A todos nos toca

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Iniciamos el Adviento con una marcha a favor de nuestro medio ambiente, como parte de una serie de acciones que a nivel mundial también se han realizado con dicho propósito, preparando lo que será el inicio de la llamada COP 21 en Francia, donde se abordará éstos temas y, se espera, se logre avances reales en los compromisos (políticas públicas y orientaciones a diverso nivel) para controlar mejor todo lo que atenta contra nuestra madre tierra, la casa de todos.

Fue grato compartir dicho gesto, además muy familiarmente, como lo fue también la Eucaristía del día anterior de CVX, desde El Agustino, recordándonos todos algunas palabras del Papa Francisco sobre la encíclica “Laudato Si” y el tiempo de preparación a la que nos invita el Adviento, para vivir la encarnación de Jesús desde María su madre. Tiempo de espera activa en nuestra oración y en todo lo que nos corresponda a cada uno hacer para que asumamos más conciencia y propósito en la construcción de la paz en el mundo, sobre la base de la justicia, el diálogo y el descubrimiento conjunto de la verdad.

Por cierto, mirando a la naturaleza, a todas las formas de vida, y lo que hemos venido haciendo como humanidad de todo ello. Cómo nos invita también ha hablar de la paz en el mundo, incluso sin tener que referirnos a los aniquilamientos de personas civiles, bombardeos en represalia, fanatismos y terrorismos diversos, carreras armamentistas y varias cosas más muy equivalentes. Porque los despropósitos diversos que empezamos a reconocer con la naturaleza constituyen también formas de violencia que nos terminan afectando a todos.

Si ello es así, qué podemos decir respecto a lo que atenta sobre la vida de las personas, más allá de la “suerte” o el azar que hayan tenido de nacer en una familia u otra, en un país u otro, en un estrato social u otro… Finalmente, nos importamos cada uno porque somos personas humanas. No tanto por lo que pensemos, lo que creamos o la “suerte” de nuestro origen. Hay una cuestión básica de concertación que supone establecer concordancia para todos sobre nuestra aceptación del otro, de todos los otros, de todo lo humano, de todos los humanos, para poder convivir.

Si seguimos pensando que alguien sobra o es posible desechar a personas (o grupos de personas), será difícil ponerse de acuerdo. Peor aún en construir una casa común o cuidar de ella. Y todo ello tiene que hacerse sin relativizar que tenemos muy diversas aproximaciones y que todas son importantes de ser tomadas en cuenta para poder implicarnos y sentirnos parte. ¿Nos lo permitirá el Dios dinero y todo el poder que emana? ¿Es posible pensar con lógicas más humanas?

En esa dimensión, es fundamental vivir cada día preguntándonos cómo construimos la paz, desde lo pequeño, desde lo cotidiano. Desde lo que cada uno hace. Algo distinto tenemos que ir recreando y dando lugar. ¿Qué cosas de las que hacemos nos conducen a situaciones de violencia no razonable, aunque suene extraño decirlo así? ¿Es posible vivir tomando en cuenta mejor el perdón en lo que hacemos, más que la represalia o el castigo? ¿Es muy ingenuo hablar así?

Pues el tiempo de adviento nos puede ayudar a reflexionar sobre la paz que podemos ayudar a construir. De que es posible crecer en el amor un poco más, descubriendo otros caminos, prácticas cotidianas, maneras de proceder, actitudes… políticas públicas, gestos más amplios. Algo así como cuando conversamos sobre la defensa del medio ambiente y necesitamos traducirlo en prácticas más concretas, como reducir el uso de plásticos, del agua o de energía eléctrica de modo innecesario. A todos nos toca.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 29 de noviembre de 2015

Hacerlo vida

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Tenemos un Papa (Francisco) en la Iglesia que no busca agradar a sus interlocutores cuando presenta algunas ideas, discurso o mensaje. Tampoco está atento a los aplausos que pueda recibir ni las loas de quienes lo escuchan. Aunque si puede esperar que todos lo escuchen, creyentes o no, presentes o ausentes, líderes o gente común y corriente, pobres y ricos, “buenos” y “malos”.

Su voz es muy ecuménica, confluyente, acogedora y centrada en los valores de justicia, amor, verdad y esperanza. Es interesante todo lo que nos puede sorprender con su palabra y gestos. Con los constantes llamados a ser una Iglesia activa, casi equivalente a una “tienda de campaña”, porque adopta los reflejos para estar allí donde más se le necesita, donde están los enfermos, los heridos, los que necesitan de “médico”. Por eso su insistencia en la necesidad de una Iglesia que “salga a las calles”, que vaya a la gente, se inserte en las necesidades de los pobres de modo especial.

Un Papa como Francisco, cuando se dirige a los jóvenes, no pone el énfasis en pedirles que “maduren” o que sean “sensatos”. Más bien, llama a los jóvenes a hacer lío, a cuestionar todo lo que vean necesario para que las cosas mejoren y se avance mejor por los cauces que Jesús nos invitó a caminar. Porque amar, interesarse por los demás, significa no quedarse tranquilo con la situación actual en que vivimos. En instalaciones con las que actuamos o nos movemos; para intentar ir más allá de nuestras opiniones elegantes y sólo deseos de compromiso.

Ciertamente, el Papa Francisco nos habla (intenta hacerlo) desde la manera como Jesús nos testimonió el significado del amor de su Padre, de nuestro Padre, del Padre de todos. Sensible a los problemas y necesidades de los más pobres, por lo que nos llama de modo reiterado a construir una economía al servicio de los pueblos y no del Dios “dinero”, combatiendo la exclusión, las diversas formas de explotación y la cultura consumista y del descarte. Nos pide construir caminos de paz y justicia en el mundo, desde lo más pequeño de cualquier realidad familiar, a lo más complejo de los atentados y bombardeos que empiezan a sucederse a creciente escala en nuestro mundo globalizado; en los cuales muchas veces no se quiere dialogar caminos de solución adecuados, inclusivos y justos.

Así mismo, nos pide una especial preocupación por la madre tierra, nuestra “pacha mama”. Porque nada justifica su degradante expoliación y manejo exclusivo como interés privado, de un bien que nos pertenece a todos y que se nos ha dado en calidad de uso. Por más riqueza mineral o energética que haya, no puede pasarse por alto la manera cómo se llega a ellos, ni a los beneficiarios que debe de abarcar, ni las políticas públicas (Estados) que deben de actuar en ordenar y hacer lo más equitativo su explotación y tratamiento.

De allí que no es nada extraño que el Papa recuerde a los ex alumnos de colegios Jesuitas la formación recibida. La cual si dejo huella adecuada, nos invita a vivir en “tensión” y nunca contentarnos (o ser ajenos) con lo que pasa a nuestro alrededor, más aún si se trata de situaciones de injusticia, corrupción o lo que fuera. Se nos recuerda que se trata de vivir en tensión entre la realidad del espíritu (nuestra relación con Dios), las realidades del mundo (lo “mundano”, muchas veces signado por el pecado) y uno mismo. Cómo hablamos con Dios a propósito de las realidades existentes en el mundo; cómo me sitúo en las realidades del mundo para orar con Dios y obrar la justicia en el mundo. Todo ello nos lleva a una necesaria tensión en la que tenemos que aprender a vivir, a saber vivir con ella para ayudar a la construcción del reinado de Dios, de su amor. Sólo hay que discernirlo y hacerlo vida.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 22 de noviembre de 2015

Apreciar tantas cosas

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° Es interesante que tengamos días en los que celebramos parte de nuestra “peruanidad”, como es el día de la canción criolla (31 de octubre), la cual para no competir con el día del Señor de los Milagros se movió unos días a la fecha de origen. Quizás, a decir de Esther Dávila (más conocida como Bartola), porque ésta última fecha resultó más importante, por la gran influencia que marcan las procesiones del Señor de los Milagros, la cual crecientemente se van diversificando también por los diversos distritos limeños con dinámica de procesión propia, como ocurre en el distrito de Magdalena donde vivo. Tenemos en música una diversidad muy amplia como nuestra culinaria que debiéramos también saber desarrollar con mayor sentido de crecimiento cultural.

Pude estar de modo familiar en una presentación del guitarrista Pepe Torres, en el Teatro Municipal de Lima, el cual se conserva de modo muy grato y acogedor. Ojalá se pudiera darle más atención como escenario de nuestra cultura y conectarlo a un circuito de iniciativas teatrales en el interior de nuestro país, donde más bien –en algunos casos como Piura- se viene perdiendo los escenarios de antaño, sin que haya un reemplazo que haga eco significativo al creciente dinamismo económico norteño. Tomando en cuenta los circuitos tanto formales e informales.

° Es importante que en diversos sectores, limeños en éste caso, se cultive un sentido solidario por otros sectores más bien alejados de su vida cotidiana como son los jóvenes y niños de Huamanga y Cangallo en Ayacucho; también de los adultos mayores de éstas zonas que suelen ser muchas veces los más olvidados entre los dejados de lado. Puede haber distintos mecanismos. En éste caso, se recurre a un ya tradicional Almuerzo (“Paellada” como siempre lo refiere así Carmen de los Ríos, directora del Centro Loyola de Ayacucho, una de las entidades beneficiadas con el acontecimiento). Ya son 11 años que se hace de modo consecutivo éste gesto, marcado por la generosidad de un grupo de señoras, quienes con mucho afecto colaboran al propósito.

Se logra reunir alrededor de unas 700 personas, compartiendo un momento muy agradable, monitoriado por el Padre Moncho y la Sra. Doris Palma, quienes generan la magia de una organización afincada en un voluntariado de un buen grupo de personas y de la Oficina de Desarrollo – Procura de los Jesuitas. Es una labor que nos sumerge en un estrés alegre y que da sus frutos en diversos aspectos. Salimos siempre aprendiendo un poquito más de cómo es nuestra realidad y lo importante de colaborar unos con otros y de trabajar en equipo, cuestiones que significan un camino a seguir desarrollando. Realmente digno de decirle gracias a todos los que lo hacen realidad y posible, especialmente por sus beneficiarios finales, allá en Ayacucho querido. No fue la excepción lo realizado el pasado 28 de octubre.

° En los últimos días coincidió la partida de familiares cercanos de amigos/as. Siempre es un asunto crítico y de mucho respeto, por lo que supone separarse de una madre o un padre. Nos cuesta pese a que es inevitable. Nos entristece mucho, pese a que por nuestra fe sabemos (y debemos estar seguros) que pasan a mejor vida, la misma que no sabemos de qué se trata y nos genera incertidumbre; la muerte es un misterio, pero la sabemos también sostenida en el amor. Constituye siempre un momento de revisión y es una invitación a crecer en medio de lo que son nuestros límites y posibilidades; la posibilidad de abrirnos un poco más al amor que hemos recibido, que hemos aprendido, que debemos seguir construyendo toda la vida que se nos pueda conceder. Dando gracias por todo lo que recibimos, normalmente sin darnos cuenta.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 1 de noviembre de 2015

Carlos y el anillo mágico

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Fue su mejor regalo de cumpleaños de Carlos, pues su madre le dio la gran noticia que había sido considerado dentro de los becados del colegio San Ignacio. Ya faltaban pocas semanas para terminar el segundo de primaria y, con ello, podría ir a un mejor colegio, “de esos de curas que dicen que son buenos”.

Carlos vivía con su madre y Patricia, su hermana. Ellos habían conseguido una pequeña casita en la zona de la “manganchería”, cerca al Cementerio San Teodoro. Su madre trabajaba de cocinera en un restaurante y, además, preparaba chicha para venta diaria en su propia casa, donde colocaban la banderita blanca hasta que se acababa.

Empezaron las clases de tercero de primaria en el colegio y Carlos tuvo la alegría de ampliar sus amigos, niños de muy diversas condiciones, algunos de los cuales también se burlaban juguetonamente de él, quien tenía aspecto más humilde y reflejaba, por cierto su propia condición. Felizmente, Carlos tenia “calle” como se dice, pues desde el año anterior venía trabajando en el Diario “Correo” de Piura, apoyando diversas tareas, especialmente la repartición y, en algunos casos venta directa, del periódico, todos los días entre las 5 y las 7 de la mañana. Después de ello iba religiosamente a sus clases.

Era una actividad intensa y entre todos se lograba que alcanzara para lo necesario. Carlos tenía vergüenza de que fueran a su casa para estudiar, por lo pequeña y polvorienta que era, aunque él no desperdiciaba cada invitación para hacerlo en casa de cualquiera de sus compañeros, o cuando se quedaban estudiando en el mismo colegio, ya fuera porque les tocaba estar castigados o lo hacían por propia voluntad. Cha mare, que ese Chiricuto tiraba unos latigazos…

Hubo una buena integración con un buen grupo del colegio por lo que Carlos se hizo de una nueva collera más itinerante, como resultaba la venta de los periódicos. De hecho, más de una vez se encontró en ésta actividad con alguno de los papás o mamás de sus amigos y no faltó una de ellas que le increpó de su labor.

Rafael era un compañero muy cercano a Carlos. Incluso, tenía casa de playa, tanto en Yacila como en Colán, además de casa de campo por Catacaos y en Tambogrande. Sus padres eran accionistas del principal banco local y empezaban a instalarse en la actividad industrial de textiles y procesamiento de productos alimenticios. Como llegaban las próximas vacaciones de verano, lo invitó a Carlos a pasar unos días en Yacila. Le encantó la idea, pues a la playa sólo había ido una vez, por la zona de Sechura.

Ese día, Carlos se fue a dormir con la ilusión de conocer mejor el mar. En el colegio habían llevado un curso de geografía espectacular con el tío “Porfi” y le había prendido la mecha de conocer mejor la geografía de Piura y sus riquezas. Tempranito, al levantarse al día siguiente, habló con su madre sobre su deseo de ir a la playa y no se imaginó su negativa tan decidida y rotunda “¿Cómo nos vamos a quedar solas tu hermana y yo? ¿Quién se hace cargo de tus periódicos?”.

Furioso, se fue a su rutina diaria. Pasaron unos días, el mes de enero avanzaba y hacía un espléndido sol. Ofendido como se sentía, tomó una decisión. Le dejó una carta a su madre mencionando que se iba de la casa por una semana, a vivir la experiencia del mar y a pasarla con sus amigos, buena parte de los cuales veraneaba en alguna playa o se iba para Lima, la capital. Se sentía alguna ebullición de cambios, de empezar cosas nuevas, todo lo cual terminó de encaminar la decisión de Carlos.

Como pudo, en el mercado se logró embarcar en un camioncito pesquero hacia Paita. De allí le fue más fácil caminar hasta Yacila. Felizmente llevó su gorra porque el sol achicharraba demasiado y no tuvo que caminar demasiado porque unos veraneantes que pasaban en su camioneta lo jalaron hasta la misma playa. Allí fue más fácil encontrar a Rafael y otros patas que vivían allá. Todos se alegraron de verlo, pensando que le habían dado permiso y todo iría muy bien.

Rafael, un inquieto por explorar las cosas, propuso y todos los 6 muchachos que eran en ese momento fueron a caminar hacia un túnel que había por unas rocas. Era el momento, pues sólo se podía pasar cuando estaba la marea baja. Así que lo hicieron con mucho gusto y alegría. En el recorrido encontraron hermosos caracoles y piedras de colores muy llamativos. Había erizos, percebes, cangrejos, estrellas de mar, conchitas y variedad inmensa de moluscos que se quedaron muy asombrados. También gozaron de encontrarse con una piscina natural que formaba el mar entre las rocas, donde se bañaron y nadaron por buen rato.

Allí fue donde –de pronto- Carlos observó algo que brillaba cerca de la orilla de la laguna y se acercó nadando. Se trataba de un anillo y pronto pensó en que sería un bonito regalo para su hermana Patricia. Al frotarlo para limpiarle la arena que tenía, se asombró de ver aparecer a un enorme conejo blanco de ojos rojos, quien se disculpó de asustarlo y le pidió que no temiera. Soy Pedro, le dijo. De modo directo le dijo también que ese anillo le pertenecía a Juan, el rey de los mares.

Sólo había una forma de devolverlo. Ir a su castillo, en el fondo del mar. Todos los amigos de Carlos habían rodeado al conejo y escuchado sus palabras y se miraban perplejos unos a otros. Rafael los animó a todos, vamos, no perdemos nada con conocer todos a Juan, recuerden que el tío Porfi nos contaba de distintas historias del mar en su curso de geografía… Pues, se decidieron todos y no hubo tiempo para otra cosa, cuando escucharon que Pedro dijo algo que sonó como “let’s go!” y se sumergieron en el mar con una rapidez y aparecieron al pie de un castillo inmenso, al cual Pedro les invitó a pasar. Adentro encontrarían al Rey.

Sin darse cuenta, Pedro desapareció. Detrás de ellos, escucharon unas voces. Bienvenidos!! Era el Rey Juan y su corte, todos muy contentos y alegres de recibirlos y de tener de vuelta el anillo mágico del Rey. Juan en agradecimiento los llevó por todos los océanos del mundo, les develó diversos misterios del mar, de sus corrientes, de sus orígenes. Una variedad ingente de peces, especies marinas, la tortuga más grande de 27 toneladas y 11 metros de diámetro, no más grande que una gran ballena. Fue un paseo extraordinario y podían respirar sin problema, más fabuloso.

Nuevamente en el castillo del Rey Juan, el les habló con algunas palabras como recordarles que siempre debíamos ser buenas personas y trabajar duro en la vida, no acostumbrarnos a lo fácil. Recordarnos de amar y servir en todo lo que nos toca a diario, lo cual era la forma más sencilla de vivir y realizarnos como personas, no necesitábamos tanto más. Por último, el Rey le regaló a cada uno un hermoso caracol de colores variados, para que se acordaran siempre de su visita. Estuvieron comiendo, bailando, cantando y Carlos no recuerda en qué momento se quedó dormido, de cansancio, de alegría.

Sólo recordaría cuando su madre consiguió despertarlo. Carlos, tienes que ir a trabajar, son la 4.30 am, se te va hacer tarde. Él se terminó de despertar sentado sobre su cama. De pronto se dio cuenta que en su mano tenía aprisionado un hermoso caracol, muy parecido al que les regalara el Rey Juan.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 18 de octubre de 2015

Entrañable caminar: 40 años

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Pareció que se pasó muy rápida la celebración de los 40 años (sábado 10 de octubre) y la gozamos, la gustamos, la dispusimos, todos estuvimos agradecidos por diversos detalles que fueron emergiendo a las ya conocidas (o no necesariamente por todos). Una agradable recepción – almuerzo en esa casa campestre tan atractiva en su acogida, con la colaboración de chefs reales e improvisados, con regalos como la botella de vino personalizada pero también de los camarones que fueron parte del menú, lo que cada uno pudo colaborar, especialmente con su presencia, porque no siempre es posible juntarse los alrededor de 40 que estuvimos, como para reafirmar que eran 40 años los que celebrábamos, con emociones diversas y expresadas de modos varios (y los que celebraron también en otras latitudes, es decir, Miami!).

Fue significativo que, estando en nuestro colegio San Ignacio de Loyola (Piura), en la Eucaristía celebratoria, el Padre Felipe de Benito nos recordara que los 40 años recorridos en la vida de cada uno eran fundamentalmente una acción de gracias que teníamos que saber expresar. Acción de gracias por lo recibido en la formación escolar (por cierto a los Jesuitas por el esfuerzo que hicieron y han continuado realizando en la educación), especialmente a los profesores y sacerdotes que estuvieron más de cerca como conjunto o de manera más personal, incluyendo lo que pudo también haber de desencuentro.

Agradecer a nuestras familias de origen (las que cumplieron ese rol) y garantizaron que creciéramos y nos encamináramos en la vida, de modo más madura. Sabiendo que son múltiples las situaciones (o muy diversas) las que cada uno ha podido tener. Desde allí pudimos abrirnos paso, se nos ayudó a abrirnos paso. A todo ello que actuó de sostén, puente, pilar, cariño, afecto, juego, vocación, etc.

Agradecer lo que nos ayudó a hacernos de una vida profesional o con mayor formación especializado en ese algo con el que hemos podido desarrollarnos; lo que nos ha permitido hacer caminos de familia (siempre diversas también); aproximaciones profesionales distintas, con la riqueza específica de cada una; por qué no, haber construido posibilidades económicas también diversas. Sabiendo que entre lo diverso también existen valores comunes (o los podemos construir y seguir aprendiendo de modo común) como son la solidaridad, la justicia, la coherencia, el perdón, el saber amar, el hacer el bien, el interesarnos por el otro, los otros, el diferente.

Cuarenta años nos dan una perspectiva de tiempo desde el que podemos también pensar en cómo nos gustaría vivir hacia adelante ¿los siguientes 40 años? ¿por qué no? Para seguir pensando en nuevas celebraciones (¡claro que sí!) pero también en lo que nos podría ser posible de aportar a cada uno para que el mundo en que vivimos mejore un poquito más, sea mejor. Tanto para uno, su familia, pero también para todos los demás, porque todos nos lo merecemos, ojala todos pudiéramos lograr ser felices de la mejor manera.

Por todo ello, muchas gracias a la vida, a la formación que recibimos, al entorno familiar y social favorable que nos ayudó a crecer y desarrollarnos. Gracias a las cualidades y talentos recibidos, para seguir haciéndolos crecer y desarrollarlos al servicio de nuestra sociedad, de nuestro país, del mundo que nos ha tocado vivir. Gracias a cada uno por compartir su tiempo y su deseo de que seamos siendo una Promoción digna de Juan Pablo Vizcardo y Guzmán.

Guillermo Valera Moreno
Piura, 14 de octubre de 2015

Es resaltable…

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Ayer sábado (26 de septiembre) estuve por Mi Perú, por Ventanilla (Callao), dedicando tiempo a encontrarme con un amigo que se presenta a la alcaldía del novísimo distrito del mismo nombre (en realidad estuvimos varias personas en dicho propósito, pero lo hablo desde mi propia experiencia). Es tercera vez que lo intentará (antes como centro poblado menor) y, aunque tiene limitadas posibilidades de lograr éxito, es interesante su actitud animada para servir a su localidad, de ir más allá de las cosas que ya hace con esfuerzo y generosidad, tanto en el sector educativo, su hogar, su comunidad cristiana.

Daniel Barreda es un profesor a quien le tengo una especial consideración, tanto como estimado amigo, integrantes de CVX y una particular admiración por su vocación antes descrita, ejemplar en varios sentidos y necesaria de reproducir en nuestros tiempos de política marcada por la corrupción, el “robo pero hago obra”, “soy ladrón y con orgullo”, el “todo vale” (en tan diversos sentidos), el “yo la sé hacer” (a los otros los pescan por cojudos)… Frases que, en el cotorreo político son tan comunes y Daniel me lo hacía notar. Seguramente, Daniel, sería una gran cosa que llegaras tú a la Alcaldía. ¿Qué habría que hacer para traducirlo en realidad?

Hace más de dos semanas tuve ocasión de ir con mi hijo Pedro a ver la Cautiva, presentación teatral que se reestrenó con motivo del buen festival “Sala de Parto” y que debo decir, como a mucha gente que la ha visto, me impresionó como pocas, o podría decirse mejor, me impresionó de manera especial. Es una gran invitación a asumir nuestra historia, nuestra vida por crítica que sea o nos haya tocado vivirla, como ha sido esa fase de la guerra interna que nos tocó vivir durante dos décadas, especialmente en Ayacucho.

Es un gran llamado a dialogar sobre lo que nos puede ayudar a crecer como conjunto, desbloqueando resistencias comprensibles pero que no pueden quedar solo planteadas como vallas o procesarse de las maneras primarias como varias veces ha sucedido (por ejemplo, la de supuestas apologías). Porque nos afecta a todos: a quienes nos tocó vivirla de modo más o menos directa, y para quienes hoy la viven como algo que sucedió antes de que nacieran (ya sea porque literalmente es su situación o aún se sienten ausentes de conciencia sobre hechos tan vitales).

Sólo agregaré que esa misma noche me fui a dormir con más conciencia de la importancia de lo que vi y la necesidad de reconciliarnos como país en nuestras raíces profundas de cada persona que le corresponde ciudadanía o es habitante de nuestro territorio. Esa noche sentí que algo se reconcilió en mí y que algo maduró mejor en mi interior. Fue algo en lo que hay que continuar dando significación a todo nivel.

En poco menos de dos semanas, estaré en Piura. Voy a reunirme con mis compañeros de promoción de colegio (Vizcardo 75, Colegio San Ignacio – Piura). Celebramos 40 años de ex alumnos y es motivo de alegrarnos por ello, de agradecer la formación que recibimos, de compartir algunas de nuestras vivencias, tan diversas. Seguro estaremos una buena cantidad de nosotros (¿llegaremos a 50?), algunos viajando desde otras latitudes.

Se me ocurre que debiéramos hacer el esfuerzo de compartir cómo agradecemos la formación que recibimos cada uno en el colegio; cómo agradecemos el derrotero que nos tocó seguir, con sus altibajos y caminos singulares, todos muy respetuosos de ser escuchados, considerados, tenidos en cuenta. Quizás debiéramos hacer como los niños: cada uno en una hoja de papel (o cartulina) podríamos poner en un dibujo (el que sea) lo que ha sido su vida, su experiencia, su derrotero. Quizás conseguiríamos un mosaico muy significativo. Será una celebración agradable.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 27 de septiembre de 2015

Nuestro saber y la experiencia

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Ocurre que la experiencia de algunos años laborando en las cosas que a cada uno le toca nos puede dar una cierta experticia y conocimiento adecuado de su manejo. En mi caso, lo referente a proyectos diversos en mis labores de trabajo; mi propia participación en CVX; incluso el tener casi tres décadas de matrimonio u otros menesteres diversos o más puntuales.

Ello nos permite formarnos opiniones más o menos consistentes sobre diversos puntos que están relacionados. Por ejemplo, el diseño de un proyecto, cómo se hace, como se debe rendir un informe, los puntos clave de un seguimiento de ejecución de un proyecto, la relación con los donantes, su variedad y singularidad que hay que distinguir siempre en la relación con ellos… así, otros aspectos, otros detalles.

El saber adecuado, sin embargo, no nos exime de la humildad con que hay que saber relacionarse con los demás, para el propósito de ejecutar las tareas que puedan corresponder o para transmitir los mismos conocimientos que uno pueda encerrar. En ello, es bueno ser consciente o reconocer que uno con facilidad puede caer o deslizarse en pasar por el sabelotodo de eso que conoce y manejarse con cierta soberbia de lo que se sabe y lo que el otro no sabe. Con el aire de suficiencia que puede hasta despreciar lo que otros no saben y uno sí.

En todo ello es necesario aprender a guardar equilibrios, como para muchas cosas. Entre lo valioso que significa conocer algo, de modo más o menos profundo e incluso especializado, y lo que puede significar usar dicho conocimiento como fuente de poder (incluso excluyente), del saber y la gestión del conocimiento a que pudiera dar lugar. Varias veces me he preguntado, por qué muchas veces no es posible un compartir más adecuado de ello, desde un sentido pedagógico, donde todos podemos aprender y ganar con las cosas que se van descubriendo en pequeño y que, acumulativamente, nos pueden permitir algo mayor. Debo entender que ello quizás es influjo de la manera como nos relacionamos muy individualista y “en competencia”, todo lo cual nos puede hacer perder de vista, la importancia de la colaboración y el servicio en todo lo que hacemos.

Con mayor razón, si aprendemos a caer en la cuenta que hay tantas cosas que recibimos gratuitamente y que quizás sólo un 5 ó 10% de las cosas que hacemos se deben efectivamente a lo que podríamos llamar “mi esfuerzo personal”. La gran mayoría de cosas las recibimos gratis de los demás, de la innumerable cadena de relaciones de las que está hecha la vida de cada uno. Sin embargo, a veces podemos pensar que todo o la gran mayoría de cosas se deben al esfuerzo muy personal de cada quien.

Esa dimensión de la gratuidad, de la importancia de la colaboración, son bonitos referentes que pueden ayudarnos a dimensionar mejor nuestra vida. Un vehículo para detenernos a pensar más allá de nosotros, de la competencia, de la excelencia que a veces nos puede obsesionar tanto. Y detenernos a profundizar en lo importante. Entendiendo que la sabiduría a la que debemos sentirnos invitados a profundizar es aquella centrada en el amor, amor que ese personaje Jesús se encarga de recordarnos constantemente.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 20 de setiembre de 2015

El camino de Fe y Alegría

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Está claro que ninguna experiencia por más desarrollada que tenga en años o por más acabada que pudiera sentirse como propuesta, se puede considerar acabada. Más aún, si se considera que pretende seguir desarrollándose y creciendo. Es el caso de Fe y Alegría con sus casi 50 años y que nos invita a sentir en ella una fresca brisa del paso y esfuerzo de miles de personas que han apostado por ella en el Perú (y en América Latina y en otros continentes), así como las decenas de miles de otras tantas que se han visto beneficiadas por ella de modo directo o indirecto.

Donde su caminar ha sido hecho no sólo con la voluntad de querer sacar adelante un proyecto educativo significativo o apostar a una necesidad política de los sectores más débiles de nuestra sociedad. Todo ello ha existido y ha sido bueno, pero se ha dado dentro de las consideraciones de un deseo de amar lo que se hacía, de moldear con fe las esperanzas de los diversos pueblos que apostaron de modo conjunto al crecimiento de la experiencia y que, con ellos, sus hijos, sus amigos, sus padres de familia y toda la comunidad educativa específica que se involucraba en cada caso, supieron sacar adelante dicha labor, normalmente enraizada en una fe también religiosa pero integradora y convergente en las necesidades que se planteaban y la manera creativa que se daba lugar para hallar respuestas en cada caso, así quedaran algunas cosas sin resolver.

Donde normalmente se ha respetado la singularidad de los caminos de cada institución educativa en esa llamada autonomía funcional que se ha seguido, sin perder de vista la misión y los criterios de trabajo común vertebrados en un movimiento también llamado de educación popular, porque entre otras cosas desafiaba a la propia educación pre-existente en la apuesta de construir y hacer llegar “educación de calidad” a los sectores populares, en las zonas donde “termina el asfalto”, haciendo el bien pero “haciéndolo bien”, confrontándose con los temas de la replicabilidad de la experiencia, de cómo volcar sus bondades hacia otros y, también, hacia las llamadas políticas públicas.

Son muchas cosas las que nos puede sugerir la riqueza de una experiencia como la del movimiento educativo de Fe y Alegría. Susana Helfer, quien se ha hecho cargo de sistematizar su propuesta educativa, nos presentó buena parte de ese caminar en el llamado Conversatorio sobre “Educación pública de calidad: el caminar de Fe y Alegría”, realizado el pasado 3 de setiembre en la Universidad del Pacífico. Fue un momento propicio para intercambiar una serie de puntos necesarios de profundizar y que es importante ir identificándolos para su mejor procesamiento.

Empezando por los elementos que tienen que ver directamente con la propuesta educativa propiamente dicha, la misma que se identificó en razón de cuatro grandes componentes:
(1) Identidad; (2) Gestión; (3) Propuesta pedagógica; y (4) Compromiso de sus actores.
No había un afán de querer abarcar todo de todo, aunque sí una imagen muy totalizadora de la unidad de sus diversos elementos y la comprensión en esa trama compleja que significa hacer educación pública con las limitaciones de un Estado, en muchas ocasiones con escasez de recursos o por sus limitadas ideas o capacidad de encaminar un proyecto educativo como parte de una propuesta de desarrollo más amplia para el país o la realidad más específica de cada región.

Es ese tinglado especial lo que hace a la propuesta educativa de Fe y Alegría, lo que le da vida, compromiso, continuidad, esperanza, deseos de crecer y expandirse; lo que le da logros y capacidad de desarrollarse como parte del desarrollo de cada pueblo con el que se ha ido insertando. No el pueblo en abstracto sino los pueblos concretos de cada localidad en las que ha crecido cada uno de las ocho decenas de instituciones educativas (y más con las redes rurales) que se han encaminado. Tejidas en esa identidad envuelta en marcos ideológicos, de valores y de aspectos prácticos para la vida del trabajo y emprendimiento. Donde se apuesta a un buen currículo, al crecimiento de las personas, así como a todo lo que nos dignifica. Partiendo de las necesidades concretas y desarrolladas con mística y compromiso de sus actores, formando a los profesores con el perfil que Fe y Alegría requiere, dentro de un clima de confianza y de relaciones humanas acordes, sustentado en una organización sustentada en la planificación y liderazgo participativo en todos sus niveles de labor.

Atendiendo la gestión con compromisos diversos y complementarios. Porque la “creación de una escuela es producto de la suma de intereses, voluntades y esfuerzos de muchos”. Tanto la comunidad local, el Estado y la oficina central de Fe y Alegría, se dan lugar para converger en la constitución de un colegio específico. Descansando su gestión en un equipo directivo; con diversos acompañamientos mutuamente aceptados, con unidad en la misión pero respetando la singularidad de cada proceso (la llamada autonomía funcional). Donde se pone mucha atención y tiempo a necesidades de profesores, alumnos, familias y público en general.

Entendiendo la propuesta pedagógica como un sano trabajo en equipo, dentro de comunidades de aprendizaje; formación, asesoría y acompañamiento permanente; con apuestas por currículos que atienden capacidades y competencias y en los cuales se integra conocimientos y actitudes. Con mucho esfuerzo de programación y altas expectativas puestas en los estudiantes. Donde los profesores de alguna manera son la columna vertebral de todo ello.

Lo cual no puede entenderse sin los actores diversos que convergen, incluyendo a estudiantes, padres de familia, personal administrativo, población local (además de otros ya mencionados), en sus diversos roles. Que creen, confían y se comprometen. Con mucha vocación e involucramiento voluntario. Apostando por la educación como vehículo de desarrollo sostenible y de servicio.

Sin dejar de señalarse elementos críticos explícitos (o desafíos) como el cuidado de la identidad, el cómo se toma en cuenta mejor a las regiones. Lo relativo a redes y su fortalecimiento, así como su mayor comunicación entre niveles diversos. El cultivo de la relación con el Estado de modo más empático y de mutuo aprendizaje. El vencer inercias en los aspectos pedagógicos. Una mayor atención a la educación rural (y a la educación bilingüe por supuesto). Un involucramiento más creativo de los actores en el tiempo. Cómo se aprende de dichas experiencias para sacarles mejor provecho. Se podría decir también, cómo recreamos la experiencia de Fe y Alegría después de 50 años, qué habría que dejar o apuntalar mejor; con los medios de comunicación y la revolución tecnológica del internet que nos plantea como cambios; es el aula el centro de la vida educativa del alumno… En fin hay muchas cosas y preguntas por seguir profundizando.

Todo lo cual nos devuelve a la hermosa apuesta que sigue siendo Fe y Alegría, por los niños y niñas, por la suma de voluntades puesta en juego, por ese sentido de compromiso y esperanza, por esa apuesta por un país más grande de corazón que late y en constante movimiento.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 15 de septiembre de 2015

Sería deseable

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Sería deseable que las organizaciones de izquierda pudieran unirse e ir juntas a las siguientes elecciones generales de abril 2016, pasando por un acuerdo político básico de programa, tolerancia, amplitud de horizonte y esfuerzo de renovación en los diversos aspectos que demanda el mundo en el que vivimos, centrada en democracia, justicia, paz y cultura, resumido en un acuerdo de “vida y dignidad para todos”.

Pensaba en ¿qué se podrá hacer para que ello pudiera crecer y legitimarse? Más aún, cuando personas muy referentes se nos van y, aparentemente, nos quedamos más huérfanos o en soledad. Sin embargo, será mayor motivo también para que emerjan nuevas personalidades (confiamos en ello) y será la mejor forma de rendirles tributo, como el caso reciente de la partida de Raúl Wiener, destacado hombre de izquierda y periodista de mucha valía, siempre honesto y valiente en sus puntos de vista y labores.

Creo que Raúl también apreciaba la necesidad de la unidad, por supuesto, sin que fuera a cualquier costo. Sin embargo, sigue habiendo una ceguera de cómo se hace política para aproximar a los diferentes que coincidimos en opciones programáticas básicas. Que sepa despertar y hacerse sentir como aire fresco; que nos permita sumar y convencer que podemos comprendernos dentro de un mismo jardín de flores diverso.

Estamos en un terreno tan frágil que pareciera que si no salen como candidatos los que tienen consigo la inscripción legal de su organización, la cosa no va para adelante. Me he preguntado si no sería necesario pedirles a ambas personalidades implicadas (Yehude Simons y Marco Arana) que, en aras de la unidad necesaria de la izquierda, debieran deponer sus candidaturas, dejando el paso a nuevas posibilidades. Aceptando que ambos puedan ser parte integrante de las listas parlamentarias que se configuren finalmente a nivel nacional. ¿Sería algo justo y necesario o es una necedad frente a posturas tan inflexibles y concluyentes? Nuevamente, ¿queremos hacer política o nos contentamos sólo con una mirada reiteradamente estrecha de lo que se puede hacer y podemos hacer?

Como dice Steven Levitsky, además de lo anterior, necesitamos de no jugar a demócratas y ser muy autónomos en nuestra postura sobre la necesaria democracia para gobernar, para construir el país más justo y solidario que queremos y para recuperar la confianza del pueblo en sus propias esperanzas, en sus propias organizaciones y en sus propias aspiraciones. Donde la democracia es algo sobre lo que no podemos dudar, aún a costa de criticar principistamente a otros gobiernos o países, por más buenos deseos que pudiéramos tener hacia ellos en sus respectivos derroteros políticos, particularmente, refiriéndonos al caso de Venezuela.

Lo anterior cabe para un conjunto amplio de cuestiones, aprendiendo a reconocer errores donde los hay (los que fueran si lo son), para saber ser mejores críticos de lo que no queremos y no repetir situaciones, ni inventarnos campañas externas cuando se nos pueda señalar los mismos, por más autoridad que se sea formalmente, ya fuera en la política, en la religión, en la economía o en la cultura. Porque la verdad es revolucionaria así cueste transmitirla o persuadirla con facilidad. Algo de ello hemos aprendido con la Comisión de la Verdad y Reconciliación y muy de a pocos sigue abriéndose paso (y seguramente un juicio más histórico sintonizará más con el conjunto del país más adelante).

Sería deseable practicar también el perdón en la política y en muchas otras dimensiones para posibilitar nuevos acuerdos y posibilidades. Entre otras cosas, para hacer factible una nueva unidad de la izquierda en éste recodo de nuestra historia.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 6 de setiembre de 2015.

Me apunto con Verónica

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Parece normal. Cada vez que aparece una nueva posibilidad de liderazgo lo queremos derribar muy rápido en sus aspiraciones, pese a que nos pasamos algún rato también reclamando que necesitamos y deben aparecer nuevos liderazgos en la política y en la sociedad civil. Es algo que no debe de extrañar y de lo cual podemos aprender. Sobre todo, el estar atentos de lo que pueden reflejar las críticas, en lo válido y justo que puedan tener ellas, sin pasar demasiado rápido de página o de tema.

Me estoy refiriendo a esa nueva figura (bueno, actualmente es Congresista), Verónica Mendoza, que quiere asomarse en el ámbito de la izquierda, y sobre la cual ya se estableció una andanada de apreciaciones o críticas, lo cual ha sido bueno para apreciar que hay interés en su persona, despierta interés de diverso tipo, por alguna razón despierta simpatías y algunas desconfianzas. En mi caso, me sitúo del lado de las simpatías.

Quizás podríamos plantear algunos puntos que serían deseables para ésta candidata en formación (y esperemos cuaje), como posibilidad de renovación de nuestra política y de parte de buen sector de nuestros políticos:

1) Es necesaria una claridad sobre su apuesta por el sistema democrático y por todo lo que ello implica. El tema de la democracia no es un asunto táctico, ni de echarle mano en tanto no es favorable. Es la base de la actuación política desde la cual nos queremos mover, siempre perfectible y sujeto a reformas.
2) Es conveniente apostar a un modelo económico alternativo al neoliberalismo, de redistribución económica y mayor equidad; de desarrollo del mercado interno, industrialización y capacidad de competencia en el mundo globalizado, con soberanía e inteligencia.
3) Puede ser un buen desafío proponerse reducir la pobreza a un 12% y ordenar las cosas concertadamente para lograr su propósito, así como elevar la dignidad de nuestros maestros, personal de salud y personal de las Fuerzas Armadas y Policiales. Potenciando su labor y sentido de servicio.
4) Establecer un gran Proyecto Nacional con las principales fuerzas productivas del país, en razón de encaminar de la manera más ágil y dialogada las políticas públicas desarrolladas por el Acuerdo Nacional.
5) Potenciar nuestra cultura en todos sus ámbitos, tanto del lenguaje, literatura, alimentación, música y artes diversas, como vehículo de potenciamiento y desarrollo de nuestras capacidades creativas y lúdicas.
6) Atención especial a los niños y niñas, en especial a los de situación de riesgo y menores de 5 años.

Se pueden agregar muchos otros puntos. Son algunas sugerencias que me atrevo a plantear como mecanismo de diálogo y construcción de un programa de Gobierno, esperemos y apostamos por Verónica Mendoza. ¿Alguien más se apunta?

Magdalena del Mar, 31 de agosto de 2015
Guillermo Valera Moreno