiasmo de hacer el bien” (p.3). Por tanto, se nos llama a vivir la vida “en el Espíritu”.

¿Qué debiera significar el que nadie quede excluido de gozar de su alegría, de la alegría del encuentro con Cristo? Pensemos. Con la extensión de la internet y los medios de comunicación masiva, no habrá mucha gente que no haya escuchado nombrar alguna vez a Alá, Buda, Jesús, Abraham, John Lennon, el “Che”… O quizás sí. La cuestión es que no siempre nos maravillamos de lo que tenemos, de lo que nos ha sido dado. El amor más sublime lo asociamos muchas veces sólo a un recién nacido o a la relación de pareja que nace entre dos jóvenes o adolescentes… y poco más. Cuando se expresa en tantas cosas que significan hacer el bien (normalmente con mucho esfuerzo y sacrificio); el saber perdonar (y no cansarnos nunca de hacerlo); el obrar la justicia y la verdad, el propiciar la paz… Todo aquello que nos dignifica, nos da ternura, nos lanza hacia adelante. Porque el amor nos renueva.

El Papa Francisco nos habla de una alegría que debemos saberla vivir en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana. ¿Hemos experimentado realmente el amor en nuestras vidas? ¿Sabemos realmente dar respuesta a una invitación así, como la que se nos hace? ¿Nos hemos cansado de buscar a Dios, ya no nos importa y tampoco nos dejamos buscar por él? ¿Sabemos saltar de alegría como la criatura de Isabel ante la visita de María? ¿Nos alegramos como en las bodas de Canaá, arde nuestro corazón con su presencia (caminantes de Emaús), o sabemos entrar en ese “río de alegría”? Debemos saber vivir la alegría del amor según los contextos y circunstancias de la vida, sabiendo que el amor del Señor se renueva constantemente y nos motiva a dar testimonio fiel de ella y a comunicarlo.

Con la vida es bueno adquirir profundidad. Que las sensibilidades que vayan surgiendo y acrecentándose sean por el deseo de hacer mejor el bien. Nos dice Francisco: “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás.” (p.9) En los diversos lugares y experiencias en que nos movemos no será siempre fácil expresar alegría. Pero si vivimos en Jesús, en el Señor, ella debe ser nuestra disposición y actitud básica, la que nos predispone mejor al amor a los otros/as. Incluso haciéndonos olvidar las ofensas recibidas, así no sea fácil. Transmitir siempre ese sentido de paz profunda, de aceptación, de comprensión maternal, de novedad. Todo lo cual nos facilitará siempre el renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad; la apertura hacia nuevos caminos, formas creativas, signos más elocuentes.

Se nos pide una vida centrada en la misión. Lo cual no es otra cosa que centrada en lograr una vida mejor para todos, saliendo de uno mismo y de los propios intereses. Como Iglesia estamos llamados a una actividad misionera vital y a todo nivel, con sencillez y yendo hacia la gente. Sabiéndonos reconocer como pecadores para saber llegar a toda la gente.

Y cuantas cosas más. Porque hasta aquí hemos recorrido solo la introducción de la Exhortación del Papa Francisco, la misma que concluye otra vez pidiéndonos, centrado siempre, en alegrarnos en el Señor (Flp. 4,4). Por cierto, no estamos en una feria de sentires alegres. Se trata de la experiencia de Dios, la del Dios del amor que nos abre a la alegría y, si no, puede ser falsa. Estamos ante una experiencia vivencial, que nos contrasta con nuestra vida agradecidamente a cada paso. Que centra de mejor modo ese sentido del amor, el cual se revela como alegría y plenitud, como experiencia posible para todos. ¿Por qué nos cuesta vivir en alegría nuestro cristianismo? ¿Por qué nos dejamos ganar por tantas cosas distintas al amor en nuestra vida?

La invitación a amar es para todos y, por cierto, a crecer en el amor.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 19 de mayo de 2014

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El juicio de Bagua y lo deleznable

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Entre algunos hechos deleznables del primer gobierno de Alan García en Perú (1985 – 1990), estuvo la hiperinflación que sumó hasta cuatro dígitos, la malhadada estatización de la banca (por lo mal que se hizo), los negociados con el tipo de cambio y el cambio de moneda que se tuvo por pocos años (el famoso “Inti”) y, como no, algunos hechos de violencia que tuvieron su máxima expresión en la llamada “matanza de los penales” con algunos cientos de integrantes de Sendero Luminoso que, estando presos, fueron muertos a sangre fría (1986).

El señor García, acusado de diversos hechos punitivos, tuvo la “paciencia” de dejar que los plazos de sus juicios expiraran después de 10 años y volvió a intentar de subirse al coche del gobierno, cuestión que logró en reincidencia el 2006. Fue más sencillo ganarle ese año a Humala que a Toledo (2001), ya que pudo presentarse como el mal menor para la estabilidad y orden de los grandes empresarios, cuestión que buscó cumplir desde su primer día en su segundo gobierno (2006 – 2011). Parte de ello fue rebajar las exigencias de cargas impositivas diversas a las grandes empresas mineras y petroleras, reduciendo dicho punto a la buena voluntad de las mismas, a cambio de desarrollar hasta un discurso (la del llamado “perro del hortelano”) para legitimar la lotización extractiva del país, aún a costa, de las poblaciones que eran residentes en ellas.

Los hechos deleznables que resaltan de García en su segundo gobierno giran en torno a demostrar que uno puede manejar como elástico las políticas con tal de asegurarse en el poder y ser tan “consecuente” con sus mentores, aún a costa de mentir al país con argumentos que no estaban en la balanza. Como aquella afirmación que se dijo por la entonces ministra de economía Mercedez Araoz: poner mano dura contra las poblaciones indígenas en el reclamo de sus legítimos derechos llevaba a garantizar la firma del TLC con EE.UU. (!!). Y así otros acuerdos y convenios en la selva (y en otras zonas del país) que, además, permitieron nuevas formas de corrupción en las más altas esferas de su gobierno (conocidos con los llamados “petroaudios”). Por cierto, no fue lo único del menú de la corrupción a ese nivel, ya que estuvo recorrida por metidas de mano en variados ámbitos, como los del narcotráfico, dando facilidades (y cobrando por ellas) a varios miles de presos acusados por tales actividades y que vieron la luz de la calle “matriculándose” con más o menos billetes verdes. A propósito, esto último debía dar lugar a un juicio, el cual se ha desestimado en el Poder Judicial por simples patrañas formales, desestimando el asunto como si con ello se disolviera el grave delito de fondo y por el cual debiera ir preso el mismísimo “ex presidente” García.

Pero ocurre que otro de los hechos deleznables de su 2do Gobierno fue lo también vinculado con nuestra querida selva. El llamado “Baguaso” del 5 de junio de 2009, hecho en el cual murieron 34 personas (principalmente policías e indígenas). En una circunstancia de huelga indefinida y bloqueo de carreteras en la llamada “curva del diablo” (Bagua, Departamento de Amazonas), en el nor oriente peruano. Fue una real conmoción ese día, como si uno hubiera estado presente, implicado, intentando detener la violencia que amenazaba con desatarse, pese a la propuesta conversada de levantar la huelga esa misma mañana. Cómo no sentirnos Santiago Manuin, líder indígena que en ese intento fue baleado y hasta se le pensó muerto, cuestión que sería uno de los desencadenantes de la confrontación que vino después, dejando hasta la impotencia de un desaparecido (policía en éste caso) del que nunca se volvió a saber nada más (su familia sigue en la esperanza de que alguna vez se les entregue su cuerpo).

Nada de ello debió ocurrir. Incluso el obispo local, Santiago García de La Rasilla, había llamado varias veces la atención sobre el conflicto, dando razón a los pueblos Awajun y Wampis en sus reclamos, en su exigencia de diálogo y necesidad que se respete la integridad de sus territorios, su cultura y modo de vida. Pero, nos hace pensar, si lo que ocurrió trece años antes (en 1986) con los penales que fueron objeto de masacre, no importó que estuvieran situados en el mismo Lima y Callao (y se produjo el desenlace de entonces), con Congreso simultáneo de la II Internacional Socialista en dicho momento (y el Apra uno de sus anfitriones), ¿por qué iba a preocupar demasiado las ocurrencias (y muertes que se pudieran producir) con indígenas “ignorantes” que no entendían supuestamente las buenas intenciones del gobierno y, además, se encontraban en la casi frontera con el Ecuador, bastante lejos de la opinión pública (muy limeña por cierto).

Ocurrió el “Baguaso”. Inevitable pero evitable. Y como somos parte de las reglas del orden democrático y hay que hacer que prevalezca el “principio de derecho”, estamos asistiendo al juicio penal de lo acontecido hace 5 años y dónde sólo hay pobladores mestizos e indígenas entre los juzgados, con la amenaza de penas que podrían alcanzar la propia cadena perpetua. De parte de los otros responsables, es decir, las autoridades políticas del gobierno, de las fuerzas policiales y armadas, brillan por su ausencia. ¿Quién dio la orden de atacar a la población civil? ¿No habría que llegar hasta el autor o autores intelectuales de ella y ser pasibles de sanción drástica, ejemplificadora?

¿Qué está en juego en un juicio como el que hacemos mención? Seguimos haciendo evidente los desencuentros entre el “Perú oficial” y nuestro “Perú profundo”, por cierto, con otras características a como se ha visto en décadas o épocas anteriores. No sólo ello, también es muestra de nuestra debilidad profunda en el plano institucional y el injusto desbalance con que se mueve la justicia (la política, la economía y la cultura en nuestro país), donde la boca del embudo es ancha para los controladores del poder y muy angosta o nula para los “de abajo”.

Qué decir de la comprensión que se puede dar de mundos culturales distintos confrontados en hachos que no pueden tener sólo un color de vidrio o tamiz desde el cual mirarlo e intentar juzgarlo. Estamos ante un acontecimiento histórico por cuanto nos puede empezar a abrir nuevas rutas de comprensión y compromiso con nuestra sociedad toda y no sólo la que alcanzamos a apreciar lejanamente y mientras no nos afecte. Nos recuerda mucho los valiosos aportes a los que nos abrió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Existe un Perú más complejo al que a veces decimos conocer. Que lo deleznable no nos lo impida verlo y actuar.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 14 de mayo de 2014

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Javier Diez Canseco, ese luchador histórico

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Pensar que no ha pasado mucho tiempo de cuando líderes políticos como Alfonso Barrantes, Gustavo Mohme, Genaro Ledezma, Javier Diez Canseco y otros expresaban una contradictoria y pujante unidad de la izquierda peruana, especialmente en la década de los años 80s del siglo anterior. Nos hicieron soñar la posibilidad de un nuevo Perú como posibilidad; con problemas pero también con horizonte y proyección. Jorge Basadre ya lo había señalado en décadas muy anteriores bajo el título de su libro “Perú: problema y posibilidad”. Porque a eso invita una lectura atenta, inteligente y comprometida de nuestro país, de nuestro pueblo pobre, de nuestras riquezas, especialmente humanas.

Va tocando la partida inevitable de unos y otros. Como ocurrió en otras fechas con José Carlos Mariátegui, Haya de la Torre, Flora Tristán, Manuel González Prada, Hildebrando Castro Pozo, César Vallejo. No todos ellos, convergieron en el tiempo, pero anidaron preocupaciones equivalentes por nuestro Perú, sus mil razas, su desarrollo, la necesidad de verlo construirse como un lugar de todos, para todos, con todos y desde todos; todas tenemos también que agregar, simbólicamente al menos. Personas que no sólo nos han ayudado (entre muchos anónimos y otros/as más conocidos) a querer la vida, a pensar en los demás como encuentro necesario de convivencia y disfrute, a razonar lo fundamental de mejorar el lugar en que vivimos.

¿Lo llamamos Socialismo, Comunitarismo, sociedad del bien común, comunismo, igualdad de oportunidades, ciudadanía o participación plena…? La fuerza de la creatividad da para empujar a que se abran mil flores, a que se reúnan todas las mariposas de colores inimaginables de la selva y amazonía, sus pájaros, árboles, frutos, habitantes diversos. Porque nos inspira no sólo a teorizar sino a hacerlo vida, pese a lo lento que parece el caminar. Aunque nos cansamos, nunca nos cansamos y nos detenemos a cada momento para alimentarnos, dormir, conversar, etc., pero no nos detenemos, porque seguimos avanzando con esperanza que es nuestra principal arma y el deseo de amar que es el motor de nuestra lucha.

Porque siempre existen motivos para luchar, aunque a veces los confundimos con pequeños líos o conflictividad inútil. Así es también la vida. Porque como todo aprendizaje, siempre tenemos que aprender a distinguir lo importante de lo accesorio, lo significativo de lo superficial, y así. Pensar y obrar siempre en pos de mejorar nuestra vida, la comunidad política en la que nos movemos, la de todos y en especial de los menos favorecidos, requiere no precisamente de políticos profesionales, aunque también los requerimos, pero de los buenos.

De esos fue Javier, un cautivador de mentes, de corazones, de conglomerados diversos. Airado en la defensa de causas justas, en los destapes en el Congreso de la República, en los congresos populares de sindicalistas de trabajadores diversos, de comunidades campesinas en todas las regiones naturales, de pobladores de los más diversos “Pueblos Jóvenes”. En ese esfuerzo de encaminar corrientes de opinión pública de cambio, de izquierda, de radicalismo, de intemperancia por el cambio, de diálogos en voz alta algunas veces.

En mis tiempos de juventud, en tiempos de universitario, Javier fue de quienes me cambiaron la vida, me sensibilizó a la política, me ayudó (sin saberlo) a vincular ciencia y estudios con la realidad y los sectores sociales populares, academia y proyección social, debate en las aulas y marchas por las calles y protestas diversas por la crisis económica, en solidaridad con los reclamos sindicales, congresos campesinos de la Confederación Campesina del Perú (CCP), eventos de convergencia unitaria de sectores de la izquierda, de recorrer tan diversas experiencias…

Se acordarán de ello Farid Kahhat, Miguel Jugo, el “chico malo” Javier Champa, el chino Chang, Rafael Tapia y tantos que estuvimos en los esfuerzos que nos tocó vivir, quizás sin mayor protagonismo, porque no éramos del vector de los dirigentes; de tantos otros que partieron también jóvenes (en particular, César Heredia). También desde la CCP y el IAA (Instituto de Apoyo Agrario), gremio tan referencial en esa labor, reconociéndonos en una idiosincrasia variopinta de nuestro medio rural y campesino y, desde los cuales pude conocer buena parte de nuestro Perú. Junto a dirigentes como Saturnino Ccorimayhua, Juan Rojas Vargas, Nemesio Rodas, Manuel Pérez Puyén, Arlita Tocto, Esteban Puma, Concepción Quispe, Andrés Luna Vargas e incluso el mismo Juan Hipólito Pévez (fundador de la CCP).

Seguramente quedan muchos nombres y para Javier Diez Canseco habrán setenta veces siete referencias más, qué duda cabe. Necesitamos que sea ahora reflejo en las nuevas generaciones. Porque personas como él, cuando se mueren, nunca mueren. Se han despedido pero están con nosotros y no sólo como un vago recuerdo, sino como activa victoria del camino que nos toca recorrer y seguir recorriendo, esperemos que con profunda sabiduría.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 7 de mayo de 2014

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Flores de civilización

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Es deseable siempre un clima de paz y sensación agradable de aceptación y correspondencia, especialmente entre las personas que uno siente como más cercanas, por ejemplo, en la familia, antes que tener una circunstancia de tensión anodina, conflicto larvado por diversas razones, sea que éste sea manifiesto o transite una procesión interna, invisible. Por supuesto, a uno le anima mejor a hacer las cosas que tiene entre manos, pensar con más transparencia, oler con menos dificultad, relacionarse con más inteligencia. Ello me trae a colación los niveles de violencia familiar que vivimos como un tema cotidiano y tan aceptado como tal. Algo más seguro podemos hacer.

Es casi normal que las cosas sucedan con un vaivén diverso, como de aguas mansas que se convierten en pequeñas tormentas o aguas bravas que transitan por momentos tranquilos. Lo cierto es que aprendemos a movernos en situaciones muy diversas porque la vida es diversa y la hacemos así y ésta nos va haciendo diferentes, tomando conciencia de cómo intervenimos en ella y de qué modo colaboramos o nos sentimos invitados a influir en las ondas marinas de un oleaje calmado o más violento. Esa es en parte la vida. ¿Cómo manejamos nuestras relaciones cotidianas? ¿Levantar la voz y molestarse es tener carácter? Y muchas veces tenemos que hacerlo, para no dejar pasar cosas que nos parecen injustas, por ejemplo que te cobren de más un servicio o un producto. O tareas mayores como reordenar el tránsito de Lima o La Parada.

No tenemos que inventar situaciones excepcionales porque podemos constatar, si nos detenemos un momento a ver un poco mejor las cosas, que puede ser muy fácil dejarse arrastrar por una situación tensa o tal vez necesario el aprender a tomar “el toro por las astas”. Intentar conducirse por sendas distintas o perder en el intento, pues no siempre se logra un propósito. Lo real es que estamos sujetos a vaivenes que nos desbordan muchas veces; pero también podemos intentar conducir dichos vaivenes, pues no somos un simple corcho o materia flotante que vive según las ondas que marca la naturaleza o quien decide encaminarlas o influir también en ellas. Temas como el sicariato, la corrupción o el narcotráfico son cuestiones muy propicias a ello. ¿Cómo podemos vivir sin cruzarnos de brazos en lo que sucede en la región de Ancash, donde tantas muertes de corte político parecen no alcanzar a asomarse en la Capital?

Aprender a conducir esas ondas significa de alguna forma, aprender a conducir nuestra propia vida, teniendo en cuenta no sólo nuestra vida sino también la de los demás. Vivimos en medio de múltiples ondas, de diversos vientos que soplan, de variedad de ideas y modos de pensar que se entrecruzan, algunas veces interactuando funcionalmente, otras veces confrontándose, las más de las veces intentándose dominar unas a otras en el sentido de subordinación. Es propio que cada quien crea que su razón es la mejor razón y baste para intentar imponerla a los demás, muchas veces sin tomar en cuenta tampoco lo válido de “los otros”. Es lo que nos suscita temas como los de la “unión civil”, donde puede haber tan diversos argumentos para descalificar pero poca creatividad para acoger.

No reivindicamos una suerte de relativismo de pensamientos donde todo es igualmente válido, aunque a todos les cabe el derecho de pensar, opinar y vivir como mejor cree conveniente, mientras no violente los derechos de terceros. Algo tan elemental como lo que afirmamos no siempre se asume en todas sus consecuencias. Más aún si reivindicamos el sentido de pluralismo con el que debiéramos habituarnos a vivir, para hacer posible un sentido de convivencia amplio, aunque sujeto a las regulaciones que como sociedad también nos damos (decidimos en democracia darnos). Porque podemos tener “reglas de juego” válidas para todos y donde caben todos/as. Donde no se anteponen juicios ni perfeccionismos.

En éste tipo de cuestiones, es deseable aprender a identificar valores que nos son significativos para dicha convivencia y que no siempre coincidirán con todos/as de la misma manera. Porque siempre estará ubicado su significado de acuerdo a intereses y creencias que no siempre son similares para todos (no tienen por qué serlas). Pero hay acuerdos reconocidos como derechos que se intenta sean universalizables, defendibles desde nuestro reconocimiento como ciudadanos y respaldados por los Estados. Por lo tanto no sujetos a opiniones parciales, como las que puede emitir cualquier otro organismo de la sociedad, por ejemplo una Iglesia, Club, Asociación, etc. Aun así, muchos temas son delicadamente discutibles ¿deben los niños/as trabajar… por horas, reemplazando horas de ocio o juego? El aborto es un atentado a la vida humana, pero ¿ello debe de impedir legislar y formular con justicia políticas públicas y sociales adecuadas? ¿Las estirilizaciones forzadas son una solución? No es deseable la prostitución, ¿la solución es perseguir a las prostitutas?

Queremos una civilización donde las flores se puedan apreciar por todas las personas. El agua o el aire limpio sea un bien natural de acceso a todos. Y el afecto (¿el amor?) no se le niegue a nadies.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 23 de abril de 2014

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Un proceso de discernimiento: actitud y disposición

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º Todo proceso de discernimiento consiste en la búsqueda de la voluntad de Dios en la vida personal o comunitaria de alguien o de un grupo. Necesariamente por ello tenemos que partir de tener dicha actitud o consideración y disposición. Algo que nos ayuda a ello es la oración, situarnos en actitud de oración, tal como suele ser rezar el “Padre nuestro”, un “Ave María”, con algún pasaje de la Biblia o cuales quiera otra forma de oración, ya fuera en silencio o manifiesta. De algún modo, es recordarnos cómo Jesús nos enseñó a orar y la importancia de orar, en especial cuando tenía que tomar decisiones significativas.

º Una cuestión importante en un discernimiento es hacerlo motivado por nuestro sentido de misión. Pistas claves de ello suelen ser los llamados que se nos hacen a ser “sal y luz del mundo”, tal como lo señala el Evangelio de San Mateo (cap. 5), o cuando Jesús nos habla de cómo se nos debe reconocer que somos sus seguidores: porque nos amamos los unos a los otros. Parece simple ¿verdad? “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres”; así también se indica sobre la luz, porque se nos llama a iluminar con nuestras “buenas obras” y, de ese modo, glorificar “al Padre que está en el cielo”. Con simpleza y humildad, para hacer crecer la riqueza más importante.

º Vinculadas nuestra actitud de discernimiento a la oración correspondiente, así como a nuestro sentido de misión (objetivo, propósito), podemos seguir dando los pasos. Parte de lo anterior puede significar plantearnos cómo estamos con Dios, cómo vamos en nuestro propio proceso de conversión al seguimiento de Jesús. ¿Lo seguimos o lo perseguimos? Nos ponemos en disposición ante él o le demandamos que nos otorgue lo que creemos que debe darnos, lo que sea. Recordar en ese sentido el Cap. 9 de Hechos de los Apóstoles nunca está demás, con el momento de la conversión de Saulo. “Caer en tierra” para situarnos bien o mejor en la realidad que nos corresponde; saber escuchar adecuadamente lo que el Señor quiere de nosotros, de mí, no podemos darlo como algo ya resuelto. Porque nos movemos en una realidad dinámica y cambiante y porque muchas veces nos escuchamos más a nosotros mismos y no lo que Dios quiere realmente de uno, de la comunidad.

º Resuelta esa disposición a discernir, entendiendo de qué se trata realmente (“buscar y hallar la voluntad del Señor”), podemos tener mejor posibilidad de visualizar y acoger eso que Dios quiere (o puede querer) de nosotros. Uno puede recurrir a diversas escenas de la vida de las personas o de la Biblia, para situar ese propósito y camino. Quizás uno de los pasajes más radicales (y hermosos) sea el llamado que Dios hace a Abrám (Génesis, Cap. 12), cuando le dice «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.” Abrám tiene una profunda fe en el Señor y hace lo que él le sugiere. Todas las decisiones claves de nuestra vida, de algún modo, tienen dicha raíz de fe (o equivalente); acompañadas de la confianza también en las personas con las que tratamos, especialmente las más cercanas. Porque buscar y hallar la voluntad del Señor significa hacernos disponibles para encaminarla, tener la plena libertad de obrar de acuerdo al propósito, sabiendo que nos podemos equivocar, “echarnos para atrás”, salirnos del camino planteado, u otros. Pero es para tomar decisiones, las que correspondan.

º La disponibilidad no siempre va de la mano con la claridad de las cosas o el momento que consideramos más oportuno para “hacer las cosas”; a veces nos queda sólo confiar y obrar porque otros nos lo sugieren. Hasta el propio Jesús nos da muestra de ello en la llamada “boda en Caná de Galilea” (Jn., Cap. 2). Se acaba el vino en plena fiesta y la madre de Jesús se lo hace notar a éste («No tienen vino»). Y tenemos que “Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía».” En muchos casos, cada uno suele responder “no tengo tiempo”, “a mí no me pongan en eso”, “que otro lo haga”… Por supuesto, Jesús “aportó” 600 litros de vino adicional, del bueno (“has guardado el buen vino hasta este momento”) y sin protagonismo.

º Vemos que mucho del discernimiento supone, disposición en oración, actitud, disponibilidad, saber escuchar, situarnos adecuadamente en la realidad, dejarme afectar yo mismo por lo que pueda salir de ese esfuerzo de orar con el Señor y hallar sus caminos (renunciando a los propios como normalmente sucede). No abordo en esto la dimensión de deliberación que supone finalmente, ya sea con el asesor / acompañante que pueda corresponder (si es un discernimiento individual), o con la comunidad o el grupo de personas que sea pertinente (si se trata de un proceso más amplio), con quienes se está buscando aproximar un tema o una decisión común al grupo.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 13 de abril de 2014

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Ejercicios Espirituales: referencias claves de vida

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Los Ejercicios Espirituales (EE) propuestos por Ignacio de Loyola pueden ser de una fuerza inspiradora en las diversas dimensiones de vida de toda persona. Bien puede ameritar conectarse a dicha experiencia, en especial en un contexto como la semana santa que se aproxima; aunque puede ser pertinente en cualquier fecha del año en la que uno coincida con alguna oferta tal de EE.

Por cierto, es clave ser creyente para sumergirse adecuadamente en dichos ejercicios. Y creyente cristiano ya que la experiencia gira en torno al seguimiento de Jesús en la vida de cada uno, desde un sentido trinitario (Padre – Hijo – Espíritu Santo) y de totalidad que nos la brinda el amor de Dios y todo aquello a lo que puede dar lugar su entendimiento (como verdad, servicio, justicia, solidaridad, perdón, compasión,…).

Puede uno estar pasando una crisis de fe o tener serias dudas como creyente. No ser practicante asiduo ni visitante “conocido” de su parroquia local. Aun habiendo hecho ya una o más experiencias de ejercicios espirituales, se puede reconocer que el “camino es largo”, más largo de lo que uno supusiera para “encausarse”, porque en realidad es el camino de toda la vida que a cada quien le corresponderá seguir, reconociendo que somos limitados, frágiles, pecadores, resentidos, envidiosos, y más (o sea, muchas veces optamos por no amar). Pero sabemos reconocer que somos algo más, mucho más, que nuestras propias limitaciones o dificultades; podemos ir más allá de lo que somos y crecer más y mejor como personas; podemos hacer mejor lo que ya hacemos y lo que sabemos.

Los ejercicios espirituales (EE) son una invitación a eso, a crecer como personas, seguidores de Jesús, buscando ser como él en lo que más nos podamos aproximar existencialmente a ello. Con todo lo que eso significa de “vaciamiento” de lo que hay en cada uno que impide esa cuestión (esa intuición) que cada uno percibe de modo más o menos clara y que hay que ir clarificando y resituando en los pasos de la vida, hallando los puntos de equilibrio fundamentales que corresponde a cada situación o decisión fundamental.

Normalmente esa intuición fundamental podemos vincularla con lo que Ignacio llama el “Principio y Fundamento”, con lo cual se inicia la experiencia de los EE. “… todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar (…), todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina…”. Porque uno arranca la experiencia deteniéndose, haciendo una pausa fundamental; tomando el reposo necesario para ponernos en paz, en sosiego, descansadamente; y, desde allí, tener la posibilidad de poder preguntarnos sobre lo que quiere Dios y Jesús de mí, de mi persona, sintiéndome universalmente amado/a, plenamente acogido, profundamente parte de él, de su amor infinito y sencillo, solidario y compartido.

A veces la experiencia nos puede invitar a quedarnos allí toda la jornada y será bueno. ¡Qué mejor que descubrir el amor de Dios en nuestra vida y gozar de ello! ¡Qué chévere saber que todo gira alrededor del amor gratuito de Dios y no de lo que nosotros limitadamente podamos hacer, aunque descubriendo también que un amor auténtico nos impulsará siempre a amar de la misma manera, no exentos de errores y dificultades! Cada uno tiene que situar esa referencia clave, sobre la cual se va construyendo lo que viene; puede ser de modo imperfecto, limitado, como una aproximación a seguir construyendo. Pero de modo muy personal y de cómo yo voy haciendo mi relación con el Señor, buscando en todo momento descubrir su voluntad en mi vida, para mi mejor realización como persona. En ello, un sesgo posible al que debemos estar atentos: querer hacer a Dios a mi propia “imagen y semejanza”.

Pero los ejercicios nos abren a muchas riquezas. Menciono tres a continuación que me parecen especiales. (1) Los EE nos permiten encaminarnos en la comprensión del discernimiento, en su ejercicio y significado para mi vida. Ese ejercicio de saber distinguir entre algo bueno y algo malo; pero también el saber distinguir entre algo bueno y algo mejor; o saberlo situar con relación a mi propia vida y proceso, como ejercicio de saber tomar las decisiones más adecuadas en mi caminar. Descubriendo como se dan los “movimientos” al interior de uno y lo que pueden estar expresando en cada caso. Lo cual significa o implica aprender a conocerse a sí mismo de la mejor manera para que el discernimiento se personalice en lo que es cada uno. Ello se descubre como un gran tesoro que hay que saber seguir alimentando posteriormente a través de la oración, la vida comunitaria, el acompañamiento espiritual, entre otros.

(2) Los EE nos abre a una mejor experiencia de la gratuidad en nuestra vida. Lo cual no es otra cosa que ir descubriendo y reconociendo todo lo que hemos recibido. Desde la vida que tenemos, la naturaleza que nos rodea, la formación recibida, las personas que nos acompañan y un sinnúmero de “cosas” que no bastaría todos los días de nuestra vida para agradecerlas. Caer en la cuenta que, ello y más, significa el amor de Dios y que nos viene gratis, sin costo alguno, sin oferta / demanda del mercado, sin venta al mejor postor. Nos viene a cada uno sin condiciones ni tretas de lo que tengo que dar a cambio. Nos viene simplemente porque así es la forma como se revela el amor de Dios, entre otras expresiones.

(3) Los EE nos sugieren caminar en esos aprendizajes a partir de un modelo básico que es Jesús (por si acaso, no es igual a decir un “molde”). Se trata de aprender del discernimiento y de la gratuidad del amor de Dios a partir de la vida de Jesús, como esa persona desde quien se nos ha revelado más cercanamente la “imagen y semejanza” de Dios. Pero que por la fe, también la descubrimos (o estamos llamados a hacerlo) en cada una de las personas. Jesús como nuestro referente inspirador de vida (“camino, verdad y vida”).

No abundo más porque se trata de dar solo algunos elementos de algo sobre lo que debemos volver y profundizar. Hacer los EE no nos hace perfectos ni cosa parecida. Nos procura algunas pautas de mejor convivencia y crecimiento. Ojala todos podamos vivir experiencias así y aprovecharlas.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar (Lima), 6 de abril de 2014

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El gozo de nuestro cristianismo – A propósito de celebrar el día mundial CVX

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Hay que gozar el ser cristianos, de la alegría de ser cristianos, de esa experiencia primera y más importante que es encontrarnos a gusto con Dios. Esa experiencia, va muy a tono con el tiempo de Cuaresma que transitamos y, por cierto, en sintonía con la celebración del día mundial CVX (y cierre de nuestro año jubilar por los 450 años de las comunidades laicas ignacianas).

Así lo hemos vivido, acogidos por la CVX “Mi Perú” de Ventanilla (Callao), una vez más, asombrándonos en su arte de celebrar, reflexionar, convocar, compartir, jugar, brindar y algunos puntos suspensivos. Tanto así que tomamos de modo muy natural que pudiera haber alguna descoordinación en el uso del templo, por cruce de labores pastorales; hasta lo podíamos sentir como parte del programa.

Desde una CVX que reflexiona se centró la celebración eucarística en lo que nos invitaba el evangelio, de sabernos relacionar con los diferentes (“samaritanos”, lo intercultural e interreligioso), guardando el sentido de género (varones / mujeres, su presencia, espacio y aporte de cada cual), explicando con sencillez el sentido de dar vida (“agua de vida”) y la sabiduría que nos viene del amor, de su profundo sentido. Trasladado a lo que el Papa Francisco nos viene invitando a vivir, con sencillez, humanidad, seguimiento de Jesús… Importante ha sido la recomendación de leer y reflexionar algunos de sus escritos, como la “Exhortación apostólica Evangelii gaudium”, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual.

Temas de preocupación que se pusieron de relieve: la importancia de nuestra formación para aportar mejor en lo que nos desempeñamos y crecer como personas y comunidades de fe y acción; la educación, la dimensión familiar, nuestra condición de ciudadanos y las motivaciones que se manifiestan en cada caso, como la preocupación del Centro Poblado de Mi Perú por ser Distrito. Lo significativo de seguir creciendo en la experiencia de los ejercicios espirituales y en proporcionarlos a terceros; de contar con planes que nos orienten y nos encaminen mejor en nuestro accionar formativo y de labores comunitarias. Lo esperanzador que significa la presencia del Papa Francisco en nuestra Iglesia, recuperando en nosotros una mayor cercanía, compromiso e identidad.

El calor no llegó a incomodar nuestro gozo. En otros contextos podrían haber sido los mosquitos, las moscas, el polvo o arenilla, los fuertes vientos o el frío. Sentíamos calor y podíamos sentir que faltaba un poco el aire, tanto en el Templo como después en el comedor donde compartimos un agradable almuerzo, para todos. Aun así, fue acertado que hasta pudiéramos realizar un par de “dinámicas” que nos agitarían más en pleno sol de uno de los patios del colegio Fe y Alegría 33, a donde nos dirigimos después de la Eucaristía.

Eso de contar los orígenes de nuestros nombres, además de presentarnos, parecía demás… pero descubrimos que no sólo pueden haber historias interesantes o anecdóticas, sino recurrencias comunes, sentidos generacionales similares y o que todo ello puede encerrar como mayor sentido de vida o simpleza de su discurrir. No faltó que descubriéramos hasta un cumpleañero (de José del Carmen, nada menos), a quien le improvisamos un saludo comunitario “al paso”.

Después de todo, nuestro nombre es algo que nos acompaña a diario y es un factor de acercamiento, cuestión que se logró de muy buen modo. De allí pasamos a un juego de concurso (el “tanque”) que lo dejo para la imaginación de quienes no estuvieron; lo importante es que pudimos jugar juntos, cosa que de adultos vamos dejando de hacer con mucha “normalidad”.

Como ya dijimos, el almuerzo estuvo muy grato (postre incluido). Me tocó compartir la mesa entre integrantes de las comunidades de El Agustino y San Pedro; podrían haber sido otras comunidades o la mía propia de origen (Siempre). Lo importante era que nos reconocíamos también en comunidad al compartir el pan, a modo de almuerzo. Ese es uno de los desafíos que nos deja ésta experiencia. Saber llevar ello a nuestra vida cotidiana y darle sentido de misión, uniendo de mejor manera nuestra fe y vida, haciendo más consciente la vida que llevamos, profundizando en nuestro ser humano, aprendiendo de lo que otros nos aportan y de la alegría de ser y reconocernos cristianos.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 23 de marzo de 2014

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Lo pedagógico a descubrir

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El ejercicio profesional, como todo lo que se conceptúa como “económico”, suele verse como aquello que puede permitir un ingreso o una ganancia. Es más, mientras más elevada se logra establecer (el ingreso o la ganancia), pasa a considerarse como una situación de “éxito”, importando poco (muchas veces) los medios de los cuales se valen las personas para conseguir o alcanzar dicho propósito.

Sin embargo, el ejercicio profesional, más que un sentido genérico de lo que permite” ganarnos la vida” (cuestión que puede ser uno de sus varios componentes), debiera permitirnos sobre todo (y principalmente) el ejercicio de nuestro sentido vocacional, de lo que permite nuestro crecimiento y realización en cada persona. De hecho, estamos en una sociedad que nos genera muchos desencuentros entre uno y otro, predominando de modo casi “normal” el sentido de “ganar dinero a como dé lugar”, con tal de satisfacer las necesidades que le apremian a uno y a su familia.

Más allá de dónde logramos establecer el mejor punto de equilibrio en cada caso, hay otros elementos fundamentales en el desarrollo y el ejercicio profesional. Quizás en contracorriente de lo que es nuestro propio ejercicio y la competencia a las que muchas veces nos llevan la lógica del mercado. Me refiero a que, desde cada profesión (y ejercicio profesional) estamos llamados a ejercer un sentido pedagógico; a exigirnos siempre un sentido pedagógico, tanto de lo que es nuestro propio conocimiento acumulado, nuestra propia experiencia y los horizontes que descubrimos en nuestro cotidiano quehacer.

Lo decimos así porque es una de las mejores formas de construir buenas relaciones y de esforzarnos en desarrollarlas en solidaridad y respeto por el otro. Más aún, en contextos como los que vivimos de desigualdad y exclusión; de individualismos exacerbados en los que nos movemos. Donde el tomar en cuenta al otro, al diferente, e incluso al “amigo”, es algo que pasamos por alto con facilidad.

Hay un sentido elemental y lógico de lo anterior. Se trata de que nadie parte de cero en el conocimiento, sino de un cierto nivel de desarrollo de éste (el que nos ha tocado vivir en cada fase de desarrollo de la humanidad). De alguna forma a todos nos pertenece ese conocimiento acumulado y una forma de inclusión e igualdad debiera darse en la facilidad del acceso y aprovechamiento del mismo; en esa disposición y capacidad de compartirlo con los demás; y, dicho sea de paso, en la conciencia de que aprendemos mejor lo que “ya sabemos”, compartiéndolo con terceros, especialmente si un desafío de por medio es la de laborar en “equipo”.

Al menos es lo que yo siento intentando compartir el modo de procesar proyectos (sociales, pastorales, educativos, etc.) y de construir relaciones interpersonales y sociales con los distintos referentes con los que me toca relacionarme, ya fueran formuladores o ejecutores de proyectos, o donantes de fondos y agentes de cooperación de quienes se logra los recursos para los mismos. Es fundamental ayudar a generar procesos de aprendizajes a todo nivel; en lo que corresponde en nuestro caso, a la gestión de proyectos, distinguiendo roles diversos que toca poner en juego en cada ámbito y lo que ayuda mejor a economizar esfuerzos, recursos y eficiencia en los resultados que se busca encaminar. Donde lo principal siempre son los beneficiarios finales de nuestras acciones, a quienes queremos beneficiar con nuestras buenas intenciones, profesionalismo, asertividad y proyección.

En estos días de marzo que iniciamos un nuevo año escolar, ¿cómo no pensar en ello? Cuando la labor de los maestros será poner en juego el mejor sentido pedagógico con sus alumnos y alumnas en distintos niveles de enseñanza, en sus distintos niveles de calidad, acceso a conocimientos y herramientas, entre otros. Donde la lógica de la enseñanza ya dejó de ser (hace mucho tiempo o en el papel al menos) el que uno sabe (el profesor) y el otro acumula conocimientos, cual libro “en blanco” (el alumno). Ya incluso las nuevas TICs (tecnologías de información y comunicación), lo permiten menos porque hay un acceso cada vez más universal a ellas. Su uso y conocimiento es cada vez mejor aprovechado por los más jóvenes (adolescentes, niños, infantes…) que por sus profesores (directores, autoridades educativas, padres de familia…).

Con mayor razón, una de las formas de dialogar es hacer pedagogía unos con otros. Tanto en el sentido profesional que hemos ido aludiendo, especialmente en el ámbito educativo. Pero también desde los diversos ámbitos de nuestra vida, especialmente la familia. Todo ello nos puede deparar un crecimiento y conocimiento poco aprendido o el que a veces nos provoca “miedo”, por nuestras propias inseguridades. Sin embargo, es un pequeño desafío a descubrir cada uno en lo que le toca.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 9 de marzo de 2014

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Justicia y solidaridad con toda Venezuela

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Las tensiones sociales y violencia desatada en Venezuela en lo que va del 2014, no son un hecho único. Lamentablemente, en otras latitudes como Ucrania, Siria o Tailandia se han venido sucediendo situaciones de conflicto social que han puesto en cuestión su gobernabilidad y entendimiento sobre los derroteros en sus respectivos países. Por cierto, nuestra apuesta (y llamado) es por la paz y la convivencia humana, sobre la base del diálogo y entendimiento mutuo, con bases de justicia y equidad, y la protección especial de los más indefensos y pobres de cada sociedad.

En especial, la realidad de Venezuela nos golpea de más cerca, al estar en nuestro ámbito Latinoamericano. Porque en el Perú no hemos sido ajenos a ello y, más adelante, podríamos reproducir situaciones equivalentes. Pese a que hoy nuestro país esta ganado por una perfomance económica mejor sostenida, aunque no necesariamente sólida; con una continuidad electiva de sus autoridades públicas (presidente, congresistas, alcaldes, gobiernos regionales, etc.) ya por varios periodos, aunque tambaleante en su sistema político por la poca institucionalidad y ausencia de partidos políticos (o su frágil consistencia); con deudas aún no resueltas en los niveles de ingresos (y reforma) del sector público y de cómo ello se traslada al sector privado y al conjunto de la sociedad y las familias que la integran.

El caso de Venezuela es fundamental de atender porque nos habla de la democracia y sociedad que queremos construir en nuestros países. Donde sabemos que hay diversos intereses en pugna y que dan lugar a movidas políticas de distinta estirpe, generando provocación, violencia y manejo noticiario a veces poco objetivo o muy parcializado. Aun así, no deja de ser importante preguntarse sobre cuestiones claves desde el caso venezolano, como las siguientes:

º ¿Quién respeta las reglas de juego de la democracia y se mueve dentro de la institucionalidad? Puede ser complejo señalarlo. Porque si uno parte de cuestionar la legitimidad del gobierno actual del Presidente Maduro (de Venezuela), puede que justifique la necesidad de “derribarlo” por todos los medios posibles. Algunos sectores que protestan hoy en diversas ciudades de Venezuela, al parecer, se mueven con esa lógica; sin embargo, no todos. Creo que el líder de la oposición Henrique Capriles, reconoce que hay serios cuestionamientos al régimen de Maduro pero ha intentado moverse dentro del marco de la Constitución. De otro lado, la protesta es legítima en toda democracia y no se le puede descalificar o intentar amedrentar porque no se comulga con las ideas “oficiales”.

º Toda gobernabilidad y construcción democrática se asienta en ciertas formas que se da un gobierno. Es cierto que puede haber distintos estilos de hacer política (y liderazgos). Pero no es lo más constructivo el imponer puntos de vista de modo constantemente autoritario y remarcando un sentido militar y vertical del ejercicio del poder central. Porque lo que se marca no es un sentido de libertad o diálogo en el quehacer democrático sino, probablemente, todo lo contrario. La lucha en favor de los pobres no se puede confundir con nacionalismos populistas que duran mientras existe una caja en la que solventarse (o porque se recurre a endeudamientos no necesariamente responsables); estableciendo tejidos organizativos para intentar su continuidad pero poco sustentado en su sentido crítico y de autonomía.

º Es cierto que dejó muchas dudas la elección del actual presidente Maduro, especialmente por el poco margen de ventaja respecto a su contendor más cercano. Sin embargo, ello no debe hacer perder de vista que existe un significativo apoyo a lo que se llama el “chavismo” en Venezuela. Lo cual se volvió a evidenciar en las últimas elecciones de autoridades municipales y gobernadores que hubo a fines del año pasado, en la cual también fue reelecto Henrique Capriles en el cargo de gobernador del Estado de Miranda. En ésta ocasión, en el conjunto del país, el oficialismo amplió su distancia respecto a la oposición en alrededor de un 10%. Sin embargo, nadie puede por hoy irrogarse de contar con el respaldo “mayoritario” del pueblo, cuando la cosa sigue (podemos considerar) ajustada y dividida en dos “venezuelas”.

Algunas cuestiones que son fundamentales de considerar desde lo mencionado antes es que:

(a) Quien tiene la primera mayoría (aunque sea ajustada), debe ser quien asuma mayor responsabilidad por abrir diversos canales de diálogo y puesta de acuerdo sobre temas de fondo para el país. No obstante, es de todos los sectores políticos (y sociales) la responsabilidad de hacerlo y propiciarlo. En ello, la oposición debe de mostrar también disposición; tender puentes y no sólo revueltas o “barricadas”.
(b) Lo anterior debiera repercutir en la gestión que corresponde a los diversos poderes del Estado, sin que ello signifique “falta de autoridad” a quien tiene la formal gestión de la misma. Pero se requiere ponerse de acuerdo en una situación de polarización como la que se vive. Debe propiciarse no sólo a nivel central si no de cada gobernación, por ejemplo.
(c) Debe haber un acuerdo inmediato de desarme de los grupos paramilitares existentes, especialmente de los que han surgido desde la influencia del gobierno y que pareciera hoy actúan “sin control”. Su desarme y sanción a quienes han cometido acciones arbitrarias o sigan produciéndolas. Debe primar el ejercicio legítimo de la fuerza por las correspondientes entidades del Estado.
(d) Tiene que haber una mediación desde las propias instituciones locales con mayor legitimidad, en particular, de la Iglesia Venezolona. En lo posible, se debiera ello acompañar de una supervisión de la OEA y otros organismos que faciliten y ayuden a consolidar el diálogo y otras iniciativas como la mencionada “Comisión de la Verdad” para clarifica las muertes ocurridas (entre otros) y darle un curso adecuado a ley.
(e) Se debe lograr establecer un acuerdo de reactivación de la economía y atención a la emergencia que están viviendo diversos sectores con la escasez de productos de primera necesidad.
(f) Garantizar la libertad de prensa para todos y sentido ético en la información que se difunde, recogiendo los distintos puntos de vista.

Hay seguramente otros aspectos. Que sirvan a la unidad e integridad de Venezuela y de una América Latina justa, libre y solidaria.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 26 de febrero de 2014

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