Archivo por meses: septiembre 2009

Tolerancia y caminos religiosos distintos

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A propósito de la lectura sobre “Diversidad religiosa y complejidad socio-política. Un estudio introductorio al campo religioso en el Perú actual” de Fernando Armas, se constata que el carácter monoreligioso que se tuvo en el país se ha quebrado, a pesar que el catolicismo sigue siendo mayoritario (88% en 1993 y 81% en 2007). El agnosticismo y ateísmo son leves (2%); los no católicos más bien habrían tendido a crecer de manera significativa, alcanzando en 1993 hasta un 10% (13% de evangélicos el 2007).

Es significativo que mientras más de 4/5 partes de la población se declara católica, sólo haya un reducido 5% de practicantes activos (al menos en Lima Metropolitana, para 1993), cuestión que pone en cuestión de qué hablamos cuando nos referimos a pertenencia a una religión o a qué vivencias podemos referirnos con religiosidad, casi equivalente a costumbre asumidas por tradición más que por convicción madura y que suponga un sentido de integración de la vida toda. No es raro por qué uno de los dramas de nuestro tiempo sea el divorcio entre fe y vida.

De cómo se llegó a éste escenario será la inquietud que el artículo de Armas busca responder, haciendo un breve recorrido histórico de nuestro país (siglo XX). El autor lo centra en 3 etapas, señalando que se inicia un punto de quiebre desde 1915 debido a que en ese año se logra una modificación de la Constitución de 1860 abriéndose el Estado a reconocer una mayor tolerancia religiosa y empezando a salirse de un Estado estrictamente confesional.

º 1915 a 1940: Se modifican algunas leyes (código penal de 1924, divorcio y matrimonio en 1930, imprenta en 1939) y se va situando un carácter más plural al Estado (1933), aunque no variará la forma regalista de relación (defensa de las regalías del Estado en las relaciones con la Iglesia). Empiezan a asentarse las iglesias evangélicas; abren colegios propios. Pero se mantiene la enseñanza del curso de religión católica y limites al ejercicio público de otras religiones. Sin embargo, el sentido plural es limitado y se dan variados signos de intolerancia y violencia.

º 1940 a 1980: Crece la organización evangélica (Conep) y se dan cambios en la enseñanza religiosa que no duran mucho; en 1945 se vuelve sobre la prohibición del ejercicio público de los cultos no católicos. No obstante, sigue la expansión de éstos. En la década de los ’60, en el plano político se logra concordar el libre ejercicio de los cultos religiosos. Influencia de Vaticano II, nuevos rostros religiosos y procesos de “peruanización” de varias iglesias evangélicas.

º 1980 a 2000: años marcados por la violencia política; presencia (o persecución) de distintas iglesias. Los no católicos se expanden un poco más aunque no se generan nuevos grupos. Crece una presencia pública mayor de estos grupos, caso de Israelitas y Evangélicos en 1990. En 1993 se cristaliza mejor la libertad religiosa.

Se trata de una aproximación interesante que pone de relieve los procesos sociales y políticos que estuvieron a la base de la expansión de movimientos de iglesias distintas a la católica. Los esfuerzos diversos que costaron el abrirse paso en medio de una idiosincrasia “católica”, muchas veces intolerante. Otras aproximaciones tendrán que llamar la atención sobre las experiencias de religiosidad popular que no se abordan, en especial las vinculadas con las culturas quechuas, aymaras, awajum, shipiba, etc.

De otro lado, cuando se señala de los vínculos de la religión a los procesos políticos no aparece lo relativo a la masonería, la cual se dice que estuvo muy ligada a varios dirigentes del Apra en los años 30 y 40, y su influjo en la política peruana. Así mismo, no deja de planteársenos preguntas como ¿qué discriminación podríamos hacer de las diversas religiones que existen hoy en el país? ¿Todas son realmente válidas o cuáles pueden merecer realmente nuestra atención y cómo manejarse con los otros casos (las llamadas sectas, como “Pare de sufrir”)?

A lo largo del siglo XX, se reconoce y se recoge que las relaciones Estado – Iglesia Católica pasan de un esquema tradicional a otro moderadamente liberal, donde los diversos signos de intolerancia se recogen ya como aislados; paulatinamente se va llegando a un sentido de libertad religiosa. Se reconoce que existe una limitada conciencia ciudadana y poca formación en ésta materia. Los debates políticos también han sido limitados, sin llegar a consensos sobre un estado laico, con igualdad de derechos y donde se de cabida a todos. Parte de ello tiene que ver con el acuerdo firmado por el Estado Peruano y el Vaticano en 1980, el cual otorga ciertas prerrogativas a la Iglesia Católica.

Esto último es un tema gravitante porque genera a la base una diferenciación de trato con las demás iglesias; tanto para temas de culto como en cuestiones que implican beneficios económicos (ingresos, exoneraciones tributarias, etc.), así como en otros aspectos (ingreso a cárceles u hospitales). Sobre ello pensamos que las cosas debieran de sincerarse para todos y eliminar todo tipo de diferencia innecesaria y postura privilegiada frente al Estado y la sociedad.

Lo anterior no significa negar o dejar de reconocer el papel jugado el catolicismo en la historia de nuestra América. Corresponde darle un justo lugar y permitirle que pueda jugar (y seguir haciéndolo) un rol de conciencia crítica y moral en la sociedad desde la solidaridad con los más débiles y necesitados. Cabe preguntarse sobre ¿cuál es el espejo ético en el cual debiéramos reflejarnos todos para establecer una condición de igualdad y mutua colaboración interreligiosa e intercultural?

Guillermo Valera Moreno
27 de septiembre de 2009
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Volviendo a estudiar Vaticano II

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La Mesa de Movimientos y Comunidades Laicales y la actualidad e importancia del Concilio Vaticano II

El sábado 19 de septiembre (2009) nos reunimos en Conversatorio los integrantes de la Mesa de Movimientos Laicales, destinado a iniciar una reflexión sobre la “Actualidad e importancia del Concilio Vaticano II”. Se podría pensar que ya pasaron muchos años y perdieron actualidad los documentos del mencionado Concilio, sin embargo, constatamos lo importante de su vigencia para nuestra Iglesia de hoy, así como en lo que nos inspira sobre el momento que vivimos y la Iglesia que aspiramos a construir.

Con la orientación acertada del P. Andrés Gallegos, asesor del MPC (Movimiento de Profesionales Cristianos), abordamos de manera especial lo referente a la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, “Sobre la Iglesia en el mundo actual”. Un recorrido por sus aspectos más saltantes nos dio una mirada sobre lo vivido en las más de cuatro décadas en que éste documento fue confeccionado y cómo, entre otras cosas, influyó para que en América Latina se gestara diversos esfuerzos de adecuación propia a nuestras realidades en lo que fueron los CELAM de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007).

De manera libre, a continuación recojo algunas cuestiones que me parecieron claves:
•º Aprender a leer los signos de los tiempos vinculado a la realidad y necesidades de los más excluidos, lo cual se tradujo en llamar la atención por una “opción preferencial por los pobres”, como sentido evangélico elemental y no sólo ideológico.
•º Ubicación de nuestra misión en el mundo, como seguimiento de Cristo y búsqueda de humanización de todas las relaciones en la vida que nos ha tocado seguir, donde nada de lo humano nos puede ser ajeno.
•º El sentido de servicio que marca nuestro quehacer como Iglesia, como pueblo de Dios, donde lo principal no son las autoridades que la dirigen sino el dar testimonio del amor de Dios desde donde corresponda.

Dichos puntos, los podríamos también considerar a la luz de lo que nos corresponde pensar y ayudar a ubicar como respuestas al cambio de época que nos ha tocado vivir en el mundo de hoy. Siendo conscientes de que no podemos tampoco afrontar los nuevos problemas que nos toca vivir con las mismas respuestas de ayer.

De otro lado, se puede resaltar:
•º El llamado que se nos hace a los laicos a ser competentes en todo lo que tenemos entre manos y como responsabilidad, cooperando en los esfuerzos de otros para los propósitos de una vida justa. A ser proactivos en iniciativas diversas; testigos de Cristo; y formarnos adecuadamente para responder a los retos y desafíos como miembros de la Iglesia y como ciudadanos de nuestro país.

•º Ser constructores de la paz, sobre la base de afirmar la justicia a todo nivel, más aún en nuestro caso que hemos vivido la experiencia de una “guerra interna”, parte de lo cual se recogió en los testimonios de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Como camino de dignificación, señal de fraternidad, diálogo sincero y unión en la Iglesia también institucional.

Más allá de la existencia de corrientes diversas de trabajo al interior de nuestra Iglesia, identificamos como significativa la fidelidad al mensaje de Cristo y su seguimiento, cuestión que debiera ser la referencia mayor para establecer la mayor o menor riqueza con la que vamos avanzando en cada campo.

Hacia delante será importante establecer una agenda de temas que podamos ir profundizando, parte de lo cual podremos reconocerlo a partir de lo que se ha iniciado como trabajo. Cada movimiento y comunidad tiene la responsabilidad de dinamizar su estudio en su propio ámbito y será importante el pensar en diversos espacios de formación desde los cuales continuemos con ésta labor.

Guillermo Valera Moreno – CVX
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Aproximaciones al Budismo

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º Es muy interesante conocer más de cerca otras religiones tan distintas a las prácticas a las que uno ha estado “acostumbrado” con el cristianismo, ya que nos ayudan ha abrir los horizontes que podíamos tener sobre lo que consideramos religión y nuestras propias “verdades”. Cómo se puede llegar a propósitos de “elevación” espiritual por tan diversos caminos, incluso sin necesidad de recurrir a una “imagen” de Dios propiamente dicha. En éste caso simbolizada en ese estado denominado el nirvana.

º En su tiempo (25 siglos atrás), Buda no buscó dejar una doctrina acabada de su pensamiento; la tradición oral y la redacción posterior del canon dejarían puntos sin resolver que han dado lugar a diversas sectas. Sin embargo, la comunidad búdica (sangha) organizó desde un inicio una serie de reglas monásticas (vinaya) que han sido útiles para conservar su unidad, especialmente para quienes se hacían monjes. En los comienzos, los laicos que aceptaban su doctrina, les tocaba hacer méritos (por su fe y por su generosidad con los monjes) para asegurar su “existencia ultraterrena” y una mejor “reencarnación”; esto último, después ha caracterizado al budismo popular.

º La existencia del mundo no se considera creación de un ser superior o ultraterreno (bueno o malo), sino que “existe continuamente”; o sea, es creado por las acciones buenas o malas de las personas. Rechaza todo tipo de especulaciones filosóficas y teóricas del Samkhya y del Yoga, aunque desarrollará los análisis que hacen los maestros de los primeros y las técnicas contemplativas de los segundos. Pero no da respuesta a la finitud o eternidad del universo o la existencia del tathagata después de la muerte.

º Como forma de precisión de la visión de Buda se relata la “historia del hombre herido por la flecha envenenada”, donde éste no quiere que le retiren la misma hasta no saber por quién fue herido, de dónde provenía, sus características; ocurre que muere sin resolver esas inquietudes, como le ocurre a “quien se niega a seguir el camino de la santidad hasta resolver tal o cual problema filosófico”. Buda nos dice que esas cosas no son útiles ya que no nos ayudan a seguir una vida santa y espiritual, a desprenderse del mundo, o a interrumpir el deseo o a darnos tranquilidad y penetración profunda que nos puedan iluminar y acercarnos al nirvana.

º Para Buda lo importante son las “cuatro Nobles Verdades”. Ellas se refieren a:

(1) El dolor (dukkha): todo es dolor (el nacimiento, la decadencia, la muerte, estar separado de lo que se ama, etc.). Abarca diversas formas de felicidad y algunos estados espirituales.
(2) El deseo como origen del dolor: es el deseo, el apetito o la “sed” (tanha) lo que determina las reencarnaciones; son los goces de los placeres, el perpetuarse o el extinguirse.
(3) La liberación del dolor consiste en la extinción de los apetitos, lo cual equivale al nirvana.
(4) Conduce a la cesación del dolor. Para ello, lo importante es definir la enfermedad en uno; descubrir la causa; decidir la supresión de ésta; y, presentar los medios que hagan posible que desaparezca.

Se trata de medios para sanar “el mal de la existencia”; el método se conoce como el “camino intermedio”, el cual trata de evitar la búsqueda de la felicidad a través del placer de los sentidos o la beatitud mediante excesos ascéticos. Este consistirá en el “camino de ocho miembros”, centrado en tener una correcta o justa: visión u opinión; pensamiento; palabra; actividad; medios de vida; esfuerzo; atención; y, concentración. Estas reglas se van a explicar con diverso énfasis según el público al cual se dirija.

º No deja de sorprender cómo la reflexión sobre el dolor puede conducir a tanta profundidad de propósitos y crecimiento espiritual. No se trata de un sentido “dolorista” de la vida; mas bien, es una forma de entender que éste nos puede hacer conscientes de las realidades más profundas a las cuales se confronta todo ser humano (incluida la muerte) y que debe de sernos útil para encaminar una búsqueda de sentido profundo y no superficial del para qué de nuestra vida. Esa parábola del hombre herido con una flecha envenenada es muy sugerente, aunque me deja otras preguntas planteadas, como es lo relativo a la solidaridad o la conmiseración por el débil ¿cómo es posible de asumirse? Todo se mueve excesivamente en un plano del individuo, pese a que el budismo da más cabida a una serie de prácticas religiosas más comunitarias.

º Volvamos a las nobles verdades. Meditando sobre las dos primeras, se nos enseña que se puede descubrir la caducidad de las cosas, su insustancialidad y la del propio ser. Establece que el universo y todo cuanto existe puede ser ubicado en 5 categorías (“conjuntos” o “agregados” = skandha): las apariencias (cosas materiales, los órganos de los sentidos y sus objetos); las sensaciones (provocados por los órganos de los sentidos); las percepciones (fenómenos del conocimiento); las construcciones psíquicas (samskhara); los pensamientos (vijñana, producidos por el espíritu). El nirvana está más allá de todo esto.

No concuerda con el principio del atman (alma) o el purusha. En realidad negará el “yo” en cuanto egoísmo que se debe destruir y liberarse para alcanzar el nirvana.

º Sobre las otras dos nobles verdades se dirá que “han de meditarse juntas”; el término del dolor se puede obtener apagando la “sed”, de no apegarse a ella. Para ello hay que seguir el camino del “Sendero Octuple”. Se tiene el convencimiento de que el nirvana existe, para lo cual hay que recurrir a técnicas especiales de concentración y meditación. Se le define como lo inefable, beatitud, alcanzar la “inmortalidad”. La alcanzan los arhats (santos liberados), los que siguen el método.

La tradición budista se clasificará en tres categorías: las meditaciones, los corregimientos y las concentraciones. Con las meditaciones uno se deshace del deseo y logra serenidad; se hace indiferente y se llega a renunciar a la alegría lo mismo que al dolor. Con los recogimientos se logra la purificación del pensamiento. Las concentraciones corresponden a ejercicios de yoga, de entrenamiento psico-mental.

º Solo la práctica de dichos saberes y técnicas, con la guía de un maestro, hace posible entenderlos. Están guiados por la sabiduría (prajna); al hacerse inteligibles transmutan la conciencia normal; el progreso conduce a confirmar evidencia de un “absoluto”, de algo “no construido”. En esa lógica se ubica la aportación más significativa de Buda: un método de meditación que integra prácticas ascéticas y técnicas yóguicas en procesos de conocimiento profundo.

º Por último, se nos habla del nirvana como la “extinción de una llama”, en tanto regresión a un estado “virtual”. Penetrar en él significa dejar de existir; se cambia el “modo de ser en el mundo”. Es existir en un modo de ser, en lo incondicionado que “no cabe ni imaginar”. Ello conduce a un plano de lo paradójico, donde el ser coincide con el no ser; el yo existe y a la vez no existe; la liberación supone a la vez extinción y tiempo de beatitud. Se llega a “la aniquilación de todo mundo condicionado”. Habiendo hecho todo ese recorrido, Buda si sitúa en una actitud de profunda humildad al afirmar que lo suyo no es una doctrina “original” y que se limita a continuar lo que otros ya han establecido y encaminado.

º En el recorrido hecho, en ningún momento vemos denominar el “pecado” como preocupación de la vida espiritual de los budistas. Están situados en la lógica de desprenderse de los apegos, apetitos, “sed” de lo que puede atarlos en la vida “terrenal” del mundo. Pero no con un sentido moralista, sino de superación hacia la perfección de la persona. Pero no para quedarse en la persona (el “yo”) sino para negar su propio yo y poder así transitar hacia el nirvana, estado más elevado que, por atrevimiento, podríamos asemejar a nuestro “cielo” cristiano, aunque éste para el cristianismo no sea un “lugar” o “espacio” sino otra forma de denominar a “Dios”.

º Una última cosa. Estas aproximaciones me han hecho sentir una cercanía a la espiritualidad ignaciana, particularmente en las 3 y 4 nobles verdades. Cuando se habla del “método” de Buda, me hacía un recuerdo muy cercano al “método” ignaciano de los “Ejercicios Espirituales” con los cuales se sigue un proceso de meditación profunda que pasa por ese sentirse indiferente para aproximarse a la “voluntad de Dios” (con exageración podríamos decir el nirvana). No quiero extrapolar, pero en varios aspectos no podía dejar de sentir una serie de parentescos que me han hecho valorar éstas distintas aproximaciones al misterio del ser humano y de lo que experimentamos como presencia divina, de Dios.

Guillermo Valera Moreno
17 septiembre 2009

Basado en el libro de Eliade Mircea – Historia de las creencias y las ideas religiosas. Capítulo “El mensaje del Buda: del terror del eterno retorno a la bienaventuranza de lo inefable”.
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Sobre la “India” de Naipaul

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Leyendo uno de los capítulos del libro “India”, de V. S. Naipaul, abordamos una aproximación casi novelada de cómo se vive en Bombay (India) en los años ‘90s, extraída en forma especial del viaje que realiza el autor a dicho país. Siendo Naipul natural de Trinidad, establece algunos elementos de comparación con lo que observa en la India, aunque lo relevante será su propia descripción de una serie de rasgos costumbristas locales.

En particular, nos habla del rol que juegan los “pujaris”, especie de sacerdotes dentro del modo de vivir religioso hinduista. Se observa en ello una sucesión de rasgos propios a las costumbres hindúes, que aparecen como bastante rígidas. Por ejemplo, el detalle de la mujer (“hermana del señor Ghate”) que ha sido expulsada de su familia por haberse casado “por amor” con un médico ayurveda (denominación propia a quien ejerce la medicina tradicional hindú). Más en general, el hecho de que el mundo hindú esta muy marcado por una serie de tradiciones y ritos del pasado que, pese a los contrastes que se generan con el roce del mundo más “moderno” y los desapegos que se van generando en las nuevas generaciones, todavía tiene una fuerte influencia en la organización social, en la religión, en la propia manera de relacionarse entre las personas, entre otros.

Naipul nos narra el caso de un Pujari natural del sur de Maharashtra, quien decide probar “suerte” en Bombay y se instala allí para desempeñarse en dicha “profesión”. Para ello, él se ha criado en un asram, lugar de retiro o de ejercicios ascéticos para el hinduismo antiguo, situado en los bosques próximos a los pueblos. Proviene de familia de pujaris y fue iniciado en todo el aprendizaje de las pujas, los ritos y los textos correspondientes. Como se menciona, ser parte de “una familia sacerdotal significaba destacar en la comunidad, pero no significaba tener dinero”. Cuestión que en otra parte del texto se va a comparar respecto a los ingresos de su hermano y se constatará que existe una similitud bastante importante entre ellos (alrededor de 1,200 rupias al mes), lo cual le daba para vivir como alguien de clase media, en un edificio multifamiliar. Teniendo adicionalmente a su favor el contar con regalos diversos que la gente le otorgaba por la celebración de los ritos.

El pujari pasa un año en casa de una tía, lo cual le permite cierto ahorro de los gastos que demanda una ciudad como la de Bombay. Permanece allí hasta que el hijo de la tía se casa, lo cual (por la costumbre) le obliga a dejar dicho lugar. Se comenta cómo fue el inicio de su labor, de manera tímida, cobrando a la buena voluntad de sus “feligreses”. Poco a poco irá situándose en ese mundillo que le permitirá hacerse del “modus vivendis” local. De allí llegará a hacerse de su propio departamento, con una ayuda adicional de uno de sus “fieles” que le dará facilidades para la adquisición del mismo.

En el ámbito del templo al que él se dedica (denominada el Señor Vavani Shankar, deidad en la cual había sido criado), existen de 5 a 6 pujaris, dos de ellos jóvenes. Se menciona de uno denominado como el “pujari eléctrico”, debido a su labor abreviada de los ritos; por ejemplo, una boda que normalmente dura 6 horas él la celebra en poco más de la mitad del tiempo. En general hacía pujas más breves; incluso recurre al uso de grabaciones (y su venta) para ahorrar su presencia física en la realización de los ritos.

El autor hace un paralelo entre los pujari y los pandits de su tierra (Trinidad), a los cuales se les brindaba las mejores atenciones posibles cuando les tocaba realizar sus ritos. Nos cuenta que a ellos se les atendía con “las mejores mantas o sábanas para que se tendieran en ellas; se les guardaba la mejor comida, y se les servía con toda ceremonia al final”. Además, disfrutaban del privilegio de “recoger las monedas que se habían arrojado al fuego sagrado del altar ornamentado, así como las que se habían arrojado al plato de bronce con alcanfor ardiendo –emblema del fuego sagrado-“, que se hacía circular entre quienes asistían a las ceremonia religiosas (p.118).

Se nos presenta varios de los diversos ritos que puede oficiar un pujari y que son parte de la actividad en la que normalmente se involucran. Guardando la distancia con el cristianismo, se podría decir que hay una serie de ritos que vendrían a ser una especie de “sacramentos” en su vida religiosa. Algunas de ellas son:

º Rito después de 14 días de una defunción, en la cual se preparan toda clase de alimentos, los cuales pasan por el picoteo de un cuervo, simbolizando “la fusión del alma con el infinito” (p.120).
º Ceremonia de la cuna, en el cual se emplea el panchang (texto muy antiguo), empleado para hacer horóscopo y buscar nombre.
º Cuando se muda alguien a un departamento nuevo, hay que purificar y exorcizar los espíritus que lo habitan.
º Ceremonia del hilo, cuando un niño cumple 8 a 9 años.
º Ceremonia de las bodas, la misma que es cantada durante las 6 horas que dura.

Un pujari normalmente era una persona con sentido práctico; no requería de hacer mayores estudios, salvo los de aprendizaje de los ritos y algunos otros libros que publicaba el “Arya Samaj”, movimiento reformista hindú. Ello le permitía explicar mejor sus ceremonias y los versos que cantaba a los fieles. No se aprecia como necesario el hacer estudios de filosofía o teología. Hay una admiración por el saber, la sabiduría, vinculada más que al conocimiento intelectual a la espiritualidad.

Se constata dificultades en la continuidad de las costumbres y ritos ya que las generaciones más jóvenes no desearían aspirar a hacerse pujaris. Otra preocupación presente es la de volverse pobre, con el riesgo de que la gente le reste su estimación o autoridad. Incluso el mantener una familia puede ser complicado por la vida “nómade” que tienen los pujari al estar en constante movimiento para ofrecer los ritos o pujas. Después de todo es una vida consagrada de lleno a dicha labor.

No deja de ser interesante conocer, desde la vida cotidiana, la manera cómo se desenvuelve un pujari, el cual proviene de una tradición familiar y estatus. Tomemos en cuenta que tampoco cualquiera puede ser pujari. No deja de sorprender que todos los ritos que se realizan son preponderantemente en el ámbito de la familia y no existan templos muy importantes donde se congregue la gente a celebrar, como ocurre con el cristianismo y otras religiones.

Las crisis generacionales que se empieza a vivir y la dificultad de guardar las tradiciones y la “pureza” de los ritos que se ejercitan, hace notar que se trata de situaciones que podemos generalizar un poco más ampliamente a las diversas religiones. En realidad nos alude a problemas más profundos de cambio de época como el que nos encontramos actualmente y de cambio de paradigmas del conocimiento y de las formas de vivir la fe que requiere poner atención en caminos que pueden ayudar a transitar y situarse de manera más adecuada en los nuevos contextos.

Aunque resulte anecdótico, no dejó llamarme la atención las alusiones cinematográficas que se hacen y el interés por la realización de películas en lengua locales (como el márata). Parece claro el vínculo que ello tiene con el desarrollo actual que tiene la industria del cine en Bombay, la misma que parece estar a un nivel comparable con el propio Hollywood (EE.UU.).

Guillermo Valera M.
14 septiembre 2009

Nota: Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul, más conocido como V. S. Naipaul, es un escritor británico, de origen triniteño, galardonado con el premio Nobel de literatura en el año 2001. Su obra se caracteriza por el análisis del mundo colonial. En particular, suele aludir a la existencia alienada de quienes se ven sometidos o involucrados en un ámbito que no les es propio.
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A una mujer, a la que amo

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María Leonila Lalangui Zaquinaula, es una mujer de 48 años, natural de San Ignacio, Cajamarca, parte de 13 hermanos (5 mujeres, 6 varones y 2 fallecidos). La conocí en 1982, cuando fui a trabajar a San Ignacio, para los jesuitas en la parroquia local, en el Cenecape Monseñor Oscar Romero (convenio entre la parroquia y el Ministerio de Educación), lugar en el que estuve por 3 años.

Nila, como familiarmente siempre le hemos dicho, es una mujer que llamó mi atención desde las primeras veces que la fui conociendo, junto a distintas personas que, con diversas edades, actividades y motivaciones, fui conociendo entre el paisaje atractivo de la zona, las estrellas, la lluvia y el café. Su discreta seriedad mezclada de sonrisas y palabras justas, me llevó a una amistad en la que siempre procuré ser respetuoso de las actividades en las que cada uno estaba.

Nunca había escrito específicamente sobre ella y ahora me siento motivado porque se que más allá de mis alborotos afectivos que a veces suelo tener, es la mujer a la que más aprecio en mi vida y he aprendido a querer con sentido de profundidad. Y se que nos hemos hecho el uno al otro porque nunca hemos dejado de “pelear”, tener nuestros pequeños altercados, los mismos que nos ayudan a mantenernos alertas de cómo mejorar nuestra relación en el día a día y no vivir “distraídos”.

Nila siempre ha simbolizado y ha supuesto una continua recreación de cómo aprender a amar a mi país desde el Perú profundo, sabiendo los desencuentros que llevamos en las venas y en nuestras fracturas por lo diverso, el racismo, el poco sentido de diálogo y, como modernamente se dice, la baja autoestima que a veces nos acompaña. Nunca olvidaré lo que un buen amigo de ambos nos decía en San Ignacio, a mí especialmente: “contigo vamos a mejorar la raza”, “así vamos a crecer y avanzar”; no lo decía en broma, lo creía realmente, a pesar de que le gasté varias bromas al respecto. Felizmente Nila no lo tomaba así y creo que aprendimos a hacernos de ideas más amplias que también me ayudaron a mí mismo.

Ella ha sido y es síntesis de mi propia integración de vida. Significado especial de lo que significó mi desempeño profesional y los aprendizajes que supuso el contrastar lo teórico de lo estudiado en la universidad con los problemas que se planteaban desde la práctica cotidiana; la política desarrollada en Izquierda Unida y desde lo popular y lo sindical; la recreación de mi propia fe desde convicciones más personales; la interacción con personas tan diferentes a lo que había sido mi experiencia y camino desarrollado, descubriendo la simplicidad de la gente en un medio donde ser amigo del vendedor de periódicos, como del párroco o el alcalde no era nada extraño.

Nila, desde su sencillez me permitió salir de mis propias complicaciones. Desde su dulzura de mujer me encaminó a darle más sabor a mi vida. Desde su sabiduría innata aprendí a cómo ubicarme en el cultivo de mi propia inteligencia, cuestión que siempre me había sabido a conocimientos y fui entendiendo que ellos son sólo una parte. No ha dejado de llamarme la atención por qué suele ponerle un poco nerviosa cuando van visitas a la casa y no le resultan “demasiado cercanas” o “conocidas”. A veces he pensado en un tema de poca “capacidad de acogida” pero son más maneras de ser.

Nuestro amor juguetón y simple nos ha permitido el fruto de dos hijos realmente gratos y maravillosos. Pedro Guillermo y Luís Fernando Lucas, quienes entre sí se diferencian en 10 años, aunque se relacionan tan bien que pareciera que sólo hubiera 2 ó 3 años entrambos. Hacemos una familia bastante comunicada, donde nos bromeamos con sentido muy amigable y vamos aprendiendo uno de otro. Nila no deja de ser nuestra reina a pesar que suele cargar más con los quehaceres de la casa. También hemos aprendido a colaborar y seguro nos falta mucho de ello. Pero hay sentido de integración y de servicio entre todos.

La simplicidad que siempre esta presente en Nila me ha hecho cultivar un sentido por lo simple en la mayoría de mis relaciones, pese a que yo tiendo a ser, a veces, algo sofisticado o enredado. Procuro descubrir esa simplicidad en las cosas que tengo entremanos y es quizás lo que más me atrae de toda persona, combinada con su capacidad de alegría y servicio.

Sólo escribo estas líneas para recordarme lo mucho que quiero a Nila, amiga, esposa, madre y profunda persona a la que amo.

Guillermo Valera Moreno
6 de septiembre de 2009 Sigue leyendo