Dios trabaja así. 50 años de la CVX – Mi testimonio

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El siguiente es un testimonio pedido de mi presencia en dos asambleas mundiales CVX, como parte de mis responsabilidades en el Consejo Nacional CVX. Fue preparado para un evento en la UARM realizado el 30 de marzo 2017.

En mi caso, Guillermo Valera, participo de grupos vinculados a la labor jesuita y su espiritualidad desde 1974, cuando era estudiante del colegio San Ignacio de Loyola de Piura. Participo de CVX Siempre desde 1976; he tenido ocasión de ser miembro del Consejo Nacional CVX entre 2002 y el 2008, y he participado en dos asambleas mundiales en Nairobi, Kenia (2003) y en Fátima, Portugal (2008). Debo decir que me siento uno más en CVX, que los muchos años no me hacen mejor que cualquier otro ceveco o ceveca, y que me llena de mucha gratitud poder hacer cada año una experiencia de ejercicios espirituales y animar a otros a que hagan similar experiencia.

Quiero en éste breve testimonio, detenerme básicamente en lo que viví en las asambleas mundiales CVX en las que participé y, desde allí, recordar aspectos que nos son significativos. En el caso de la asamblea de Nairobi (2003), desde el lenguaje se nos marcó una experiencia que fue muy sentida. Karibu es un término soajil (lengua autóctona de Kenya) y significa “bienvenido”; esa fue la manera espontánea como nos sentimos todo el tiempo que estuvimos por Nairobi.

Desde la realidad del África, desde problemas tan descarnados como el Sida, se nos invitó a ser comunidad y cuerpo apostólico. Desde allí se nos invitó a crecer y a responder al llamado del Señor. Cada uno desde la realidad concreta de su país, pero poniendo especial atención a esa realidad africana que golpeó la puerta de nuestros corazones y que nos enseñó a amar un poco más y a renovar en él ese camino de seguimiento a Cristo.

Se puso de relieve el drama de quienes sufren de SIDA, constatando que era un mal que se añadía a tantos otros de violencia, refugiados y pobreza en general que nos hacían ser conscientes de lo dura que puede ser la miseria. En ese contexto, con mucha facilidad se podía hablar de gente que muere por millones cada año en el África.

Fueron días que nos remecieron y nos generaron sentimientos muy encontrados. Pero no dejó de acompañarnos el sentido de esperanza y alegría que, a ritmo de los tambores y del baile propio del África, nos hacían vivir con muchos matices las realidades que se abrían en el panorama y las cosas que eran posibles de hacer (o ya se venían haciendo).

Crecer como cuerpo apostólico recorrió como hilo conductor todos los puntos y temas abordados por la Asamblea de entonces. De manera sencilla se nos invitó a discernir y orar qué tipo de comunidad es la que queremos construir desde la Iglesia y la realidad que vivimos, en cada ámbito nacional donde estamos y en el mundo entero como comunidad universal de CVX. Nos detuvimos en cómo aprendemos a ser comunidad, compartiendo las diversas responsabilidades que ella supone, como comunidades discernientes que van asumiendo una misión común a través de un compartir de nuestras vidas y haciéndonos parte de la vida de cada uno de los integrantes de la comunidad. Para dar testimonio en cada dimensión de nuestro ser y actividad (ciudadanía, familia, trabajo, pastoral), compartiendo desde el discernimiento en comunidad lo que somos y hacemos. Asumiendo un sentido de envío comunitario en eso mismo que hacemos y nos sentimos llamados a realizar, creciendo con el acompañamiento y valoración que la comunidad realiza con cada uno de sus integrantes.

Encaminando a que la CVX, tanto desde su dimensión mundial, pasando por sus expresiones regionales y nacionales, hasta llegar a cada ‘comunidad pequeña’, pueda hacerse responsable a sí misma de su funcionamiento y desarrollo de sus propias capacidades (incluyendo sus respetivas finanzas). Sólo así se podría hablar de una comunidad que crece en madurez y libertad.

Cinco años más tarde, en Fátima, Portugal (2008), se volvería a profundizar de dicha reflexión y propósitos. Su significado no sólo estuvo en todo lo que se pudo compartir como vivencia de la comunidad mundial, sino en lo que pudimos recoger como sentido actual de nuestro llamado a ser y vivir en CVX. Sabiendo discernir los signos de los tiempos desde el cambio de época que nos había tocado vivir. Poniendo un especial énfasis en el llamado a ser profetas de nuestro tiempo, tanto individual como comunitariamente.

En Fátima también reconocimos que no resulta fácil reconocer la obra de Dios en nuestro mundo roto. Sin embargo, a través de símbolos, cuando no en palabras, quisimos afirmar con mucha esperanza que nuestras historias son parte de la Gran Historia del amor salvador de Cristo.

Abreviando, cinco signos fueron los que más nos marcaron más y fueron los más desafiantes:
º Fidelidad a las orientaciones de Nairobi
º Unidad en la diversidad
º El llamado a vivir como una comunidad profética de laicos
º Una mayor identificación con la misión de Cristo para llevar la buena noticia a los pobres, y
º Ampliación y profundización de las redes de colaboración.

Ese ha sido parte de nuestro caminar y que fue colocando algunos ladrillos para irnos dando luces. Ladrillos que nos han permitido una importante continuidad institucional en los últimos 15 años.

Un abrazo fraterno a cada uno.

Guillermo Valera M. – CVX Siempre
29 de marzo 2017

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