El adviento: reflexiones sobre Bagua y nuestro país

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1. Lo sucedido en Bagua (Amazonas), el 5 de junio del 2009, socialmente nos marcó “un antes y un después” y quedará grabado como un día del desencuentro en nuestro país. Nos hizo conscientes de los problemas que arrastramos como país desestructurado, poniendo de relieve lo indígena como una problemática y una realidad que muchas veces queremos ignorar o nos incomoda pero esta allí, están allí. Porque se trata de una selva viva, con sus habitantes y naturaleza toda que tenemos y debemos saber respetar. Lo indígena nos remite a la pluralidad, a lo diferente, al sentido de convivencia que tenemos que terminar de aprender a incorporar en nuestra forma de vivir, superando racismos y exclusiones de todo tipo.

2. Una vez más, se hizo evidente que seguimos sin entendernos entre las distintas sangres que conforman nuestra denostada patria, donde ningunear al indígena o al débil ha sido una práctica reiterativa. Podríamos preguntarnos ¿por quién doblan las campanas en nuestro país o por quien las hacemos doblar? Nos inclinamos por el discurso fácil y olvidamos la complejidad y diversidad de vida que tenemos en nuestro país. Sigue siendo una conducta errática la que se impone. Todos recordaremos que hasta se recurrió (entre el Ministerio del Interior y la alta oficialidad de la Policía) a la parodia de las condecoraciones con medallas color caca, como diría el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal .

3. No es para menos la indignación que generan problemas y hechos como los que señalados. Después de todo, debatir más ampliamente sobre los caminos que pueden conducirnos a un mejor desarrollo es parte de toda democracia, incluida la protesta y el desacuerdo con lo que se asume oficialmente. Más aún, si no se consulta debidamente a las organizaciones de base (comunidades awajun y wampis de la selva en éste caso), cuando se trata de asuntos que les van a afectar.

4. Lo anterior no nos inhibe de levantar nuestro tono de preocupación por todas las muertes que acontecieron, tanto de pobladores de la zona como de policías, todas ellas lamentables y que nunca debieron de ocurrir. Pese a que también se levantó un cerco de oscuridad en el momento que se dieron los hechos y sobre el número real de víctimas que hubo, creándose zozobra y reacciones en cadena que se pudo haber evitado.

5. Los hechos sobre los que reflexionamos, nos ha hecho más conscientes que los recursos naturales que posee nuestro país nos pertenecen a todos, pero su explotación tiene que hacerse de manera razonable. Porque no es menos cierto que donde ellos se sitúan, normalmente viven personas que tienen que ser tomados en cuenta, estableciendo soluciones dialogadas, como tiene que ocurrir para todo. Ya sea que se trate de los recursos marinos de nuestro océano o de las minas en las zonas más escarpadas de nuestra sierra o la biodiversidad de nuestra selva. Tenemos que aprovechar los recursos naturales respetando el habitat y, sobretodo, a quienes dependen de él por historia. Por tanto, no puede menos que considerárseles adecuadamente en los beneficios, en su rol de constructores de un país de todos (y para todos).

6. Los conflictos no pueden resolverse con la sola lógica de la imposición de quien tiene el poder y confunde principio de autoridad con falta de diálogo y represión desmedida. Las balas y las bombas lacrimógenas sólo pueden aspirar a producir inútil sangre derramada y luto; normalmente en los más débiles. Tenemos historia de muertes inocentes, por la incapacidad de saber aceptar las razones del otro o de querer aplicar la ley del más fuerte. Aún en contextos de “guerra interna” se tiene que respetar la vida humana; nunca serán aceptables muertes como las ocurridas en Putis (Ayacucho), en los años ochentas. Porque nos degradan como país, nos disminuyen como personas y seres humanos; nos revelan las peores atrocidades, como ya nos lo hizo notar la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Lamentablemente a estas situaciones o a las signadas por la pobreza económica se les suele dar nombres justificativos como “costo social”, “mal menor”, “que muera uno para salvarnos todos”, “chivo expiatorio” y una larga lista.

7. Bagua nos ha hecho notar de manera más clara el fracaso de la política del “perro del hortelano”, por su sentido excluyente, ya que no considera “al otro” como importante o “necesario”. Pero también porque no toma adecuadamente en cuenta al medio ambiente, subordinando la naturaleza a los beneficios del gran capital; no se puede renunciar a estándares medioambientales mínimos en el manejo de los recursos, porque tenemos también responsabilidad por las generaciones futuras y lo que heredarán de nosotros. Además, porque se aspira a subastar el país al mejor postor en lógicas de economía de “enclave”. En tiempos actuales debe predominar el sentido de la responsabilidad social empresarial y no se puede dejar a la “buena voluntad” o el “gran corazón” de los empresarios. Tiene que traducirse en reglas de juego y leyes claras de cómo se opera y se distribuyen los beneficios de manera equitativa y de cómo el Estado se convierte en conductor de un proyecto de desarrollo nacional y de integración latinoamericana.

8. Lo anterior, nos pone de relieve temas colaterales como la honestidad y la lucha anticorrupción. Porque no es coincidencia que, a menos de un año, se hubiera descubierto y generado un gran escándalo en torno a las concesiones de lotes de exploración y explotación petroleras en la selva, con el recordado y tristemente célebre protagonismo del inefable Rómulo León Alegría; hecho delictivo que sigue sin resolverse ni esclarecerse debidamente. En parte, porque es un problema que alcanza los más altos niveles del poder y tiene que ver con diversos ámbitos de su desempeño. No por gusto, seguimos sin contar con una autoridad seria para efectos de lucha anticorrupción y el poder judicial sigue adoleciendo de la autoridad moral para ello.

9. En medio de hechos tan terribles como los vividos en el caso que nos trae a reflexión, hubo dos Santiagos que simbolizaron un sentido de esperanza y nos abrieron a una fe y a horizontes más de justicia y de vida. Uno de ellos fue el de Santiago Manuín, líder indígena awajun que insistió hasta el final en una solución pacífica al conflicto y que fue dado por muerto en el abaleamiento que se desató. El otro Santiago es el propio Obispo del Vicariato de Jaén, Santiago García de la Rasilla, quien siendo una persona poco inclinada a involucrarse en conflictos sociales, halló en éste proceso un camino de identificación inteligente con la población indígena de la cual es su pastor. Un sentido de mayor cercanía a ese pueblo pobre y que sufre la exclusión del poder y el temor a la diferencia, del cual supo ser su pastor en las circunstancias más difíciles.

10. Lo anterior nos lleva a resaltar más ampliamente la labor realizada por la Iglesia local y también nacional, así como la de diversas redes de sociedad civil y Defensoría del Pueblo que se movilizaron en razón de la solidaridad con los más necesitados del momento, tanto la familia de los fallecidos, los heridos y los perseguidos del conflicto, lo cual trascendió positivamente hacia el conjunto del país y a nivel internacional. Un hecho como el de Bagua nos situó sin proponérselo en medio de una inspiración profética que a todos nos corresponde tratar de continuar, desde lo que cada uno esta situado y le toca hacer.

A modo de conclusión:

Algunas cuestiones puntuales son necesarias de remarcar hacia delante, entendiendo que necesitamos construirnos como país integrado, democrático y solidario. Por tanto, se nos plantea como desafíos:

a) Abordar desde las regiones el reto de un desarrollo con bienestar para todos, donde las políticas claves sean establecidos de manera concertada y justa.
b) El tema de la convivencia entre las personas no es algo simple y siempre debemos saber vertebrar, respetando la diferencia y la pluralidad.
c) Crear una conciencia positiva sobre el valor de todos como personas y la responsabilidad que nos cabe en el ejercicio de derechos de todos los sectores.
d) Establecer formas institucionales más creativas para la resolución de conflictos, buscando siempre criterios de bien común, verdad y justicia.
e) Saber estar atentos a toda forma de corrupción que pueda presentarse y recuperar el sentido moral de lo político y de la democracia para toda la población.
f) Estar atentos a cómo Dios nos habla a través de éstos hechos. Porque él no quiere la muerte ni el sufrimiento de nadie; todo lo contrario.
g) La Iglesia puede ser factor de esperanza. Esos caminos de solidaridad es a lo que debemos estar atentos para saber responder en cada momento.
h) Los Movimientos Laicales tenemos el enorme desafío de generar mejores capacidades de incidencia sobre las políticas del Gobierno y a involucrarnos en las organizaciones del pueblo y en las esferas distintas del gobierno para lograr mejores decisiones en favor de nuestro pueblo y los más débiles.

Guillermo Valera M.
24 de noviembre de 2009

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