Me preguntaba sobre qué debiéramos discernir los peruanos a propósito de la visita del Papa Francisco en enero próximo. Hay tantos temas de Iglesia, de país, cotidianos o más de fondo… que se podría recurrir a un inventario y no terminar de ponernos de acuerdo. Podríamos situarnos desde los temas que son más afines a la visita como la ecología; los jóvenes y la educación; o la problemática de la corrupción. Y temas más espinosos para la Iglesia como los casos de pedofilia o la situación de cuestionados movimientos laicos como el Sodalicio.
¿Será posible que podamos aprovechar la visita del Papa Francisco para intentar sintonizar algo mejor con sus mensajes? Estos mensajes se inscriben en horizontes amplios, de solidaridad con los más pobres y excluidos, de paz. De cuidado entre nosotros mismos o de la naturaleza; con las novedades que van surgiendo a partir de las diversas tecnologías inventadas por el hombre. Del llamado a un profundo respeto por los seres humanos y la búsqueda de condiciones de convivencia y de un desarrollo equitativo y para todos.
Tanto nuestra Iglesia jerárquica como nuestras autoridades políticas necesitan dar testimonio de mayor tolerancia, justicia, diálogo y solidaridad. Lo cual no es equivalente a generar iniciativas que pueden resultar arbitrarias, como el manoseo que se hace del indulto humanitario, a la medida de quiénes influyen más en los Poderes del Estado. Tampoco hay que negarse a explorar otros caminos de perdón y reconciliación en nuestro país que nos permitan trabajar de modo más acorde en el cierre de brechas que son dramáticas en nuestra sociedad, como la calidad de los servicios de educación y salud; la masificación digital; la pobreza extrema o la desnutrición infantil. Ojalá el Acuerdo Nacional pudiera jugar un papel más activo en ello, o que se lancen nuevas iniciativas desde la sociedad civil, los partidos políticos o los movimientos de Iglesia (por ejemplo, la Mesa de Movimientos Laicales).
La visita del Papa Francisco no es una varita mágica, ni cosa por el estilo. Sin embargo, tiene que inspirarnos a que es posible situarse de otro modo frente a los problemas que nos afectan. Que es posible ser mejor sociedad. Por ejemplo, no sólo contentarnos con descubrir que tenemos una de las mejores culinarias del mundo sino comprometernos a que este logro pueda ser disfrutado por todos los peruanos; no podemos contentarnos con que ello sea sólo un producto para circuitos turísticos. Podemos sobresalir en muchos deportes, pero no queremos que sean sólo chispazos que se presentan como “flor de un día”. Ello tiene que ser trabajado de modo sistemático y serio; convencernos de que se requieren esfuerzos colectivos más amplios a la de un simple o gran gestor.
Tenemos algunos meses para pensar sobre qué nos toca cambiar a cada uno. Cómo aprovechamos la oportunidad para crecer un poquito más como seres humanos, descubriendo la enorme riqueza de ser distintos, singulares, todos necesarios e inigualables. Por tanto, responsables unos de otros, con caminos de bien siempre factibles de ser convergentes. Nuestro querido país nos lo recuerda cotidianamente con su enorme diversidad geográfica, de personas, de expresiones culturales, de niveles tecnológicos y generaciones… Tenemos que poder aceptarnos unos a otros, aprender a acogernos entre cholos, serranos y “chunchos”. Entre “blanquitos”, indígenas, “chinos” y una morenada muy amplia.
Esperemos que en cada Parroquia, en cada municipio (al menos los más directamente implicados), en todas las congregaciones religiosas; en cada familia, en los movimientos laicos y en todas las comunidades cristianas y de diversa índole, nos planteemos ese discernimiento de cómo ser mejores personas y mejores ciudadanos, aprovechando la visita del Papa Francisco. Mejores padres o hijos/as; mejores trabajadores o emprendedores. Mejores constructores de nuestro propio destino de modo solidario.
Guillermo Valera Moreno
Publicado en “La periferia es el centro” (20 de julio)