Un gran problema, por no ser el principio de todos los males, son los jefes y cualquiera de sus sinónimos posibles. Mejor es el hombre aquel quien no tiene ninguno y no lo es de ninguno tampoco. Se hace libre y hace a otros también igual de libres. En su ninguna relación de superioridad está su igualdad. Es seguro alguien más cercano a la libertad. Pero cómo un mundo sin líderes? Nunca se han preguntado si simplemente parecen robots? No son alguien si no tienen un programador. Por su poder saber algo del pasado y por su proyección. Ellos tuvieron o tienen tal cosa y los otros deben y quieren tener igual o mejor. Quizá, y esperamos que no se lo vea como contradictorio, por ello el “quizá”, es que si los jefes de verdad fueran probos, es que todo iría relativamente bien. Lamentablemente existe la mentira y no podemos conocer a ciencia cierta la intención de alguien. Intenciones también seguro es lo que más hay. Mejores hombres deben ser aquellos quienes al menos intentan justificar su intención y los peores quienes ni siquiera conocen la suya propia ni interés en ello. Dirigentes que cambian los colores y símbolos de sus casacas partidarias como quien se cambia una prenda de diario. Y es más y peor, piden votos, y mucho pero mucho peor, se los dan. Son la clase de persona, que si como en otras épocas fuera más sencillo cambiarse de nombre casi a discreción personal, lo harían, todo por tapar sus fechorías. No tienen ninguna idea del nombre ni de su valor. Contumaces plenos. Como que seguro hay cosas por las que vale la pena pelearse, en las que no hay ningún arrepentimiento por saber que ha sido lo mejor. Nulo y viciado. La doble simplicidad, como el ahorrar o el tacañear, están muy cercanas: un simple con mucho conocimiento (que no es ni será nunca nuestro caso, aunque podamos predicar en medida de aquello) o un simple simple. Tal vez debería ser el afán el ahorrar más agua, el no talar árboles ni ser quien contamina (que es también una forma de desgastar). Porque tampoco luego ni sacan sus papeles ni sus carteles ni despintan lo pintado. Querer velar por lo público, haciendo mal uso de lo público. No quisiéramos decir que las “honrosas excepciones” se van haciendo cada vez más nulas. Tal vez solo sea en alguna medida esquizofrenia social. Como el desperdicio que es solo eso o el desperdicio que puede ser mejor canalizado. Porque también hay quienes de una cosa útil y en todo su pleno funcionamiento hacen desperdicio. Por publicidad, por placer, por entretenimiento, por decir que lo puede hacer; lo que no lo hace menos estúpido aunque gane miles o millones. No puede ser partido algo que debería ser íntegro, aunque claro, ambas cosas nos son complicadas. Pero estar partido es estar un paso atrás, lo partido solo existe por lo entero. Ser hombres, tener razón y palabras y aun y aún así no poder razonar. Como por el sexo, dos hombres peleando, no se diferencian en nada de otros animales cualquiera. Si no hay el razonar es por el ego o porque hay una mala razón intransigente. No puede ser algo correcto, falso y verdadero a la vez. En ningún lugar del mundo ni del universo puede gobernar un delincuente. Qué pues hace el delincuente sino solo para sí mismo y sus allegados? He ahí uno de nuestros desprecios al sastre y la camisa. Alguien quien no vota por querer de verdad al pueblo, a su modo. Por ser siempre uno más.