A una mujer, a la que amo

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María Leonila Lalangui Zaquinaula, es una mujer de 48 años, natural de San Ignacio, Cajamarca, parte de 13 hermanos (5 mujeres, 6 varones y 2 fallecidos). La conocí en 1982, cuando fui a trabajar a San Ignacio, para los jesuitas en la parroquia local, en el Cenecape Monseñor Oscar Romero (convenio entre la parroquia y el Ministerio de Educación), lugar en el que estuve por 3 años.

Nila, como familiarmente siempre le hemos dicho, es una mujer que llamó mi atención desde las primeras veces que la fui conociendo, junto a distintas personas que, con diversas edades, actividades y motivaciones, fui conociendo entre el paisaje atractivo de la zona, las estrellas, la lluvia y el café. Su discreta seriedad mezclada de sonrisas y palabras justas, me llevó a una amistad en la que siempre procuré ser respetuoso de las actividades en las que cada uno estaba.

Nunca había escrito específicamente sobre ella y ahora me siento motivado porque se que más allá de mis alborotos afectivos que a veces suelo tener, es la mujer a la que más aprecio en mi vida y he aprendido a querer con sentido de profundidad. Y se que nos hemos hecho el uno al otro porque nunca hemos dejado de “pelear”, tener nuestros pequeños altercados, los mismos que nos ayudan a mantenernos alertas de cómo mejorar nuestra relación en el día a día y no vivir “distraídos”.

Nila siempre ha simbolizado y ha supuesto una continua recreación de cómo aprender a amar a mi país desde el Perú profundo, sabiendo los desencuentros que llevamos en las venas y en nuestras fracturas por lo diverso, el racismo, el poco sentido de diálogo y, como modernamente se dice, la baja autoestima que a veces nos acompaña. Nunca olvidaré lo que un buen amigo de ambos nos decía en San Ignacio, a mí especialmente: “contigo vamos a mejorar la raza”, “así vamos a crecer y avanzar”; no lo decía en broma, lo creía realmente, a pesar de que le gasté varias bromas al respecto. Felizmente Nila no lo tomaba así y creo que aprendimos a hacernos de ideas más amplias que también me ayudaron a mí mismo.

Ella ha sido y es síntesis de mi propia integración de vida. Significado especial de lo que significó mi desempeño profesional y los aprendizajes que supuso el contrastar lo teórico de lo estudiado en la universidad con los problemas que se planteaban desde la práctica cotidiana; la política desarrollada en Izquierda Unida y desde lo popular y lo sindical; la recreación de mi propia fe desde convicciones más personales; la interacción con personas tan diferentes a lo que había sido mi experiencia y camino desarrollado, descubriendo la simplicidad de la gente en un medio donde ser amigo del vendedor de periódicos, como del párroco o el alcalde no era nada extraño.

Nila, desde su sencillez me permitió salir de mis propias complicaciones. Desde su dulzura de mujer me encaminó a darle más sabor a mi vida. Desde su sabiduría innata aprendí a cómo ubicarme en el cultivo de mi propia inteligencia, cuestión que siempre me había sabido a conocimientos y fui entendiendo que ellos son sólo una parte. No ha dejado de llamarme la atención por qué suele ponerle un poco nerviosa cuando van visitas a la casa y no le resultan “demasiado cercanas” o “conocidas”. A veces he pensado en un tema de poca “capacidad de acogida” pero son más maneras de ser.

Nuestro amor juguetón y simple nos ha permitido el fruto de dos hijos realmente gratos y maravillosos. Pedro Guillermo y Luís Fernando Lucas, quienes entre sí se diferencian en 10 años, aunque se relacionan tan bien que pareciera que sólo hubiera 2 ó 3 años entrambos. Hacemos una familia bastante comunicada, donde nos bromeamos con sentido muy amigable y vamos aprendiendo uno de otro. Nila no deja de ser nuestra reina a pesar que suele cargar más con los quehaceres de la casa. También hemos aprendido a colaborar y seguro nos falta mucho de ello. Pero hay sentido de integración y de servicio entre todos.

La simplicidad que siempre esta presente en Nila me ha hecho cultivar un sentido por lo simple en la mayoría de mis relaciones, pese a que yo tiendo a ser, a veces, algo sofisticado o enredado. Procuro descubrir esa simplicidad en las cosas que tengo entremanos y es quizás lo que más me atrae de toda persona, combinada con su capacidad de alegría y servicio.

Sólo escribo estas líneas para recordarme lo mucho que quiero a Nila, amiga, esposa, madre y profunda persona a la que amo.

Guillermo Valera Moreno
6 de septiembre de 2009

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