Hechos que nos descubren y nos llaman

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Hemos tenido una semana signada por la premiación del escritor Mario Vargas Llosa con el Nobel de Literatura, cuestión que podríamos recoger como un hecho político y cultural para nuestro país. Porque se configura que es posible marcar el acontecer de nuestra república con hechos no sólo positivos sino que labren nuestra conciencia y ayudan a diluir mezquindades y desafectos que pudieron darse en otros contextos.

Ciertamente “nadies” somos seres perfectos pero un reconocimiento justo enaltece y hace brotar actitudes similares en otros niveles y contextos. Cómo quisiéramos que quienes ejercen cargos públicos (presidente, congresistas, alcaldes y otras autoridades) y todos, nos pudiéramos contagiar algo más de un sentido mayor de justicia y verdad, potenciando mejor nuestras facultades, actitudes, sencillez y coraje.

Desde las responsabilidades que a cada uno le toca. Por ejemplo, señalo el caso de Franco Navarro en la final del futbol peruano (León de Huánuco versus U. San Martín), donde él toma la opción de no colocar a un jugador (Rodas) que había sido expulsado en el partido anterior e inexplicablemente absuelto de sanción. Pudo hacerlo jugar (era “legal”); además se trataba de un jugador clave; pero se optó por lo digno, más allá del resultado que al final tuvo el partido.

Qué contraste con la lógica del “todo vale” o la de dársela de el “más vivo” en situaciones de las cuales se puede sacar ventaja grosera. Qué contraste en un medio donde acusamos ingentes situaciones de pobreza que alguien como nuestro primer mandatario razone que “la plata llega sola” desde un cargo como el que esta ejerciendo (y compensar así su salario). O que diga y repita en distintos tonos que él puede impedir que alguien gane las elecciones si se lo propone (y todo indica que tiene un plan contra alguno por lo menos de los candidatos).

Con las próximas elecciones generales que se vienen y que cada vez se va configurando más claro el panorama que tocará como competición, al menos podemos empezar a visualizar que no habrá una dispersión tan grande de candidaturas presidenciales como en lides previas. Esta vez se esperaría que no sean más de 7, donde 4 son alianzas y 3 se encaminan como partidos políticos. ¿Qué habría que hacer para que los ejemplos que ponen de relieve nuestra peruanidad (o la que aspiramos) sea lo que prime, emulando tantos buenos ejemplos que se encarna en personajes como nuestro laureado novelista; el equipo de tabla campeón mundial y poco reconocido; Gastón Acurio y su perfomance en la culinaria nativa (junto a tantos); César San Martín y la revaloración de la Justicia (tarea titánica); entre otros?

Más allá de los porcentajes (a veces engañosos) que, por el momento, tiene cada aspirante al “sillón de Pizarro”, otra pregunta que uno se hace es si no sería conveniente (posible) que se pudiera configurar puntos comunes sobre los cuales se tendría que establecer compromiso. Una suerte de nuevo Acuerdo Nacional con horizonte al 2021 cuando menos, en temas como la desnutrición infantil, el empleo, educación y salud, anticorrupción, inversiones y tributos, responsabilidad social y medio ambiente, seguridad, cultura, entre otros. Por mencionar algunos de los temas que debieran ser materia de convergencia y no estar signados por intereses subalternos. ¿Es posible comprometerse con el país y su población en lineamientos básicos comunes?

Cada organización política no puede autosometerse a “lo propio”, a su propia postura o manera de mirar las cosas. El llamarse “partidos políticos” quizás genera equívocos. No porque sean la “parte” de un todo (cosa muy real), sino porque cada quien se queda en la parte y nunca termina de asumir el todo, cuestión que es a la que debemos aspirar si hablamos del ansiado bien común o interés general, si aspiramos a hacer realmente actividad pública y no llevar sólo “mis intereses” a la esfera pública para lucrar también con el favor del Estado (y encima muchos se declaran “liberales”, al menos en lo político).

Hagamos política mirando lejos y con los pies muy situados en tierra. Sepamos dar los pasos adecuados para avanzar y, en todo caso, detectar los errores a tiempo para corregirlos y aprender de ellos. Pero a todos nos toca poner de nuestra parte. Para ayudar a emerger nuevos liderazgos (no caudillismos); para ayudar a la renovación de la política (que es sinónimo de amar a nuestro Perú y Latinoamérica por extensión), para generar los compromisos que sean y correspondan, más allá de las opciones por las que terminemos simpatizando cada uno.

Guillermo Valera Moreno
12 diciembre 2010

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