Pensar el Perú y nuestras tareas con un profundo sentido de justicia

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¿Es posible pensar en un reagrupamiento de fuerzas políticas que puedan entenderse y garantizar un proyecto nacional de desarrollo donde nos incluyamos todos los peruanos? Es todo un desafío si empezamos por ubicar puntos que son claves para ese entendimiento como es el hecho de que nos pongamos de acuerdo en construir un Estado que funcione y genere procedimientos para que veamos en él un ente que es útil en el respeto y la atención de las necesidades de la población, siendo conscientes de la escasez de recursos que contamos y, por tanto, de la prioridad adecuada que debemos darnos en su uso eficaz.

Avanzamos a otro punto como el de la anticorrupción, aspecto que es identificado como un mal endémico a todo nivel pero que resulta de muy difícil asunción porque todavía vemos en el Estado y en el manejo de las empresas un “todo vale” como justificatorio de la consecución de objetivos de distinta naturaleza, particularmente el “hacer plata fácil” y generando todos los atajos posibles. Si a ello añadimos el tema del narcotráfico podemos complejizar más el asunto, aunque es necesario no perderlo de vista por los millones que éste mueve y suele ser un tema que no termina de abordarse en su real dimensión.

Nuestros recursos naturales, el medio ambiente y el manejo consistente de su explotación y equilibrado beneficio para el país es otro tema que no hemos terminado de sincerar. A veces se ha visto como un asunto de grandes intereses y empresarios que quieren beneficiarse de ellos y es parte del tema. Pero más importante aún es que no hemos logrado establecer una clara conciencia y tratamiento de lo que ello puede significar al derrotero de nuestro país. ¿Es tan difícil ponerse de acuerdo en que la transparencia y la justicia de los contratos de inversión tienen que tener reglas de juego que supongan un reparto de los beneficios acorde a estándares internacionales, tanto en lo que puede referirse a aspectos medioambientales como a distribución de los ingresos que se generan?

Junto a la reforma administrativa del Estado, la lucha anticorrupción y el manejo justo de nuestros recursos naturales, podemos seguir señalando otra serie de cuestiones (como ya lo hemos hecho en otras ocasiones) como lo referente a la regionalización, el flujo confiable y accesible a la información llamada “oficial” o lo relativo al manejo de la dimensión de la cultura. Todos ellos aspectos que ni siquiera nos sitúan en temas aún más urgentes como puede ser la pobreza, la educación, la salud y la vivienda de la población. No porque los olvidemos sino porque ya parecen como obvios; son casi una cuestión previa y de dignidad de todo lo anterior; por tanto, necesarios de ser entendidos como políticas públicas a la luz de pensar un futuro de más largo aliento.

Lo señalado, necesitamos también verlo a la luz del contexto de globalización cada vez más interdependiente que vivimos. Aunque vale la pena precisar que éste será más “dependiente” para unos que para otros, según cómo nos situamos en la relación de fuerzas internacionales y en los llamados equilibrios de poder que se continúan tejiendo en beneficio de todavía muy pocos sectores de la población mundial. Cuestión en la que no tienen la culpa las empresas (grandes, medianas o pequeñas) sino los empresarios que las piensan y las encaminan de una manera u otra, enmarcados en procesos de acumulación capitalista que muchas veces enjaula otras posibilidades de dirección u alternativas que se quiera tener.

Sin embargo, no habrá que perder de vista que vamos hacia un mundo que ya encontró sus fronteras y límites y no puede prescindir de ellas, donde (como se ha dicho ya hace mucho tiempo) no podemos plantearnos una lógica de convivencia sin obligarnos (cada vez más) a tomar en cuenta al vecino y al de más allá. Todos somos parte de la llamada “aldea global” y nadie puede escapar a ello. Por cierto, tampoco nuestro país. Lo que podemos apreciar en ello es que esa variable globalización es algo que nos condiciona crecientemente. Por tanto, lo lógico sería darnos cuenta que nos corresponde pensar en cómo generamos capacidades efectivas de desenvolvernos de la mejor manera dentro de ella, pero poniendo siempre por delante nuestra capacidad de convivir todos y no sólo unos cuantos que logran la suerte de ser favorecidos en sus actividades económicas de encorsetados mercados, cada vez menos “libres” pese a quien le pese.

Lo anterior me lleva a otro aspecto. Es el de la creciente incertidumbre en la que nos empezamos a acostumbrar a vivir. La misma que tiende a crecer proporcionalmente a cómo se aborda o no la solución de los problemas globales y específicos que afectan a la gente y la manera como se viven de manera singular en cada país y, por supuesto, en nuestro país. ¿Acaso tenemos que resignarnos a que el mundo sea de unos cuantos jerarcas económicos, militares o políticos? La incertidumbre es algo que no se puede ocultar como el sol con un dedo. Más aún, cuando ésta toca directamente un tema como el de la confianza. Confianza con la que podemos vivir en un mundo donde no todos tenemos la capacidad de vivir seguros en todos los aspectos.

Si eso es así, ¿cómo podemos darnos derroteros que concentren nuestras fuerzas en pensar de manera común, eficaz y solidaria la política y el país para los siguientes 20 ó 30 años (o quizás más), sin perder de vista el muy corto plazo y las prioridades que ello puede suponer? Estamos convocados a sumar fuerzas en esos grandes propósitos y a dejar de lado, cada quien lo que corresponda y sea necesario. Todo lo que permita o haga permisible el saber ponernos de acuerdo y hacer realidad el sentido del diálogo para hallar derroteros justos.

No se trata de quién tiene la razón en las mejores propuestas. Simplemente se trata de empezar a darnos cuenta que todos podemos necesitarnos para los propósitos de convivencia que necesitamos darnos si queremos superar la política del darwinismo que podríamos decir definió nuestro siglo XX. ¿Podemos dar un salto cualitativo? Nos podría ayudar a sentirlo un poco más el sentir los hijos de todos como nuestros propios hijos e hijas, a quienes siempre querremos darle lo mejor de nosotros mismos. Tenemos mucho por cambiar y hacer. Parte de ello es pensar en cuál es el proyecto nacional que corresponde darnos hoy para el Perú del siglo XXI, con un profundo sentido ético que no es otra cosa que un profundo sentido de justicia.

Guillermo Valera Moreno
13 de agosto de 2009

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