Archivo por meses: octubre 2014

Tareas pendientes después del conflicto armado interno

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Las tareas pendientes nos llevan hacia un factor fundamental: ser felices. Entre estas tareas se encuentra el eliminar las diferencias sociales, las cuales no nos permiten progresar. Esto se encuentra muy ligado a la educación, la cual se mantiene muy inferior en varios sectores del Perú. El Estado debe ser más inclusivo, porque contamos con una diversidad cultural la cual nos vuelve un país de rasgos y pensamientos diferentes, pero todavía no cuenta con una población en conjunto que genere una representación única por parte del Estado.

El Estado no representa a unos pocos sectores de la población, representa a cada uno de los peruanos y al generar ese sentimiento de representación, podrá haber mayor confianza hacia las organizaciones públicas, ya no habrá necesidad de golpes de Estado para que este reaccione y cumpla sus propuestas, ya no habrá miedo por parte de la población. Esto no se debe repetir jamás, debemos educar a nuestros infantes para que sientan la pertenencia a una sociedad la cual ha pasado por etapas de violencia jamás vistas en la república. El Estado debe ser consciente de los recursos naturales con los que cuenta y distribuirlos hacia la población de manera equitativa y justa, evitando ambiciones por parte de sectores de poder. Además, ya no se debe invertir en armamento y en las Fuerzas Armadas, porque violencia va a generar más violencia, como lo hemos evidenciado en el conflicto armado interno entre 1980 y 2000.

Queda pendiente la justicia hacia los campesinos, la cual debemos de asumirla todos como un hecho que nos afecta en conjunto. No puede ser que se hayan asesinado cerca de 70 000 personas y nos hayamos hecho los desentendidos socialmente. Aquí los medios de comunicación juegan un rol importante. Se mantiene la necesidad de mejorar su sistema para informar, evitar monopolios en ellos (como en periódicos) para recibir información confiable y sin manipulaciones. Hay bastante por desarrollar, pero poco a poco y en un Estado democrático se puede lograr. En un Estado en el que la justicia sea brindada de la misma manera para un rico empresario como para un humilde campesino.

Se encuentra pendiente eliminar la pobreza, la cual creció debido a la violencia. El Estado cuenta con los recursos para hacerlo pero le falta la efectividad para lograrlo. Se debe ser consciente que somos emprendedores y debemos aplicarlo en un desarrollo de una sociedad con menos pobreza. En esta también se refleja el poco interés hacia el otro, al cual excluimos según criterios étnicos y raciales. Pero es un factor que se encuentra en el pensamiento de las mayorías que no lo consideran como tal. Por ello, su eliminación es a largo plazo y debe ser fomentada. Además, este conflicto evidenció una parte de la sociedad con sentimiento de venganza, con ganas de imponer la violencia como sea. Esto debe ser tomado en cuenta, ya que también debemos formar una sociedad pacifista. una que genere paz e integridad respecto a los que la componen.

Es importante el uso de discursos de este tipo hacia la población, porque los discursos son generadores de cambios. Además, para que no se repita, debe tenerse presente que ocurrió y que los grados de violencia fueron devastadores. Por ello, el Estado debe atender estos conflictos desde su inicio, porque cuando Sendero Luminoso comenzó a atacar, lo dejaron de lado pensando que sería un pequeño problema y brindando un único énfasis a la economía. Si se quiere evitar que ocurra nuevamente un hecho así, se debe atender a las necesidades de la población, llegando a soluciones junto a ellos para que sean de las maneras más adecuadas.

Luis Valera Lalangui
Reflexiones desde el curso de “Realidad Social Peruana” en la PUCP

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Hay avances, a propósito de Ayacucho

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Estando por Ayacucho (zona centro sur del Perú), intentaba hallar una explicación al triunfo de Wilfredo Oscorima Núñez en su reelección en primera vuelta al cargo de presidente del gobierno regional, como también muchos se harán otras preguntas sobre casos equivalentes en otras regiones.

En éste caso se mencionaba que había regalado dinero en su campaña, obsequiado una serie de cosas a la población, y había jugado con el poder de la maquinaria estatal a su favor. Se había hecho de poder tan importante que su candidatura fue tachada por el JEE – Ayacucho (Jurado Electoral Especial) y el JNE (Jurado Nacional de Elecciones) la ratificó por no encontrar indicios suficientes.

Lo que sí podría decirse a favor del señor Oscorima es que puso atención en hacer diversas obras de cemento y ladrillo, sobresaliendo especialmente la infraestructura escolar, vistosa desde muy lejos cuando uno viaja por el interior de alguna provincia; aunque también carreteras, las mismas que se mezclan con lo que viene realizándose desde el gobierno nacional, interconectando mejor al departamento y entre sus provincias.

Ya no se encuentra pueblito sin luz eléctrica, lo cual es una revolución adicional en la vida de la gente, especialmente en las zonas más rurales. Con lo cual pueden acceder a diversas posibilidades de labores y usos de electrodomésticos, iniciativas productivas, internet (cuando ya se tiene señal y se está extendiendo con creciente competencia), entre otros.

Particularmente me tocó visitar varios distritos de la Provincia de Cangallo y sorprendía ver la expresión de lo antes mencionado, así como innumerables tractores para la actividad agrícola, señal de una presencia de modernidad en la agricultura, cuestión que es factible para las extensas zonas de llanura que se aprecia, en especial en Pampacangallo. Al punto que ya no se hacía necesario contar con bueyes para el arado.

Es cierto que todo ello es aprovechado en forma desigual por la población y que existen diferencias sociales y presencia de sectores más pobres. Sin embargo, estamos ante cambios que me hacían pensar cómo es que hasta hace tan pocos años, una zona como la que recorríamos (incluido Chuschi) pudo dar lugar y convertirse en el epicentro de inicio de la Lucha armada en 1980, impuesta por el autodenominado “Sendero Luminoso”. Que tuviera que verse condenada a un fuego cruzado y a un desangramiento sistemático y no querido.

Contrastaban esos recuerdos de hace no muchos años con la bondad de muchos de sus paisajes naturales, cerros verdes, eucaliptos, retamas y cultivos diversos. También con el encontrarnos a gente muy valiosa y diversa que nos daba muestras de un amor especial por su trabajo y las personas con las que les tocaba relacionarse.

Ya fueran niños/as, jóvenes, adultos, ancianos/as. Desde distintos campos, ya fuera el educativo, la salud, la cultura, la producción, las comunicaciones, la sanación de las heridas de los tiempos de violencia político – militar (y los más actuales situados más en la delincuencia, la familia, las pandillas, etc.), los niños del puericultorio, los espacios para resarcir la memoria (como el esfuerzo que mantiene la ANFASEP – Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecido del Perú), entre otros.

Reflexionaba sobre cómo desde experiencias de gente así se podría dar lugar a autoridades mejor identificadas con la población, en el sentido de mayor honestidad, más enfocados a un sentido de justicia en el manejo de los fondos públicos y las decisiones que se requieren para llegar a los más desfavorecidos y débiles, enfocando allí las políticas públicas, como su principal preocupación. No obstante, se van haciendo cosas.

En el caso de Ayacucho, nos comentaba Francisco Chamberlain SJ, presidente de la Mesa de Lucha contra la Pobreza, que antes de las elecciones últimas (del 5 de octubre pasado) se firmó un acuerdo y compromiso sobre los principales temas de preocupación local, lo cual fue asumido por los diversos candidatos. Ello será una buena plataforma para enfocarse en adelante. Se tendrá que seguir formando nuevos líderes que superen las limitaciones de los actuales, confiando que otro Ayacucho y otro Perú son posibles.

Ayacucho tiene un horizonte de buen augurio que su propia gente y los nuevos proyectos de desarrollo que se concreten puede ayudar a encaminar en todo aspecto.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 19 de octubre de 2014

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¿Son posibles horizontes compartidos?

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Se suele considerar las elecciones regionales y municipales como eventos más vecinales y es real; al plantear elección de autoridades en circunscripciones electorales más específicas y acotadas, permiten una mayor cercanía con el electorado, lo cual resulta positivo para efectos del control ciudadano y posibilidad de fiscalización.

Es importante, de otro lado, que vayamos generando una sana costumbre de “elegir a nuestras autoridades” de modo consecutivo. Que nos vayamos acostumbrando sobre la existencia de reglas de juego y procedimientos para decidir sobre quiénes deben de representarnos en el gobierno, al nivel que corresponda. Más aún, si se trata de autoridades del gobierno nacional y con una rotación de líderes diversos como volveremos a tener el 2016.

Parece algo obvio, pero nuestra historia republicana está plagada de circunstancias distintas. Sin ir muy lejos, en los últimos 50 años, tuvimos la dictadura militar de Manuel Odría (1948-56); le siguió el segundo gobierno de Manuel Prado (1956-62), el mismo que no concluyó por un golpe militar que convocó elecciones un año después, ascendiendo Fernando Belaúnde (1963-68); éste no concluyó tampoco su mandato, por un nuevo golpe militar que se perennizó 12 años (a través de Juan Velazco y Francisco Morales Bermúdez). En 1980 regresó nuevamente Fernando Belaúnde (1980-85), seguido de Alan García (1985-90) y Fujimori (1990-2000).

Éste último volvió a interrumpir la democracia con un auto golpe en 1992, generando una democracia figurativa y autoritaria, basada en su alianza con los militares y el Fondo Monetario Internacional. La democracia sólo se recuperaría por el desborde que tuvo la corrupción y las denuncias a las que se dio lugar, trayendo consigo la huida del país del entonces presidente Fujimori y su renuncia por fax. A partir de allí, se siguió una importante secuencia de gobiernos de origen y conducta democrática más consecuente, con Valentín Paniagua (2000-01), Alejandro Toledo (2001-06), Alan García (2006-11) y Ollanta Humala (2011-16).

Si todo sigue adecuadamente encaminado y las instituciones del Estado y de la sociedad civil se fortalecen, tendremos (como muy pocas veces) un quinto mandato consecutivo, transferido con los usos democráticos correspondientes. A ello también colabora que haya elecciones y continuidades electorales como las habidas el 5 de octubre pasado, más allá de quiénes resultaron elegidos. Vamos creando conciencia de alternancia, de que “mi voto” vale para decidir, de que puede ser uno mismo, eventualmente, candidato y ganar (o perder) una elección.

Lo anterior no resuelve todos los temas de una elección ni el tipo de autoridades que finalmente resultan electas. De hecho, pese a lo que significó la corrupción durante la década fujimorista y la condena unánime que tuvo de casi toda la sociedad peruana, vemos que no han dejado de reproducirse corruptos de todo tamaño, origen y emprendimiento. Sigue siendo un problema latente. Digno de plantearse políticas más serias de parte del gobierno central y a todo nivel del Estado y de la sociedad. No puede ser que aceptemos como normal que la gente robe cuando se hace de un cargo; confundir lo que es legal con lo que atenta el interés público; o aceptarse temas como la coima porque “todos lo hacen” y “así funciona la cosa”. De hecho, ello no es nuevo y es algo con lo que se lidia también en la esfera privada y en el mundo empresarial, lo cual muchas veces ha llevado al fracaso a organizaciones como lo fue el poderoso cooperativismo cafetalero en su momento.

Incluso, junto con la mayor conciencia ciudadana que puede haber, por la continuidad electoral que vamos teniendo, emergen otras deformaciones como la existencia de verdaderas mafias que buscan hacerse del poder para lucrar del Estado; para servir a intereses privados diversos y generar redes de delincuencia y narcotráfico que faciliten sus operaciones. En ello compiten (y a veces se confunden) otros temas sociales como el de las explotaciones mineras y petroleras, siendo el caso de Cajamarca el más saltante (con su reelecto presidente regional, Gregorio Santos). Temas políticos como el de la propia regionalización y la sensación de que Lima sigue actuando tan centralistamente como siempre, proceso que no se ha sabido continuar de modo adecuado con el gobierno actual.

En ese tinglado, un nuevo acuerdo entre fuerzas políticas para plantearse un derrotero más convergente como país, al estilo del Acuerdo Nacional (firmado hace tres lustros) podría ser pertinente y deseable. ¿Será posible? Después de dos siglos de República, ¿qué país les queremos entregar a las nuevas generaciones? ¿Podremos dar una respuesta con horizontes compartidos?

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 12 de octubre de 2014

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