Abordar lo relativo a la educación siempre constituye un tema que nos conduce a diversas aristas de necesidad y carencia, aunque también de avances e invitación a la proactividad. En éste caso no nos referimos a la educación en general si no a lo que más específicamente se suele llamar “educación técnica”, la cual nos sitúa en el ámbito de la ciencia y tecnología, su vínculo práctico a la formación laboral, a la demanda creciente de puestos de mando medio y mano de obra especializados para un conjunto de posibilidades de emprendimientos, así como de necesidades empresariales como la minería, la construcción y otras más bien tradicionales, junto a la proyección futura que empieza a abrirse como camino en una serie de campos muy diversos.
De alguna manera esos elementos y otras variantes se presentaron en el conversatorio de CONSIGNA (Consorcio de organizaciones educativas vinculadas a los jesuitas) sobre los “Nuevos retos para la educación Técnica”, en el que tres especialistas como Fernando Villarán, Narciso Arméstar y Gloria Acosta abordaron el tema. Fueron entradas desde la propia experiencia, tanto universitaria (TECSUP y UARM) como desde el ámbito de labores de Fe y Alegría. Al punto que no faltó la atingencia de si el actual debate sobre una nueva ley universitaria en el país, no debiera estarse haciendo en torno a la Educación Superior y no sólo restringida al tema universitario.
Una cuestión que se reconoció fue la necesidad de adecuar la educación técnica (y, en general, todos los niveles de la educación) a las necesidades del país y de sus regiones diversas. Entendiendo que debemos desarrollar una educación, tecnologías y oferta laboral enraizadas a las especificidades de cada zona y proyectando sus propias potencialidades, especialmente a los recursos naturales que se posee, las posibilidades de desarrollo industrial, presencia de empresas y actividades económicas, circuitos de articulación económica interna e internacional, entre otros. Dentro de lo cual será importante mantener una amplitud de opciones abiertas, para el desarrollo de la misma oferta educativa y la calidad de la misma.
La calidad de la educación es clave y garantizarla con los niveles necesarios de inversión es fundamental. Se conoce que toda educación tecnológica requiere contar con maquinarias y equipamientos especializados (normalmente costosos), que permita los aprendizajes necesarios y desarrollar diversos niveles de investigación. El mismo avance tecnológico que se da año a año requiere de ir actualizándose constantemente. Sin embargo, ésta es una de las prioridades que no debe de perderse de vista, tanto en el impulso que debe venir desde el Estado como del propio concurso del sector empresarial privado (y la sociedad civil) en su propósito.
En buena medida, garantizar la calidad supone y demanda liderazgo, construir un liderazgo que nos genere el convencimiento a todos de su necesidad, posibilidades y pasos a dar (y que ya se están dando) para facilitar un crecimiento económico más sostenible y sustentado en capacidades más propias. Sabiendo ponerle el “cascabel al gato”, para decir que tenemos que saber comprometer a las autoridades en la responsabilidad que les corresponde.
Actualmente, sigue el debate sobre cómo garantizar una regulación adecuada, porque se puede caer en un excesivo burocratismo y requisitos (caso de los Institutos Superiores Tecnológicos), volviéndose innecesariamente complejo y limitado el acceso a una plana docente de mayor nivel; otro ejemplo está en exigir grados de maestría o doctorado a quienes dicten los cursos cuando se les paga 1,200 soles de sueldo. Todo ello es distinto al controlismo que ronda a las universidades (con la nueva ley universitaria en debate), donde se requiere más bien de certificaciones que garanticen una adecuada oferta y titulaciones profesionales de calidad, sin desvirtuar su vocación educativa específica; en éste ámbito, más bien encontramos una extendida sobrepoblación de universidades en el país, en la cual se ha ido imponiendo más una lógica de negocio y lucro privado con la educación, antes que una oferta significativa y exigente.
De otro lado, apostar por la educación técnica tiene a su favor también el ser un vehículo de inclusión para la población joven que concluye sus estudios secundarios. En ella puede tener una alternativa excelente para su desarrollo profesional y proyección laboral, a partir del desarrollo de competencias que aseguren su empleabilidad. La educación es un vehículo para crecer en todo sentido (“habilidades para la vida”), por lo que es del caso detenerse a repensarla, pensar más a profundidad su requerimiento y rol en un país como el Perú, preparándonos para lo que serán las nuevas carreras y desarrollos profesionales en un futuro próximo.
Es importante valorar la educación técnica. Empezando por la apuesta más consistente que debe de albergarse desde el Estado, pasando por los diversos estratos de la sociedad. Fomentándola a todo nivel, promoviéndola desde los más pequeños en sus niveles y ámbitos educativos respectivos. Como se afirmó muy bien, la tecnología no es el fin de una carrera sino el comienzo de una vida. Por lo que experiencias como TECSUP (forma profesionales en ingeniería y tecnología, en disciplinas para las cuales existe demanda en el mercado laboral) y Fe y Alegría son aportes de mucha significación y sobre las cuales hay que construir más allá de los costos de inversión que ello demanda. Es decir, son de las cosas que tienen que darse prioridad en el Presupuesto Nacional. Quizás ese sea uno de los puntos que justifiquen hace rato la aspiración de que el sector educación cuente con el 6% del Presupuesto anual. Por cierto el tema de los salarios sigue siendo un tema abierto.
Concluimos haciendo una mención especial al caso de Fe y Alegría, desde la cual se viene incursionando también en ese propósito de llevar educación técnica de calidad a los sectores populares; en este caso, desde la apuesta de la educación tecnológica. Experiencia que se teje desde proyectos productivos como eje de su aprendizaje y generando un vínculo al mundo empresarial y del trabajo. Estamos en un camino que tenemos que seguir profundizando.
Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 31 de mayo de 2014